R. Tu amor es eterno, Señor.

Reflexión desde el Salmo 137, 1-3. 6.8.

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


          R. Tu amor es eterno, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles.

Me postraré ante tu santo Templo y daré gracias a tu Nombre. R.

Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad, porque tu promesa ha superado tu renombre. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

El Señor está en las alturas, pero se fija en el humilde y reconoce al orgulloso desde lejos.

Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R

Salmo de Acción de Gracias.

Este salmo de acción de gracias, es atribuido por la tradición judía al rey David, aunque probablemente fue compuesto en una época posterior, comienza con un canto personal del orante. Alza su voz en el marco de la asamblea del templo o, por lo menos, teniendo como referencia el santuario de Sión, sede de la presencia del Señor y de su encuentro con el pueblo de los fieles.

El salmista parece hacerse eco de los sentimientos de gratitud del pueblo al ser liberado de la opresión babilónica. “Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles”.  Así, alaba al Señor por el cumplimiento de sus antiguas promesas, lo que servirá para que todos los reyes de la tierra reconozcan su señorío y poder. Cantarán en los caminos del Señor: “¡Grande es ciertamente la gloria del Señor” (Sal 137,5).

El poeta quiere declarar las alabanzas de su Dios ante los supuestos dioses de las otras naciones. Esto no quiere decir que reconozca las divinidades de los pueblos gentílicos, sino que se dispone a cantar las alabanzas del Señor en medio de un ambiente idolátrico, declarando su superioridad sobre todo lo que es objeto de adoración por parte de los gentiles. La liberación del pueblo israelita es una prueba del poder de su nombre. “Cuando camino en medio de la angustia, me vivificas, extiendes tu mano contra la ira de mis enemigos, y tu diestra me salva”: (Sal 137,7) Por ella reconocerán su soberanía todos los reyes de la tierra; al ver el cumplimiento de las antiguas promesas, le reconocerán como “Dios único y salvador.” Por tu templo en Jerusalén, te ofrecerán dones los reyes (Sal 68,30) o como se canta en; “Porque aman tus siervos sus piedras y se compadecen de sus ruinas. Entonces temerán las gentes el nombre del Señor, y todos los reyes de la tierra tu gloria”, (Sal 102 (101), 15-16).

En efecto, el salmista afirma que: Me postraré ante tu santo Templo y daré gracias a tu Nombre”,  en él canta ante Dios, que está en los cielos con su corte de ángeles: te cantaré en presencia de los ángeles”, pero que también está a la escucha en el espacio terreno del templo.  El orante tiene la certeza de que el “nombre” del Señor, es decir, su realidad personal viva y operante, y sus virtudes de fidelidad y misericordia, signos de la alianza con su pueblo, son el fundamento de toda confianza y de toda esperanza; Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad, porque tu promesa ha superado tu renombre”. .

Es así como la mirada se dirige por un instante al pasado, al día del sufrimiento: la voz divina había respondido entonces al clamor del fiel angustiado. Dios había infundido valor al alma turbada: Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma.”. Es como si se produjera la penetración de un viento impetuoso que barre las dudas y los temores, infunde una energía vital nueva y aumenta la fortaleza y la confianza.

En efecto, por superior y encumbrado que esté el Señor en los cielos de los cielos, no se desentiende de los humildes, El Señor está en las alturas, pero se fija en el humilde”,  a los que dispensa su protección, mientras que al altivo le conoce (le tiene ante sus ojos escrutadores), “y reconoce al orgulloso desde lejos”,  pero de lejos, pues no le dispensa su protección. La distancia no impide que esté al tanto de sus inicuas acciones; pero su mirada, lejos de ser protectora, es justiciera y disciplinaria. El salmista tiene experiencia personal de la protección divina, que le salva de la angustia y, al mismo tiempo, castiga inexorablemente a sus enemigos.

Seguro del auxilio divino, pide al Señor que continúe favoreciéndole, cumpliendo así sus promesas. Israel es la obra de sus manos, “Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos!” y, en consecuencia, no debe dejarla incompleta, sino protegerla hasta que alcance la plenitud prevista en sus augustos designios.

Por que “Tu amor es eterno, Señor”, Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles, porque siempre nos escuchas y te fijas en el humilde y reconoce al orgulloso desde lejos. Así como me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma, así me postraré ante tu santo Templo y daré gracias a tu Nombre, por que: Tu amor es eterno, Señor”

                           

Pedro Sergio

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

Fuentes: Algunos comentarios están tomados del estudio de la Biblia Comentada de Nácar-Colunga y de la CATEQUESIS DE JUAN PABLO II, SALMO 137, Solemne acción de gracias Audiencia general del Miércoles 7 de diciembre de 2005

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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