Caminando en Oracion

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

www.caminando-en-oracion.org

 

LA ORACIÓN QUE CRISTO JESUS NOS ENSEÑO

EL PADRE NUESTRO

LA ORACION DE JESUS

EL PADRE NUESTRO DE CADA DIA

UNA REFLEXION PARA CADA DIA

Parroquia de la Santísima Trinidad de Alcaraz (Albacete)

Santuario de Nuestra Señora la Virgen de Cortes

 

 

PRIMER DIA

Rezar el Padrenuestro

Llamamos al Padrenuestro “Oración dominical”, es decir, “oración del Señor”, porque es la oración que nos dio el mismo Jesucristo, el Señor. Pero Jesús no nos dejó una fórmula para repetirla como papagayos, sino un camino para llegar hasta el corazón del Padre.

El Padrenuestro es la “oración de Jesús”, porque es también la oración que nos descubre cómo es el corazón de Jesús. Nos revela la intimidad de Jesús. Dicen que para conocer bien a una persona hay que saber cómo ama y cómo reza. Descubrimos cada día quién es Jesús a través el Padrenuestro. Jesús tuvo una relación única con su Padre Dios. Por eso pudo decir: “nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27).

Si ser cristiano quiere decir repetir la misma vida de Cristo en nuestra vida,  está claro que el Padrenuestro es la escuela donde aprendemos la vida de Cristo. Revivir en nuestra propia vida la misma experiencia que tuvo Jesús, de llamar a Dios con confianza “Padre”.

El Padrenuestro es el resumen de todo el Evangelio. No hay nada que se encuentre en los Evangelios y que quede fuera de esta oración: la santidad y al mismo tiempo la cercanía de Dios, el Reino que llega, la aceptación de la voluntad del Padre hasta la cruz, el Pan de vida que nos da Dios, el perdón y la lucha contra el mal.

El Padrenuestro nos descubre quiénes somos nosotros: hijos de Dios. Podemos decir que quien desconoce que es hijo de Dios desconoce su realidad más profunda, está perdido en la vida. El Padrenuestro nos recuerda cada día lo que somos, y lo que estamos llamados a ser.

SEGUNDO DIA: “PADRE”

Rezar el Padrenuestro

Realmente es un atrevimiento llamar a Dios “Padre”. Si lo hacemos, es porque Jesús nos ha revelado que éste es el Nombre de Dios: “He revelado tu Nombre a los que me diste” (Jn 17,6), porque “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar”, es decir, “a los pequeños” (Mt 11,25-27).

Pero cuando llamamos a Dios “Padre” no queremos decir que Dios sea un reflejo de nuestro “padre” de la tierra. Nuestra cultura y nuestra historia personal han creado imágenes de lo que es el “padre”. Para algunos pensadores ateos (Feuerbach, Marx, Nietzsche), detrás de “Dios –Padre” no se esconde otra cosa que una trasposición de la imagen de nuestro padre terreno, y en el fondo esconde un infantilismo, un “miedo a la libertad”. Para Freud, Dios es la “sombra” que nos acompaña toda la vida y nos recuerda la norma que hay que cumplir y el castigo al culpable. Aunque en la vida de algunos creyentes se haya podido dar esta imagen de Dios, en realidad nada de esto tiene que ver con el auténtico rostro de Dios que nos ha revelado Cristo. La “crítica a la religión” es en parte crítica a una imagen de Dios que es falsa. Por eso, echar encima de Dios nuestras imágenes del “padre” terreno, sea para bien o para mal, es muy peligroso, y en el fondo es fabricar un ídolo.

Llamar a Dios “Padre” es entrar en su “misterio”, tal como El es, tal como su Hijo nos lo ha revelado, no tal como nosotros nos lo pintamos. Es acercarnos a vivir la misma experiencia de Jesús, que llamó su Padre Dios “Abba”. Esta palabra, “abba”, significa en arameo “papá”. Dice el Talmud, la gran enciclopedia judía, que “cuando un niño prueba el cereal (es decir, cuando lo destetan), aprende a decir ‘abba’ (papá) e “imma” (mamá).

