“Un
Dios que ama al mundo” Jn
3, 16-18 Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. LA
OBRA SUPREMA DEL AMOR DEL PADRE POR EL “MUNDO.” Ante la “elevación” de Cristo en la cruz, como “antitipo”
de la serpiente de bronce del desierto, el evangelista ve en ello la obra
suprema del amor del Padre por el “mundo.” Este tiene dos sentidos en el
evangelio de san Juan. El “mundo” es la universidad étnica, contrapuesta a
Israel: “Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras, y decían a la
mujer: “Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y
sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo”…..Jesús mismo había
afirmado que un profeta no goza de estima en su patria (Jn 4:42-44) , luego
mas adelante Jesús mismo afirma: “Si alguno oye mis palabras y no las guarda,
yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al
mundo. (Jn 12:47); pero frecuentemente san Juan también lleva un tono
pesimista, los hombres no son del todo bueno: “La Palabra era la luz
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, en el mundo
estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. (Jn 1:10). 1. “DIOS
AMÓ TANTO AL MUNDO, QUE ENTREGÓ A SU HIJO ÚNICO” “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para
que todo el que cree en El no muera, sino que tenga vida eterna.” Este fragmento del evangelio de Juan forma parte del
comentario del evangelista al diálogo de Jesús con Nicodemo. Consiste en la explicación de las palabras
de Jesús referentes a tener vida eterna gracias a la fe en aquel que Dios ha
levantado en alto (Jn 3,15). En el cuarto evangelio levantar significa, al
mismo tiempo, crucificar (ser levantado en la cruz) y ensalzar. La repetición
del dicho “para que todo el que cree en El no muera, sino que tenga vida
eterna”, acentúa la relación entre creer en Jesús y obtener la vida.
La afirmación manifiesta la intención de Dios, el amor tan grande al mundo,
que incluso entrega a su Hijo unigénito para arrancar a la humanidad de la
muerte. El verbo entregar asume aquí el doble valor de enviar al mundo al
Hijo y de entregarlo hasta la muerte. Se subraya así que en la entrega de
Jesús está implicado el Padre. La humanidad (en este sentido la humanidad es el mundo),
mediante el pecado, ha creado una separación entre ella y Dios, exponiéndose
a la muerte. Dios quiere superar ese abismo. Y a la situación desequilibrada
y suicida de la humanidad le contrapone el don de la vida, que requiere la
fe. Es voluntad de Dios cumplir esta condición –repetida con insistencia-
para salir del abismo y no caer en él. El eventual juicio no depende, por
tanto, de Dios, sino de la elección que cada uno hace ante aquel que se ha
entregado. El juicio es correlativo a la incredulidad, lo contrario a la voluntad
de Dios. La fe en el Hijo del hombre enviado es ya experiencia de vida, en
cuanto que es apertura al amor vivificante de Dios 2. EL
“AMOR” PROFUNDO QUE EL PADRE DEMOSTRÓ AL “MUNDO” MALO Aquí, pues, el contraste está entre el “amor” profundo que
el Padre demostró al “mundo” malo con la prueba suprema que le dio. Pues
“entregó” a su “Hijo único”. Este no sólo se “encarnó,” no sólo fue
“enviado,” sino que lo dio, que en el contexto es: lo entregó a la muerte. Pero la muerte de este “Hijo único” tiene una
finalidad salvadora para ese “mundo” malo. Y es que todo el que “crea en El,”
que es, en la teología de san Juan, valorarlo como el Hijo de Dios, pero
entregándosele como a tal: “alimento que permanece para vida eterna”, (Jn 6:26) El evangelista resalta; “Porque Dios no envió a su Hijo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” Este es
el inmenso amor de nuestro Padre, que no envió a su Hijo para que condene al
mundo, sino para que éste sea salvo por El, como así también lo expresa San
Juan; “porque no he venido para juzgar
