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SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

CAPITULO III :

“QUE ESTÁS EN EL CIELO,  SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre….

EVANGELIO Lc 11, 1-4

Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos." El les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino……..

"QUE ESTÁS EN LOS CIELOS".

 

4.   “PORQUE EL PADRE QUE ESTÁ EN EL CIELO SABE BIEN QUÉ ES LO QUE LES HACE”(MT 6,8)

Mateo sitúa a Dios -- en los cielos – Lucas omite esto. Es propio de Mateo, que retransmite seguramente la fórmula aramaica primitiva. Que Dios está en todas partes, está abiertamente enseñado en la Escritura (Sal 139:7a-12). En los circuitos primitivos de cultura, máxime orientales, imaginativos, se sitúa a la divinidad en espacios y lugares concretos. Así aparece en los primeros libros bíblicos: Dios se pasea en el Edén (Gen 28:16). Pero entonces fue un gran progreso en el pensamiento religioso nombrar a Dios el Dios del cielo. Situado en el cielo es ya imaginativamente una elevación rica en contenido: era situarlo en una región trascendente y reconocer su alto dominio.

Este concepto y esta localización de Dios en los cielos estaba ya en la voz popular, ya en el siglo I por obra de la literatura rabínica. Al hablar de Dios como Padre se le hacía seguir de esta determinación: “que estás en los cielos”.

La palabra "Dios" no aparece en toda la oración, porque el nombre cristiano de Dios es: Padre. La relación con Dios es la de la criatura al Creador, la relación con el Padre es la del hijo con el Padre. Esta es la relación última, definitiva, la relación consoladora, la relación que nos llena de alegría, la que nos estimula a parecernos a nuestro Padre.

“Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.”( Mt 5,9), es decir serán llamados hijos de Dios. Cuando en el Nuevo Testamento se dice "será llamado", quiere decir que lo es y además que se reconoce. Ser llamados hijos de Dios, no quiere decir que sea como un alias, sino que son hijos de Dios y además esa calidad es reconocida por otros.

Dice el Señor Jesus: A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. (Mt 23,9). En efecto, no tenemos padre en la tierra, pero dándole  el sentido de que nuestro modelo de Padre, no es un hombre común, o dicho de otra forma, no nos acomodemos a las tradiciones que nos transmiten nuestros padres humanos. No se trata de menospreciar a nuestro padre biológico, a quien Dios también nos manda honrar y respetar,  lo que se propone es que nuestro modelo es el Padre que esta en el cielo, como Jesús. “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto”. Ese es el modelo. Modelo que hemos visto realizado en Jesús. Jesús es la única manera que tenemos de conocer al Padre que esta en los cielos.

El cielo no indica lejanía. El cielo es una alegoría, celeste, pero una alegoría. Siempre el hombre pone lo sublime en lo alto, y el cielo es lo más alto, es un símbolo de la excelencia, la trascendencia divina si lo decimos de una manera teológica. Porque Dios, esta por encima de todo. El está cerca de nosotros, invisible, pero, ahí está, cerca de nosotros.

 

 SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

 

En la versión de Lucas, se observa con mayor claridad esta aspiración, Padre, santificado sea tu nombre. Se esta anhelando un deseo de amor, movido por la conciencia filial que ha nacido y actúa en El. Es en cierto modo, una prolongación del hecho de haber llamado a Dios como Padre. Esta es una formula hebrea, y debe entenderse de acuerdo al mundo que pertenece. Como sabemos el nombre de Dios, es el mismo Dios tal como El ha querido revelarse y darse a conocer. Este es un Dios de la revelación, es un Dios que tiene un nombre, y que se ha manifestado como tal y al que podemos dirigirnos.

5.    SANTIFICAR EL NOMBRE Y GLORIFICAR A DIOS

“Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra esta llena de su gloria” (Is 6, 3)

Tenemos un nombre de Dios que se identifica con el mismo Dios, de tal modo de que nombre y persona pueden intercambiarse recíprocamente o ponerse uno junto al otro…..

Pero también tenemos la relación conceptual nombre-revelación-conocimiento, haciendo de alguna forma que el nombre de Dios sea en cierto modo su rostro exterior que lo revela y lo da a conocer, es así como el nombre de Dios, puede ser un paralelo de la gloria de Dios: …..Is 59,19

Cuando decimos santificar el nombre de Dios, no es que tratemos de hacer santo a Dios ni a su nombre, Dios es santo y su nombre es santo. No podríamos decir o hacer algo a favor para la santidad de Dios. En otras palabras, al santificar el nombre de Dios, santificamos al Dios que es Santo. Para comprender mejor esto, podemos decir que aunque se mancille el nombre de Dios santo, El sigue siendo Santo.

