" Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”.

Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

1.                      EXPOSICIÓN DE LOS HACEN CIERTOS GENTILES Y SUS COSTUMBRES

En este fragmento del Evangelio, san Marco hace una extensa exposición de los hacen ciertos gentiles y sus costumbres y las practicas a los cuales están aferrados. Nos narra que los escribas venidos de Jerusalén eran algunos. El número de éstos está restringido con relación a los fariseos venidos. Acaso vienen, como especialmente técnicos en la Ley, para garantizar la obra de espionaje, o para completar esta representación de espionaje enviada, más o menos oficiosamente, por el Sanedrín, o al menos con su implícita complacencia (Jn 1:19.22). San Marcos se da tiempo de explicar que significaban estos usos en la mentalidad judía y en los preceptos rabínicos.

San Marcos, no sólo recoge un caso concreto como motivo de censura, por anular la ley de Dios por las tradiciones de los hombres, sino que alude a otra perspectiva mayor porque hacen muchas cosas por el estilo. Es muy fuerte la contraposición de lo que legisló Moisés y la tradición humana. Aquello tiene valor; esto es presentado como elaboración simplemente humana: farisaico-rabínica. Anulan “la palabra de Dios” (Moisés) por la tradición.

2.        PORQUE LOS FARISEOS, COMO TODOS LOS JUDÍOS, NUNCA COMEN SIN LAVARSE A MENUDO LAS MANOS

Estamos en presencia de una diferencia importante, los hombres de la tierra de Genezaret, que parecían menos instruidos, no vienen solos, sino que llevan sus enfermos al Señor, para poder siquiera tocar la franja de su vestido. Pero los fariseos y escribas, que debieran ser los doctores del pueblo, acuden al Señor, no para buscar la salud, sino para promover controversias.

Los discípulos de Jesús, que habían aprendido a hacer sólo la virtud, comían sin haberse lavado las manos; y queriendo los fariseos encontrar un pretexto, aprovecharon esta ocasión; y no los reprocharon por trasgresores de la ley, sino por trasgresores de las tradiciones de sus mayores. "Porque los fariseos, como todos los judíos, nunca comen sin lavarse a menudo las manos, siguiendo la tradición de sus mayores".

3.        ES INÚTIL ESTA PURIFICACIÓN EXTERNA Y NO DE LOS BUENOS PENSAMIENTOS

Ellos habían recibido en un sentido material las palabras espirituales de los profetas, que se referían a la corrección del espíritu y del cuerpo, diciendo: "Lavaos y sed puros" (Is 1,16); y: "Purificaos los que lleváis los vasos del Señor" (Is 52,11), y observaban solamente estos preceptos lavándose el cuerpo. Pero es inútil esta purificación externa y no de los buenos pensamientos, en efecto en vano purifican sus vasos, si descuidan el lavar las verdaderas manchas de sus cuerpos, esto es, las del espíritu.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".

4.        "¡HIPÓCRITAS!

Ciegos los fariseos y escribas! Objetan al Hijo de Dios, porque no observan las tradiciones y preceptos de los hombres. Pero Jesús, es muy claro frente a los soberbios fariseos, y los increpa y les dice: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Como no era de trasgresión de la ley, sino de las tradiciones de los antiguos de lo que acusaban injustamente a los discípulos, los humilla llamándolos hipócritas, por que recomendaban con cierto respeto lo que no convenía. Añade la palabra de Isaías como dirigida a ellos, y que viene a decir: Así como aquellos de quienes se dice que honran a Dios con los labios, pero que tienen bien lejos de El su corazón, se jactan en vano de observar las reglas de la piedad, no observando sino las doctrinas de los hombres, así ustedes abandonan el mal interior que puede curarse, y acusan a los que respetan la justicia.

5.        ES NECESARIO UN CORAZÓN PURO PARA VER LAS COSAS DE DIOS

Jesús, nos da una gran enseñanza, es el corazón el que tiene que estar siempre con Dios, con una incondicional adhesión, con todo el afecto, con total entrega, con mucha generosidad y profundamente sincero. Pero es necesario un corazón puro para ver las cosas de Dios, con un corazón limpio de todo aquello que lo mancha, lo oscurece. El que tiene el corazón enrarecido y manchado, no puede ver a Dios. El que ve solo las cosas terrenales, el que esta solo preocupado de lo bienes materiales, del buen vivir y de los gozos superficiales, no comprende las cosas de Dios. “Solo los que tiene el corazón limpio verán a Dios” (Mt 5,8)

Después de la exposición anterior, Cristo llama a la muchedumbre y les expone una pequeña parábola “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda mancharle; lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre”. La apatía del pueblo no pidió más explicaciones de la misma.

