Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Salmo 21

Reflexión desde el Salmo: Sal 21, 8-9.17-18a. 19-20.23-24

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


SALMO Sal 21, 8-9.17-18a. 19-20.23-24

                R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto”.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”.

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

 

SALMO DEL JUSTO DOLIENTE Y PERSEGUIDO.

Esta bellísima oración, nos invita a reflexionar sobre su contenido filosófico, la lamentación de un justo que se siente abandonado de su Dios y se queja de su abandono, que considera inmerecido. Rodeado de enemigos, está a punto de morir; por ello implora auxilio a su Dios, que parece ha ocultado su rostro a sus sufrimientos  Himno eucarístico: lograda la liberación del peligro en que se hallaba, el salmista da gracias a Dios y promete proclamar su salvación solemnemente en la asamblea del pueblo.

En este salmo, se destacan los dolores morales y espirituales del alma, que se siente abandonada de Dios y se alude, sobre todo, a los dolores físicos y a los tormentos corporales. Las expresiones de dolor son gráficas y muy radicales.

Y finalmente el salmo reza una acción de gracias y alabanza y glorificación del Señor: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob”

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

El salmista empieza repentinamente con un grito de clamor: ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Es la voz del justo, que en momentos muy fuertes de depresión se siente como separado de su Dios, al que tanto ama. Lejos de ser un grito de desesperación, es un arranque de suspiro y de confianza hacia su Dios, en quien había puesto toda su confianza; es una manifestación espontánea hacia el amigo y familiar que creía siempre había de tener a su lado. Se siente abandonado y lejos de su Dios; por eso, las palabras de su gemido resultan casi sin eco en la lejanía en que se halla Dios, en otro tiempo su amigo y protector.

Estas palabras angustiadas del salmista doliente fueron pronunciadas por Jesús agonizante en la cruz. “Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?, esto es: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”  (Mt  27,46). Seguramente que Cristo al morir recitaba este salmo, porque se adaptaba a su situación doliente y reflejaba su soledad psicológica frente al Padre para apurar el cáliz hasta la muerte. Teniendo en cuenta que recitaba el salmo, desaparece el problema teológico del supuesto abandono de Jesús por parte del Padre.

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto”.

Gráficamente describe el salmista los movimientos de burla y desprecio: mueven las cabezas, abren los labios..., justamente lo que hacían los enemigos de Cristo a los pies de la cruz. Los gestos son de desprecio y de horror. Y le decían a Jesús: “¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!” (Mt 27, 40b)

Ante esta actitud despectiva, el salmista renueva su confianza en Dios, que providencialmente ha tenido cuidado de él desde el seno materno. Todo el pasado fue para él una prueba de la predilección del Señor por él. Desde el nacimiento ha sido entregado al cuidado de Dios. Enfáticamente, el salmista recalca a los que se burlen de él que, en efecto, Yahvé es su Dios desde el vientre de su madre.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos.

El Salmista alude a la hostilidad y mal trato que le dan sus perseguidores, lo que parece que las frases alusivas a su agotamiento físico tienen, sobre todo, un sentido moral: le rodean como perros hambrientos, deseosos de saciar su hambre; esos malvados forajidos le han maltratado, dejándole con las manos y los pies traspasados. Convertido en un esqueleto viviente, puede la víctima contar todos sus huesos.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.

Satisfechos de haberle maltratado, esa turba de malvados se complacen maliciosamente al ver tendida e indefensa, a su víctima: me miran y contemplan, y, para mayor escarnio, ante sus ojos alicaídos se han repartido sus vestiduras y echan suertes sobre su túnica. Los evangelistas consideraran estas palabras del salmista y las aplicarán al caso de la crucifixión de Jesús, en la que literalmente se han cumplido. “Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.  (Mt 27, 35)

Rodeado de sus feroces enemigos y a punto de expirar, el salmista pide de nuevo al Señor que no le abandone permaneciendo lejos; es su única fuerza y auxilio.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel».

La perspectiva cambia totalmente. El salmista ha sido liberado de la situación angustiosa en que se hallaba, y se encuentra ahora presente en la asamblea solemne del pueblo con ocasión de algún acto público. Profundamente agradecido a sus beneficios, el judío liberado quiere hacer partícipes de sus sentimientos a sus hermanos o correligionarios, los israelitas, que usufructúan las mismas promesas religiosas. El nombre del Señor, es decir, sus proezas, deben ser conocidas públicamente de la asamblea de los fieles, Llevado de su entusiasmo, invita a todos los que teman a Dios, es decir, a la descendencia de Jacob, la progenie de Israel; los herederos de las promesas divinas. Como tales, deben participar de la alegría del que milagrosamente ha sido liberado de un peligro mortal. Yahvé no se ha desentendido del que sufre, sino que benévolamente le escuchó, y, lejos de ocultar su rostro, le prestó auxilio salvador

SENTIDO MESIÁNICO DEL SALMO.

Los evangelistas citan textos del salmo como cumplidos en la pasión de Jesús. Los Santos Padres lo aplican comúnmente a Cristo Mesías.

No todos los autores católicos acuerdan en determinar el sentido mesiánico del salmo, pues mientras unos sostienen que se trata literalmente de Cristo, de forma que el salmista no hablara en nombre propio de sus sufrimientos, sino directamente profetizaría los de Cristo muriendo en la cruz, otros suponen que literal y directamente el salmo se refiere a la experiencia personal dolorosa del salmista, aunque este justo doliente es tipo de los sufrimientos de Cristo; y sus frases pueden aplicarse, en sentido espiritual, a Cristo sufriendo en la cruz . Los que admiten un sentido literal mesiánico comprometen el hecho de que lo que se dice en los v.15-19.

 “Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas. Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte. Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.”

Aquí se cumplió literalmente en la pasión de Cristo: tormento de la sed, persecución de los enemigos, perforación de las manos y de los pies, división por suertes de los vestidos. Por otra parte, no sabemos de ningún personaje histórico del A.T. en el que se hayan dado estas circunstancias. Además, la relación que se establece entre la liberación del salmista doliente y la vuelta de las gentes a Dios no encuentra explicación sino en la persona del Mesías.

Por consiguiente, el salmista, iluminado por el Espíritu Santo, profetizó la realidad de la pasión del Mesías doliente, aplicándole una serie de detalles que tuvieron cumplimiento histórico en la muerte de Cristo en la cruz.

Si bien es cierto, algunos autores insisten en que hay determinados versos del salmo que no se pueden aplicar directamente a Cristo, la semejanza de situaciones que reza el salmo, justifica opinar que en esta oración se cumple lo relatado en los Evangelios.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

Algunos comentarios están tomados de la Biblia Nácar Colunga

Publicada en este link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

Domingo de Ramos, Abril 2011

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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