Los evangelistas nos han dejado algunos momentos en los que Jesús se dirige en su oración a Dios como “Padre”. En ella expresa la alegría que siente por saberse amado por el Padre, y la ofrenda de su vida a la voluntad de Dios:

· Después de la resurrección de Lázaro: “Padre, yo sé que me escuchas, yo sé que Tú me escuchas siempre” (Jn 11,41-42)

· En el huerto de Getsemaní: “¡Abba, Padre! Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mc 14,36)

· En la cruz: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46)

Jesús manifiesta que toda su vida no ha sido otra cosa que ponerse con confianza en las manos de Dios y aceptar el destino que el Padre ha dispuesto para él. Toda su vida ha sido “estar en las cosas de mi Padre”, como dijo a María y a José cuando le buscaron en el Templo (cf. Lc 2,49). Para un cristiano, llamar a Dios “Padre” es volver a vivir esta misma experiencia.

TERCER DIA "PADRE NUESTRO"

Rezar el Padrenuestro

Siempre que rezamos el Padrenuestro, aunque lo recemos cada uno por nuestro lado, decimos “Padre nuestro”, no “Padre mío”.

Al decir Padre “nuestro" reconocemos que Dios ha pasado a ser “nuestro Dios”, el Dios que ha firmado una alianza de amor con nosotros. “Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”, es la fórmula que en el Antiguo Testamento Dios utiliza para expresar la especial relación que tiene con Israel.

Decir “Padre nuestro” nos une a toda la Iglesia, a toda la comunidad de bautizados. “La multitud de los creyentes no tenía más que un solo corazón y una sola alma” (Hechos 4,32). La Iglesia, la comunidad cristiana, es la familia donde podemos llamar de verdad a Dios “Padre”. “No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre”, decían los Padres de la Iglesia.

Decir “Padre nuestro” es un compromiso a salir de nuestro individualismo, y abrirnos a nuestros hermanos. Por eso no podemos rezar al “Padre nuestro” sin llevar ante Dios a todos nuestros hermanos, por los que el Padre entregó a su Hijo único. El amor de Dios no tiene fronteras, y nuestra oración tampoco debe tenerla. Oramos con todos los hombres, y por todos los que no le conocen aún, para que se cumpla el deseo profundo de Dios, “que todos estén reunidos en la unidad” (Jn 11,52).

CUARTO DIA: "... QUE ESTÁS EN EL CIELO"

Rezar el Padrenuestro

El “cielo” es una expresión bíblica simbólica que no significa un “lugar”. El “cielo” no es ese “sitio” donde Dios se ha refugiado para alejarse de nosotros. Ni mucho menos. Por “cielo” la Biblia entiende la majestad misma de Dios, su soberanía inmensa, que hace que no pueda ser manipulado por los hombres. El está “por encima de la tierra”, ese “lugar” propio de los hombres, y donde gobiernan los “señores de la tierra”. A Dios no le afectan los poderes de la tierra. El “cielo” simboliza el reinado de Dios.

¿Y dónde reina Dios? ¿Dónde puede vivir Dios? ¿Dónde está ese cielo? En realidad, Dios vive en el corazón de los que lo aman: “Al que me ama, mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él, y viviremos en él” (Jn 14,23), en los que “Dios habita y se pasea” (San Cirilo de Jerusalén).

Cuando rezamos, miramos “al cielo”, e incluso “levantamos los ojos al cielo”. Con este gesto no queremos decir que pensemos que Dios está encima de las nubes. Queremos más bien manifestar nuestro convencimiento de que para rezar bien hay que empezar enderezando los ojos del corazón hacia Dios, y cambiar nuestra forma de ver las cosas, para verlas como Dios las ve.

El “cielo”, el reinado absoluto de Dios sobre todo es nuestra verdadera patria. Los creyentes tenemos la firme esperanza de que el “cielo” es la meta de nuestro camino en la tierra: “Los cristianos están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo” (Epístola a Diogneto).

