“soy la luz del mundo” Jn 9, 1-41 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1 JESÚS VIO A UN HOMBRE CIEGO DE NACIMIENTO La escena se introduce escuetamente
diciendo que: “Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento”. Sabido es que
los enfermos pedían habitualmente limosna a la puerta del templo, podría ser
aquí donde estaba este ciego, al que Cristo miró con misericordia al pasar al
templo. Los “discípulos” que le acompañaban,
le preguntaron; “Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido
ciego?”. Era una creencia popular, que enseñaban los mismos rabinos,
que todo padecimiento físico o moral era castigo al pecado. Pero, tratándose
de un ciego de nacimiento, ¿cómo pudo pecar antes de nacer? Probablemente
esto era una creencia popular. Pero, ante esta errónea concepción popular,
Cristo descubre un gran misterio. “Ni él ni sus padres han pecado”.
Este problema del dolor, que ingresó en el mundo por el pecado de origen,
tiene, sin culpa personal del sujeto, una finalidad profunda en el plan de
Dios, y es así como expone Jesús: “nació así para que se manifiesten en él
las obras de Dios”, al revelarse estas intervenciones maravillosas —
los milagros — , son “signos” de la obra de la salud y de la grandeza de
Cristo, como relata en otro parte Juan; “porque las obras que el Padre me ha
encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de
mí, de que el Padre me ha enviado”. (Jn 5:36). 2 SOY LA LUZ DEL MUNDO Dice Jesús: “Debemos trabajar en las obras
de Aquél que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede
trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. En un paréntesis, expone Cristo, en una
pequeña alegoría, sobre el tema y “símbolo” del milagro que va a realizar. Al
modo que se trabaja en el día y se descansa en la noche en aquel medio
ambiente, así Cristo ha de realizar estas “obras” en el día, que es la hora
de su vida pública, de su “manifestación,” pues El, “mientras está en el
mundo, es Luz del mundo.” Llegará la “noche,” la hora de su muerte, en que
desaparecerá visiblemente El, la Luz, del mundo. El “simbolismo” de este milagro queda aquí
destacado y centrado: Cristo “iluminador.” Va a abrir los ojos a un ciego
para que lo vean a Él; para iluminar su alma con su luz de vida. 3 JESUS PREPARA EL MILAGRO Después que dijo esto, escupió en la
tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego. No sólo
lo puso encima de los ojos del ciego, sino que los “ungió,” los frotó con
ello. Fácilmente se reconstruye la escena de este ciego. Sus ojos estarían
abiertos; descentradas sus pupilas y blancas, como se ven tantos ciegos en
Jerusalén. Y Cristo tapó, cerró aquellos ojos con el barro. Es “ceguera sobre
ceguera.” Y le dijo al mismo tiempo: Ahora “vete y lávate en la piscina de
Siloé — que quiere decir Enviado — el ciego fue, se lavó y, al regresar, ya
veía.” La saliva era considerada en la antigüedad
como remedio curativo de la vista. Cristo había usado, simbólicamente, este
remedio para curaciones instantáneas en otras ocasiones (Mt 7:33; 8:23), no obstante pretende curarlos con ello;
pues, aplicado éste, no se produce la curación; ésta se realiza al lavarse en
la piscina de Siloé. San Ireneo pensaba que Cristo con esto simbolizaba o
evocaba el acto de la creación — el hombre formado de barro —, poniéndose así
en el mismo plano del Creador. Cristo Luz quiere demostrar bien que es sólo
su poder el que le comunicará la luz a los ojos, como realidad y símbolo a un
tiempo de la luz que le va a comunicar, por la fe, al espíritu. 4 DISCUSIÓN SOBRE LOS MILAGROS El evangelista trae a continuación un doble
relato de discusiones sobre el milagro. Con ello se tiende a autentificar y
poner en claro la verdad del milagro. La primera discusión que se recoge es,
como era lógico, la discusión popular. “Los vecinos y los que antes lo habían
visto mendigar, se preguntaban: -¿No es éste el que se sentaba a pedir
limosna? Unos opinaban: Es el mismo”. Como Cristo envió al ciego a curarse a
Siloé, éste, al curar aquí, seguramente fue a los suyos. Un ciego rehecho
cobra una fisonomía distinta. De ahí el que surjan las disputas en torno a
él: algunos negaban que fuese el mismo. La sorpresa mayor era que “Nunca
se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento” Pero,
sobre todo, gritaba él diciendo que era el mismo. Y vinieron las preguntas obligadas sobre
quién le había curado y de qué modo. De Cristo sólo supo decir su nombre, con
el que acusa la fama que Cristo tenía y la noticia que de ella le había
llegado; pero ignoraba dónde estuviese después de su cura. Lo mismo que le
dijeron sobre la preparación curativa del barro. 5 SE ATACA A CRISTO PORQUE HACÍA MILAGROS EN
SÁBADO Después de estas primeras reacciones de
sorpresa en los “vecinos” y algunas gentes que le conocían, el milagro va a
ser sometido a un proceso ante los “fariseos,” porque esto había sido hecho
violando el reposo del “sábado.” Ya Juan relató otra curación en sábado, en
la piscina de Bethesda “Levántate, toma tu camilla y anda. Y al instante el
hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel
día. (Jn 5:8-9), lo mismo que las persecuciones que había contra Por qué
“hacía estas cosas en sábado” (Jn 5:16). Al escoger de nuevo un sábado para esta
curación prodigiosa, tenía Jesús una intención marcadísima: acometer de
frente, en Jerusalén, la moral rabínica, pero autorizando el paso con un
milagro. En realidad, lo que los judíos censuraban no era la curación en
sábado, sino el que hubiese hecho lodo con saliva en el día del sábado. No en
la Ley, sino en la moral rabínica se había terminantemente prohibido
“amasar,” que es lo hace aquí al hacer barro con saliva, y poner una
cataplasma, como era aquí el poner este lodo sobre los ojos del ciego. De aquí la gente decide llevar al ciego
curado ante los fariseos, ya que esta curación se presentaba con un carácter
prodigioso y religioso, y ellos eran los competentes en las cosas religiosas.
