“Señor, ¿quién habitará en tu Casa?”

Reflexión desde el Salmo: Salmo 14, 2-5

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


 

SALMO 14

      EL HUÉSPED DEL SEÑOR.

El Salmo 14 nos ayuda a meditar la lectura anterior: «Señor, ¿quién puede habitar en tu casa? El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia, el que no hace mal a su prójimo... Este es el que cumple con la ley del Señor».

En esta bellísima composición encontramos el código moral del fiel que aspira a vivir en intimidad con Dios en el santuario de Jerusalén. No se insiste en las purezas rituales levíticas, sino en las morales del corazón para poder entrar en intimidad con Dios. Sólo el ser humano íntegro, justo y fiel puede tener acceso a la intimidad de Dios. “El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua”.  La composición se cifra con una promesa de bendición. La exposición del tema es similar a Sal 24:3-6 y a Is 33:14-16. Por otra parte, el y se reproduce fielmente el precepto de Lev 25:37 (ley de santidad) y se parece a Dt 27:25.  La composición tiene un aire sapiencial, y quizá se cantaba con ocasión de las peregrinaciones al santuario de Jerusalén.

Salmo 14, 2-5

R. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. R.

R. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. R.

El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. R.

SEÑOR, ¿QUIÉN HABITARÁ EN TU CASA?”. 

La distribución tiene un aire de composición conmovedora, es una voz que plantea un interrogante. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?”. Dios es santo, y, por tanto, para acercarse a El es necesario cumplir determinadas condiciones que no le hagan indigno de la presencia del Altísimo. En Levíticos 11:44 se dice al pueblo de Israel: “Sed santos como yo soy santo.” Nada contaminado puede entrar en relación con el Señor, que vive en una atmósfera de santidad y pureza. Para acercarse a El es preciso “santificarse” con ritos especiales de purificación y, sobre todo, tener ciertas cualidades morales excepcionales. El salmista aquí no tiene preocupaciones de índole ritual y sólo exige la preparación moral para acercarse a Dios. La morada en el templo del Señor ha sido considerada siempre como una garantía de seguridad y de felicidad íntima espiritual. El salmista no restringe su perspectiva a los sacerdotes y levitas — funcionarios oficiales del recinto sagrado —, sino que se refiere a todo el que se acerca a la casa de Dios. Para poder acercarse dignamente y ser huésped del santuario se debe llevar una vida en conformidad con las prescripciones divinas, obrando con justicia y rectitud, lo que implica sinceridad en las relaciones con el prójimo, El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino”, ausencia de engaño y abstención de todo lo que pueda causar daño o injuria al prójimo.

      SER DIGNOS DEL SEÑOR.

Para ser digno de Dios es necesario tener una valoración religiosa de los hombres; es decir, no se debe uno dejar llevar de las apariencias, honrando a los que triunfan en la sociedad a pesar de ser reprobos ante Dios. Los honores deben reservarse a los temerosos del Señor: “el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor”,  los que conforman su vida a sus mandatos, sabiendo sacrificar muchas veces sus intereses materiales por seguir la ley de Dios. “El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado”. Los tiempos del salmista eran difíciles, y prevalecían los que hacían caso omiso de los preceptos divinos. Lo más fácil era adular a los poderosos que se habían creado una posición social por su carencia de escrúpulos morales. Estos, en realidad, son para el salmista reprobos ante Dios, y por eso deben ser menospreciados por el que pretenda ser huésped del Señor: Al contrario, los temerosos de Dios eran comúnmente despreciados, porque por sus escrúpulos religiosos y morales no habían logrado ascender en la escala social; sin embargo, ellos son los predilectos a los ojos divinos, y por eso deben ser honrados por el que aspira a ser amigo de Dios y entrar en su casa.

La integridad de vida exige también fidelidad a los juramentos prestados, aunque su cumplimiento sea en perjuicio propio: “El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado”.  La usura es también algo de lo que debe estar alejado el amigo de Dios. En hebreo, el préstamo a interés es llamado “mordedura,” expresión gráfica del perjuicio que causa al que se ve obligado a recibir dinero a crédito. La usura estaba prohibida en la Ley cuando se hacía entre israelitas, pero estaba permitida con los extranjeros. Aquí el salmista no distingue, pero en su perspectiva parece que se refiere a las relaciones con los connacionales. ”El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente” En realidad, a pesar de la Ley, la usura era una plaga en la sociedad hebrea, como nos lo dicen los profetas.

Vemos, pues, cómo al salmista no le preocupan los problemas de pureza ritual, sino los valores ético-religiosos, lo que está en consonancia con la predicación profética. El ideal que propone es muy alto, pero el premio por parte del Señor no se hará esperar: “El que procede así, nunca vacilará”, entones, Señor, ¿quién habitará en tu Casa?”

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio

Domingo XXII Ciclo B

Reflexiones de los Salmos Dominicales en este link:

REFLEXIONES DESDE LOS SALMOS

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Fuentes:

Algunos comentarios están tomados de la Biblia Nácar Colunga, adaptación pedagógica: del Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teología, otros comentarios están tomados de Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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