MARTES SANTO

REFLEXIÓN BÍBLICA

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“Les aseguro que uno de ustedes me entregará”

Jn 13, 21-33.36-38

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

1.           JESÚS SE ESTREMECE Y ANUNCIA LA TRAICIÓN

En este fragmento del Evangelio de san Juan, Jesús hace su primer anuncio de traición. Es conmovedor, Jesús se estremece e impresiona a sus íntimos amigos. Han pasado juntos tres años, han oído sus parábolas, sus enseñanzas, sus prédicas, han sido testigos de sus milagros, han recibido su amistad y todo su amor, sin embargo, uno de ellos lo va a traicionar, para que sea capturado, torturado y condenado a morir con gran crueldad.

San Juan, como no trae el relato de la institución eucarística, no permite situar con exactitud el momento de la denuncia de Judas. Pero se sabe que fue mientras cenaban (San Mateo-San Marcos). Jesús abiertamente les dice que uno de ellos le va a entregar. Por los sinópticos se ve que este entregar es a la muerte. Después del triple anuncio que les había hecho, camino de Jerusalén, sobre su ida a la muerte, la palabra cobraba un sentido preciso. Jesús le dice a Judas; Realiza pronto lo que tienes que hacer.

Pero es San Juan el que dice que Jesús antes de hacer esta denuncia se turbó en su espíritu. Jesús se conmueve, se estremece, se alterar y tiembla. Es el alma de Jesús que experimenta, aunque no incontroladamente, los sentimientos lícitos humanos; como en Getsemaní y la cruz. La palabra en su espíritu probablemente no expresa otra cosa que un movimiento interno, íntimo (San Juan 11:33-35 comparado con San Juan 11:38). Era la gravedad de la culpa de Judas, un compañero de tantas caminatas por casi 1000 días.

La impresión del anuncio fue tan súbita, que los apóstoles, desconcertados, se miraban unos a otros. ¿Querían saber algún indicio? ¿Temían de sí mismos? Los sinópticos completan este cuadro de incertidumbre y reacciones psicológicas de los apóstoles. Hacen ver que cada uno de ellos preguntó a Jesús si él era. Pero San Juan destaca y centra la atención en el amor y vehemencia de Pedro.

2.           LA CENA

La cena se celebraba en triclinio. En el lecho central (lectus medius) ocupaba su puesto Jesús. Se recostaban, apoyando el busto sobre el brazo izquierdo. Pero por un dato del evangelista se sabe que San Juan, el discípulo al que amaba el Señor, predilectamente, estaba reclinado delante del Señor, pues él dice que estaba recostado ante el pecho del Señor. La frase puede tener dos significados. Uno local, que San Juan en la cena ocupaba este puesto. Pero como él dice en forma exclusiva que descansó en el pecho del Señor, esta expresión no puede tener este sentido, ya que, no siendo los puestos fijos para los apóstoles, ni en las varias cenas pascuales que tuvieron ni en sus comidas ordinarias, San Juan no podría decir esto en forma exclusiva, cuando había sido un puesto que él y los otros habían ocupado otras muchas veces. Pero puede tener un sentido real, que es el lógico. Pedro debe de estar sentado en uno de los puestos del lecho de la derecha (lectus imus), perpendicular a éste, pues va a hacer señas a San Juan que le pregunte a Jesús quién es el traidor. Si Pedro hubiese estado a la espalda de Jesús, él mismo se lo hubiese preguntado por lo bajo.

Por eso, cuando Pedro hace estas señas a San Juan, éste, para interrogar a Jesús, giró el torso por la derecha hacia atrás, y así su cabeza vino, fortuita o deliberadamente, a descansar sobre el pecho del Señor.

Jesús le da como contraseña que es aquel a quien él diese un bocado mojado en una de las salsas, probablemente en la acida (haroseth), El hecho de dárselo el mismo Jesús, aparte del valor de contraseña, era, dentro de las costumbres de Oriente, una prueba de máxima deferencia. Por eso, se pensaría, mejor que en un trozo de pan, en un trozo de carne, de las carnes festivas (hagigah), que se tomaban también en la cena pascual, o acaso del mismo cordero pascual. En este caso el simbolismo era máximo. Pero aunque hubiera sido un trozo de pan, el hecho de mojarlo en salsa excluye el que hubiese sido, como algunos pensaron, la Eucaristía. El mismo hecho de haber sido una contraseña para Pedro y Juan excluye la Eucaristía, en cuyo rito Jesús repartió el pan a todos. Y dando Jesús la orden — tomad — de recibir la Eucaristía, ¿no forzaría así a Judas, traidor, al sacrilegio? Pues, si así fuese, Judas, por la orden de Jesús y por este capítulo, se comía su propia condenación (1 Cor 11:29).

