1.   LOS SAMARITANOS SON BENÉVOLOS MIENTRAS LOS JUDÍOS SON DESAGRADECIDOS

Para ir a Jerusalén viniendo desde Galilea, era necesario pasar por Samaria. Entre los judíos y samaritanos existía una vieja enemistad. Jesús se proponía cambiar esta aversión y odio. En este fragmento del Evangelio, comprobamos una vez más que los samaritanos son benévolos mientras los judíos son desagradecidos a los beneficios que se les habían dispensado.

2.   "¡JESÚS, MAESTRO, TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS!"

Así fue, como mientras Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!" Se trata de la oración que hace el Israelita, para que Dios se acuerde del pobre y el necesitado.

A estos leprosos los unía la desgracia común. Pero tenían una esperanza y se presentaron donde Jesús había de pasar, seguramente estaban ansiosos e inquietos por verle.

3.   LOS LEPROSOS ESTABAN EXCLUIDOS

La ley de los judíos considera a la lepra como enfermedad impura o inmunda. Por esa razón los leprosos estaban excluidos del trato con los demás hombres. Sin embargo la ley del Evangelio no considera como inmunda la lepra externa, sino la interna.

Los leprosos, tenían que vivir alejados de los poblados, por lo general a las afueras de las ciudades y aldeas, sus casas eran cuevas o viviendas para leprosos. Sus vidas eran humillantes, ellos vestían de modo de mostrar su enfermedad y si alguien se les acercaba, era obligación gritar “Soy impuro”.

4.   EL SEÑOR SIEMPRE ESTÁ CERCA

Entonces esperan ver pasar al Señor desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre sí. Creían que Jesús los rechazaría también, como hacían los demás hombres con ellos. Por esto se detuvieron a lo lejos,  y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”, pero al ver acercarse al Señor, ya más confiados y necesitados de Cristo, se acercaron con sus ruegos. “El Señor siempre está cerca de los que le invocan con verdad” (Sal 145,18).

5.   PORQUE CONOCEMOS LA MAGNITUD DE SU PODER

El grito angustioso de los leprosos, es el mismo que repetimos tantas veces en diversas circunstancias de nuestras vidas y Jesús mitiga y acaba con nuestros abatimientos y tristezas.

Así es como confiamos el invocar el nombre de Jesucristo, de esta forma llamamos y nos dirigimos con ruegos y obtenemos lo que buscamos y deseamos porque Jesús quiere decir Salvador. Ellos como nosotros decimos "Ten compasión de nosotros", porque conocemos la magnitud de su poder.

A Jesús, los leprosos no le piden riquezas, ni oro ni plata, sino la salud y purificación de su cuerpo. Y le llaman “Jesús, Maestro”, no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Ellos, los leprosos hicieron un acto de fe en Jesús.

6.   "VAYAN A PRESENTARSE A LOS SACERDOTES".

Pero, “Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Porque éstos verían si habían sido curados o no de la lepra. Pero lo interesante, es que ellos se pusieron inmediatamente en camino, obedeciendo el mandato recibido. El beneficio de aquella fe, por aquel acto de sumisión que hicieron, mientras iban quedaron curados. “Y en el camino quedaron purificados”

7.   AL COMPROBAR QUE ESTABA SANO, VOLVIÓ ATRÁS ALABANDO A DIOS

El Evangelio continua; “Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias.” Manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.  De los diez leprosos, nueve de ellos eran israelitas y fueron desagradecidos, pero uno de ellos era samaritano y volvió expresando su gratitud.

Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?" Y Jesús agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".

8.   NADA IMPIDE QUE NOS ACERQUEMOS A CRISTO JESÚS

Este fragmento del evangelio nos enseña que nada impide que nos acerquemos a Cristo Jesús, ni la más terrible de las enfermedades ni la más grave de las impurezas.

El hombre, venga de donde venga, sea del pueblo o la raza que sea puede acercarse confiadamente a Cristo Jesús. Ninguno por el solo hecho de nacer en una familia privilegiada, o porque se cree más cristiano o porque no falta nunca a Misa, puede sentirse con más derecho a acercarse a Dios que otro. Cristo Jesús, vino para todos y en especial a los que más sufren.  “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”. (Mt 11,28)

9.   LEVÁNTATE Y VETE; TU FE TE HA SALVADO

“Tu fe te ha salvado”. Jesús nos enseña una vez más, como actúa la fe o confianza en Él,  para tener la sanación y la salvación.  Es más bien Jesús quien cura como él mismo dice en la escena de la hemorroísa que no había podido ser curada por nadie, y se acercó por detrás y tocó la orla de su manto,  (Lc 8, 44), entonces Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí (Lc 8, 46) La fe es como ponerse en contacto con esa fuerza que tiene Jesús. No fue la magia de la orla de su manto que tocó esa mujer que tenía pérdidas de sangre. Jesús es muy considerado y atribuye el milagro al mérito de tener fe en Él, aunque esa fe es necesaria, es Él quien sana y salva. 

Pidamos a Jesús, que no aliente siempre a que recurramos a Él, para que nuestra fe se eduque en la práctica. Pidamos a Jesús, que nos llene de su Espíritu Santo para que siempre y en toda ocasión podamos dar gloria al Padre y darle las gracias por todo a Él, nuestro Hermano Mayor.

10.  TODOS SON CURADOS, Y SOLO UNO AGRADECE A JESÚS EL MILAGRO

Todos son curados, y solo uno agradece a Jesús el milagro y da gloria a Dios. El hecho de que no fuese del pueblo elegido, sino samaritano, resalta más la importancia del buen corazón para creer, más allá de las consideraciones de pertenencia al Pueblo elegido. Porque los nueve que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez?”

La ingratitud, es una falta grave, es el olvido o desprecio de los beneficios recibidos y es indigno en la vida de los seres humanos, al contrario, el agradecimiento es la memoria del corazón y es una hermosa actitud del hombre de bien.

Dice san Pablo: “Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro” (1 Timoteo 1-12)

“El Señor es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre pronta en los peligros. Por eso lo tememos, aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar; aunque bramen y se agiten sus olas, y con su ímpetu sacudan las montañas. El Señor está con nosotros, nuestro baluarte es  Dios.” (Salmo 46)

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

 

 

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