SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Deut 7,6-11; Sal. 102; 1Jn 4,7-16; Mt 11,25-30

Ciclo A

La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es la celebración del amor de Dios a los hombres, que culmina en el don de su Unigénito, “el cual ha amado al mundo con corazón de hombre” (GS 22)

En las tres lecturas de hoy está presente el tema del amor. Dios elige a Israel y lo consagra como pueblo de su heredad porque lo ama. Dios envía a su Hijo unigénito y dona el Espíritu Santo porque Dios es amor; nos ama enormemente y, a través del envío del Hijo y el don del Espíritu, se manifiesta como amor, caridad, ágape. En el texto evangélico, Dios revela los misterios del Reino a los pequeños, y no a los sabios y entendidos, porque los ama. Jesús repone los ánimos de quienes acuden a él porque es sencillo y humilde de corazón, porque es amable y ama.

El centro y el vértice de la fiesta litúrgica del Corazón de Jesús está en el culto al amor salvífico por nosotros; en él se encuentra la raíz de todas las gracias, de todos los favores, de todas las bondades que continuamente recibimos. Sobre todo, el don de la vida divina, de la filiación divina a través del bautismo, perfeccionada en la confirmación, nutrida en la eucaristía, recobrada en el perdón y vertida abundantemente en todos los sacramentos que derivan de la pasión y muerte de Cristo, el acto supremo de amor, ya que ‘”nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

“El amor del Señor permanece para siempre, Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura………. El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.”  (SALMO Sal 102)

PRIMERA LECTURA, Deut 7, 6-11 “POR EL AMOR QUE LES TIENE”

La primera lectura de la solemnidad de hoy, Deut 7, 6-11, nos relata que Moisés habló al pueblo diciendo: Tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios: Él te eligió para que fueras su pueblo y su propiedad exclusiva entre todos los pueblos de la tierra. Israel, en razón de su elección excepcional, es un pueblo santo, destinado a vivir en relaciones íntimas con el Señor, el Santo por excelencia. Sus mandatos santifican a Israel, y, por tanto, no debe contaminarse con prácticas idolátricas e inmorales de otros pueblos. La santidad implica, ante todo, un elemento negativo, la separación de todo lo profano, que aquí son los pueblos de Canaán, y un elemento positivo, el acercamiento a Dios cumpliendo sus mandamientos. En la heredad del Señor, escogida entre las naciones como porción selecta, el Señor le ha elegido a pesar de ser el pueblo mas pequeño del universo; “tú eres el más insignificante de todos” (v.8); por tanto, sin méritos intrínsecos por su parte. El Señor tenía empeñado un juramento hecho a los antepasados de Israel, y ha querido cumplir su alianza liberándolo de la servidumbre egipcia y organizándolo como pueblo sacerdotal y nación santa: “Por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus padres, el Señor los hizo salir de Egipto con mano poderosa, y los libró de la esclavitud y del poder del Faraón, rey de Egipto.” Como tal tiene que responder a una misión histórica excepcional, conforme a los designios divinos. Esto exige de parte de Israel una entrega sin reservas al cumplimiento de los mandatos divinos, ya que, si el Señor es misericordioso por mil generaciones; “el Dios fiel, que a lo largo de mil generaciones”, es también justo y castiga implacablemente al que le aborrece, destruyéndole: “no tarda en dar su merecido a aquel que lo aborrece” (v.10). Por su parte, el Señor corresponderá bendiciendo y concederá la prosperidad y felicidad al que sea fiel a sus preceptos (v. 12-14)