San Juan dirá que después de recibir el bocado entró Satán en Judas. Ya había entrado, no por posesión diabólica, sino por sugestión, en esta lucha entre los poderes demoníacos y el Mesías, para entregarle (San Juan 13:2); pero ahora tiene una nueva sugestión para que lleve a cabo su obra.

Y Jesús entonces le dice con irónica amargura: Realiza pronto lo que tienes que hacer, como diciendo hazlo pronto. La forma como se lo dice, tiene un valor irónico, para que Judas lleve a cabo su maldad.    

San Juan advierte que ninguno comprendió aquello. Aunque Pedro y Juan sabían que era el traidor, ignorando cuándo habría de ser eso, acaso pensaron en un futuro muy lejano y hasta con una vaga esperanza de que aquello no se cumpliese. Por eso, se pensaron dos cosas:

Unos, que, como Judas era el ecónomo de los apóstoles, acaso le ordenaba comprar algo para los restantes días de fiesta; o que se apalabrase para comprarlo.

Otros apóstoles pensaron que mandaba dar algo a los pobres. En las fiestas, la práctica de la limosna era práctica usual. Las escuelas rabínicas legislan que no ha de darse menos de tres piezas de plata. Pero este detalle incidental hace ver la caridad de Jesús. Nacido pobre, todavía de la pequeña caja del pobre colegio apostólico dispone dé dinero a los pobres, de modo tan usual, que los apóstoles, en este caso, piensan, como cosa corriente, en su socorro a los mismos.

San Juan termina esta denuncia con un rasgo simbolista típico. Cuando Judas salió era de noche. Lo era al entrar a la cena pascual, pues ésta comenzaba algún tiempo después de puesto el sol y el crepúsculo en Jerusalén es mínimo. Luego, la cena se prolongaba bastante. No había por qué anotar esto. Pero es que en este evangelio de la luz había que contrastar las tinieblas adonde iba Judas. Al separarse de Jesús, que es la Luz, se entraba en el reino de las tinieblas, que iban, por medio de Judas, a luchar contra la Luz  (cf. San Juan 1:5; 3:19; 9:4).

3.           LA SALIDA DE JUDAS SIGNIFICA LA GLORIFICACIÓN DE JESÚS Y DEL PADRE.

Glorificación del Hijo, porque va a dar comienzo en seguida su prisión y muerte, lo que es paso para su resurrección triunfal. Así decía a los de Emaús: ¿No era necesario que el Mesías padeciese tales cosas y así entrase en su gloria? (Lc 24:26). Frente a glorificaciones parciales que tuvo en vida con sus milagros (San Juan 2:11; 1:14, etc.), con esta obra entra en su glorificación definitiva (Flp 2:8-11). El ponerse la glorificación como un hecho pasado en aoristo es que, al estilo de usarse un presente por un futuro inminente, se considera tan inminente esta glorificación — en seguida (v.33e) — que se da ya por hecha: escatología realizada. Si no es debido a la redacción de San Juan, que lo ve a la hora de los sucesos ya pasados.

Esta glorificación del Hijo aquí va a ser en seguida, por lo que es el gran milagro de su resurrección. Va a ser obra que el Padre hace en El. ¿Cómo? La gloria de su resurrección descorrerá el velo de lo que El es, oculto en la humanidad; con lo que aparecerá glorificado ante todos. (San Cirilo de Alejandría).  Sería, pues, la glorificación del Hijo por su exaltación a la diestra del Padre, la que se acusaría en los milagros. Es lo que El pide en la oración sacerdotal (San Juan 17:5.24).

Pero, si el Padre glorifica al Hijo, el Padre, a su vez, es glorificado en el Hijo. Pues El enseñó a los hombres el mensaje del Padre (San Juan 17:4-6), y le dio la suprema gloria con el homenaje de su muerte; que era también el mérito para que todos los hombres conociesen y amasen al Padre.