QUINTO DIA: "SANTIFICADO SEA TU NOMBRE"

Rezar el Padrenuestro

“Santificar” no quiere decir aquí “hacer santo”, sino más bien “reconocer como santo, tratar de una manera santa”. Por tanto, “santificado sea tu Nombre” quiere decir más o menos: “que sea reconocida la santidad de tu Nombre”.

¿Cuál es el Nombre Santo de Dios? Conocer el Nombre de Dios, y poder llamarlo por su Nombre, es el deseo de todo creyente. Dios revela su Nombre a Moisés: Él es “Yahveh”(cf. Ex 3,16). Moisés le pide a Dios poder ver su gloria, y entonces Dios le responde: “Yo mismo haré pasar delante de ti todo mi esplendor y delante de ti pronunciaré el nombre del Señor” (Ex 33,19). Entonces Dios se revela su Nombre: Él es el “Yahveh, Yahveh, un Dios clemente y compasivo, lleno de amor y fiel”(Ex 34,6). Esto tiene consecuencias para el pueblo: Israel debe ser una nación santa, porque el Nombre Santo de Dios vive en él.

Pero sólo Jesús nos ha descubierto al completo qué quiere decir el Nombre de Dios. El nos ha dicho que Dios es Padre. Su misma Persona, el mismo Nombre de “Jesús“ que quiere decir “Dios salva”), y sobre todo su Palabra y su vida, nos han descubierto que el Nombre de Dios es santificado cuando nuestra vida es una vida santa. En el bautismo hemos sido “lavados, santificados, justificados en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6,11). Toda nuestra vida debe ser reflejo de esta santidad a la que hemos sido llamados

SEXTO DIA: "VENGA A NOSOTROS TU REINO"

Rezar el Padrenuestro

Jesús recorrió Galilea diciendo: “Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca” (Mt 4,17). Mucha gente se llenaba de alegría, porque las palabras de Jesús respondían a lo que sus corazones más deseaban. Esperaban que Dios, a través de su Mesías, implantara la justicia en la tierra como ningún otro rey lo había hecho. Ese día –pensaban- Dios establecerá su reino entre los hombres, y protegerá los derechos de los desvalidos, los pobres y los oprimidos.

Jesús se retiraba a orar, hablando confiadamente con Dios, su Padre. Hacía obras admirables: curaba a enfermos y necesitados, acogía a pobres y despreciados. No sólo comía y bebía con publicanos, sino que hasta les perdonaba los pecados. Muchos de los que veían estas obras, decían: “¿Estará llegando con Jesús el reino de Dios?”. Sin embargo, la gente se sentía desconcertada, pues pensaban que Dios vendría a reinar con grandes muestras de poder, esplendor y majestad, como los reyes de la tierra, y Jesús actuaba con gran sencillez. Por eso Jesús en las parábolas (el grano de mostaza, la semilla) les ayudaba a comprender que el Reino de Dios está presente y actúa ya en la tierra, aunque su apariencia sea muy pequeña y no se note mucho su fuerza.

Con lo que hacía y enseñaba, Jesús iba preparando a la gente a que aceptara lo más importante de su mensaje: En él, humilde y sencillo, hombre entre los hombres y Dios como el Padre, llegaban la paz, la justicia, la verdad, la santidad, el amor y la salvación de Dios, que es el Reino de Dios. Este Reino llega con su muerte y resurrección, se anticipa en la Última Cena, y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Cristo lo devuelva a su Padre.

El Padrenuestro es por excelencia la oración de los que esperan con anhelo la llegada definitiva del Reino de Dios. “Venga a nosotros tu Reino”es la súplica de quien sabe confiar sólo en Dios y en su Reino.

SEPTIMO DIA: "HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO"

Rezar el Padrenuestro

La voluntad de Dios es que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Timoteo 2,3-4). Jesús cumplió perfectamente y de una vez por todas esta voluntad del Padre. Por eso podía decir: “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (Juan 4, 34); y también “Yo hago siempre lo que le agrada a él” (Juan 8,29).

Pero la voluntad del Padre incluía la muerte del Hijo en la cruz por la salvación de los hombres. Jesús “se entregó a sí mismo por nuestros pecados según la voluntad de Dios” (Gálatas 1,4). En le huerto de los Olivos, Jesús reza así a su Padre Dios: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22,42).

Jesús, “aun siendo Hijo, aprendió sufriendo a obedecer” (Hebreos 5,8). ¡Cuánto más tendemos nosotros que aprender la obediencia! Por eso pedimos a nuestro Padre que junte nuestra voluntad a la de su Hijo. Sin la ayuda de Dios somos incapaces de cumplir su voluntad, pero unidos a Jesús, y con el poder del Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra vida, y escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que le agrada al Padre.

OCTAVO DIA: "DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA"

Rezar el Padrenuestro

La segunda parte del Padrenuestro comienza con una petición rápida, sin rodeos ni protocolos de ningún tipo: “Danos”. Esta forma de pedir indica la extrema pobreza en que vivimos (aunque aparentemos otra cosa), y al mismo tiempo una inmensa confianza en Dios.

“Nuestro pan”. ¿Qué pan es éste? Es el “pan” que necesitamos para vivir, que significa todo lo que es necesario para la vida. Y es que el creyente sabe que todo lo ha recibido de Dios, que sin Dios no hay pan, y pr tanto no hay vida. ¿No hay que trabajar para ganarse el pan? Sí, efectivamente, pero Dios quiere que pidamos el pan que trabajamos. “Trabajar y rezar” (Ora et labora), o “a Dios rogando y con el mazo dando”. Orar como si todo dependiese de Dios, y trabajar como si todo dependiese de nosotros. La oración acompaña siempre el esfuerzo humano. Nuestra oración se extiende a aquellos a los que falta el pan por culpa de la injusticia humana. Es un compromiso por la erradicación del hambre en el mundo, y el reconocimiento de la dignidad de la persona humana.

El pan de cada día es Cristo, el “Pan de la vida”. El Pan de su Palabra, y el Pan de la Eucaristía. Y este pan hay que pedirlo “cada día”. Porque cada día tiene su pan. Por eso cada día, la Iglesia celebra la Eucaristía, sin cansarse, porque necesita de este alimento para vivir.

NOVENO DIA: "PERDONA NUESTRAS OFENSAS, COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN"

Rezar el Padrenuestro

Esta petición del Padrenuestro no deja de ser sorprendente: le pedimos a Dios que nos perdone “como nosotros perdonamos”. ¿No es un poco arriesgado por nuestra parte condicionar el perdón de Dios a la forma que tenemos de perdonar, a veces tan pobre?

La petición de perdón responde a una necesidad profunda de perdón y reconciliación que tenemos todos. Cada ser humano anhela en el fondo de su corazón que los demás no tengan en cuenta sus faltas, y que se borre todo lo que por debilidad o por malicia, hemos cometido contra el hermano.

¿Es posible perdonar? El perdón no es un juego de niños. A veces es el final de un proceso trabajoso, en el que tenemos que ir aceptando y acogiendo a la persona que nos ha ofendido, y nos ha expresado su arrepentimiento. A veces no es fácil. Decimos: “Yo perdono, pero no olvido”. Realmente, sólo Dios puede perdonar de verdad. Sólo él puede rehabilitar a un criminal en un hombre honrado, o a un pecador en un hombre justo. El da el “Gran Perdón”, el perdón que salva. Nuestros “perdones” siempre son pequeños. Pero son posibles. Necesitamos que nos perdonen, pero también necesitamos perdonar. No podemos vivir con rencor.

“Lo que hicisteis a uno de estos, mis hermanos pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 45). Dios toma como propias las ofensas que hacemos al hermano. Por eso, todas las “deudas” son deudas con Dios. Y con Dios, siempre salimos deudores.

