SAN PABLO

Un trabajador incansable

“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor. 15:10).

 

San Pablo fue un trabajador incansable, no hay ninguno que le iguale en tratar de explicar las enseñanzas de Cristo, es así como en el Nuevo Testamento aparecen 14 Epístolas escritas por él. Son de tal importancia los contenidos de las cartas de san Pablo, que hay quien dice que son “El Segundo Evangelio”.

Leer a san Pablo siempre resulta muy atractivo, es así como los han hechos incluso muchas personas que nos son del todo creyentes, siempre aparece algún escritor o filosofo que lo cita entre sus textos.

El apóstol san Pedro escribe: (2 Pe. 3:15-16).

Tengan en cuenta que la paciencia del Señor es para nuestra salvación, como les ha escrito nuestro hermano Pablo, conforme a la sabiduría que le ha sido dada, y lo repite en todas las cartas donde trata este tema. En ellas hay pasajes difíciles de entender, que algunas personas ignorantes e inestables interpretan torcidamente –como, por otra parte, lo hacen con el resto de la Escritura – para su propia perdición.

Es decir los mismos apóstoles prestaban atención a estas obras edificantes de su “amado hermano,” menor en el tiempo de su conversión a Cristo, pero igual a ellos por el espíritu de su enseñanza y los dones de Gracia

El vínculo entre las enseñanzas del Apóstol Pablo con su vida.

Las epístolas del apóstol Pablo son frutos de su dedicación apostólica en la revelación de la enseñanza de Cristo. Son notables por el hecho que el apóstol muestra en ellas la enseñanza cristiana no en forma abstracta, sino, estrechamente vinculada con el desarrollo de su obra apostólica y sus sentimientos personales en las iglesias por él fundadas.

Como la enseñanza expuesta en sus epístolas se entreteje con su personalidad, el conocimiento de su vida, ayuda a la comprensión de las mismas. Por eso, aquí, le haremos conocer, al lector, los hechos de la vida del apóstol Pablo que sirvieron, según la indicación del mismo, de fuente para resolver los problemas de las enseñanzas cristianas sobre la fe y la moral. “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor. 15:9-10). Así, se caracteriza a sí mismo el gran “apóstol de los gentiles,” y quien es recordado en los anales de la Iglesia Cristiana como el “apóstol de los paganos.”

Siendo, por naturaleza muy inteligente, fue educado y enseñado en las severas leyes fariseas y, según sus propias palabras, aventajaba a muchos de sus compañeros siendo, en su juventud, un seguidor exagerado de las tradiciones paternas (Gal. 1:14). Así, en el momento cuando el Señor, que lo había elegido desde el seno materno, lo llamó al servicio apostólico, él dedicó toda la fuerza y la energía de su gran espíritu a la prédica del nombre de Cristo entre los paganos. Haciendo eso, él sufrió muchos dolores de los enceguecidos por la falta de fe y exacerbados contra el Cristo.

Estudiando la vida y obra de san Pablo, en el libro de los “Hechos de los Apóstoles,” en verdad, uno no puede frenar su admiración al observar la inagotable energía de este gran apóstol de los gentiles. Es difícil imaginar como este hombre, que no poseía una gran salud y fuerza, (Gal. 4:13-14), pudo soportar tantas dificultades y peligros, como lo hizo el apóstol Pablo por la gloria del nombre de Cristo. Y lo particularmente extraordinario, es que a medida que estos peligros y dificultades se multiplicaban, el celo encendido y la energía no flaqueaban, sino que ardían más y se fortificaban.

Forzado a acordarse de sus hazañas, para la enseñanza a los Corintios, él hablaba así de ellas: “¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo). Estuve más en trabajos; aún más en azotes sin número; en cárceles; muchas veces en peligro de muerte. De los judíos, cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; muchas veces estuve en los caminos; en peligros en los ríos; peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligro en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez” (2 Cor. 11:23-27).

Comparándose con los otros apóstoles y por su humildad, llamándose a sí mismo “el menor” de ellos, san Pablo con toda justicia declara: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor. 15:10).

Y realmente, sin la Gracia Divina, un hombre común no podría realizar tanto trabajo y cumplir tantas hazañas. En la misma medida, como estaba lleno de coraje, recto e inamovible en sus convicciones ante reyes y gobernantes, el apóstol Pablo, así de decidido y sincero era en sus relaciones con los hermanos apóstoles. Una vez él no titubeó en enfrentar al mismo apóstol Pedro cuándo este dio lugar a las quejas de los gentiles en la capital de Asia Menor, Antioquía (Gal. 2:11-14). El apóstol Pablo enfrento al apóstol Pedro como su igual, como un hermano a otro hermano.

 

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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