1. SI USTEDES
ME AMAN, CUMPLIRÁN MIS MANDAMIENTOS” En
este relato del discurso de despedida, Jesús ayuda a sus discípulos a
entender el sentido y el valor de su ir al Padre, y por todo el amor que les
tiene, los reconforta por la pena que esta separación produce en ellos. Esta
consolación toma el significado concreto de una salida de sí para adherirse
plenamente a la voluntad de Dios. La pascua estará completa si también los
discípulos hacen su éxodo como Cristo. El éxodo que deben realizar no es ya
de naturaleza geográfica, sino de orden espiritual, y se condensa en una
actitud de obediencia, tal como comienza el Evangelio con las palabras de
Jesús, “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”.Es así como este
relato se desenvuelve bajo el tema del “amor.” Y a los que le aman les
aguarda una triple “venida.” El
amor a Jesús no es un sentimiento, sino una vida fiel a su Palabra; tampoco
es un sentimiento el amor de Jesús por los hombres. El amor es una persona,
es Dios mismo, es el Espíritu Santo, que une al Hijo con el Padre en la
eternidad y que ha sido derramado en el corazón de los creyentes (cf. Rom 5,5). 2. JESÚS
PROMETE LA “VENIDA” DEL PARÁCLITO EN SU AUSENCIA. Jesús,
rogará al Padre por los que le aman, amor garantizado con cumplir “mis
mandamientos,” que son los mandamientos de Dios — Jesús se pone en la línea
de Dios encarnado — para que les dé “otro Paráclito.” El sentido de esta
última palabra puede ser múltiple, conforme a su etimología En el Ν.
Τ. sólo sale en san Juan y en su primera carta tiene el sentido específico
de “abogado,” que es el sentido más ordinario, junto con el de “intercesor,”
con cuyos sentidos aparece en el literatura rabínica. Pero puede tener otros
significados distintos. Para valorar su sentido en este contexto hay dos
elementos. Uno
es que Cristo pide al Padre que les dé “otro Paráclito” en su ausencia.
Cristo es, pues, un Paráclito. De aquí se deduce una enseñanza dogmática de
gran importancia; al ser el Paráclito otro ser al modo de Cristo, se sigue
que es una persona y divina y, además, va a sustituir a Cristo en su oficio:
continuar, en forma misteriosa, la misión de Cristo en los hombres. 3. “ÉL LES DARÁ
OTRO PARÁCLITO PARA QUE ESTÉ SIEMPRE CON USTEDES” Pero
el contexto permite matizarlo más. Y es el “paralelo” (v.26). Según él, esta
misión es “docente.” El Espíritu Santo “les enseñará todas las cosas y les
traerá a la memoria todas las cosas que les dije.” Se trata, pues, de una
acción del Paráclito en ellos por una sugerencia interna, preferentemente al
menos, si no exclusiva, como lo relata mas adelante san Juan: “Cuando venga
él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa; pues no
hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que
ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a
ustedes” (Jn 16:13.14), es la enseñanza de Cristo.