Estos fariseos son o están en íntimo contacto con el Sanedrín. 6 LOS FARISEOS LE PREGUNTAN CÓMO RECOBRÓ LA
VISTA. El ciego repite el relato. Pero el
evangelista destaca en su respuesta uno de los elementos que los rabinos
prohibían en sábado: “me puso sobre los ojos, me lave y veo”.
Ante este relato nace una escándalo y se ataca a Cristo porque hacía milagros
en sábado: “Algunos de los fariseos decían”:” Ese hombre no viene de Dios”,
pues violaba las leyes que ellos dieron sobre el sábado. En cambio, otros,
sin duda fariseos, ya que se llevó el caso del ciego ante ellos, admitían que
fuese enviado de Dios, pues; “Como
un pecador hacer semejantes signos?” Argumento que luego va a utilizar contra la
obstinación de ellos el ciego de nacimiento. Cabe destacar que ya el Evangelista
Juan dice en sus relatos que hay en Jerusalén fariseos que creían en Cristo a
causa de los milagros que hacía, como el caso de Nicodemo (Jn 3:1.2), aunque
la fe de ellos no era muy firme: “Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta
de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba.
Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos” (Jn 2:23-25). 7 EL CIEGO CONFIESA “ES UN PROFETA,” “Y se produjo una división entre ellos”. Divididos entre sí
y discutiendo, un grupo de ellos, sin duda el primer grupo fariseo opuesto,
le preguntan al ciego: “Y tu ¿qué dices del que te abrió los
ojos?”. Naturalmente, la pregunta es capciosa, pues ellos no van a
creer en Cristo por lo que diga el ciego, cuando ellos niegan la obra de
Cristo ante la evidencia. El ciego confiesa “Es un profeta,” es
decir, un hombre santo, un enviado de Dios y dotado de poder y sabiduría
sobrenaturales. Es la confesión que dé El hizo la Samaritana, y la que hacía
muchas veces el pueblo ante su obra prodigiosa, como cuando la Samaritana le
dice a Jesús: “Señor, veo que eres un profeta”. (Jn 4:19). Los fariseos sólo
buscaban en su respuesta un motivo de poder desvirtuar los hechos y negar que
Cristo lo hubiese curado. 8 SUS PADRES TEMÍAN A LOS JUDÍOS Los fariseos, que aquí Juan los llama así
sin más, como en otras ocasiones “los judíos,” no querían creer en el
milagro, para lo cual negaron que aquel hombre fuese ciego de nacimiento. Y
para ello llamaron a sus padres. Contaban, seguramente, que la intimidación
de éstos les prestase base para negar el milagro de Cristo. Y les preguntan
si aquel hombre es su hijo, que nació ciego; y entonces, cómo ve ahora. La
respuesta de los padres fue con habilidad. “Sabemos que es nuestro hijo y
que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo
sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta”.
Es decir ya tiene una edad que le permite hablar y contar lo que le sucedió. El evangelista destaca esta evasión de los
padres: “dijeron esto por temor a los judíos”. Habían acordado los judíos que, si alguno le confesaba
Mesías, fuera expulsado de la sinagoga, así lo comenta en otro relato el
mismo Juan: “Entre los magistrados, muchos creyeron en él; pero, por los
fariseos, no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga”, (Jn
12:42). La “excomunión” de la sinagoga era la excomunión de la comunidad
judía y los padres temen esta
“excomunión” si lo proclaman Mesías. 9 ¿POR QUÉ QUIEREN OÍRLO DE NUEVO? ¿TAMBIÉN
USTEDES QUIEREN HACERSE DISCÍPULOS SUYOS? Los fariseos, determinados a no admitir la
grandeza de Cristo, de nuevo interrogan al ciego, esperando lograr en su
nuevo relato alguna contradicción o algo que les permita desvirtuar aquella
curación. El nuevo interrogatorio del ciego comienza por una frase que, en
esta situación, era coactiva en sentido peyorativo: “Glorifica a Dios.
Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.” La expresión “Da
gloria a Dios” es una fórmula de abjuración conocida ya en el Antiguo
Testamento, con la cual también se forzaba a hablar a una persona obstinada
en no hablar, pero el ciego da una respuesta, “dando gloria a Dios,”
irrebatible y llena de ironía: “Yo no sé si es un pecador –respondió; lo
que sé es que antes yo era ciego y ahora veo”, es decir no sabe si es
pecador, pero sí sabe que, siendo ciego de nacimiento, gracias a Cristo ahora
ve. La ironía es profunda. Si ellos saben eso, Él sabe lo contrario, probado
con un milagro. A la insistencia capciosa de los fariseos
en que repita el milagro, él les responde ya cansado de tanta maniobra, con
una ironía que los hiere en lo más vivo: “Ya se lo dije y ustedes no me han
escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse
discípulos suyos? El insulto aparece claro al mandarles a los fariseos que se
hagan discípulos de Cristo. Ellos lo injuriaron y le dijeron: “¡Tú
serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos
que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es éste” Ellos,
como maestros de la Ley, saben que Dios habló a Moisés en el Sinaí y le dio
la Ley. Pero no saben “de dónde viene éste.” Y, según
ellos, al no atenerse a la Ley y a su interpretación, de no observar, según
su interpretación, el sábado, no puede venir ni de Moisés ni, en consecuencia,
de Dios. 10 SABEMOS
QUE DIOS NO ESCUCHA A LOS PECADORES Pero el ciego replica con un argumento
irrebatible, basado en un principio admitido por los fariseos y enseñado
frecuentemente en las antiguas escrituras,
“Dios ayuda al justo, pero al pecador, mientras no se arrepienta, no
le da el obrar milagros”. Estaba ello basado en el principio de la
“retribución.” Si Cristo realizó esta curación — y nadie mejor que el ciego
es testigo —, la conclusión que se sigue es incontrovertible: Cristo no es
pecador, es santo. Y lo recalca subrayando el tipo de milagro hecho: “Nunca
se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento”. Tan
raro era esto, si alguna vez se dio en la antigüedad, que el ciego lo utiliza
como argumento incuestionable. Todo el curso de la narración, y
especialmente el destacar ahora, en forma tan enfática, que el ciego fue
curado de una enfermedad de nacimiento, lo que nadie había hecho, hace pensar
que al relatar esto, san Juan está apuntando aquí, al valor simbólico del mismo:
el bautismo cristiano. En la antigüedad cristiana se llamaba al sacramento
del bautismo la “iluminación.” Como ya
lo había dichos antes Jesús de la necesidad de “nacer por el agua y el
Espíritu,” que es la doctrina de la necesidad del bautismo; Cristo, en este
capítulo, se presenta explícitamente como “iluminador” del cuerpo, para que
aquellos ojos ciegos lo vean a Él y luego se crea en El y envía al hombre a
lavarse a la piscina de Siloé, “que quiere decir Enviado”; es
decir, que el ciego se va a lavar en Cristo. Y lavarse con agua en Cristo
evoca el bautismo cristiano. Así lo comentaba San Agustín: “Lavó los ojos en
aquella piscina que quiere decir Enviado, es decir, fue bautizado en Cristo”. 11 ¿CREES
EN EL HIJO DEL HOMBRE? A todo este razonamiento, los fariseos
responden con dos venganzas. “Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres
darnos lecciones?” Y lo echaron. La noticia de la “expulsión,”
seguramente “excomunión,” que los fariseos hicieron del ciego, llegó a oídos
de Cristo. Y “encontrándole,” aunque se diría que fue un encuentro buscado
por El y providencial, como Juan destaca frecuentemente en el evangelio, en
especial cuando Jesús encuentra a sus discípulos (Jn 1:42.45; 5.14), y
entonces Jesús le preguntó: ¿Crees en el Hijo del hombre? Él
respondió: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Tú lo has
visto: es el que te está hablando,
Entonces él exclamó: “Creo, Señor”, y se postró ante
él. El término de este relato evangélico
concluye destacando el sentido simbólico del milagro, presentando, una vez
más, a Cristo “iluminador.” “Jesús dijo: He venido a este mundo para un
juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven” Y el tema de la “iluminación” de Cristo se
presenta como en una razón: ha venido al mundo para que haya, ante El, un
juicio, una discriminación: para que los que no ven, “vean,” y los que “ven,”
no vean. Los sabios, los que dicen “ver” la verdad religiosa, los que se
consideraban rectores espirituales e intérpretes infalibles de la Ley, se
“ciegan” para no ver la Luz, a Cristo-Mesías; investigan las Escrituras, que
hablan de El:” Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en
ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no
queréis venir a mí para tener vida. (Jn 5:39), y no logran el sentido de las
mismas; en cambio, los “ciegos” a la sabiduría orgullosa encuentran la
“iluminación” de la sabiduría en Cristo-Luz. “Cristo Jesús, La Luz del Mundo” El
Señor les Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant IV
Domingo de Cuaresma Ciclo “A” |
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