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Devoción
al Sagrado Corazón de Jesús Trataremos este
tema dividiéndolo en dos partes: Explicaciones
doctrinales (1) El objeto
especial de la devoción al Sagrado Corazón. (2) Fundamentos
de (3) El acto
propio de la devoción. Ideas históricas (1) Idea 1 sobre
el desarrollo de la devoción (2) Idea 2 (3) Idea 3 (4) Idea 4 (5) Idea 5 (6) Idea 6 (7) Idea 7 (8) Idea 8 EXPLICACIONES
DOCTRINALES La devoción al
Sagrado Corazón no es sino una forma especial de devoción a Jesús. Al
esclarecer su objeto, sus fundamentos y sus actos propios conoceremos qué es
exactamente y qué hace distinta a esta devoción. (1) El objeto
especial de la devoción al Sagrado Corazón La naturaleza de
esta cuestión es ya de por si compleja y las dificultades que nacen a causa
de la terminología la hacen aún más compleja. Sin profundizar en términos que
son extremadamente técnicos, estudiaremos las ideas en si mismas y, con el
fin de pronto saber dónde estamos, nos detendremos en el significado y en el
uso que se da a la palabra corazón en el lenguaje normal. (a) La palabra
corazón despierta en nosotros, antes que nada, la idea del órgano vital que
palpita en nuestro pecho y del que sabemos, aunque quizás vagamente, que está
íntimamente conectado no sólo con nuestra vida física, sino también con
nuestra vida moral y emocional Tal relación explica, también, que el corazón
de carne sea universalmente aceptado como emblema de nuestra vida moral y
emocional, y que por asociación, la palabra corazón ocupe el sitio que tiene
en el lenguaje simbólico y que esa palabra se aplique igualmente a las cosas
mismas que son simbolizadas por el corazón. (Cfr. Jr
31, 33; Dt 6, 5; 29, 3; Is 29, 13; Ez 36, 26; Mt 6, 21; 15, 19; Lc 8, 15; Rm
5, 5; Catecismo de (b) El problema
comienza cuando se debe distinguir entre los significados material,
metafórico y simbólico de la palabra corazón. Se trata de saber si el objeto
de la devoción es el corazón de carne, como tal, o el amor de Jesucristo
significado metafóricamente por la palabra corazón, o el corazón de carne en
cuanto símbolo de la vida emocional y moral de Jesús, especialmente de su
amor hacia nosotros. Afirmamos que se da debido culto al corazón de carne en
cuanto éste simboliza y recuerda el amor de Jesús y su vida emocional y moral
(Cfr. Pío XII, encíclica "Haurietis Aquas", 18,21,24, N.T.). De tal forma, aunque
la devoción se dirige al corazón material, no se detiene ahí: incluye el
amor, ese amor que constituye su objeto principal pero que únicamente se
alcanza a través del corazón de carne, símbolo y signo de ese amor. La
devoción al solo Corazón de Jesús, tomado éste como una parte noble de su
divino cuerpo, no sería equivalente a la devoción al Sagrado Corazón tal y
como la entiende y aprueba (c) La devoción
está basada totalmente en el simbolismo del corazón. Es este simbolismo lo
que de da su significado y su unidad, y su fuerza simbólica queda
admirablemente completada al ser representado el corazón como herido. Como el
Corazón de Jesús se nos presenta como el signo sensible de su amor, la herida
visible en el Corazón nos recuerda la invisible herida de su amor ("Sólo
el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo
revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de
simplicidad y de belleza", Catecismo de (d) El corazón
es, antes que nada, el emblema del amor y es precisamente esa característica
la que define naturalmente a la devoción al Sagrado Corazón. Es más, ya que
la devoción se dirige al amante Corazón de Jesús, ella debe abarcar todo
aquello que es abrazado por ese amor. Y, en ese contexto, ¿no fue ese amor la
causa de toda acción y sufrimiento de Cristo?. ¿No
fue su vida interior, más que la exterior, dominada por ese amor? Por otro
lado, teniendo la devoción al Sagrado Corazón como objeto al Corazón viviente