Pero el perdón de Dios no tiene límites. Falta que el hombre se acoja a la gran misericordia de Dios. En el sacramento de la Penitencia, el sacramento del Perdón, recibimos el abrazo del Padre que siempre acoge al hijo que vuelve.

DECIMO DIA: "NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN"

Rezar el Padrenuestro

Esta petición del Padrenuestro llega a la raíz de la anterior (“Perdona nuestras ofensas”), porque la ofensa--pecado es consecuencia de la tentación.

Pedimos a nuestro Padre que no nos deje “caer en ella”. Esto significa “no permitas entrar en tentación”, o “no nos dejes sucumbir a la tentación”. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado.

Nuestra vida está comprometida en un combate entre el bien y el mal, la gracia y el pecado. Es de ingenuos el negar la existencia de esta lucha. En esta petición pedimos a Dios sabiduría y fuerza para resistir la tentación.

Pedimos sabiduría, porque hace falta un cierto juicio para distinguir entre la “prueba buena”, necesaria para el crecimiento en la virtud cristiana, y la “tentación mala”, que conduce al pecado. Y hace falta también sabiduría para desenmascarar la mentira de la tentación mala: se presenta con apariencia de bien, deseable, buena para dar vida, como el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (cf. Génesis 3,6), mientras que en realidad su fruto es la muerte.

Y pedimos también fuerza. Porque el pecado implica en definitiva una decisión del corazón: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón... Nadie puede servir a dos señores” (Mateo 6,21.24). “Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gálatas 5,25). El Padre nos da esta fuerza para dejarnos conducir por el Espíritu Santo. Dios no permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.

La victoria en este combate contra el mal es imposible sin la oración. Jesús venció al Tentador desde el principio, y en su última agonía en el Huerto de los Olivos (cf. Mateo 26,36-44). Cristo nos une a su combate y agonía.

UNDECIMO DIA: "Y LÍBRANOS DEL MAL"

Rezar el Padrenuestro

La última petición del Padrenuestro está contenida también en la oración de Jesús: “No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno” (Juan 17,15).

En esta petición, el “mal” no es una abstracción, sino que designa a una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” (“dia-bolos”, que en griego quiere decir “el que separa”), es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo, “homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira (Juan 8,44), “Satanás, el seductor del mundo entero” (Apocalipsis 12,9), es aquél por medio del cual vino el pecado y la muerte al mundo, y por cuya definitiva derrota la creación se verá liberada de ellos.

El Maligno ejerce su poder con inteligencia. Sabe cuáles son las “tentaciones” que nos hacen vacilar en la fe, y las “pruebas” que debilitan el testimonio que la Iglesia debe dar al mundo. Su actividad no tiene nada que ver con el cine de terror o con los mensajes apocalípticos de ciertas sectas. Actúa de forma silenciosa, a través de las “estructuras de pecado” y de las redes de injusticia de nuestra sociedad. Está empeñado con todas sus fuerzas en zarandear la fe de los discípulos de Cristo que quieren ser fieles; por eso, en la Última Cena, Jesús advierte a Pedro: “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como al trigo. Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no decaiga; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos” (Lucas 22,31-32). Cristo ha vencido a Satanás, y ha prometido que el poder del Infierno no podrá contra la Iglesia (cf. Mateo 16, 18). Pero misteriosamente, Dios permite todavía el tiempo de la prueba para la Iglesia.

Al pedir ser liberados del Maligno, oramos también para ser liberados de todos los males. En esta petición, presentamos al Padre todas las desdichas de la humanidad que sufre, imploramos el don de la paz, y confiamos en la venida de Cristo, que librará definitivamente al mundo del Maligno.

Fuentes:

http://www.4buenasnoticias.com/

Parroquia de la Santísima Trinidad de Alcaraz (Albacete)

Santuario de Nuestra Señora la Virgen de Cortes

Responsable de la edición: José Alberto Garijo Serrano

 

 

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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