Caminando en Oración

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SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

CAPITULO V :

“HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.

 

   18.     HÁGASE TU VOLUNTAD, COMO EN EL CIELO, ASÍ SOBRE LA TIERRA

Cuando Cristo Jesus les enseño a sus discípulos a orar el Padre nuestro, no incluyo en ella ninguna petición para que seamos santos o ninguna petición para que seamos mejores. A modo de ejemplo, cuando oramos pidiendo: Señor has que seamos hombres buenos o Señor, enséñanos a ser bondadosos.

Sin embargo, Cristo Jesus al enseñarle a orar, les pide sus discípulos ayer y hoy a nosotros, renunciar  a los propósitos personales y aceptar que se realicen los de Dios. Entonces, cuando repetimos esta oración, frente a lo que realmente deseamos, decimos “hágase tu voluntad”, es decir lo que yo quiero es lo tu quieras Señor.

Dijo Cristo Jesus: Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.  (Mateo 26,42)

   19.    NUESTRA DISPOSICIÓN A LA VOLUNTAD DE DIOS

¿Pero realmente estamos dispuestos y alegres a aceptar lo que Dios quiera?, Antes de responder hay que meditar que estamos dispuestos a no hacer por Dios o que estamos dispuesto a dejar de hacer por Dios. En efecto, cuando perdemos algún privilegio, aparecen ciertas soberbias por haber perdido algo que creíamos importante, a modo de ejemplo, deseábamos cierto puesto para nosotros y la voluntad de Dios fue dárselo a otro. ¿Cuántas veces hemos sido sorprendidos por Dios, haciéndose una voluntad que no era la que esperábamos?,  ¿y después de eso, que hacemos?, ¿nos preguntamos porque Señor, o rezamos luego diciendo Señor estoy contento que tu voluntad haya sido hecha?

Cristo nos pide, que le supliquemos a Dios, permitirle a El, que haga de nosotros, aquí ahora en la tierra y luego cuando el quiera en el cielo, es decir, Cristo quiere que sintamos que Dios es lo primero en todo en nuestra vida, y ante todo lo que queramos. La aceptación de la voluntad de Dios esta por sobre todo, reconociendo en el “EL Señor”.

La primera voluntad que debemos aceptar entonces es, que El es “El Señor”, y nadie más. Señor de la vida y de la muerte, y deben ser aceptada de la misma forma la alegría y el dolor, esto es, en todo donde la voluntad de Dios se manifieste, debe ser aceptada. "Hágase tu voluntad" es entregarse a las realidades recibidas.

   20.     CUANDO EL HOMBRE QUIERE SU VOLUNTAD y NO LA DE DIOS

Mientras todo va bien, oramos: Me pongo en tus manos porque eres El Señor, mi Dios, mi Padre, y te doy gracias, por todo lo que haces por mí y para mí. Sin embargo si nos ocurre algo que nos esperábamos, decimos con aire de pesimismo: que le vamos a hacer, es la voluntad de Dios.

En otra ocasiones hacemos alguna oración buscando torcer la voluntad de Dios a nuestros deseos, y nos hacemos falsas ilusiones pensando: Dios es bueno y me lo va a conceder, y no queremos dejar a Dios que el decida que es lo bueno para nosotros.

También sucede que buscamos favorecer nuestros intereses, creyendo que lo nuestro es lo que vale, y lo único que nos falta es que Dios no se nos oponga o se no se nos moleste, entonces necesitamos pacificar a Dios, y pensamos que con la oración se producirá un milagro y hará desistir al Señor de mandarnos su ira, y frescamente decimos igual “hágase tu voluntad".

   21.     LOS MOMENTOS DIFICILES

Cuando estamos de acuerdo que las cosas que nos ha mandado Dios, es decir su voluntad, son buenas para nosotros, estamos aceptando su voluntad, si pensamos que no lo son, estamos rechazando su voluntad.

Si vemos que un niño inocente, tiene un mal terrible, exclamamos ¡Por qué Señor!, si alguien tiene un accidente fatal, exclamamos pidiéndole respuestas al Señor, esas exclamaciones son justas, porque no nos parecen obras de Dios. Frente a estas situaciones u otras desgracias, no podemos decir “hágase tu voluntad”, porque sería contra nuestros sentimientos. Sin embargo, no es ir en contra de estos sentimientos aceptar la voluntad de Dios. Esto es, una cosa es ver la voluntad de Dios y la otra aceptar esta voluntad. Por tanto siempre es posible querer una voluntad de Dios y otra aceptar esta voluntad.

