“Señor, guarda mi alma en la paz junto a ti”

Reflexión desde el Salmo Sal 130,1-3

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


R. Señor, guarda mi alma en la paz junto a ti.

Mi corazón no se ha enorgullecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas. R.

No, yo aplaco y modero mis deseos: como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí. R.

Espere Israel en el Señor, desde ahora y para siempre. R.

Confesión de Humildad.

Con una gran espontaneidad, el salmista describe su actitud humilde y confiada delante de Dios, fundada en la renuncia a toda “aspiración desmedida”.

Este bellísimo poema expresa la profunda humildad del alma que se entrega sin pretensiones a los caminos secretos de la Providencia. Este espíritu de infancia espiritual refleja una exquisita sensibilidad religiosa en un tiempo en que aún no se tenían luces sobre la retribución en el más allá. Las cosas grandes y fascinadoras de esta vida no turban su serenidad profunda espiritual. Todas sus ambiciones están sujetas a los designios misteriosos del Señor sobre su vida.

El salmista simboliza en esta confesión a la clase selecta de piadosos que viven profundamente la religión de los padres en medio de un ambiente materializado. Como es de ley en esta colección de salmos “graduales,” la composición termina con una alusión a la colectividad de Israel para que pueda servir para los peregrinos que se acercaban a la ciudad santa. “Espere Israel en el Señor, desde ahora y para siempre”.

Desde el punto de vista literario, la pieza es exquisita: es una perla en el Salterio, un brevísimo poema, que con unas sencillas palabras expresa lo que hay de más alto, lo que sobrepasa toda inteligencia y dice más que muchas palabras: la paz del alma en Dios.” (Kittel).  En la escuela del sufrimiento, de la humillación, de los fracasos repetidos, el salmista ha aprendido la resignación tranquila, la humildad sincera, la renuncia a proyectos demasiado grandiosos y quizá a los deseos desbordantes de un patriotismo humano... Está sobre el seno de su Dios como el niño a los pechos de su madre... (J. Calès). “yo aplaco y modero mis deseos: como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí”

La paz del alma en unión con Dios.

La soberbia se manifiesta en la mirada altanera y despectiva. El salmista, en cambio, mantiene un continente mesurado, Mi corazón no se ha enorgullecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros” reflejo de la humildad de su corazón: “sincero con el sincero, y sagaz con el perverso astuto” (Sal 17,27). Poseído de su espíritu conformista y humilde, el salmista renuncia a toda empresa demasiado ardua y brillante, No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas” dando de lado a las ambiciones desmesuradas para no enorgullecerse y dar ocasión a apartarse de su Dios; “¡Y tú andas buscándote grandezas! No las busques porque mira que yo traigo desgracia sobre toda carne - oráculo del Señor - pero a ti te daré la vida salva por botín a donde quiera que vayas” (Jeremías 45, 5).

Con todo cuidado ha disciplinado sus desordenados deseos para mantenerse ante el Señor en la actitud del niño de pecho que se entrega totalmente a la solicitud de su madre: “Sólo en Dios se aquieta mi alma, pues de El (viene) mi salvación. 3 El sólo es mi roca y mi salvación, mi ciudadela: no vacilaré jamás…” (Salmo 62, 1-6). El salmista termina deseando a Israel que tenga este espíritu de confianza absoluta en su Dios, aceptando, sumiso, sus misteriosos designios históricos: “espera Israel al Señor, porque con el Señor está la piedad y en El está abundante redención.” (Salmo 129,7)

Este salmo, es una invitación a permanecer en una oración en actitud de confianza y en la humildad, en especial si se ha pasado uno viviendo con sueños de grandezas y que luego se han derrumbados, y ahora comprendemos que solo debemos esperar de Dios un tipo distinto de gloria y salvación, entonces ahora le decimos al Señor como en este salmo: Mi corazón ahora ya no es orgulloso, ahora, ya no pretendo grandes cosas ni tengo aspiraciones desmedidas”

También recordemos ahora, lo que nos has dicho Jesús: “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. (Mateo 18, 3), así como lo canta el salmo de hoy; como un niño tranquilo en brazos de su madre”

Oremos entonces este salmo recordando en nuestro corazón la invitación que nos ha hecho Jesús cuando no dice; aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.  (Mateo 11,29). Señor, guarda mi alma en la paz junto a ti.

También miremos a María, madre de Dios, ella puede cantar amorosamente este Salmo, su alma es humilde y confiada delante del Señor, a María el Señor le engrandece el alma, su espíritu se alegra en Dios, ella es su humilde esclava, entonces, ¿quien puede cantarlo sino ella?, ¿alguien puede decir con tanta sinceridad: Mi corazón no se ha enorgullecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas”.

En Chile, comenzamos el 1 de Noviembre el Mes de María, y queremos hoy hacer oración diciendo: María, madre nuestra,  queremos aprender de tu corazón humilde y confiada plenamente del Señor y vivir con un corazón puro, por eso te pedimos que nos enseñes a nos ser engreídos, vanidosos o jactanciosos, ni altaneros, ni orgullosos o soberbios, y no ayudes a tener un punto de vista que nos permita ver lo bueno que es vivir en paz con el Señor, como un niño tranquilo en brazos de su madre”

Pedro Sergio

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

Fuentes: Algunos comentarios están tomados del estudio de la Biblia Comentada de Nácar-Colunga.

                 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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