El amor de Dios a los hombres, que ha amado al mundo con corazón de hombre, y que es un corazón tomado para instrumento de amor infinito, en esta primera lectura sube a la consideración del amor de Dios en el Antiguo Testamento, manifestado sobre todo en las relaciones con Israel. Dios eligió a ese pueblo, no porque tuviese méritos especiales, sino por elección libre de su amor: “El Señor se prendó (se enamoró) de ustedes y los eligió, no porque sean el más numeroso de todos los pueblos. Al contrario, tú eres el más insignificante de todos.”, sino por puro amor vuestro, “Por el amor que les tiene”. La historia de Israel tiene una sola explicación: el amor de Dios. Por amor los eligió Dios, los libró de Egipto, pactó con él una Alianza, les dio en posesión la tierra prometida, hizo nacer de su estirpe al Salvador. Es la historia de todo hombre: “Con amor eterno te he amado —le dice el Señor—; “por es he reservado gracia para ti” (Jr 31, 3). Dios llama a existencia por amor, por amor gobierna y dirige la vida de cada criatura, deseando hacerla partícipe de su bienaventuranza eterna. En verdad que “él nos amó primero” (1 Jn 4, 19).

SEGUNDA LECTURA, 1Jn 4, 7-16, DIOS ES AMOR

Sobre esta verdad se nos habla en la segunda lectura 1Jn 4, 7-16, verdad que se origina en otra más excelsa aún:”Dios es amor”.

“Comienza el fragmento del la Carta de san Juan “Amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de Él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.

Siendo él amor, todas sus obras son amor; y la obra que lo demuestra principalmente es “envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de Él”. Para crear al hombre de la nada bastó un simple acto de la voluntad de Dios; para redimirlo del mal, Dios comprometió a su Hijo a que asumiese un cuerpo humano y lo inmolase, “Envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados”. Fijando su mirada en el Hijo de Dios que se anonadó hasta tomar “condición de siervo” (Filp 2, 7), hacerse siervo de los hombres y morir en cruz por ellos, todos los hombres puedan repetir: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él” (1Jn 4, 16). La profundización del misterio hace al hombre capaz de amar en plenitud, ante todo a Dios que nos amó primero y en él a los hermanos, objeto como nosotros del mismo amor: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios”.

EVANGELIO, Mt 11, 25-30, “MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN”

El Evangelio (Mt 11, 25-30) descubre más aún el amor de Dios al hombre, mostrándolo en el comportamiento de Jesús “manso y humilde de corazón” .Jesús tiene una compasión inmensa de todos los sufrimientos y mi-serias de la humanidad, y dice: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré”. Lo que más oprime el corazón del hombre es el pecado. Para librarlo de este peso Jesús lo tomará sobre sí, lo llevará a la cruz y lo destruirá con su muerte. Por eso no se cansa de ir en busca de pecadores que salvar, de hijos pródigos que devolver al amor del Padre y de mujeres extraviadas que poner de nuevo en el camino del bien. Como única condición pone, para ir con él, creer en él y sustituir el peso oprimente del pecado por el liviano de su ley: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana” La ley de Cristo es “yugo”, porque exige disciplina de las pasiones y negación del egoísmo, pero es yugo “suave y liviano” porque es ley de amor. Cuanto más imiten los hombres la mansedumbre y humildad de Cristo, tanto más experimentarán lo dulce que es seguirlo en obediencia al Padre, lo dulce que es amar como él ha amado, aun cuando el amor exija los mayores sacrificios. “aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón”. El Corazón de Cristo es fuente inagotable de consuelo y de salvación, y juntamente escuela de santidad.

ORACION

Dios todopoderoso, que nos das la alegría de celebrar las grandes obras de tu amor en el Corazón de tu Hijo muy amado; concédenos que de esta fuente inagotable alcancemos la abundancia de tu gracia. (Oración Colecta)

Y tanto amaste al mundo, Padre santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo. El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María, la Virgen, y así compartió en todo nuestra condición humana, menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos, y a los afligidos el consuelo. Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida. Y porque no vivamos ya para nosotros, sino para él, que por nosotros murió y resucitó, envió, Padre, al Espíritu Santo como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a plenitud su obra en el mundo (Plegaria Eucarística IV).

Cristo Jesús, viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, 2011-07-01

Fuentes: www.caminando-con-jesus.org. Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) e Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.