La santidad de Dios es la perfección, por la que Dios es Dios, es su misterio de grandeza, de omnipotencia, majestad, magnificencia y esplendor. Esto es lo que separa a Dios de todo los seres que el mismo ha creado.

Santificamos el nombre de Dios, cuando lo alabamos, lo ensalzamos y lo glorificamos, sea como alabanza de profunda admiración  o con el compromiso de nuestra vida.

Moisés dijo a Aarón: "Así se cumple la palabra del Señor: Manifestaré mi santidad en aquellos que se acercan a mí, y a la vista de todo el pueblo seré glorificado." (Lev 10,3)

 “Así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy contra ti, Sidón; en medio de ti seré glorificado. Se sabrá que yo soy Yahvé, cuando yo haga justicia de ella y  manifestaré en ella mi santidad. (Ez. 28,22)

6.    PADRE, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

Cuando decimos Padre, santificado sea tu Nombre, nos dirigimos al Padre de Cristo Jesus, oración de hermanos de Cristo Jesus e hijos de un mismo Padre. Delicada y maravillosa forma que nos enseño Cristo.

7.      GLORIFICAR EL NOMBRE DE DIOS

Dijo Cristo Jesus: Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos." (Jn 17.26). Es decir nos dio a conocer la perfección y la santidad del Padre, además de haber hecho posible que todos podamos conocerla y decir: “Santificado sea tu nombre”. De esta manera, al invocar: Padre, santificado sea tu Nombre, movidos por el instinto de dependencia  filial y evangélico, expresamos nuestro deseo de que el Padre sea glorificado, conocido, alabado, honrado, venerado y ensalzado como EL lo quiere ser en Cristo Jesus.

En la oración de Jesucristo (Jn 12,28), el dice: “Padre, glorifica tu Nombre." Vino entonces una voz del cielo: "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.". Yo lo que más deseo es que se cumpla en mi tu obra, mediante la cual tu manifestaste tu perfección, y los hombres podrán conocer tu nombre y alabar tu santidad.

8.    SANTIFICACION – GLORIFICACION EN JESUSCRISTO

Y santificamos el nombre del Señor, porque reconocemos y proclamamos  “la gloria de Dios”., manifestada como la revelación de Dios, por intermedio de de la intervención patente de sus obras, que en este tiempo coincide con la obra del Padre realizada históricamente en su Hijo Jesucristo.

Según lo que escribe San Pablo: “Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.” (2 Cor 4 4-6). Podemos entender que Cristo, imagen de Dios y Evangelio de Dios, es manifestación en el tiempo de la perfección divina del Padre, utilizando un concepto bíblico, de la santidad de Dios Padre.

El Evangelista san Juan escribió que en Jesus, que es la manifestación de Dios invisible: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1,18), se hizo visible la gloria propia del Hijo único del Padre: Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn 1 ,14). Luego el mismo Cristo Jesus dirá: Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. (Jn17, 4-5).

9.    DIOS ES QUIEN SANTIFICA SU NOMBRE

Santificado sea, (por ti) tu nombre. El Padre es precisamente el primer interesado en su propia santificación. Esta es obra suya y esta incluida en la gran obra que El lleva a cabo en Cristo Jesus. Jesucristo proclama en su oración: Padre, glorifica tu Nombre." (Jn 12,28). Así el objeto de la oración es la gloria que le proporciona al Padre su propia obra.  

Otro ejemplo donde vemos que se reconoce que el mismo Dios es quien santifica su nombre lo encontramos en el A.T.: Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor: Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor –oráculo del Señor– cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. (Ez, 36, 22-23)

En el salmo 115 encontramos otra expresión del mismo tipo: No nos glorifiques a nosotros, Señor: glorifica solamente a tu Nombre, por tu amor y tu fidelidad. ¿Por qué han de decir las naciones:"Dónde está su Dios"? 3 Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra, él hace todo lo que quiere. (Sal 115 1-3)

Esta entonces presente el deseo de que el Padre “santifique su nombre”, llevando así a su plenitud su obra de gloria en Cristo Jesus. Con esta oración dicha por nosotros, se nos concede poder contribuir también  en esa obra de glorificación divina, ser en la práctica y cada vez mejor “imagen de Cristo” y reflejo de la misma santidad del mismo Padre.

