|
FIESTA DE 11 de junio de 2006 CON NOSOTROS |
|
1. Israel conoció a Dios a través de sus obras: Dios les
había hablado y ellos le habían escuchado: "Tú has oído la voz del Dios
vivo". "¿Hay algún pueblo como tú, que haya oído la voz de Dios
vivo?" Dios les había amado: "se buscó una nación". "¿Algún
Dios intentó venir a buscarse una nación?". Dios les había liberado
"de Egipto con mano fuerte y brazo poderoso". Dios ama al hombre,
de manera esplendorosa y misteriosa, real, incomprensible para nosotros, y
nos ama más que una madre a sus hijos; mucho más que un esposo a su esposa.
Es más, todo amor, radica en él. Por eso, Israel, "guarda sus preceptos
para ser feliz". Deuteronomio 4,32. Es Dios por nosotros, es Dios en
nosotros, es Dios con nosotros, está siempre con nosotros, hace su morada en
nosotros, camina con nosotros, a nuestro lado, se solidariza con nosotros.
Aunque no lo sintamos, ¿lo creemos? ¿Lo vivimos? ¿Obramos en consecuencia?
Nos despistamos distraídos, o lo ignoramos. “El buey conoce su pesebre, pero
el hombre se olvida de su Creador. 2. Sólo Jesús, el Hijo, puede revelarnos a su familia, 3. "Para la formulación del dogma de 4. La fe católica nos enseña que en Dios hay tres personas
completamente distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que tienen una sola
naturaleza o esencia divina. La naturaleza es la esencia de un ser
considerado como sujeto de operaciones y responde a la pregunta ¿qué es esto?
- Es una flor, un pájaro, un hombre. La persona expresa el sujeto que realiza
operaciones por medio de su naturaleza racional. "Persona, dice Santo Tomás, significa
lo más perfecto que hay en toda la naturaleza, o sea, el ser subsistente en
la naturaleza racional". La persona responde a la pregunta: ¿quién es
éste? Estas nociones elementales son fundamentales e imprescindibles para
entender el dogma de 6. Aunque la razón no puede demostrar el misterio
trinitario, puede rastrear su admirable credibilidad, iluminada por la fe. La
pluralidad de personas en Dios equivale a sus varias relaciones subsistentes,
realmente distintas entre sí. Distinción real entre las relaciones divinas
proveniente de su oposición relacional. Así como la paternidad y la filiación
son relaciones opuestas, pertenecientes a dos personas, la paternidad
subsistente es la persona del Padre, y la filiación subsistente es la persona
del Hijo. La espiración activa del Padre y del Hijo es opuesta a la
espiración pasiva, o procesión del Espíritu Santo. 7. El pensamiento de Hegel, uno
de los filósofos que más han influido caóticamente en el pensamiento
contemporáneo, puede ayudarnos "a contrario" para poder profundizar
en lo posible, en el misterio del "más grande de los Santos",
como gustaba llamar San Juan de 8. Lo que había captado Hegel del
misterio trinitario en la heterodoxia protestante e iluminista
de su seminario, desembocaba en el panteísmo. Al citarle, trato de razonar y
demostrar que la verdadera doctrina trinitaria es mucho más sutil y bella que
la disparatada imaginada por Hegel. "Su origen no lo sé, pues no le tiene mas se que todo origen de ella viene aunque es de noche. Bien sé que suelo en ella no se halla Y que ninguno puede vade alla Aunque es de noche. La corriente que de estas dos procede Sé que ninguna de ellas le precede, Aunque es de noche. Bien sé que tres en una sola agua viva Residen, y una de otra se deriva, Aunque es de noche". Lo cantó, quien tenía mucha sabiduría experiencial de 9. No hay pues en Dios una Primera Persona que, tiene
necesidad para realizarse, de producir una Segunda frente a él y luego una
Tercera para completar el nosotros. En el Dios único hay desde la eternidad y
simultáneamente un convivir amoroso de tres personas, que no se afirman a sí
mismas en el dominio sobre las otras, sino al revés, son entrega total e
infinita y permanente de amor. No son tres yo, sino un único nosotros. Por
eso es siempre el mismísimo Dios el que nos habla y no una u otra de las
personas de 10. Para expresar más profundamente estas verdades, 11. Seguramente estos conceptos son difíciles de entender
pero nos acercan a la luz de lo que constituye la personalidad divina de cada
uno de los tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada uno no existe de por sí
sino que es pura relación a los otros dos. El Padre es relación al Hijo y al
Espíritu Santo. El Padre no existe en sí, es afirmación del Hijo y del
Espíritu Santo; ni el Hijo existe en sí, sino que es afirmación del Padre y
del Espíritu; ni el Espíritu Santo es en sí mismo más que relación, afirmación
del Padre y del Hijo. En ellos no se rompe la unidad divina. Sólo así se
puede entender la total libertad de la creación, realizada pura y
exclusivamente por amor gratuito, ya que Dios para realizarse, no necesita la
creación para afirmar su personalidad en nosotros, pues vive la riqueza
maravillosa de su plenitud trinitaria. Esto nos permite penetrar en el
misterio de la cruz, que es el acontecimiento en donde mejor se ha revelado
el amor misterioso de 12. Estos conceptos misteriosos están en la base del
mensaje del evangelio, contrapuesto al del mundo moderno, y al de la
filosofía hegeliana, iluminista y protestante, en
la que el otro siempre está en función de mi yo, y el tú siempre para afirmar
mi yo. En cristiano ser personas es perderse a sí mismos en la relación con