de Jesús, eso mismo familiariza al devoto con toda la vida interna del
Maestro, con sus virtudes y sentimientos y, finalmente, con Jesús mismo, infinitamente
amante y amable. Consecuentemente, de la devoción al Corazón amante se
procede, primero, al conocimiento íntimo de Jesús, de sus sentimientos y
virtudes, de toda su vida emocional y moral; del Corazón amante se extiende a
las manifestaciones de su amor. Hay otra forma de extensión que, teniendo la
misma significación, se realiza, sin embargo, de diverso modo, pasando del
Corazón a (e) Tal entrega a
Jesús, amante y amable, lleva al devoto a darse cuenta que su divino amor ha
sido y continúa siendo rechazado. Dios continuamente se lamenta de ello en
las Sagradas Escrituras; los santos siempre han escuchado en sus corazones la
queja de ese amor no correspondido. Una de las fases esenciales de la
devoción es la percepción de que el amor de Jesús por nosotros es ignorado y
despreciado. El mismo Jesús reveló esa verdad a Santa Margarita María Alacoque, ante la que se quejó de ello amargamente. (f) Este amor se
manifiesta claramente en Jesús y en su vida, y únicamente ese amor puede
explicar a Jesús, así como sus palabras y obras. Empero, su amor brilla más
resplandeciente en ciertos misterios a través de los que nos llegan grandes
bienes, y en los cuales Jesús se manifiesta más generoso en la entrega de si
mismo. Podemos pensar, por ejemplo, en (g) Ya se dijo
arriba que la devoción al Sagrado Corazón, dirigida al Corazón de Jesús como
emblema de su amor, pone especial atención a su amor por la humanidad.
Lógicamente, esto no excluye su amor a Dios, pues está incluido en su amor
por los hombres. Se trata, entonces, de la devoción al "Corazón que
tanto ha amado a los hombres", según las palabras citadas por Santa
Margarita María. (h) Por último,
surge la pregunta de si el amor al que honramos con esta devoción es el mismo
con el que Jesús nos ama en cuanto hombre o se trata de aquel con el que nos
ama en cuanto Dios. O sea, si se trata de un amor creado o de uno increado;
de su amor humano o de su amor divino. Sin lugar a dudas se trata del amor de
Dios hecho hombre, el amor del Verbo Encarnado. Ningún devoto separa estos
dos amores, como tampoco separa las dos naturalezas de Cristo (Cfr. Catecismo
de (2) Fundamentos
de la devoción Esta cuestión puede
ser estudiada bajo tres aspectos: el histórico, el teológico y el científico. (a) Fundamentos
históricos Al aprobar la
devoción al Sagrado Corazón, (b) Fundamentos
teológicos El Corazón de
Jesús merece adoración, como lo hace todo lo que pertenece a su persona. Pero
no la merecería si se le considerase como algo aislado o desvinculado de
ésta. Definitivamente, al Corazón de Jesús no se le considera de ese modo, y
Pio VI, en su bula de 1794, "Auctorem
fidei", defendió con su autoridad este aspecto de la devoción contra las
calumnias jansenistas. Si bien el culto se rinde al Corazón de Jesús, va más
allá del corazón de carne, para dirigirse al amor cuyo símbolo expresivo y
vivo es el corazón. No se requiere justificar la devoción acerca de esto. Es (c) Fundamentos
filosóficos y científicos En este aspecto
ha habido cierta falta de certeza entre los teólogos. No obviamente en lo
tocante a la base del asunto, sino en lo que respecta a las explicaciones. En
ocasiones ellos han hablado como si el corazón fuera el órgano del amor,
aunque este punto no tiene relación con la devoción, para la cual basta que
el corazón sea el símbolo del amor y sobre ello no cabe duda: sí hay una
vinculación real entre el corazón y las emociones. Nadie niega el hecho de
que el corazón es símbolo del amor y todos experimentamos que el corazón se
convierte en una especie de eco de nuestros sentimientos. Un estudio de esta
especie de resonancia sería muy interesante, pero no le hace falta a la
devoción, ya que es un hecho atestiguado por la experiencia diaria; un hecho