Dice Schurmann (Teologo), “Si este deseo tiene la apariencia de petición, es el de una petición que ya ha sido escuchada: Dios en efecto ya esta manifestando su persona y su gloria en el mundo.”

Finalmente, este deseo gozoso y respetable, no puede separarse de la petición que en él se contiene, nace en le corazón del que ora, como una expresión natural del instinto de dependencia filial que lo impulsa a invocar a Dios como Padre en Cristo Jesus diciendo: “Padre santificado sea tu nombre”

 

 

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

“QUE ESTAS EN EL CIELO”

“SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”

CATENA AUREA

 

Pseudo-Crisóstomo.- Añade, pues, el Señor: "Que estás en los cielos", para que sepamos que tenemos un Padre en el cielo, y para que se avergüencen el someterse a las cosas terrenas, los que tiene un Padre en el cielo.

San Juan Crisóstomo.- Cuando dice: "En los cielos", no limita la presencia de Dios a este lugar, sino que eleva de la tierra al que ora, fijando su imaginación en las cosas del cielo.

San Agustín.- Se dice también, que está en los cielos, esto es, entre los santos y entre los justos, porque Dios no se contiene en el espacio limitado. Se entienden por cielos las partes más excelentes de la naturaleza visible, y si creyéramos que Dios los habita, diríamos que las aves morarían más cerca de El que los hombres y tendrían más mérito. No está escrito: Dios está cerca de los hombres más elevados o de aquellos que habitan en la cumbre de los montes, sino de los contritos de corazón (Ps 33,19) Mas así como el pecador se llama tierra, a quien se le ha dicho: "Eres tierra e irás a la tierra", así, por el contrario, se puede llamar cielo al justo (Gn 3,19) Con toda propiedad se dice: "Que estás en los cielos", esto es, que estás con los santos. Porque tanta distancia hay, espiritualmente hablando, entre los justos y los pecadores, cuanta hay corporalmente entre el cielo y la tierra. Para significar esto, cuando oramos nos volvemos hacia el oriente, de donde parece que empieza el cielo. No como si Dios estuviese allí, abandonando las demás partes del mundo, sino para que el alma se incline a tomar afecto a una naturaleza más elevada (esto es, a Dios), mientras el cuerpo del hombre (que es de tierra) se convierte en un cuerpo más excelente (esto es, en un cuerpo celestial) Es muy conveniente que cada uno sienta a Dios con sus facultades, ya de niños, ya de adultos, y por lo tanto, a los que todavía no puedan comprender las cosas incorpóreas, puede tolerarse la opinión de que Dios está más bien en los cielos que en la tierra.

San Gregorio Niceno: El principio de todas las buenas obras está, pues, en glorificar el nombre de Dios en esta vida. Por esto añade: "Santificado sea el tu nombre". Porque ¿quién es tan insensato que, viendo una vida pura en los que creen, no glorifica el nombre invocado en esa vida? Por tanto, el que dice en la oración: Sea santificado en mí tu nombre que invoco, ora de esta manera: Justifíqueme yo con tu auxilio absteniéndome de todo lo malo.

Crisóstomo: Así como el que observa la hermosura del cielo, dice: Gloria a ti, Señor; así también cuando se observa la virtud de alguno, glorifica a Dios, porque la virtud del hombre lo glorifica mucho más que el cielo.

San Agustín: También se dice: "Santificado sea tu nombre", esto es, en nosotros, para que su santificación pueda venir a nosotros.

Tito Bostrense: Santificado sea tu nombre, esto es, sea conocida tu santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos (Ps 32,1) Mandó, pues, orar por la santificación de todo el mundo.

San Cirilo: Porque entre aquellos que todavía no conocen la fe, es menospreciado el nombre de Dios; pero cuando brille sobre ellos la luz de la verdad, confesarán que El es el santo de los santos.

Tito Bostrense: Y como la gloria de Dios Padre está en el nombre de Jesús, entonces, cuando sea conocido Jesucristo, será santificado el nombre del Padre.

Orígenes: O también como los idólatras o los infieles dan el nombre de Dios a las plantas y a las criaturas, todavía no ha sido santificado; para que sea separado de aquellos ídolos con que está confundido.

