El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo....El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas…El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces..... Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”. (Mt 13, 44-52)

 

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¿TENGO CONCIENCIA DEL TESORO ESCONDIDO EN MÍ?

Mt 13, 44-52

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

“Donde está tu tesoro allí está tu corazón”. (Mt 6, 21)

La mejor enseñanza, verdadera y única sabiduría, viene de nuestro Señor Jesucristo, y El nos enseña la sabiduría que necesitamos para conquistar el Reino de los Cielos. En tres parábolas vivas, nos alienta a conmover la mente y el corazón a decidirse a dejarlo todo por el Reino.

Para “discernir el mal del bien”, (1R 3,9), se requiere de un corazón dócil, con capacidad de comprender que lo eterno es incomparable con lo transitorio.

Hacemos cuanto sea necesario para conservar, nuestra vida aquí en la tierra, y nos tenemos que preguntar ¿Cuánto necesitamos para asegurarnos la vida eterna?, ¿Qué estamos dispuesto hacer para ganar el Reino de los Cielos?, podemos responder la pregunta de Jesucristo: “¿Comprendieron todo esto?”

UN TESORO ESCONDIDO EN UN CAMPO

Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. ¿Qué tesoro es tan valioso para vender todo lo que se tiene?, ¿Qué merece desprenderse de cuanto se posee para conseguir otro bien?, ¿Que hallazgo puede producir inmensa alegría?, no cabe la menos duda que lo que encontró el hombre tiene un valor inestimable, inmedible, y lo más grande en valor, es el Reino de Dios, y por el se puede renunciar a todo, y esta sería la mejor decisión tomada.

En efecto el que encuentra un tesoro como este, el Reino de los Cielos, debe dejarlo todo por él, y renunciar con alegría a lo que tiene terrenalmente, es indudable, que no podemos comparar los bienes terrestres con la posesión de Dios, “Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero” (Mt 6-24).

Jesús también nos agrega esta parábola; El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

Ambas parábolas nos muestran que merece mucho la pena hacer un gran esfuerzo por conseguir algo muy valioso, como el Evangelio, como el amor de Cristo, como el Reino de Dios. Con fe, veremos que la valoración de la posesión de Dios, que es el tesoro que nos habla Jesús, no puede tener ninguna comparación.

Pero para poseer a Dios, debemos despojarnos de todo, especialmente de lo que no somos, y de mucho de lo que somos y de cuanto aprisiona nuestro corazón. Es decir, nuestros afectos a lo mundano, las inclinaciones frívolas, pasiones e instintos, esto es, todo cuanto nos impida la posesión de Dios. Si vaciamos el corazón de nosotros mismos, este podrá ser ocupado por Dios.

Un muy buen negocio nos propone Jesús, el mejor de los trueques, un intercambio o entrega de cosas de poco precio, por otras valiosísimas, es así, como nos pone el ejemplo de un negociante, para indicarnos que es un hombre que conoce el valor de las cosas, y se desprende de todo por una perla fina.

Es así, como nos invita, pero también nos condiciona, que para la adquisición del Reino de los Cielos, tenemos que renunciar con alegría a todo, porque la renuncia a lo material tiene el mejor de los premios, como es la posesión de Dios.

Y nos alegramos, porque Jesús nos motiva a desprendernos de bienes transitorios e inferiores. También estamos contentos porque esta es una invitación que nos permite una reflexión y no sobrevalorar bienes que en nada aportan para hacernos de esa perla preciosa, que es la palabra de Jesús, que es la Gracia del Señor, es la joya que nos permitirá conseguir el Reino de los Cielos.

Jesús, en diversas parábolas nos ha enseñado que en el campo que él siembra, es en corazón de los hombres, porque allí es la morada predilecta del Señor. Salgamos al encuentro del tesoro, con la contemplación, la meditación, la lectura de los Evangelios, la reflexión intensa sobre Dios, y guardémosle como un tesoro en el corazón. “Donde está tu tesoro allí está tu corazón”. (Mt 6, 21)

“LOS PESCADORES PONEN LOS PESCADOS BUENOS EN CANASTOS Y TIRAN LOS MALOS”

Esta parábola que relata Jesús, su escena se emplaza en las actividades propias del lago de Genezaret, es algo corriente sentarse para el recuento y clasificación de los peces después de una jornada de pesca. Se sabe que el lago era rico en variedad de peces, pero entre ellos había algunos que se consideraban impuros.