del cual la medicina puede dar razones y explicar las condiciones, pero que
no es parte del presente estudio, ni su objeto requiere ser conocido por
nosotros. (3) El acto
propio de la devoción El objeto mismo
de la devoción exige un acto apropiado, si se considera que la devoción al
amor de Jesús por nosotros debe ser, antes que nada, una devoción al amor a
Jesús. Su característica debe ser la reciprocidad del amor; su objeto es amar
a Jesús que nos ama tanto; pagar amor con amor. Más aún, habida cuenta que el
amor de Jesús se manifiesta al alma devota como despreciado y airado, sobre
todo en IDEAS HISTÓRICAS
SOBRE EL DESARROLLO DE (1) Desde el
tiempo de San Juan y San Pablo siempre ha existido en (2) No es sino
hasta los siglos XI y XII que encontramos señales inconfundibles de alguna
devoción al Sagrado Corazón. Se trataba de acercarse al Corazón Herido a
través de la herida del costado, y la herida del Corazón simbolizaba la
herida del Amor. Fue en el ambiente de fervor de los monasterios benedictinos
o cistercienses, gracias al pensamiento de Anselmo o Bernardo, donde la
devoción nació, aunque es imposible determinar con certidumbre cuáles hayan
sido sus primeros textos o quiénes sus primeros devotos. Según Santa
Gertrudis y Santa Matilde, y para el autor de la "Vitis
mystica", la devoción ya era muy conocida en
sus tiempos. No sabemos, sin embargo, exactamente a quién se debe la "Vitis mystica". Hasta
principios del siglo XX se le había venido atribuyendo su autoría a San
Bernardo, pero algunas publicaciones de la hermosa y académicamente completa
edición Quaracchi la atribuyen, y no sin razones de
peso, a San Buenaventura ("S. Bonaventurae
opera omnia", 1898,VIII,
LIII). Sea como sea, ese documento contiene uno de los más hermosos pasajes
que se hayan inspirado en la devoción al Sagrado Corazón y que (3) A partir del
siglo XIII y hasta el XVI, la devoción se propagó, pero sin desarrollarse
internamente. Era practicada en todas partes por almas escogidas, de lo que
dan abundante testimonio las vidas de los santos y los anales de las
diferentes congregaciones religiosas como franciscanos, dominicos, jesuitas,
cartujos, etc. Empero, siempre fue una devoción individual de carácter
místico. No había comenzado aún ningún movimiento generalizado, a menos que
uno concibiera como tal la devoción a las Cinco Llagas entre las que la
herida del Corazón figuraba prominentemente y a cuya propagación los
franciscanos habían dedicado gran esfuerzo. (4) Parece ser
que fue en el siglo XVI que la devoción avanzó y pasó del dominio místico al
de la ascesis cristiana. Se convirtió en una devoción objetiva, con oraciones
previamente formuladas y ejercicios especiales cuya práctica era muy
recomendada a la par que su valor era apreciado. Esto lo sabemos gracias a
los escritos de esos dos maestros de la vida espiritual, el piadoso Lanspergius (+1539), de los Cartujos de Colonia, y el
devoto Lois de Blois (Blosius, 1566), un monje benedictino y abad de Liessies, en Hainaut. A ellos
se pueden añadir San Juan de Ávila (+ 1569) y San Francisco de Sales, éste
último del siglo XVII. (5) Desde
entonces todo pareció ayudar al temprano nacimiento de la devoción. Los
autores ascéticos hablan de ella, especialmente los de (6) A pesar de
eso la devoción seguía siendo algo individual o, a lo mucho, privado. El
hacerla pública, honrarla en el Oficio Divino y establecerle una fiesta
estaba reservado a San Juan Eudes (1602-1680). El
Padre Eudes fue, más que nada, el apóstol del
Corazón de María, pero en su devoción por el Corazón Inmaculado había siempre
una parte para el Corazón de Jesús. Poco a poco se fue separando la devoción
por el Sagrado Corazón y el 31 de agosto de 1670 se celebró con gran
solemnidad la primera fiesta del Sagrado Corazón en el Gran Seminario de Rennes. El 20 de octubre le siguió Coutances
y desde entonces quedó unida a esa fecha la fiesta de los eudistas.