 

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2803 AL 2815)

 

"QUE ESTAS EN EL CIELO"

Esta expresión bíblica no significa un lugar ["el espacio"] sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está "fuera", sino "más allá de todo" lo que acerca de la santidad divina puede el hombre concebir. Como es tres veces Santo, está totalmente cerca del corazón humilde y contrito:

Con razón, estas palabras 'Padre nuestro que estás en el Cielo' hay que entenderlas en relación al corazón de los justos en el que Dios habita como en su templo. Por eso también el que ora desea ver que reside en él Aquél a quien invoca (San Agustín, serm. Dom. 2, 5. 17).

El "cielo" bien podía ser también aquellos que llevan la imagen del mundo celestial, y en los que Dios habita y se pasea (San Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 11).

El símbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando oramos al Padre. El está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es por tanto nuestra "patria". De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado (cf Gn 3) y hacia el Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver (cf Jr 3, 19-4, 1a; Lc 15, 18. 21). En Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra (cf Is 45, 8; Sal 85, 12), porque el Hijo "ha bajado del cielo", solo, y nos hace subir allí con él, por medio de su Cruz, su Resurrección y su Ascensión (cf Jn 12, 32; 14, 2-3; 16, 28; 20, 17; Ef 4, 9-10; Hb 1, 3; 2, 13).

Cuando la Iglesia ora diciendo "Padre nuestro que estás en el cielo", profesa que somos el Pueblo de Dios "sentado en el cielo, en Cristo Jesús" (Ef 2, 6), "ocultos con Cristo en Dios" (Col 3, 3), y, al mismo tiempo, "gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celestial" (2 Co 5, 2; cf Flp 3, 20; Hb 13, 14):

Los cristianos están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo (Epístola a Diogneto 5, 8-9).

 

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

El término "santificar" debe entenderse aquí, en primer lugar, no en su sentido causativo (solo Dios santifica, hace santo) sino sobre todo en un sentido estimativo: reconocer como santo, tratar de una manera santa. Así es como, en la adoración, esta invocación se entiende a veces como una alabanza y una acción de gracias (cf Sal 111, 9; Lc 1, 49). Pero esta petición es enseñada por Jesús como algo a desear profundamente y como proyecto en que Dios y el hombre se comprometen. Desde la primera petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en el misterio íntimo de su Divinidad y en el drama de la salvación de nuestra humanidad. Pedirle que su Nombre sea santificado nos implica en "el benévolo designio que él se propuso de antemano" para que nosotros seamos "santos e inmaculados en su presencia, en el amor" (cf Ef 1, 9. 4).

En los momentos decisivos de su Economía, Dios revela su Nombre, pero lo revela realizando su obra. Esta obra no se realiza para nosotros y en nosotros más que si su Nombre es santificado por nosotros y en nosotros.

La santidad de Dios es el hogar inaccesible de su misterio eterno. Lo que se manifiesta de él en la creación y en la historia, la Escritura lo llama Gloria, la irradiación de su Majestad (cf Sal 8; Is 6, 3). Al crear al hombre "a su imagen y semejanza" (Gn 1, 26), Dios "lo corona de gloria" (Sal 8, 6), pero al pecar, el hombre queda "privado de la Gloria de Dios" (Rm 3, 23). A partir de entonces, Dios manifestará su Santidad revelando y dando su Nombre, para restituir al hombre "a la imagen de su Creador" (Col 3, 10).

En la promesa hecha a Abraham y en el juramento que la acompaña (cf Hb 6, 13), Dios se compromete a sí mismo sin revelar su Nombre. Empieza a revelarlo a Moisés (cf Ex 3, 14) y lo manifiesta a los ojos de todo el pueblo salvándolo de los egipcios: "se cubrió de Gloria" (Ex 15, 1). Desde la Alianza del Sinaí, este pueblo es "suyo" y debe ser una "nación santa" (o consagrada, es la misma palabra en hebreo: cf Ex 19, 5-6) porque el Nombre de Dios habita en él.

A pesar de la Ley santa que le da y le vuelve a dar el Dios Santo (cf Lv 19, 2: "Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo"), y aunque el Señor "tuvo respeto a su Nombre" y usó de paciencia, el pueblo se separó del Santo de Israel y "profanó su Nombre entre las naciones" (cf Ez 20, 36). Por eso, los justos de la Antigua Alianza, los pobres que regresaron del exilio y los profetas se sintieron inflamados por la pasión por su Nombre.

