“EL SEÑOR ES MI PASTOR”

Salmo 22 ( 23)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


 

 

El Señor mi pastor; nada me falta.

Me hace recostar en verdes pastos y me lleva a frescas aguas.

Recrea mi alma, me guía por las rectas sendas por amor de su nombre.

Aunque haya de pasar por un valle tenebroso, no temo mal alguno,

porque tú estás conmigo.

Tu clava y tu cayado son mis consuelos.

Tú dispones ante mí una mesa enfrente de mis enemigos.

Derramas el óleo sobre mi cabeza, y mi cáliz rebosa.

Sólo bondad y benevolencia me acompañan todos los días de mi vida

Y moraré en la casa de El Señor por dilatados días.

 

 

El Señor mi pastor; nada me falta, que hermoso es saber que puedo comparar a mi Dios como el pastor atento, afectuoso, cordial, que se preocupa de sus ovejas. “Me hace recostar en verdes pastos y me lleva a frescas aguas”. El es tan preocupado de su rebaño, que busca los mejores pastos para sus ovejas, como también las aguas frescas. “Cosa tan bella, y que cielos y tierra beben de ella” (San Juan de la Cruz)

He recorrido Israel, Jordania, Palestina, he visto grandes llanura y montes, pude observar como los pastores buscan afanosamente los pequeños oasis y praderas. Viajando en oración por Tierra Santa, me he transportado en el tiempo y en las escrituras, comencé por el principio: Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador. (Génesis 4,2). Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián.  (Éxodo 3,1), He visto todo Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor;  (2 Crónicas 18,16). Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas.  (Ezequiel 34,12), Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una Alianza eterna,  (Hebreos 13,20), El Señor es el Pastor de Israel, su pueblo. Ya Jacob hablaba del “Dios que le pastoreaba”

Dentro de muchas lecturas vemos como la palabra  pastor esta dedicada a El Señor. Al Rey David también se le había llamado pastor: “Y eligió a David su servidor, le sacó de los apriscos del rebaño, le trajo de detrás de las ovejas, para pastorear a su pueblo Jacob, y a Israel, su heredad.  El los pastoreaba con corazón perfecto, y con mano diestra los guiaba.”  (Salmos 78, 70-72), no obstante este título estaba especialmente reservado al futuro Mesías y Jesús se lo apropiará en la hermosa parábola del Buen Pastor, el mismo dirá: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. (Juan 10,11).

Cuando rezamos este salmo, a igual que el salmista, nos damos cuenta que al cuidado del Pastor obsequioso, nada nos falta. El Señor le prometió  a Israel que nada le faltaría. El Señor es para el salmista el pastor que le hace ir hacia los lugares frescos y jugosos, llevándole por las rectas sendas para que allí se recree su alma. Descansa el rebaño en el oasis después de haber caminado bajo los ardores del sol del desierto. También en la vida tenemos que andar por zonas áridas, bajos los ardores de un sol inclemente. Entonces sólo con la ayuda de El Señor encontramos la satisfacción íntima, las frescas aguas. Me imagino la alegría de encontrarse con una fuente cuando se está con la garganta seca en un desierto árido, donde el gran anhelo son las frescas aguas de un arroyo o un oasis.

Dios es quien mantiene todo en el mundo, el es el Creador, todo bebe de Él “cielos y tierra”, por esto “bendecid al Señor”.  Si nos dejara de su mano, dejaríamos de existir, “el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. (Sal 99).

“Recrea mi alma, me guía por las rectas sendas por amor de su nombre”. El nombre de El Señor es garantía de triunfo y de protección en la vida contra todas las adversidades. El Señor se manifiesta en sus obras, y su nombre glorioso es reflejo de sus logros.

