“Una voz grita
en el desierto…Todos verán la salvación de Dios” Lc 3, 1-6 Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ocds 1.
UNA VOZ GRITA EN
EL DESIERTO Este fragmento del Evangelio según san
Lucas, tiene algunos aspectos originales para presentar la predicación del
Bautista, los que permiten captar mejor su mensaje. Pone de manifiesto en
primer lugar el acontecimiento de gracia. Conforme al estilo de los profetas,
“Una
voz grita en el desierto”, fue dirigida la palabra de Dios a Juan
para que comenzase su obra. Al "acontecimiento" de la Palabra Lucas
antepone un cuadro histórico con tono muy solemne: “El año decimoquinto del
reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea,
siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo…..” Entonces
Lucas nos viene a situar la obra del Precursor en un encuadre
geográfico-cronológico orientador del
mismo para la mejor comprensión de sus lectores étnico-cristianos. Situado en este marco
geográfico-cronológico, Lucas relata como fue el momento de la aparición del
Bautista. Juan aparece en el desierto, pero era un predicador “volante.”
Lucas, omite la evocación judía que traen Mateo y Marcos sobre su vestido y
alimento; “Juan iba vestido de pelo de
camello, llevaba un cinturón de cuero a la cintura y se alimentaba de
langostas y miel silvestre.” Sólo destaca lo que era más característico
de su apostolado: “un bautismo de conversión para el perdón
de los pecados”. En la literatura griega clásica es el
arrepentimiento después de cometida una mala acción. 2.
PREPAREN EL
CAMINO DEL SEÑOR, ALLANEN SUS SENDEROS Como los otros sinópticos, cita el pasaje
de Isaías, más completo, pero también adaptado. “Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán
rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los
senderos sinuosos y nivelados” (Is 40:3-5). Juan es la voz que clama
“en el desierto.” Se presenta al modo de los antiguos profetas, que insisten
en la “conversión”. Probablemente el dar la cita completa es para
acentuar el final “universalista” de la misma con la venida del Mesías: “todos
los hombres verán la salvación de Dios.” Y el grito de Isaías es repetido y
transmitido los Evangelios a través de Juan Bautista, “el mensajero de Dios, pide conversión para que sean perdonados los
pecados”. El hombre pecador es mirado por Dios con misericordia infinita,
por eso le llama a la conversión. Y si nos hemos convertido, demos frutos,
obras, de conversión. Él es la voz de quien grita en el desierto: “Preparen
el camino del Señor, allanen sus senderos”. En este relato el
“camino” tiene un sentido de éxodo-liberación y el “desierto” de conciencia y preparación. El evangelista Marcos (Mc 1, 1-8), presenta
al precursor que bautiza, donde “Toda
la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se
hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados”. Juan
Bautista, invita a los hombres a preparar el camino del Señor, pero sólo
después de haberla preparado él en sí mismo retirándose al desierto y
viviendo separado de todo lo que no era Dios. Recordemos también que Juan Bautista (Mateo
3,1) se presentó en el desierto predicando: “Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos”. Es
decir, era un llamado a que cambiar de vida, porque ya estaba muy cerca
Jesús, y hoy es para nosotros la misma necesidad, transformar nuestras vidas,
volvernos a Dios, porque Él se ha vuelto
a los hombres. Y nos pide también hoy “Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos”. ¿Cómo? Podríamos decir de muchas formas, y una
de ellas es que nos pongamos de acuerdo entre nosotros, acojamos con paciencia
y alegría, a nuestros hermanos, del mismo modo como Cristo nos ha acogido. 3.
ALLÍ EN EL
DESIERTO, ES EL LUGAR DONDE CON MÁS FACILIDAD NOS ENCONTRAMOS CON DIOS Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de
Zacarías, que estaba en el desierto, en los evangelios de Mateo y Marcos “Juan estaba vestido con una piel de
camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel
silvestre.” De este modo, él vivió alejado del murmullo y de los ruidos
que no dejan preparase a los hombres para tener un ambiente favorable para
oír la llamada de Dios, para escuchar la llamada a la penitencia. Porque
quien predica, debe hacerlo más con la vida, es decir con su testimonio
personal más que con las palabras. Y para oír a quien nos interesa, debemos
hacerlo en un clima de silencio, para oír a Dios, debemos callarnos y en el
silencio, hacer oración. Posiblemente por eso Juan fue a desierto y
muchos van hoy al desierto, ¿y para que?, porque no cabe la menor duda que
allí es el lugar donde con más facilidad nos encontramos con Dios, allí donde
se escucha el silencio, y en el silencio se escucha mejor a Dios. Y en este
tiempo es propicio vivir un pequeño desierto, donde no haya voces
perturbadoras, para que podamos oír con la voz que nos habla dentro, oír lo
que hay en nuestra conciencia que, rectamente formada, es la voz de Dios.