Reza Cristo en Getsemaní: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú.  (Mateo 26, 39) Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.  (Mateo 26, 42)

Otro gran ejemplo lo pone Cristo Jesus: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. (Juan 4,34) y el no hace nada por su cuenta, Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 5, 30),  porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 6, 38, 40)

   22.     CRISTO NOS ENSEÑA CUAL ES LA VOLUNTAD DEL PADRE

La Voluntad de Dios, es un misterio y no es fácil descubrir lo que Dios quiere, sin embargo nos han enseñado que es fiel, aquel que se complace en hacer la voluntad de Dios.

Y cual es esa voluntad?, dice Cristo Jesus: “porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.  (Juan6, 38-40)

  23.     CRISTO JESUS, NOS HACE FAMILIA SI CUMPLIMOS LA VOLUNTAD DE  DIOS

En un momento en que Jesús, rodeado de gentes, predica, su madre y sus “hermanos” desean verle. (Lc 8, 19-21) Como no pueden acercarse, por la multitud, se le pasa un recado. Y Jesús aprovecha aquella oportunidad, no para negar el afecto filial y de piedad a los suyos, sino para comparar el simple afecto familiar humano al otro afecto de la gran familia cristiana.

Por eso, desde este punto de vista, para cualquiera que “oye” la “palabra de Dios,” término exclusivo de Lc, y la “pone por obra,” tiene para Él el afecto entrañable y familiar, aunque aquí sobrenatural, que corresponde a ese otro motivo más alto que los simples lazos de la sangre. Son los miembros del Reino.

Ante la presencia de estos vínculos familiares, Jesús aprovecha la oportunidad para dar una gran lección, señalando con la mano a sus discípulos, agregó: Éstos son mi madre y mis hermanos, pues añadió: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. En efecto, Jesús, no niega el amor a su madre ni a sus familiares, El habla de esa otra gran familia cristiana. No queda atado al solo amor humano de una familia. Hay otra familia espiritual a la que ama, en un orden espiritual y sobrenatural, con amor más íntimo y profundo que el amor humano con que se ama a la madre y a los hermanos.

24.  CRISTO ENALTECE A SU MADRE, QUE HA ACEPTADO LA VOLUNTAD DE DIOS

"He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38)

Sin embargo, Jesús, es un hijo ejemplar de María, la enaltece, la elogia, la alaba, la pone como ejemplo total de mujer y de Madre, ella escucho la palabra divina, y dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38), por eso Jesús dice: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ésa es Mi madre.

Una vez, estando hablando Jesús a la gente, alzó la voz una mujer y dijo: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron.” Y Jesús le respondió: “Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,27-28).No es tal vez María la primera entre aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen? Sin lugar a dudas, María es digna de bendición por el hecho de haber sido para Jesús Madre según la carne, pero también y sobre todo porque ya en el instante de la anunciación ha acogido la palabra de Dios, porque ha creído, porque fue obediente a Dios, porque guardaba la palabra y la conservaba cuidadosamente en su corazón.

25.     LOS QUE CUMPLEN CON LA VOLUNTAD DE DIOS, ENTRARAN EN LOS CIELOS

No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo (Mt 7, 21-29)

Cristo Jesus, nos advierte en este fragmento del evangelio, como reconocer a aquellos que aparentan llevar una buena vida en las palabras, pero en los hechos y en sus obras no son ejemplos de nada. Esto, porque los hechos y las palabras son necesarias de cumplir por igual a los que sirven al Señor. Y aún hay más exigencia, una y otra cosa son necesarias, pero estas deben ir acompañada de de la aceptación y del cumplimiento de la voluntad de Dios.

Es necesario entonces estar atentos para distinguir de los buenos y los malos maestros. Debemos en otras palabras, cuidarnos de nos ser engañados por los que hablan en nombre de Cristo, pero entienden mal las verdaderas enseñanzas y las acomodan a su manera y sus estatus de vida.

Así es, como si confesamos nuestra fe, debemos vivir nuestra fe, es decir vivir según la palabra de Jesucristo, si no es así, no entraremos al Reino de los Cielos. El camino del Reino de los Cielos, incluye aceptación y obediencia a los propósitos y planes de Dios, y no se esta caminando por El, por el solo hecho de repetir sus nombre.

Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre. No es otra la voluntad del Hijo que la del Padre que esta en los cielos, son palabras que hemos oído con mucho énfasis de Jesús. Pongamos nosotros el mismo empeño, el mismo interés y esfuerzo en imitar a Jesús, aceptando y haciendo la voluntad del Padre en los hechos y las palabras. Pero no dejemos de tener presente, que para pertenecer al Reino, no basta con invocar al Señor, auque sintamos que lo hacemos con fe viva, es indispensable cumplir la voluntad de Dios y hacer una vida coherente a los principios y enseñanzas de Jesucristo.