al mundo, sino para salvar al mundo”. (Jn 12:47); Y al igual que hoy, a pesar
de toda la rudeza que impera en esta sociedad decadente y corrompida, Dios
ama intensamente a los hombres. El amor eterno de Dios se ha manifestado siempre en la
historia de la salvación, donde las Sagradas Escrituras nos muestran que a pesar
de las muchas infidelidades de los hombres, siempre esta presente el amor
asombroso de Dios, que busca el arrepentimiento y la conversión a través de
la ira y luego por intermedio del castigo, pero con el propósito promover en
los hombre la transformación necesaria para que se vuelvan a Dios. 3. DIOS,
QUE ES RICO EN MISERICORDIA, POR EL GRAN AMOR CON QUE NOS AMÓ “Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con
que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros
pecados, nos hizo revivir con Cristo.” (Éfeso. Ef 2, 4-10). La carta a los
Efesios resalta por una parte nuestra falta de amor que causa la muerte, y el
amor de Dios que nos hace retornar a la vida junto con Jesucristo. En todo y
por encima de todo, el amor de Dios en Cristo Jesús. Es éste el gesto extremo de la misericordia de Dios: en
lugar de castigar en el hombre ingrato y reincidente sus pecados, los castiga
en su Unigénito, a fin de que creyendo en Cristo Crucificado se salve el
hombre. “Por pura gracia estáis salvados
—exclama san Pablo—. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y
no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios”. Don absolutamente
gratuito, que ninguna criatura habría podido nunca ni esperar, ni merecer. Y
sin embargo, desde hace dos mil años este don ha sido otorgado a toda la
humanidad, y para beneficiarse de él el hombre no tiene más que creer en
Cristo, aceptando ser salvado por Cristo y adhiriéndose a su Evangelio.
(Comentario de Intimidad Divina, Padre Gabriel de SMM ocd.) Oh, Señor mío! ¡Qué delicada y fina y sabrosamente sabéis
tratar a quienes os aman! ¡Quién nunca se hubiera entregado a amar a nadie
sino a Vos! (Teresa de Jesús, Vida 9) 4. SI
FUÉRAMOS CAPACES DE PODER ENTENDER BIEN LO QUE HIZO DIOS POR NOSOTROS Dios, todo bueno y bondad en El, absolutamente misericordioso,
lleno de amor por los hombres, y por el gran amor que nos tiene, sabiendo de
nuestras faltas, es tan bueno que nos trajo a Jesús, y nos ha hecho vivir con
El. Pero no solo hizo eso, además, nos entrego a su propio hijo para que nos
salváramos. Si fuéramos capaces de poder entender bien lo que hizo
Dios por nosotros, si pudiéramos sentir de verdad en nuestro corazón todo el
amor que Dios nos tiene, sería entonces más sencillo darse cuenta de su amor
infinito y su gran ideal de salvarnos. Para eso nos mando a Jesús, su buen
Hijo, no para condenarnos, sino que todo lo contrario, para el que crea en
El, no muera. El evangelio nos esta diciendo con mucha claridad, el que
desprecia el amor de Dios, se condena a si mismo, es decir Dios no tiene
interés en condenarnos, por que El es puro amor, amor total, tan extremo, que
llega a entregar a su hijo al mundo por ese amor. Ahora el resto esta en
nosotros, si aceptamos o no ese amor, o si ante la luz que vino al mundo,
preferimos la oscuridad y ocultarnos en ella. Si así fuera, el preferir la
oscuridad, es detestar la Luz, esto es no querer recibir el verdadero amor
que se nos ofrece, y por este motivo, ya estamos condenados, pero no por
Dios, sino por nosotros mismos. Nosotros debemos agradecer esta fineza del amor de Dios, y
una gran forma de dar gracias, es aprovechar todo el cariño que nos ofrece, y
amarlo del mismo modo que el nos ama. El por amor nos entrego a su propio
hijo, nosotros por amor nos entregamos a El. Gloria al Padre, y al Hijo y al
Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos
de los siglos. Amén Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Domingo
de la Santísima Trinidad |
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