¡Si rasgaras el cielo y descendieras!

Meditación desde Is 63, 16-17; 64,1.3-8

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

www.caminando-con-jesus.org


 

Domingo I de Adviento

“¡Si rasgaras el cielo y descendieras!”

Isaías es el profeta del Adviento. En todo este tiempo santo somos conducidos de su mano. Él es el profeta de la esperanza.

Por primera vez un profeta atribuye a Dios los títulos de ‘Padre” y ‘Redentor”. Este lenguaje tiene su origen en la experiencia del clan: el padre es la fuente de la vida del clan; el ‘redentor” es el miembro de la familia encargado de vengar o rescatar un miembro del clan asesinado o hecho esclavo. Pero el pueblo vive en el exilio una esclavitud de tal modo radical, que el clan no ofrece ya ningún recurso de rescate. Entonces Dios mismo será el Padre y el Redentor.

El pueblo israelita acude a Dios para que baje a salvarlo, recordándole que es nuestro Padre y Redentor. “Si rasgaras el cielo y descendieras “

Lectura del libro de Isaías Is 63, 16-17; 64,1.3-8

¡Tú, Señor, eres nuestro padre, “nuestro Redentor” es tu Nombre desde siempre! ¿Porque, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti! Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en él. Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos. Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti. Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas. Pero tú, Señor, eres nuestro padre; nosotros somos la arcilla, y tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!

Palabra de Dios.

El momento más intenso de este fragmento del libro de Isaías es ciertamente la invocación acuciante del: “¡Si rasgaras el cielo y descendieras!” La invocación, a su vez, es una inserción del redactor profético en una serie temática que le imprimen densidad y vigor.

Aparecen claramente tres temas principales.

Ante todo aparece el conocimiento profundo que tiene el pueblo del propio pecado; no importan tanto las desgracias en las que se encuentra inmerso Israel (entre las que cabe mencionar la profanación del templo, omitida en la perícopa litúrgica), cuanto el pecado sentido como una prisión de la que no logra liberarse el pueblo: “¿Porqué, Señor, nos desvías de tus caminos?”;……. “Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti”. …… “toda nuestra justicia es como un trapo sucio”, es decir, no logran librarse de las cadenas del pecado.

Es de notar que en esta situación el pueblo se dirige a Dios invocándolo como ¡Tú, “Señor, eres nuestro Padre”, término no muy usual en el Antiguo Testamento pero que aparece en contextos importantes. El que Dios sea "Padre" de Israel es el motivo que justifica la liberación de Egipto (Ex 4,23: (“deja salir a mi hijo”), a su vez Israel se dirige a Dios insistiendo en el vínculo de parentesco para conmover el corazón de Dios.

Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti

Finalmente, la invocación a Dios para que rasgue los cielos utiliza los términos basados en la memoria de las obras de Dios. Es como si Israel dijera el Señor: no recuerdes nuestras acciones, Señor, sino recuerda lo que tú has hecho y continúa haciéndolas hoy.

“Si rasgaras el cielo y descendiera”; No se trata de un deseo utópico nuestro. El Señor quiere bajar. Ha bajado ya y quiere seguir bajando. Quiere entrar en nuestra vida. Él mismo pone en nuestros labios esta súplica. La única condición es que este deseo nuestro sea real e intenso, un deseo tan ardoroso que apague los demás deseos. Que el anhelo de la venida del Señor vuelva crepusculares todos los demás pensamientos.

Tú, Señor, eres nuestro padre

“Pero tú, Señor, eres nuestro padre; nosotros somos la arcilla, y tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!

Al inicio del Adviento, que es también el inicio de un nuevo año litúrgico, no se nos podía dar una palabra más vigorosa ni esperanzadora. El Señor puede y quiere rehacernos por completo. A cada uno y a la Iglesia entera. Como un alfarero rehace un cacharro estropeado y lo convierte en uno totalmente nuevo, así el Señor con nosotros (Jer 12,1-6). Pero hacen falta dos condiciones por nuestra parte: que creamos sin límite en el poder de Dios y que nos dejemos hacer con absoluta docilidad como barro en manos del alfarero.

Ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios

Ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti que hiciera tales cosas por los que esperan en él. El mayor pecado es no confiar y no esperar bastante del amor de Dios. Y el mayor reproche que Dios nos puede hacer es el mismo que a Moisés por dudar del poder y del amor de Dios: “¿Tan mezquina es la mano del Señor?” (Núm 11,23). Ante el nuevo año litúrgico el mayor pecado es no esperar nada o muy poco de un Dios infinitamente poderoso y amoroso que nos promete realizar maravillas. “Si tuvierais fe como un granito de mostaza...”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds.


Fuentes:  www.caminando-con-jesus.org

Fundación Gratis Date

Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.)

 

Publicada en este link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

Adviento 2011


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