Así es como Jesús, estando en medio de los pescadores, a la orilla de lago y entre redes y barcas, les habla de algo que es sumamente familiar. En efecto, Jesús les habla con el mismo lenguaje de la actividad diaria de los pescadores, es así como las enseñanzas del Maestro no solo entran al corazón por los oídos, también por los ojos.

La comparación parabólica es integral, es sobre la separación de “malos” y “buenos”, y es lo que sucederá también al final de los tiempos, enfatizándose más la obra sobre los “malos”, ya que el destino para los buenos se da por sabido.

Dice el Señor que; El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Es como en nuestra Iglesia, somos muchos los que por el bautismos le pertenecemos, pero no todos viven con fidelidad a ella, es así como tiene muchos fieles que participan, algunos los hacen activamente, otros según como les acomode, otros resultan perjudicial, y muchos bautizados nunca se han sentido sus miembros.

La expresión “toda clase de peces”, nos enseña que nadie esta excluido, ni por origen, cultura o raza, tampoco por su nivel de bondad, compasión o maldad, ni por su clase, condición económica o educación, esto es, se alude a la universalidad del Reino. Cuando el pescador lanza sus redes al mar, sabe que en sus redes vendrá una diversidad de peces.

Jesús continúa enseñando: cuando se llena, la sacan a la playa, se sientan a escoger los pescados y ponen los buenos en canastos y tiran los malos.

Nosotros somos los peces, y no nos corresponde decir quienes son los buenos y los malos, del mismo modo no concierne juzgar quien debe entrar o no al Reino, así entonces, conviviremos unos con otros, a fin de que los buenos, busquen la santidad entre los malos, y los malos viendo la actitud de los buenos, encuentren un estímulo para cambiar de vida.

Es así, como no solo con las palabras debemos demostrar que somos buenos cristianos, además nos obligamos hacer que todas nuestras actitudes, conductas y modo de vida, sean cristianas, pero no a nuestro modo personal de ver, si no como Jesús nos enseñó en los evangelios.

Jesús nos dice además; Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Así es, la separación de los buenos y los malos no se hace en este mundo y tendrá lugar en el día del juicio, en ese minuto quedará sellada definitivamente la suerte de cada uno de nosotros. Nuestra tarea ahora es llegar a ser seleccionado de entre los buenos, pero también nos corresponde ayudar a los demás a ser considerado dentro de los justos, Jesús se ha reservado para sí, la elección de quien cumple el calificativo de bueno o justo.

La parábola termina con la pregunta de Jesús: ¿Han entendido todo esto? "Sí", le respondieron. Entonces él les dijo: Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas. Jesús no excluye a nadie, el mismo dice que enviará profetas, sabios y escribas a Israel (Mt 23; 34), sin embargo no parece que el texto se refiera a un escriba judío que se haga discípulo del Reino, el argumento parece indicar que se refiere a los apóstoles, que con la preparación que están recibiendo quedarán habilitados como verdaderos doctores e intérpretes del Evangelio.

EL BAUL BIEN PROVISTO

Y para que vean lo que esto significa, les pone una comparación, y al decir que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas, quiere referirse a ese baúl donde se guardan las cosas mejores, las cosas que se atesoran o necesarias del hogar. El hombre rico provisto no sólo guarda en sus baúles las cosas viejas y heredadas, aunque de valor, sino que se surte y repone con las cosas nuevas y así se halla perfectamente provisto.

El tesoro que tenemos es la Palabra de Dios del Antiguo Testamento, de allí vamos sacando las doctrinas nuevas que nos ha enseñado Cristo, que se van armonizando con el Nuevo Testamento. Jesús nos dijo: No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para deshacer, sino para llevar a la forma perfecta. (Mt 5, 17)

Nosotros, ¿Hemos entendido lo que nos dice Jesús? Ante de responder ahora, examinemos nuestra fe, pues no basta pertenecer a la Iglesia de Jesucristo, es preciso poseer el Espíritu de Jesucristo, y obrar en conformidad a él. Revisemos entonces si en nuestro modo de vida asimilamos el espíritu del Evangelio.

Así es como, para alcanzar la gloria del Reino, no lo haremos por la simple pertenencia de la Iglesia, sino por la fidelidad al espíritu y exigencia del Evangelio enseñado por Jesús.

Reza San Bernardo: “Haz Señor, que me vuelva hacia las cosas con amor ordenado, apartando la mirada de la tierra y dirigiéndola hacia el cielo, usando de este mundo como si no lo usase y discerniendo  con cierto intimo sabor de la mente las cosas que de servirme y de que gozar, para que me ocupe de las cosas transitorias provisionalmente y solo lo necesario, y abrace en cambio con deseo eterno las realidades eternas…”

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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