“Crea en mí, Dios mío, un corazón puro”

Reflexión desde el Salmo Sal 50, 3-4. 12-15

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


R. Crea en mí, Dios mío, un corazón puro.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. R.

Confesión de los Pecados.

Este es un salmo de penitencia por excelencia en la liturgia, porque en él se destacan el sentimiento de aflicción sincera y la súplica apasionada de rehabilitación ante el Dios ofendido. Consciente de su inclinación por muchos años al mal, el salmista pide fuerzas a Dios para seguir por sus caminos.

La composición expresa los sentimientos y de los afectos del corazón, en un estilo sencillo y claro, todo lleva el sello de lo natural.

Según los versos 1 y 2 del salmo; “Del maestro de coro. Salmo. De David.  Cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había unido a Betsabé”.  (Salmos (SBJ) 50, 1.2), este poema fue compuesto por el propio David en ocasión en que el profeta Natán le recriminó por el adulterio con Betsabé, con el consiguiente asesinato de Urías. Según el relato bíblico, David, al oír las amenazas del profeta por sus pecados, reaccionó compungido: “He pecado contra Dios”. El salmo sería, pues, como la expresión literaria de su espíritu compungido y arrepentido ante su Dios. Sin embargo, los modernos exegetas admiten difícilmente la paternidad davídica del salmo, no obstante, lo interesante es que conforme al contexto, hace suponer que es obra de un justo arrepentido, consciente de sus pecados personales, que impedía la amistad con su Dios.

Súplica de Piedad

El salmista, obsesionado con su conciencia de culpabilidad ante Dios, acude a su bondad como único medio de tranquilizar su espíritu, pues sólo el Dios ofendido puede rehabilitarle en su antigua amistad con El. ¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión”. Sus transgresiones están escritas en el libro de la vida que Dios lleva el registro de las acciones de los hombres; “Culpa añade a su culpa, no tengan más acceso a tu justicia; del libro de la vida sean borrados, no sean inscritos con los justos.  (Salmos (SBJ) 69,28-29) por eso, el primer deseo del salmista es que sus faltas sean borrada de tal libro; “borra mis faltas!”. Para ello no cuenta más que con la bondad y piedad del mismo Dios, pues no tiene títulos para exigir su perdón. Toda su vida aparece ante sus ojos como nublada por la gran sombra de su pecado, que no queda especificado en este poema, pero que debe de ser el sentido de culpabilidad moral como consecuencia de muchas transgresiones en la vida. A pesar de sus pecados, el poeta tiene conciencia de la gran misericordia de su Dios. Recordemos que Moisés define a Yahvé como “Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad,  que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los deja impunes;(Éxodo (SBJ) 34, 6-7)

El pecado debe ser borrado, pues es una deuda en el libro de la vida que tiene Dios; pero, además, es una mancha en la conciencia, y por eso el salmista pide que se le limpie de toda la maldad. ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.

Súplica de renovación espiritual

Entonces, consciente de su debilidad llevada por muchos años, pide a Dios le otorgue un corazón puro y un espíritu recto o firme, para emprender una vida buena, de forma que no vuelva a pecar y a merecer el castigo que ahora siente y le hace sufrir. Crea en mí, Dios mío, un corazón puro”.

El salmista había dicho antes que tenía un apego al pecado desde su concepción en el seno materno; “Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre”.  (Salmo (SBJ) 50,7); por ello pide que se haga en su interior como una nueva creación, una renovación total en su corazón y espíritu, asiento de su actividad espiritual; “y renueva la firmeza de mi espíritu” No sólo quiere no volver a las faltas pasadas, sino que ansia como una regeneración de todo su ser por obra del mismo Dios; sólo así se sentirá seguro de no volver a perder su amistad. Jeremías vaticina para los tiempos mesiánicos un cambio interior de los israelitas: “Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahvé, y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón”.  (Jeremías (SBJ) 24,7),  Ezequiel es más explícito: “yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, (Ezequiel (SBJ) 11, 19)

Suplica para no ser abandonado ni rechazado

La suerte espiritual y material del salmista está pendiente de la benevolencia divina; por ello pide encarecidamente que no le arroje de su presencia, echándole al olvido; “No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu”. Dios es el dispensador de todo bien; por eso ruega que no se retire de él el espíritu, santo de Dios, expresión que aparece sólo en Is 63:8-14, donde está en paralelo con el “ángel de su presencia”; “Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve.  (Salmo (SBJ) 50, 9), o manifestación sensible del Señor como guía de Israel por el desierto. El salmista, pues, parece que en el santo espíritu de Dios ve la acumulación de su presencia sensible en su alma para iluminarle por los caminos de la salvación; “no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu”. (Salmo (SBJ) 50, 13).

Petición de un espíritu generoso

La presencia del santo espíritu de Dios le devolverá la salvación o liberación de la postración física actual; Devuélveme la alegría de tu salvación” después pide que le dé, junto con la salud, un espíritu generoso para seguir las insinuaciones del espíritu santo de Dios; “que tu espíritu generoso me sostenga”.  Estos versos, del 12 al 15 responden a la estrofa de los versos 9-11. En ésta se pedía la purificación, la curación y la alegría juntamente con el olvido de los pecados; en aquélla se descubre más hondo, pues se pide una renovación interior y gozar de la amistad permanente de Dios.

Promesa para que otros se conviertan

Supuesta su curación, promete el salmista publicar las maravillas que Dios ha obrado con él, enseñando a los transgresores sus caminos para que se conviertan a Dios;” yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti”. La experiencia del salmista será ocasión de que muchos abandonen el pecado y entren por los caminos de la Ley divina.

Así como lo hizo el salmista, que reconoce sus faltas y confía en la promesa de Dios pidiendo piedad, purificación y renovación interior, nosotros ahora hacemos nuestra esta oración, suplicando: Crea en mí, Dios mío, un corazón puro.

Pedro Sergio

V Domingo de Cuaresma ciclo B

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Fuentes: Algunos comentarios están tomados de la Biblia de Nácar-Colunga

Textos bíblicos de la Sagrada Biblia de Jerusalén (SBJ)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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