Y con ello les anuncia, algún tanto veladamente, su muerte. Les vuelca el cariño con la forma con que se dirige a ellos, porque siempre les daba afecto en los hechos y las palabras, así nos dice Hijos míos

El va a la muerte. Por eso estará un poco aún con ellos. Pero ellos no pueden ir ahora. Las apariciones de Jesús resucitado a los apóstoles fueron transitorias y excepcionales. Si la forma literaria en que El se refiere a lo mismo que dijo a los judíos es literariamente igual, conceptualmente es distinta, ya que aquéllos lo buscaban para matarle, por lo que morirán en sus pecados (San Juan 8:21), mientras que a los apóstoles va a prepararles un lugar en la casa de su Padre (San Juan 14:2).

4.           A DONDE YO VOY, USTEDES NO PUEDEN VENIR.

Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas?. Jesús le respondió: Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás. Pedro le preguntó: ¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti. Jesús le respondió: ¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.

Esta parte del relato evangélico, nos muestra una cierta desorientación en los apóstoles, es decir, ellos aún no entienden de que les habla Jesús, por eso Pedro le dice: ¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Y más aún. Con un tono heroico le ofrece hasta la vida; “Yo daré mi vida por ti”, y sin embargo poco tiempo después lo estaba negando. Es fácil prometer comportamientos heroicos, pero lo que importa es ser leal en los momentos difíciles, en especial fiel a nuestro Señor Jesucristo en los instantes cruciales de nuestra vida.

Es posible que pensemos que es fácil seguir a Cristo, pero además, como no cuenta este relato, Judas, uno de los elegidos por el Señor, que lo acompañó a todas partes en su vida publica, que escuchó tanta veces sus palabras, que fue testigos de tantos milagros y que recibió muestras de cariño y amistad directa lo traicionó y lo entregó a sus enemigos. Esto nos enseña a estar siempre atentos y a estar en constante oración, para no caer en tentación.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

PARA LA LECTIO DIVINA

 

EL AMOR DE DIOS ES FIEL SIEMPRE, QUE EL AMOR VENCERÁ A LA MUERTE

Como un amigo al que estamos habituados de repente puede parecernos desconocido, extraño en el misterio de su persona, así debió de pasar a los discípulos en el cenáculo aquella tarde. Lo mismo nos pasa a nosotros hoy con Jesús: no comprendemos ya nada, nos quedamos perplejos ante la predicción que nos hace. Percibimos que verdaderamente conoce la posibilidad de nuestra traición, de nuestra falta de mantener la palabra, de esas sutiles, insinuantes afirmaciones que tenemos a flor de labios y hieren el corazón de la comunidad cristiana... Y nosotros ni siquiera nos damos cuenta de lo profunda que es la herida en su corazón, del que está en agonía hasta el fin del mundo, según la expresión de Pascal.

Y a pesar de todo -por siempre-, para él el traidor sigue siendo el amigo al que brinda un último gesto de predilección. Porque el amor no retira lo que ha dado, no reniega de lo que es. Prefiere consumirse en el dolor y la muerte...

Pero hoy, en la noche que rodea la sala de la cena, una luz queda encendida: finalmente hemos intuido algo del misterio de Jesús. Para cada uno de nosotros, que llevamos dentro las tinieblas de Judas, las frágiles corazonadas de Pedro y -esperemos- el amor de Juan, por cada uno de nosotros no cesa de ofrecerse a sí mismo, porque nos ha amado hasta el extremo. Esta es su gloria: mostrar en el rostro desfigurado por el sufrimiento que el amor de Dios es fiel siempre, que el amor vencerá a la muerte. Es más, ya la ha vencido.

 

ORACION

 

Señor Jesús, en este crepúsculo del tiempo compartimos contigo la cena: pero todavía no comprendemos tu misterio. Y, sin embargo, creíamos que te conocíamos desde hacía tanto...

Y cuando con profunda emoción tú nos revelas nuestro propio misterio -la tremenda posibilidad de traición y odio-, intuimos que tú nos conoces desde siempre. Ayúdanos, Señor, a acoger la verdad del mal que hay en nosotros sin mirarnos con desconfianza unos con otros, sin manifestar un disgusto desesperado de nosotros mismos, sin presumir de ser diferentes, mejores, dispuestos a dar la vida por ti: no cantaría el gallo y te habríamos negado no tres, sino infinitas veces.

Danos la fortaleza de permanecer en la luz de aquella sala en la planta de arriba: allí se revela, a tu luz, lo que de verdad somos, y fuera es de noche. Entonces podremos comprender algo de ti, que eres el Amigo por siempre y no cesas de atraernos con vínculos de bondad: aunque te neguemos, tú permaneces fiel, porque no puedes negarte a ti mismo.