Jesús ilustra y confirma la enseñanza propuesta. La imagen es una parábola, la descripción que hace san Mateo, no sólo es literariamente bella, sino que refleja exactamente el medio ambiente palestino. Su relato tiende a ilustrar genéricamente la idea central de los que, oyendo la palabra de Jesús, luego no la practican o no la ponen por obra.

Dice Jesús; Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Esto es frente a muchas dificultades, nuestra fe y nuestros principios no han de caerse y nuestra Iglesia permanece firme. La lluvia, representa el elemento que al unirse con la arena arrastra nuestros principios, pero si cae sobre roca, no le hace mella, los torrentes, representan los impulsos de avaricia, los vientos las soberbias. Estamos expuestos a encontrarnos con muchas dificultades, toda clase de peligros contra nuestra fe, pero el que se funda sobre Cristo, permanece en pie y ninguna adversidad lo derriba.

Nos dice Jesús: Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato -- Es decir el que oye y practica sus enseñanzas, es semejante a un varón prudente. Pero no se trata de alguien inteligente o intuitivo, con un gran sentido práctico, sino del que cree y obedece sus enseñanzas, el que pone en práctica los Evangelios, el que lleva en la práctica de su vida una vida religiosa.

La conclusión es clara: la vida cristiana está sólidamente construida, como el edificio bien cimentado, si la fe se traduce en hechos, no en expresiones de deseos.

Pongamos entonces el Hágase tu voluntad que rezamos cada día en practica y disposición de cumplirla, viviendo siempre conforme a ella y para que no nos sea tan difícil, alimentemos nuestro corazón de la Palabra de Dios con la lectura y comprensión de los Evangelios, para que sepamos bien lo que nos dice el Señor y que es lo que nos pide.

Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.  (Juan 9, 31)

Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos flagelos; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más. (Lucas 12,47)

De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños. (Mateo 18,14)

¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?  (Mateo  21,31)

Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. (Romanos 12,2)

Y pueda también llegar con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrutar de algún reposo entre vosotros. 33 El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén. (Romanos 15,32)

 

 

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

“HÁGASE TU VOLUNTAD, ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO”

CATENA AUREA

 

San Agustín.- "Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo". O sea, así como en los ángeles que están en el cielo se hace tu voluntad para que gocen de Ti, no viniendo error alguno a oscurecer su inteligencia, ni penalidad ninguna a impedir su felicidad, hágase tu voluntad en tus santos que están en la tierra, y han sido hechos de tierra (en cuanto al cuerpo) "Hágase tu voluntad", se entiende también diciendo que deseamos que los preceptos de Dios se cumplan, así en el cielo como en la tierra, esto es, así por los ángeles como por los hombres: no porque ellos determinan la voluntad de Dios, sino porque hacen lo que El quiere, esto es, obran según su voluntad.

San Juan Crisóstomo.- He aquí una consecuencia muy buena. Después de habernos enseñado a desear las cosas del cielo por estas palabras: "Venga a nos el tu reino", antes de llegar al cielo nos enseña a hacer de la tierra cielo con estas palabras: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo".

San Jerónimo. - Avergüéncense por estas palabras los que mienten diciendo que todos los días hay ruinas en el cielo.

San Agustín.-: "Así como en el cielo, en la tierra", esto es, así como en los justos, también en los pecadores, como si dijese: "Así como hacen tu voluntad los justos, háganla también los pecadores, para que se conviertan a Ti". O de otro modo, para que pueda darse a cada uno lo suyo, como sucederá en el juicio final. También podemos conocer que por cielo y tierra se entienden el espíritu y la carne, y por lo que dice el Apóstol: "Con la mente sirvo a la ley de Dios, y con la carne a la ley del pecado" (Rm 7,25), debemos comprender que la voluntad de Dios también se hace con el espíritu. Así sucede en aquella transformación que se promete a los justos. Hágase la voluntad de Dios así en la tierra como en el cielo, esto es, así como el espíritu no resiste a Dios, así el cuerpo no resista al espíritu. O de otro modo: "Así en la tierra como en el cielo", esto es, así en la Iglesia como en Jesucristo, en la Esposa del Hijo de Dios como en Este, que cumplió la voluntad del Padre. Se toman oportunamente el cielo y la tierra como un hombre y una mujer, puesto que la tierra fructifica cuando es fecundada por el cielo.

San Cipriano.- No pedimos que El haga lo que quiera, sino que nosotros podamos hacer lo que Dios quiere. Lo que se hace en nosotros es obra de la voluntad divina, esto es, por medio de su ayuda y de su protección, porque ninguno es suficientemente fuerte por sus solas fuerzas, sino que está seguro por la misericordia de Dios.

