¡Bendeciré tu Nombre eternamente!

Reflexión desde el Salmo 144, 1-2. 8-11.13-14

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


R. Bendeciré tu Nombre eternamente.

Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente; día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.

El Señor es fiel en todas sus palabras y bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que caen y endereza a los que están encorvados. R.

Este salmo es un bello himno a los atributos divinos, manifestados en las obras maravillosas del Señor en favor de los hombres.

Este salmo, que comienza Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey”, se le da el título de Alabanza al Dios que es Rey y la Majestad y bondad de Dios. El salmista alaba al Señor, que esta dotado de hermosura y es admirable por su grandeza, misericordia, omnipotencia, verdad, providencia y justicia. Es un canto a los atributos divinos manifestados en las obras maravillosas del Señor en favor de los hombres.

Es alabanza a Dios por su grandeza y por su misericordia: El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”. El Señor, en todas sus obras, aparece lleno de su bondad y cariño. Todo nos habla de su amor. “Dios es amor”, (1 Jn 4, 5). Dios es fiel a sus promesas: “Pero por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus padres” (Deut 7, 6-11).  Es amor eterno de Dios: Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de Él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. (1 Jn 4, 7 ss).

Las grandezas del Señor. Una gozosa alabanza al Señor que es ensalzado como soberano amoroso y tierno, preocupado por todas sus criaturas. Y así es como el  salmista expresa su deseo de decir sus alabanzas a su Dios, que es Rey de todo lo creado. “Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey”. Nadie es digno de alabanza más que él. “alabaré tu Nombre sin cesar”

En sus ansias de perpetuar estas alabanzas, apela a las generaciones para que ellas se encarguen, a través de los siglos, de anunciar las grandezas del Señor:   bendeciré tu Nombre eternamente; día tras día te bendeciré”.  Sus atributos como Rey se resumen en el esplendor, la majestad y la gloria 

Además, en sus relaciones con los hombres se ha mostrado siempre indulgente y misericordioso: “El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”. El Señor no solo  es lento al enojo, además es condescendiente y compasivo con el pecador. “el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. Es necesario reflexionar estas hermosas palabras, que nos muestran a un Dios “lento para enojarse y de gran misericordia”, porque nos muestran a un Dios siempre dispuesto a perdonar y ayudar. También es necesario poner atención en el cariño de Dios que “es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas”  Se trata de palabras que conviene meditar, palabras de consuelo, con las que el Señor nos da una certeza para nuestra vida.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. Todas las obras de Dios pregonan su bondad, de ahí el deseo de alabar en todo momento a Dios. El Señor les entrega justicia y fidelidad para con los suyos, particularmente con los necesitados. “El Señor es fiel en todas sus palabras y bondadoso en todas sus acciones”. Particularmente, con los hombres piadosos se muestra generoso y complaciente, respondiendo a sus invocaciones en los momentos de necesidad. El Señor sostiene a los que caen y endereza a los que están encorvados. En cambio, a los impíos les envía el castigo merecido por vivir al margen de la ley divina.

El salmo siempre muestra la misma idea: el deseo de alabar en todo momento a Dios, Señor de toda la humanidad. Nadie, pues, está exento de la obligación de proclamar las alabanzas del Dios providente. Por eso lo alabamos y Bendeciremos su Nombre eternamente.

¡Bendeciré tu Nombre eternamente!

Pedro Sergio

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

Fuentes: Algunos comentarios están tomados de la Biblia de Nácar-Colunga

(1)(Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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