(Pero, ya en casa, los “discípulos,” acaso a iniciativa de Pedro (Mt), le piden una explicación de la misma. Y la explicación se la hace detalladamente, no sin antes dirigirles una amonestación de afecto y enseñanza: “¿Tan faltos estáis vosotros de sentido?”. En realidad, el sentido fundamental de lo que había expresado en esa pequeña parábola era claro. Pero esto hace ver la necesidad de educación que tenían los apóstoles. )

Los rabinos daban un valor excepcional a ciertas purificaciones de cosas y de manos, se decía: “Si alguno come pan sin lavarse las manos, es como si fuese a casa de una mujer de mal vivir.” “Quien desprecia la purificación de las manos será extirpado del mundo.” “Hay demonios encargados de dañar a los que no se lavan las manos antes de las comidas.” En una ocasión un rabino llamado Eleázaro, que despreció esta purificación, fue excomulgado por el sanedrín, y, después de muerto, se colocó una gran piedra en su féretro para indicar que había merecido la pena de la lapidación. Así es, como para los israelitas, e inclusos para las primera comunidades judeo-cristianas era un situación ardiente la impureza legal y la de los alimentos.

6.        ENTRA EN LA BOCA NO MANCHA AL HOMBRE, LO QUE DEL HOMBRE SALE, ESO ES LO QUE MANCHA AL HOMBRE

¿Para qué tanta purificación?, ¿porque que hay que purificarse las manos al venir del mercado? ¿por su contacto con los alimentos?, ¿es que los alimentos contaminan?. ¿hay algo de verdad en esto? Dios creó todas las cosas, como los alimentos para servicio del hombre, como responsable de sus actos morales. Dice el Génesis que Dios crea todas las cosas y “están bien,” son buenas y esos alimentos como dice el Señor si entra en la boca no mancha al hombre, lo que del hombre sale, eso es lo que mancha al hombre, porque de dentro, del corazón del hombre vienen las malas inclinaciones, es decir tener malos pensamientos, hacer el mal por palabras, como los falsos testimonios, y maldiciones, hacer el mal por obras, como los homicidios, adulterios, robos, eso mancha al hombre.

7.        ESTAS TRADICIONES RABÍNICAS, ERAN TAN CAPRICHOSAS, QUE “ANULABAN LA LEY DE DIOS

Esta enseñanza de Jesús iba a tener repercusiones muy grandes, porque afectaba a las mismas órdenes legales mosaicas sobre lo puro e impuro. Pero había de terminar su valor disciplinario y ritual, máxime cuando se hacía carga insoportable, como dice Jesús en Mateo 23, 4 “Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas”. Si Jesús no quiso abolir de momento todo aquello, el principio había quedado asentado por Jesús.

Estas tradiciones rabínicas, eran tan caprichosas, que “anulaban la ley de Dios,” tenían que ser arrancadas por inútiles y perjudiciales para el Reino, pues a veces anulaban la verdadera religiosidad.

Con todo esto, Jesús nos quiere dar una lección que no es menos importante, a Dios se le debe adorar en espíritu y en verdad y no solo con observancia externa de los ritos. No quiere decir Jesús que él esta contra los ritos, ni contra las manifestaciones externas de la ley, solo quiere poner las cosas en su lugar. Es el corazón el que debe estar siempre con Dios, con afecto, entrega, generosidad y un amor muy profundo. Es el corazón el que debe estar puro para ver las cosas de Dios. Preocuparse de las cosas de la tierra, es tener tierra en el corazón y, “los que tienen el corazón limpio verán a Dios” (Mt 5, 8)

8.        LO MALO A LOS OJOS DE DIOS LO ENSUCIA NUESTRO CORAZÓN

Lo triste, es que hoy vivimos una realidad extremadamente preocupante, hombres manchando a los hombres y hombres que se dejan manchar por otros, juzgamos a nuestros hermanos por sus apariencias, y por hacerlo así nos equivocamos al emitir nuestros juicios, vemos malicia donde no la hay, transformamos situaciones buenas en malas por pensar retorcidamente o porque le tenemos mala voluntad. Lo peor es que permanecen vigentes las palabras del Señor de los últimos versículos de este fragmento del evangelio, “del corazón del hombre, proceden los pensamientos malos, las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, la altivez, la insensatez. Todas estas maldades proceden del hombre y manchan al hombre. Es decir, estamos pasando por un embrutecimiento moral culpable, que desprecia el ideal de vida que Dios quiere para nosotros.

Ante esto, es que Jesús no aclara que nada hay sucio o impuro en el exterior de los hombres, lo malo a los ojos de Dios lo ensucia nuestro corazón. En efecto la santidad reside en lo interior, sin embargo la maldad y el pecado procede del atrevimiento.

Y todos estamos llamados a la santidad. “La voluntad de Dios es que todos sean santos” (1 Tes 4,3). Así también nos lo ha pedido Jesús: “Sean perfectos, como es perfecto el Padre de los cielos” (Mt 5, 48).

No tenemos excusas para no pensar y decidirnos a caminar por senderos de santidad, por elegir una vida cristiana y evangélica. No permitamos que nuestro trabajo u que otros agentes externos se conviertan en dificultades para vivir haciendo el bien, sin dejar de pensar que lo que santifica no es tanto lo que hacemos, sino que con el espíritu con que lo hacemos, con la buena intención y voluntad y el amor que ponemos en hacer las cosas, sin preocuparnos sin son sencillas y humildes, porque justamente las cosas simples tiene un valor admirable si se hacen con amor.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

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