los demás. En la filosofía heterodoxa moderna el tu, los tus, siempre son
escalones, que han de ser pisados o aplastados, para que brille el yo. La
verdadera personalidad evangélica, a semejanza de la de las divinas personas,
pone siempre el yo en función del nosotros, de los demás, en relación de amor
y de servicio. A un mundo programado en la filosofía de Hegel,
liberal y racionalista, el de los criterios, valores y eslóganes, del “hay
que realizarse”, “vivir su vida”, “disfrutar y pasarlo bomba o a tope”, “es
su problema”, “no hay que matarse por los demás, ni por los hijos, ni por la
esposa, ni por los amigos, ni por los feligreses, ni por tus trabajadores”,
el misterio trinitario, traducido en evangelio, le dice que la única manera
de realizarse es perderse, darse, jugárselo todo por Dios y por los hermanos:
"El que quiera conservar su vida la perderá, el que la arriesgue, en
amor y servicio, con valentía y coraje, por amor a mi y a los demás, la
encontrará" (Jn 12,25). 14. Hay pues, tres Personas en Dios: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. "Lo que hace que la primera persona sea el Padre es su relación
con el Hijo; lo que hace que la segunda persona sea el Hijo es su relación
con el Padre. El Padre es Padre porque engendra y contempla a su Hijo. El
Hijo es Hijo porque nace de su Padre y le mira. Así que las divinas Personas
son la eterna y necesaria antítesis del egoismo. El
Padre no existe sino para engendrar al Hijo infinitamente perfecto y para
amarle y con El dar origen al Espíritu Santo. El Hijo no vive sino para su
Padre y para el Espíritu Santo" (Sauvé). 15. "La fe católica es que veneremos a un solo Dios en
16. San Juan de "Bien sé que tres en una sola agua viva residen, y una de otra se deriva, aunque es de noche. Aquesta eterna fonte
está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche". 17. Con todo derecho y verdad cantamos hoy: "Dichosa
la nación cuyo Dios es el Señor. Nosotros aguardamos al Señor: El es nuestro
auxilio y escudo" Salmo 32. 18. "El espíritu de hijos adoptivos que hemos
recibido, nos hace gritar: ¡Abbá! ¡Padre!"
Romanos 8,14. El Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, viven y obran siempre dentro de nosotros nuestra salvación
y santificación. Aunque es de noche. Aunque no lo sintamos. ¡Gloria al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo! San Pablo dirige la mirada sobre la gloria de
las tres divinas personas en la creación, en la historia, en el misterio de
Cristo, y al hombre para apreciar los rayos luminosos de la acción de Dios. " Dios tiene el alma de todo ser viviente y el
espíritu del hombre de carne en su mano, " (Jb 12, 10). Esta afirmación
de Job revela la relación radical que une a los seres humanos con el «Señor
que ama la vida» (Sab 11,26). La criatura racional
lleva inscrita en sí una íntima relación con el Creador, un vínculo profundo
constituido por el don de la vida, otorgado por 19. La presencia eficaz de Dios, a quien el cristiano
invoca como Padre, se revela ya en el principio de la vida de todo hombre,
para dilatarse después durante todos sus días. Lo testimonia la estrofa de
extraordinaria belleza del Salmo 139,15: «Tú has creado mis entrañas, me has
tejido en el seno materno... mis huesos no se te ocultaban, cuando en lo
oculto me iba formando, y entretejiendo en los profundo de la tierra, tus
ojos veían mi embrión; mis días estaban modelados, escritos todos en tu libro
sin faltar uno". 20. El Hijo también está presente junto al Padre en el
momento en que nos asomamos a la existencia, él que ha asumido nuestra misma
carne (Jn 1,14) y nuestras manos lo han tocado, y nuestros oídos lo han
escuchado y nuestros ojos lo han visto y contemplado (1Juan 1,1). Pablo nos
recuerda que «no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas
las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien han
sido hechas todas las cosas y por el cual somos nosotros» (1 Cor 8, 6). Toda
criatura viviente, además, es cuidada por el soplo del Espíritu de Dios:
«Envías tu Espíritu y son creados, y renuevas la faz de la tierra» (Sal
104,30). Palabras que preanuncian a 21. 22. Esta vida trascendente infundida en nosotros por la
gracia nos abre al futuro, más allá del límite de nuestra caducidad de
criaturas: «Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos
habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará
también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en
vosotros» (Rom 8,11). 23. La vida eterna es la vida misma de Dios y a la vez la
vida de los hijos de Dios. Un nuevo estupor y una gratitud sin límites se
apoderan necesariamente del creyente ante esta inefable verdad que nos viene
de Dios en Cristo (1 Jn 3,1). Así alcanza su grandeza suprema la verdad
cristiana sobre la vida, cuya dignidad no sólo está ligada a sus orígenes, a
su procedencia divina, sino también a su fin, a su destino de comunión con
Dios en su conocimiento y en su amor. Por eso San Ireneo precisa y completa
la exaltación del hombre: «el hombre viviente» es "gloria de Dios",
pero "la vida del hombre consiste en la visión de Dios"» (Evangelium vitae, 38). Así lo
resume el libro de Con estupor y
acogida vital adoremos el misterio de JESUS MARTI BALLESTER. |
JESUS MARTI BALLESTER |
Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |