“Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor”

Reflexión desde el Salmo: Salmo 115,12-13.15-18

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


 

En reconocimiento a la Alianza con Dios, el salmo da gracias al Señor recordando el gesto ritual de alzar el cáliz.

“Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor”.

¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación  e invocaré el Nombre del Señor. .

¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor,  tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo.

Salmo de Acción de Gracias.

Este salmo eucarístico tiene dos partes bien definidas, desde el verso 1 al 9, está dedicado a agradecer por liberación de un inminente peligro de muerte como consecuencia de una enfermedad y en la segunda parte, desde el verso 10 al 19,  es un himno de acción de gracias por el beneficio obtenido.

El salmista, agradecido por haber sido liberado de un peligro de muerte, comienza los primeros versos rezado; “Le amo, porque oye el Señor la voz de mis súplicas, porque inclinó a mí sus oídos en el día en que le invoqué”. Y concluye ésta primera parte; “Pues libró mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la vacilación. Andaré en presencia del Señor en la tierra de los vivientes”.

Reconocido a los beneficios recibidos, el salmista declara su amor para con Dios, que nunca ha desoído sus plegarias; pero ahora esto tiene un particular sentido, ya que el Señor le ha dispensado una gracia excepcional al salvarlo de un peligro grave de muerte a causa de una enfermedad que no especifica. En el momento crítico de su vida, Dios inclino sus oídos hacia él desde el cielo para recibir y despachar su ansiosa súplica.

Luego, en la segunda parte, desde donde la liturgia de hoy ha tomado algunos versos, el salmista hace sus promesas de acción de gracias.

Entonces el tono lacrimoso de la primera parte se cambia en ésta segunda en eucarístico.

Recapitulando sobre su situación angustiosa pasada, el salmista declara que nunca perdió su confianza en medio de su mayor postración física y moral. Reflexionando en el lecho del dolor, había llegado a la conclusión de que es vano buscar consuelos y ayudas humanas, pues todos los hombres son engañosos, y que sólo Dios merece la esperanza confiada del afligido.

Una vez recuperada la salud, el salmista aspira hacer manifestaciones de gratitud a su Dios por el beneficio obtenido, y quiere corresponder con un sacrificio de alabanza, es decir, el sacrificio llamado “pacífico”: “Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor.”

El salmista ha sido salvado de la muerte por el Señor, y, por tanto, en sus labios no habrá más cáliz que el de la alabanza, en el que se recuerde su salvación milagrosa; “¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación  e invocaré el Nombre del Señor”.

Insistiendo sobre su liberación milagrosa, el salmista declara que la muerte de sus fieles no les es indiferente; “¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos!”, Los justos son objeto de una providencia especial de Dios, y por eso no permite su muerte sin grandes motivos. En la perspectiva del salmista no hay retribución en el más allá, y por eso cree que Dios protege especialmente la vida de los que le son adictos para premiarles su virtud con una prolongada y próspera vida; Rescatará sus almas de la opresión y de la violencia, y será preciosa su sangre a los ojos de él. (Sal 72:14)

En la panorámica cristiana, la muerte es la auténtica liberación del espíritu, pues el alma del justo va a gozar de la presencia divina. En este sentido es empleado el verso en la liturgia eclesiástica.

El salmista se declara siervo de su Dios, pero no accidental o comprado, sino nacido en su casa, como hijo de su esclava “Yo, Señor, soy tu servidor,  tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas”.  El Señor ha reconocido su vinculación familiar, pues le ha liberado de la muerte rompiendo sus cadenas, las enfermedades, instrumento de la muerte y del seol, (el salmista presenta a la muerte y al Seol como dos cazadores al acecho de vidas humanas, poniendo lazos — enfermedades — para que éstos caigan en ello), no obstante el sabe que cuenta con el Señor; Con Dios haremos proezas; El quebrantará a nuestros enemigos. (Sal 107:10-14) Agradecido a su liberación, promete el salmista cumplir los votos pronunciados durante su situación angustiosa y ofrecer un sacrificio de acción de gracias; “Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo”. Es el sacrificio de alabanza que ofrecerá públicamente delante de todo su pueblo en el templo de Jerusalén.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio

Reflexiones de los Salmos Dominicales en este link:

REFLEXIONES DESDE LOS SALMOS

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Algunos comentarios están tomados de la Biblia Nácar Colunga, adaptación pedagógica: del Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teología

Domingo de Corpus Christi,  junio 2012

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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