San Juan Crisóstomo.- La virtud no es solamente propia de nuestro deseo, sino también de una gracia superior. Por esto se nos manda aquí a cada uno de nosotros que oremos por todo el orbe, y no dijo: "Hágase tu voluntad en mí o en nosotros", sino: "En toda la tierra", para que desaparezca el error y se siembre la verdad, y se destierre la malicia, y vuelva la virtud, y para que ya no se diferencie el cielo de la tierra.

San Agustín.- En esto se manifiesta claramente (en contra de los pelagianos) que el principio de la fe es un don de Dios, cuando ruega la santa Iglesia por los no creyentes, para que empiecen a tener fe. Como la voluntad de Dios se ha cumplido ya en los santos, cuando aún se pide que se cumpla, ¿qué otra cosa pedimos sino que perseveren en lo que comenzaron a ser?

Pseudo-Crisóstomo.- Debe considerarse como dicho para todos lo que dice: "Así en el cielo como en la tierra", esto es, santificado sea tu nombre, así en el cielo como en la tierra, hágase tu voluntad así en el cielo como en la tierra. Y considera con cuánta precaución habló. No dijo, pues: Padre, santifica tu nombre en nosotros, venga tu reino sobre nosotros, haz tu voluntad en nosotros, ni dijo otra vez: santifiquemos tu nombre, recibamos tu reino, hagamos tu voluntad, para que no apareciere que esto era obra exclusiva o sólo de Dios o sólo del hombre, y por ello dijo en sentido impersonal: porque así como el hombre no puede obrar bien sin la ayuda de Dios, así Dios no puede hacer bien al hombre cuando el hombre no quiere.

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2822 AL 2827)

 

III HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

La voluntad de nuestro Padre es "que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 3-4). El "usa de paciencia, no queriendo que algunos perezcan" (2 P 3, 9; cf Mt 18, 14). Su mandamiento que resume todos los demás y que nos dice toda su voluntad es que "nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado" (Jn 13, 34; cf 1 Jn 3; 4; Lc 10, 25-37).

El nos ha dado a "conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano...: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza... a él por quien entramos en herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su Voluntad" (Ef 1, 9-11). Pedimos con insistencia que se realice plenamente este designio benévolo, en la tierra como ya ocurre en el cielo.

En Cristo, y por medio de su voluntad humana, la voluntad del Padre fue cumplida perfectamente y de una vez por todas. Jesús dijo al entrar en el mundo: " He aquí que yo vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad" (Hb 10, 7; Sal 40, 7). Sólo Jesús puede decir: "Yo hago siempre lo que le agrada a él" (Jn 8, 29). En la oración de su agonía, acoge totalmente esta Voluntad: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42; cf Jn 4, 34; 5, 30; 6, 38). He aquí por qué Jesús "se entregó a sí mismo por nuestros pecados según la voluntad de Dios" (Ga 1, 4). "Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 10).

Jesús, "aun siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia" (Hb 5, 8). ¡Con cuánta más razón la deberemos experimentar nosotros, criaturas y pecadores, que hemos llegado a ser hijos de adopción en él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre (cf Jn 8, 29):

Adheridos a Cristo, podemos llegar a ser un solo espíritu con él, y así cumplir su voluntad: de esta forma ésta se hará tanto en la tierra como en el cielo (Orígenes, or. 26).

Considerad cómo Jesucristo nos enseña a ser humildes, haciéndonos ver que nuestra virtud no depende sólo de nuestro esfuerzo sino de la gracia de Dios. El ordena a cada fiel que ora, que lo haga universalmente por toda la tierra. Porque no dice 'Que tu voluntad se haga' en mí o en vosotros 'sino en toda la tierra': para que el error sea desterrado de ella, que la verdad reine en ella, que el vicio sea destruido en ella, que la virtud vuelva a florecer en ella y que la tierra ya no sea diferente del cielo (San Juan Crisóstomo, hom. in Mt 19, 5).

Por la oración, podemos "discernir cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12, 2; Ef 5, 17) y obtener "constancia para cumplirla" (Hb 10, 36). Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino "haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7, 21).

"Si alguno cumple la voluntad de Dios, a ese le escucha" (Jn 9, 31; cf 1 Jn 5, 14). Tal es el poder de la oración de la Iglesia en el Nombre de su Señor, sobre todo en la Eucaristía; es comunión de intercesión con la Santísima Madre de Dios (cf Lc 1, 38. 49) y con todos los santos que han sido "agradables" al Señor por no haber querido más que su Voluntad:

Incluso podemos, sin herir la verdad, cambiar estas palabras: 'Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo' por estas otras: en la Iglesia como en nuestro Señor Jesucristo; en la Esposa que le ha sido desposada, como en el Esposo que ha cumplido la voluntad del Padre (San Agustín, serm. Dom. 2, 6, 24).

RESUMEN

En la tercera petición, rogamos al Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para realizar su Plan de salvación en la vida del mundo.