“Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro”

Reflexión desde el Salmo: Sal 4, 2. 4. 7. 9

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


Este salmo expresa seguridad y confianza en Dios.

Participamos de esta oración, aclamando: R. Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro.

Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración. R.

Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: Él me escucha siempre que lo invoco. Hay muchos que preguntan: “¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?”. R.

Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso. R.

 

1.      Salmo 4. Oración del Justo Perseguido.

Según el título de la composición, también este salmo es de David. Y que  reflejaría la situación espiritual del rey cuando se disponía a volver a Jerusalén después de la trágica muerte de su hijo Absalón.

Este salmo es un canto de confianza al Señor, pero el peligro parece pasado; por eso no encontramos aquí demanda de auxilio contra enemigos que le asedian y ponen en peligro su vida.

La liturgia de este Tercer Domingo de Pascua, solo ha elegido algunos versos, para expresar que debemos tener seguridad y confianza en Dios   

2.      Súplica al Señor.

“Respóndeme cuando te invoco”.  El salmista alude aquí a la intervención divina en su favor en un momento difícil de su vida, sin concretar más. El Señor es el que en tales sucesos angustiosos le da holgura de ánimo, pues hace valer su justicia y derechos ante sus enemigos. Consciente de tener a Dios a su lado, ahora el salmista le pide le sea una vez más propicio y responda a sus súplicas y ansiedades. “Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración”.

3.      Invitación a conocer la experiencia personal

El salmista, nos habla de su experiencia;  Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: Él me escucha siempre que lo invoco”. El  sabe que la actitud que vayamos a tener hacia Dios, nos indicará la que vayamos a disponer hacia los demás, entonces quiere mostrarnos como es su experiencia cuando el le pide a Dios, “Él me escucha siempre que lo invoco”, por tanto, es una invitación a pedir a un Dios que siempre escucha a sus hijos.

4.      Súplica para que el Señor muestre su ayuda protectora, con la luz de tu rostro

Un sentimiento de escepticismo embarga a los que se deciden a seguir los caminos de Dios, pues no esperan poder gozar de la felicidad: Hay muchos que preguntan: “¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?”. Entonces el salmista responde a esta manifestación escéptica con una súplica para que el Señor muestre su ayuda protectora, con la luz de tu rostro”. La faz radiante de Dios simboliza los sentimientos de benevolencia para con el hombre; “Haz resplandecer tu faz sobre tu siervo y sálvame en tu piedad. (Sal 30,17).

5.      Un rostro alegre refleja simpatía y benevolencia.

Aquí, pues, la manifestación radiante de la luz del rostro del Señor es el preludio de sus favores hacia los que les son fieles. Al contrario, el ocultamiento de la faz divina equivale a una maldición: (Job 21,15). En la bendición sacerdotal se dice: “Que el Señor te bendiga y te guarde; que haga resplandecer su faz sobre ti y te otorgue su gracia; que vuelva a ti su rostro y te dé la paz.” (Núm 6:24 5) Aquí, pues, la manifestación benévola del rostro del Señor equivale a traer como consecuencia la manifestación de su gracia y el otorgamiento de la paz. Son términos paralelos en el texto. El salmista se mueve dentro de la misma mentalidad, relacionando los bienes materiales con la manifestación radiante de Dios.

6.      Confianza en el Señor.

Esta manifestación radiante de la faz divina trae al corazón del fiel confiado a su providencia más alegría y felicidad que la que se tienen en los tiempos de abundancia del trigo y del mosto;”Diste a mi corazón más alegría que cuando abundan el trigo y el mosto” (Sal 4,8). Por eso, en cuanto se acuesta se entrega a un sueño reparador, pues descansa confiadamente en Dios, que vela por él: Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso”. (Sal 4,9). El salmista no abriga sentimientos de rencor para los que se apartan de Dios, los grandes, que eligen la ignominia (ídolos) en vez de la gloria (El Señor), sino que, al contrario, trata de atraerlos al buen camino, presentándoles la tranquilidad y paz del que confiadamente se entrega a Dios después de haber caminado por sus sendas y haber ofrecido sacrificios de justicia.

“Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro”

 

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

Algunos comentarios están tomados de la Biblia Nácar Colunga

Publicado en este link: REFLEXIONES DESDE LOS SALMOS

Publicado en este link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

Tercer Domingo de Pascua, Abril 2012

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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