Finalmente, el Nombre de Dios Santo se nos ha revelado y dado, en la carne, en Jesús, como Salvador (cf Mt 1, 21; Lc 1, 31): revelado por lo que él ss, por su Palabra y por su Sacrificio (cf Jn 8, 28; 17, 8; 17, 17-19). Esto es el núcleo de su oración sacerdotal: "Padre santo ... por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad" (Jn 17, 19). Jesús nos "manifiesta" el Nombre del Padre (Jn 17, 6) porque "santifica" él mismo su Nombre (cf Ez 20, 39; 36, 20-21). Al terminar su Pascua, el Padre le da el Nombre que está sobre todo nombre: Jesús es Señor para gloria de Dios Padre (cf Flp 2, 9-11).

En el agua del bautismo, hemos sido "lavados, santificados, justificados en el Nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6, 11). A lo largo de nuestra vida, nuestro Padre "nos llama a la santidad" (1 Ts 4, 7) y como nos viene de él que "estemos en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros santificación" (1 Co 1, 30), es cuestión de su Gloria y de nuestra vida el que su Nombre sea santificado en nosotros y por nosotros. Tal es la exigencia de nuestra primera petición.

¿Quién podría santificar a Dios puesto que él santifica? Inspirándonos nosotros en estas palabras 'Sed santos porque yo soy santo' (Lv 20, 26), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser. Y lo pedimos todos los días porque faltamos diariamente y debemos purificar nuestros pecados por una santificación incesante... Recurrimos, por tanto, a la oración para que esta santidad permanezca en nosotros (San Cipriano, Dom orat. 12).

Depende inseparablemente de nuestra vida y de nuestra oración que su Nombre sea santificado entre las naciones:

Pedimos a Dios santificar su Nombre porque él salva y santifica a toda la creación por medio de la santidad... Se trata del Nombre que da la salvación al mundo perdido pero nosotros pedimos que este Nombre de Dios sea santificado en nosotros por nuestra vida. Porque si nosotros vivimos bien, el nombre divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras del Apóstol: 'el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones (Rm 2, 24; Ez 36, 20-22). Por tanto, rogamos para merecer tener en nuestras almas tanta santidad como santo es el nombre de nuestro Dios (San Pedro Crisólogo, serm. 71).

Cuando decimos "santificado sea tu Nombre", pedimos que sea santificado en nosotros que estamos en él, pero también en los otros a los que la gracia de Dios espera todavía para conformarnos al precepto que nos obliga a orar por todos, incluso por nuestros enemigos. He ahí por qué no decimos expresamente: Santificado sea tu Nombre 'en nosotros', porque pedimos que lo sea en todos los hombres (Tertuliano, or. 3).

Esta petición, que contiene a todas, es escuchada gracias a la oración de Cristo, como las otras seis que siguen. La oración del Padre nuestro es oración nuestra si se hace "en el Nombre" de Jesús (cf Jn 14, 13; 15, 16; 16, 24. 26). Jesús pide en su oración sacerdotal: "Padre santo, cuida en tu Nombre a los que me has dado" (Jn 17, 11).

RESUMEN

"Que estás en el cielo" no designa un lugar sino la majestad de Dios y su presencia en el corazón de los justos. El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y a la que ya pertenecemos.

Al pedir: "Santificado sea tu Nombre" entramos en el plan de Dios, la santificación de su Nombre - revelado a Moisés, después en Jesús - por nosotros y en nosotros, lo mismo que en toda nación y en cada hombre.

 

 

Santificado sea tu nombre

Que tu, oh Padre, encuentres en el mundo aquella gloria externa que se te debe en la vida pública y privada de los hombres, en la ciencia y las bellas artes, en la técnica y en la vida política, ante todo en la práctica de las virtudes de tus hijos! ¡ Ojalá todo sea dirigido para promover tu honra y gloria! Esta es mi primera aspiración en todas mis oraciones, como es el principal interés de los hijos buenos que el padre de familia sea honrado y amado de todos.

Oh querido Padre que estás en los cielos, necesito pedirte muchas cosas: soy pobre y necesito mi pan cotidiano; soy más pobre porque necesito el perdón de mi culpa: soy aún más pobre, porque necesito ser librado siempre de nuevos peligros; soy pobrísimo, porque necesito ser preservado de la perdición eterna. Pero todas esas cosas no han de ser lo primero que te pido. El primer y principal objeto de todos mis anhelos es que tu nombre sea santificado. ¡Ojalá toda mi vida sea dedicada a conseguir este fin primordial de todos los hombres de la tierra!

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

p.s.donoso@vtr.net

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