De ahí pronto cundió la fiesta a otras diócesis e igualmente la devoción fue
adoptada por varias comunidades religiosas. Y así llegó a estar en contacto
con la devoción que ya existía en Paray, en donde
las dos se fundieron naturalmente. (7) Cristo
escogió a Margarita María Alacoque (1647-1690), una
humilde monja visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, para revelarle los deseos de su Corazón y para
confiarle la tarea de impartir nueva vida a la devoción. Nada indica que esta
piadosa religiosa haya conocido la devoción antes de las revelaciones, o que,
al menos, haya prestado alguna atención a ella. Estas revelaciones fueron muy
numerosas y son notables las siguientes apariciones: la que ocurrió en la
fiesta de San Juan, en la que Jesús permitió a Margarita María, como antes lo
había hecho con Santa Gertrudis, recargar su cabeza sobre su Corazón, y luego
le descubrió las maravillas de su Amor, diciéndole que deseaba que fueran
conocidas por toda la humanidad y que los tesoros de su bondad fueran
difundidos. Añadió que Él la había escogido a ella para esta obra (27 de
diciembre, probablemente del 1673). En otra, probablemente distinta de la
anterior, Él pidió ser honrado bajo la figura de su corazón de carne. En otra
ocasión, apareció radiante de amor y pidió que se practicara una devoción de
amor expiatorio: la comunión frecuente, la comunión cada primer viernes de
mes, y la observancia de (8) La muerte de
Margarita María, el 17 de octubre de 1690, no asfixió el entusiasmo de
quienes estaban interesados en la devoción. Todo lo contrario. La pequeña
narración que hizo el Padre Croiset en 1691 de la
vida de la santa, como un apéndice de su libro "De la devotion au Sacre Coeur", sólo sirvió para aumentarlo. A pesar de todo
tipo de obstáculos y de la lentitud de (Nota del
traductor: S.S. León XIII promulgó, el 25 de mayo de 1899, la encíclica
"Annum Sacrum",
en la que recomienda la práctica de la devoción al Sagrado Corazón, y algunos
de sus sucesores hicieron lo propio, en especial Pío XI, en su encíclica
"Miserentissimus Redemptor",
del 8 mayo de 1928, y Pio XII, en sus encíclicas "Summi
Pontificatus", del 20 de octubre de 1939,
"Mystici Corporis",
del 29 de junio de 1943 y "Haurietis Aquas", del 15 de mayo de 1956. Esta última contiene
una exposición integral del culto y la devoción al Sagrado Corazón y debe
convertirse en lectura indispensable para quien desee conocer a fondo la
posición pontificia al respecto. El Concilio Vaticano II, 1962-1965, hace
referencia al Corazón de Cristo en varios documentos. Finalmente, el Papa
Juan Pablo II incluyó el tema como parte del Catecismo de Al hacer mención
de esas grandes manifestaciones públicas no debemos olvidar hacer también
alusión a la vida íntima de la devoción en las almas, a las prácticas que la
acompañan, a las obras y asociaciones de las que es el alma. Tampoco debemos
pasar por alto el carácter social que ha asumido en años recientes. Los
católicos franceses, en forma especial, se aferran a esa devoción como a una
de sus mayores esperanzas de ennoblecimiento y salvación. JEAN BAINVEL Transcrito
por Christine J. Murria Dedicado a Mary Christie
y John A. Hardon, S.J. Traducido
por Javier Algara Cossío. The Catholic Encyclopedia, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton
Company Online Edition Copyright © 1999 by
Kevin Knight Enciclopedia
Católica Copyright © ACI-PRENSA Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy Lafort, S.T.D., Censor Imprimatur +John Cardinal Farley,
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