Esta voz interior, no dirá de mejor forma lo que debemos cambiar, para estar
mejor preparados para nuestra conversión. 4.
HUMILDAD DEL
BAUTISTA ANTE LO QUE ERA CRISTO La figura del Bautista causó una fortísima
conmoción en Israel. Hasta Joséfo, historiador Judío, se hace eco de ella,
diciendo que Antipas “temió la grande autoridad de aquel hombre.” Hubo un
momento en que las gentes pensaron, ante aquella figura ascética y profética
que anunciaba la llegada inminente del Reino, si él mismo no sería el Mesías.
El mismo Sanedrín de Jerusalén le envió una representación para que dijese si
era él el Mesías (Jn 1:19-28). Y éste es el momento, tanto en los evangelios
sinópticos como en Juan, en que el Bautista declara que él sólo es un
“esclavo,” pues él no es digno de ejercer con El oficio de los esclavos:
“descalzarle.” El evangelio de Lucas, que es quien mejor da la razón de la
confesión de humildad del Bautista ante lo que era Cristo, (Lc 3, 15), y en
relato del evangelista Marcos, el que nos expresa que Juan Bautista
predicaba, diciendo: “Detrás de mí
vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a
sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes
con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. 5.
TODOS VERÁN LA
SALVACIÓN DE DIOS. Ni el pesimismo agotador, ni la temeraria
autosuficiencia, ni las conductas torcidas son senderos que nos llevan a
Cristo. Solo la renovación interior puede abrir nuestras vidas al mensaje del
Evangelio y al Amor santificador de Cristo. Si el Adviento ha introducido en
la historia humana la Época última y se identifica con ella, ha de ser por
esto una actitud constante de la vida cristiana. El creyente ha de sentirse
siempre en estado permanente de conversión. Oigamos a San León Magno: “Demos gracias a Dios Padre por medio de su
Hijo en el Espíritu Santo, que, por la inmensa misericordia con que nos amó,
se compadeció de nosotros y, estando muertos por el pecado, nos resucitó a la
vida de Cristo (Ef 2,5) para que fuésemos en Él una nueva criatura, una nueva
obra de sus manos. Por tanto, dejemos al hombre viejo con sus acciones (Col
3,9) y renunciemos a las obras de la carne nosotros que hemos sido admitidos
a participar del nacimiento de Cristo. Reconoce ¡oh cristiano! tu dignidad,
pues participas de la naturaleza divina (2 Pe 1,4) y no vuelvas a la antigua
vileza con una vida depravada. Ten presente que, arrancado al poder de las
tinieblas (Col 1,13) se te ha trasladado al reino y claridad de Dios. Por
el sacramento del bautismo te
convertiste en templo del Espíritu Santo. No ahuyentes a tan escogido huésped
con acciones pecaminosas” (Homilía 1ª sobre la Natividad del Señor 3). Entonces, para poder crecer en la caridad y
desarrollar el discernimiento para que “el amor de nosotros crezca
cada vez más”, para saber leer
en los acontecimientos de la historia la presencia salvífica de Dios, es necesario
que como creyentes nos abramos continuamente a Dios y a la historia. De ahí
la actualidad de la predicación del Bautista como programa de apertura
penitencial a Cristo y a la gracia del Evangelio de los que buscan
sinceramente los designios divinos de la salvación que nos da Cristo, pues
precisamente a esto ha venido El, para que veamos la salvación de Dios, por
tanto, Jesús ha venido también para quitarnos el pecado que nos hace desventurados.
¡Grandes
cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! , porque él nos quiere felices y llenos de
gloria. Es nuestra vida íntegra la que habrá de llevar a los demás hombres la
autenticidad de nuestra fe y de nuestra comunión con Jesús, el Señor, más
allá del altar y del templo. Hemos de ir por la vida abriendo a los hombres
senderos para Cristo. El
Señor les Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ocds II Domingo de Adviento Ciclo C |
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