“¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!”

Reflexión desde el Salmo Sal 71, 1-2. 7-8. 10-13

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


R. ¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!

Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud. R.

Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.

Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sabá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones. R.

Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes. R.

Los Días Venturosos del Mesías.

La ocasión de composición de este bello poema parece ser la entronización de algún rey. El poeta desea al nuevo soberano los mejores augurios, y en sus expresiones se reflejan las esperanzas mesiánicas del pueblo israelita, que veía en los reyes de la dinastía los eslabones que llevaban al gran Rey de los tiempos ansiados del futuro ideal y glorioso. Por eso, en la perspectiva del salmista se mezcla la realidad presente y la del futuro mesiánico. Las frases son por ello pomposas, y las situaciones se idealizan. En este sentido, el salmo es sólo indirectamente mesiánico, en cuanto que el poeta ve en el nuevo rey entronizado el eslabón que lleva hacia la culminación de la dinastía davídíca en la persona del Mesías.

La liturgia de Epifanía, solo toma algunos versos, pero para quien dese gozar de todo el poema, se pueden diferenciar cuatro partes en este salmo: a) deseo para el rey de una justicia perfecta y una paz necesaria (1-4); b) descripción del reino eterno y universal mesiánico (5-11); c) especial solicitud con los humildes y menesterosos (12-15); d) fertilidad edénica y gloria del rey (16-17). Finalmente, se añade la doxología a la colección de salmos davídicos (18-19).

Literariamente, el poema es una mezcla de plegaria y de manifestaciones de vaticinios sobre el futuro mesiánico, y así, los verbos oscilan entre el optativo y el futuro. El estilo es vivido, salpicado de metáforas frescas y expresivas; pero el ritmo es poco regular.

La justicia perfecta y la paz necesaria: Dios es el juez verdadero, que hace justicia, es decir, defiende el derecho de los humildes. Esta justicia la puede ejercer personalmente, y puede confiársela a uno de sus elegidos, en concreto al rey de la dinastía elegida. De este modo el rey participa de la justicia divina, que debe ejercer puramente en servicio del pueblo.

“Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud”

Al desfilar el cortejo de la entronización de un nuevo rey, el poeta — llevado de los íntimos sentimientos que embargan a las almas justas — desea en nombre del pueblo lo más ansiado del corazón humano: “justicia y paz”. El rey, como representante de Dios, es el encargado de dar a cada uno lo que le pertenece, juzgando con equidad y protegiendo contra los opresores a los indigentes y desvalidos de la sociedad: “Y le inspirará en el temor de Dios. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas”.  (Isaías (SBJ) 11,3). El salmista, pues, pide a Dios que otorgue al joven soberano el sentido de la equidad; Concede, Señor, tu justicia al rey”. Consecuencia de la justicia es la paz: el orden que surge del equilibrio de derechos y deberes entre los ciudadanos; el poeta ansia que esta paz y esta justicia broten como floración espontánea y abundante en las laderas de las colinas de Judá; Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz”. Los hagiógrafos, con gran sentido poético de la naturaleza, suelen asociar las manifestaciones de ésta a la vida social de su pueblo. En los tiempos mesiánicos, todo se transformará en beneficio de los ciudadanos de la nueva teocracia; “Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra”. (Isaías (SBJ) 2,4). El salmista ansia que la paz y la justicia surjan espontáneamente como un producto natural del suelo. El salmista, pues, se hace eco de estas esperanzas de justicia, tan arraigadas en el corazón del hombre y en las ansias de rehabilitación del pueblo oprimido. Sus versos son así una invitación al nuevo rey a reflexionar sobre sus deberes primordiales como juez del pueblo y representante de Dios. En su actuar debe acercarse al ideal de los tiempos mesiánicos.

La idealización del reino mesiánico. Peticiones por el rey. La primera considera un horizonte ilimitado de tiempo, conmensurable con el sol y la luna que son medida de los tiempos; la última, considera un horizonte ilimitado de espacio. Entre las dos el gobierno del rey se compara a la bendición primaria de Dios, que es la lluvia: fecundado el país por esta lluvia benéfica, hará brotar y florecer justicia y paz; así responde al fruto de los montes.

“Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra”

El entusiasmo del poema le hace desear al nuevo soberano largos días de vida, tantos como el sol y la luna: “Viva por siempre mi señor el rey David.”  (1 Reyes (SBJ) 1,31). Las expresiones son hiperbólicas y encajan dentro del estilo cortesano poético de las conmemoraciones solemnes de la vida del rey. Pero la mente del salmista, que tiene una visión teológica de la historia de su pueblo y ve en el actual nuevo rey un paso hacia el Rey ideal de los tiempos mesiánicos, se proyecta hacia la etapa definitiva del pueblo elegido, y su imaginación oriental se dispara incontroladamente para describir idealmente la futura época tanto tiempo anhelada por los seguidores de Dios, que vivían de las promesas divinas: abundantes lluvias, paz edénica duradera, conforme a los vaticinios de los profetas: “Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.  (Isaías (SBJ) 55, 10-11); su dominio se extenderá de mar a mar (desde el mar Muerto al Mediterráneo); Cf. Ex 23:31 y desde el río (el Eufrates) hasta los confines de la tierra. La perspectiva se amplía, y la mente del salmista se proyecta sobre el universalismo de los tiempos del Mesías. Los pueblos paganos le rendirán pleitesía, y los que se obstinen en hacerle oposición tendrán que morder el polvo; “Lamerán el polvo como la serpiente, como los reptiles de la tierra. ¡Se estremecerán desde sus encierros, hacia el Señor nuestro Dios vendrán temblando, y tendrán miedo de ti!”(Miqueas (SBJ) 7,17) 

El rey extenderá su dominio como un soberano sobre reyes vasallos: los enemigos y agresores serán derrotados, los demás rendirán homenaje. El imperio excede los pequeños reinos limítrofes, para abarcar todos los reyes y todos los pueblos: es decir, el rey terreno recibe el poder propio de Dios. Esta es la petición pomposa.

“Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sabá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones”.

Los reyes de la lejana Tarsis, y los de las islas o ciudades costeras del Mediterráneo, juntamente con los soberanos árabes: “Un sin fin de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen portadores de oro e incienso y pregonando alabanzas a Dios.  (Isaías (SBJ) 60,6), vendrán a entregar sus tributos. Es justamente lo que se anuncia en los vaticinios gloriosos de la segunda parte del libro de Isaías; el reconocimiento universal de la preeminencia mesiánica del pueblo judío, simbolizado en su Rey ideal, el Mesías.

Especial solicitud por los indigentes: Pero esta soberanía no es ansia de poder, dominación tiránica, sino un extender el reinado benéfico de la justicia, a favor de pobres, afligidos, indigentes, oprimidos. Será el salvador universal frente a la violencia, porque considera de gran precio la vida del pobre

“Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes”

Llevado del sentido de la equidad, el Rey ideal sabrá salir por los derechos de los desvalidos; “excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los míseros de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín, y despojando a los huérfanos”. (Isaías (SBJ) 10,2); No será altanero, a pesar de sentirse honrado por todos los reyes de la tierra, sino que, al contrario, estará al servicio de los más necesitados de la sociedad. Su brazo estará siempre dispuesto a salvar las almas o las vidas de los necesitados; “y salvará la vida de los indigentes”. librándolos de los opresores y recaudadores. Los déspotas orientales favorecen a los ricos que les adulan y ofrecen presentes; en cambio, el Rey futuro de Israel se preocupará justamente de los que no pueden ofrecerle nada.

ORACION

Padre todopoderoso, haz que llegue a todos los pueblos el reino de justicia y de paz que confiaste a David y a su descendencia, Cristo, Señor nuestro; que, por medio de la Iglesia, reino de tu Hijo, la paz florezca hasta el confín de la tierra, que los humildes del pueblo sean defendidos, los hijos del pobre socorridos, los explotadores quebrantados y que Cristo sea la bendición de todos los pueblos. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 ¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!

Pedro Sergio

Domingo de Epifanía


FUENTES;

Biblia de Jerusalén

Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC

Oración: Pedro Farnés

Libro de los Salmos de L. Alonso Schökel

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