Por esta obra “docente” es por lo que el Paráclito es llamado aquí “Espíritu
de verdad”; lo mismo que por ser el Espíritu de Cristo, que es “la Verdad” (Jn 16:4). En
cambio, el “mundo,” que en Juan suele tener sentido peyorativo, no lo puede
“recibir,” porque, sumido en tinieblas y mentira: “Y el juicio está en que
vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,
porque sus obras eran malas.” (Jn 3:19), no le “ve
ni le conoce.” Pero
a ellos, por la oración de Cristo, el Padre “él les dará otro Paráclito para
que esté siempre con ustedes” PROMESA
DE LA “VENIDA” DEL MISMO CRISTO Es
así como Cristo promete también “su venida” a los apóstoles y a todo aquel
“que recibe mis mandamientos” Como antes, la perspectiva rebasa el solo
círculo apostólico. Va “a todo aquel” que “recibe” los mandamientos de Cristo
— “mis mandamientos”; otra vez se legislan los mismos preceptos de Dios como
suyos — y los “guarda.” La fe con obras es tema repetido en el evangelio de
San Juan lo mismo que en su primera epístola. ¿A
qué se refiere esta “venida” de Cristo después de resucitado? A la parusía
no, ya que todos lo verán y será el momento de la definitiva reunión con él. Y
aquí parece haber relación entre el momento de amarle y la presencia en el
creyente. Se debe, pues, de referir, si no exclusiva, al menos sí
preferentemente, a una “venida” espiritual y permanente. Por eso parecen
excluirse de este intento directo las apariciones de Cristo resucitado como
se relata en 1 Corintios: “Que se apareció a Cefas
y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la
vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se
apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles etc. 15:6.7), ya
que estas apariciones fueron
esporádicas y carismáticas. “AQUEL
DÍA COMPRENDERÁN QUE YO ESTOY EN MI PADRE, Y QUE USTEDES ESTÁN EN MÍ Y YO EN
USTEDES”. Los
efectos o frutos de esta venida se los presenta en dos aspectos. Uno es que
“me veréis” porque “Yo vivo y también ustedes vivirán” Siendo Cristo la Vida
y no pudiendo hacerse nada “sin El,” no obstante, después de la resurrección
será el momento de la plenitud torrencial de todo tipo de gracias — toda vida
espiritual y divina — , que se inaugurará cuando El “envíe” el Espíritu
Santo. Él vive después de la tragedia de la muerte, y porque El derrama,
normal y totalmente, esa vida es por lo que ellos vivirán colmadamente su
vida. Otro
fruto es que “en aquel día,” frase usada en los profetas, conque se expresan
las grandes intervenciones de Dios, y que, como aquí, puede indicar todo un
período, “Aquel día comprenderán que Yo estoy en mi Padre, y que ustedes
están en mí y Yo en ustedes”. Por
efecto de estas gracias que van a recibirse en abundancia después de
Pentecostés — bien lo experimentaron en su plena transformación ese día los
apóstoles — , van a comprender por efecto de gracias de todo tipo,
iluminaciones intelectuales y experimentaciones sobrenaturales, aunque en
grados diversos, lo que tanto les costaba comprender en la vida de Cristo:
que “El está con el Padre”; que es el verdadero Hijo de Dios; que “El está
con ellos” como Dios y como “Vid,” que les dispensa toda gracia, sin cuya
unión a El nada pueden sobre naturalmente; y que “ellos están en El,” por la
necesidad de su unión vital de “sarmientos,” y como “miembros” del Cuerpo
místico. Y todo, aunque en grados diversos, sabido con certeza y
experimentando de un modo íntimo y maravilloso. EL
QUE RECIBE MIS MANDAMIENTOS Y LOS CUMPLE, ESE ES EL QUE ME AMA Es
el tema de la donación del Espíritu Santo, tan marcado en Juan, hasta decir
que “el Espíritu Santo aún no había sido dado porque Jesús no había sido
glorificado” (Jn 7:39); lo mismo que por la misión
doctrinal con que aquí aparece, y por su paralelo con otros pasajes de este
mismo discurso de la cena; “Cuando venga el Paráclito, que yo les enviaré de
junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará
testimonio de mí.” (Jn 15:26; 16:5-15), esta
promesa futura se refiere a la donación oficial del Espíritu Santo en
Pentecostés, pero prolongada indefinidamente en la Iglesia y en las almas de
los que lo reciben. Esta acción del Paráclito entre ellos: “les enseñará
todas las cosas y les traerá a la memoria todas las cosas que les dije.” En
la vida de la Iglesia todo se mueve al son del Espíritu: él es quien ora en
los que oran; él es quien guía a la verdad completa; es también él quien
mueve al arrepentimiento a los que han caído en pecado y abre los corazones a
la conversión; él es quien hace comprender la inefable unidad entre el Padre
y Jesús, y quien introducirá en ella a los discípulos. Su presencia es para
cada hombre la prenda de la misma vida eterna, de la manifestación plena del
rostro de Dios y de la comunión total con él: El que recibe mis mandamientos
y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre,
y Yo lo amaré y me manifestaré a él”. El
Señor les Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ocds Sexto Domingo de
Pascua |
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