“Aunque haya de pasar por un valle tenebroso, no temo mal alguno, porque tú estás conmigo”. Es tal la confianza que tenemos en el Señor, que, aunque tengamos que andar por parajes peligrosos, valles profundos, como este caso en los que moran fieras peligrosas para el rebaño, nos sentimos seguros bajo la protección de nuestro Pastor. Así es como el salmista reconoce que gracias a la confianza en el Señor, a el no le importa si tiene que atravesar zonas peligrosas antes de llegar a los oasis seguros. Ciertamente, en la vida, los valles tenebrosos son la oposición sistemática de parte de los incrédulos a la conducta del fiel a Dios, que no quiere separarse de la Ley de su Dios. “Y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien?”  (1 Pedro 3)

La clava y el cayado del pastor son suficiente garantía para sentirse seguro ante los peligros. El pastor va delante del rebaño, abriendo camino, con su clava preparada contra cualquiera fiera que quiera asaltarlo, y con el cayado señalando el camino a las indefensas ovejas.

El Señor es además de protector, generoso. Así es como nosotros nos damos cuenta, a igual que el salmista que al cantar enuncia la providencia solícita de El Señor para con el. Antes era el buen Pastor que le defendía contra los peligros y le llevaba a fecundos pastizales, ahora además es el bondadoso padre de familia que lo recibe amorosamente prodigándole todas clases de atenciones. Estas son de ley en la tradicional hospitalidad oriental. Frente a los enemigos, del salmista, para dar una sensación más de favor, el Señor dispone una mesa bien abastecida a su huésped honrado.

Derramas el óleo sobre mi cabeza, y mi cáliz rebosa. Conforme al rito de las grandes casas señoriales, le derrama el óleo sobre su cabeza. Se sabe que en los banquetes orientales no puede faltar la unción perfumada. El anfitrión, además, ofrece personalmente la copa rebosante de bebida al huésped: “mi cáliz rebosa”. Todo es generosidad y señorío en la casa de El Señor, que honra delicadamente al salmista. El cáliz, es decir, la amistad íntima con Dios, rebosa sin medida ante la envidia y despecho de los enemigos, que son testigos de las generosidades del Señor del justo.

“Sólo bondad y benevolencia me acompañan todos los días de mi vida” El salmista, al lado de su Dios se siente seguro, porque experimenta diariamente su bondad y benevolencia, así también nosotros nos sentimos y cantamos: “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación” (Sal 89,1).

 “Moraré en la casa de El Señor por dilatados días. Como es ley en los salmos, el justo encuentra su máxima felicidad en vivir en la casa de El Señor, participando de sus solemnidades litúrgicas, en las que se manifiesta diariamente la “faz del Señor.”. Así es como cantamos también” ¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!” (Sal 121,1), Alegría por llegar a una morada santa después de una larga peregrinación.

Y así no habrá más que un Pastor, el único, el Buen Pastor. El Señor Jesús, nos ha dicho: “Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí.” Es la ternura con que Jesús conoce y ama a su rebaño. Y son las ovejas que conocen su voz, y El va delante de ellas en su vida y las llama por su nombre. Pero, diciendo aquí que conoce a sus ovejas, y que éstas, y no habla de otras, le conocen, al modo amoroso que indica, hace ver que se refiere a sus discípulos. Y así no habrá más que un Pastor, el único, el Buen Pastor, que conduce al cielo, a la vida. La Iglesia es el rebaño a que se refiere Jesús y nosotros podemos pensar en verdad que somos las ovejas del rebaño de Jesús, el Buen Pastor, por tanto, podemos tener confianza y esperanza, fundadas en la palabras y promesas del Buen Jesús, el nos cuida y nos cuidará, nos dará en las verdes praderas, buenos pastos espirituales, nos defenderá de nuestro enemigos, nos ayudará en nuestros cansancios y nos permitirá descansar junto a El.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

Publicada en este link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

 

Febrero 2011

Texto del Salmo, Biblia Nacar-Colunga

Algunas referencias tomadas de la Biblia Nacar-Colunga

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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