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SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

CAPITULO VII :

“PERDONA NUESTRAS OFENSAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS HAN OFENDIDO.”

“Y PERDÓNANOS NUESTROS PECADOS PORQUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A TODO EL QUE NOS DEBE

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

MATEO 6, 9-13

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

LUCAS 11, 1-4

Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,  danos cada día nuestro pan cotidiano,  y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe.

 

32.   “Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES”

Esta es la quinta petición.- También esta es una petición común entre Mateo y Lucas, pero con alguna variante. Lucas pone: “y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe” (Lc 11) Mateo pone la palabra deuda por pecador, sin embargo Lucas en el primer hemistiquio, pone pecados por la palabra deudas, pero luego en el segundo vuelve a usar la palabra deuda a todo el que nos debe. El “a todo” es característico de Lucas, y el cambio que hace es para no desorientar a sus lectores con deudas pecuniarias.

Se pide que nos perdone “como nosotros perdonamos.” No se pide un perdón de igualdad, como tratando de decir que Dios nos perdone ya que nosotros perdonamos, porque el perdón de Dios sobrepasa siempre al de la criatura. También parecería sugerir que se exige primero nuestro perdón para que Dios perdone. Que el hombre haya de pedir perdón, perdonando él, no es más que el hombre tiene que amar a Dios, lo que es imitarle. Y el amor a Dios exige amarle como El es y con lo que El determina. Y la norma de la perfección cristiana la expuso El: “Amad a vuestros enemigos.” “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Véase Lc 6:35-36; Mt 5:48;). Esta necesidad del perdón fue ilustrada por Jesús con la parábola del perdón, ¿Señor cuantas veces tengo que perdonar? (Mt 18:21-35).

    33.   “PERDONA NUESTRAS OFENSAS, Y PERDÓNANOS NUESTROS PECADOS”

Tenemos deseos de paz con el Señor, mostramos arrepentimiento y pedimos perdón, a cambio, nos comprometemos a cambiar, a ser mejores, y así vivir más cerca de Cristo, por tanto, ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad que nos ofrece Dios?.

Jesús preguntó a la mujer: Mujer, ¿alguien te ha condenado? Ella respondió: Nadie, Señor. Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús, vete, no peques más en adelante. (Jn 8, 11-12).

Cristo Jesus, siempre hizo todo lo posible para dar a conocer al Padre como un Dios misericordioso. Con cuanta ternura debe haber dichos estas palabras “Yo tampoco te condeno”, y Dios es Padre de ternura perdonándonos.

Tarde o tempranos caemos, todos pecamos y este deja heridas en el corazón. Y Cristo Jesus, sabe bien cual es el remedio para curarnos, El sabe lo que necesitamos para vivir en paz,  y para que frente a la angustia por el pecado volvamos al gozo, nos motiva a pedir con gran confianza el perdón.

Cristo Jesús, desde el comienzo de su vida pública, busca a los pecadores, invitándolos a la conversión, a acogerse al perdón de Dios. “pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.  (Lucas 19,10)

Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.  (Marcos 2,5)

Al oír esto Jesús, les dice: - No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.  (Marcos 2,17)

“Porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.  (Mateo 26,28)

Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean.  (Marcos 3, 28)

Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Y le dijo a ella: Tus pecados quedan perdonados. Los comensales empezaron a decirse para sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?  (Lucas 7,48-49)

Jesús no sólo anuncia, sino que Él mismo trae el perdón de Dios.

    34.   SI PEDIMOS PERDÓN, ES PORQUE TAMBIÉN NOS CORRESPONDE PERDONAR.

En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus apóstoles y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23).

Pero además no enseña algo novedoso, así como Dios es bueno y perdona, nosotros somos imagen del Dios, por tanto también como hombres buenos podemos perdonar y así liberar de las angustias a hermanos que necesitan de este perdón.

Nuestra oración es autentica solo si perdonamos con la misma generosidad que le pedimos al Padre para con nosotros. Lo bueno de pedir constantemente perdón, es que vamos tomando conciencia de que debemos ir mejorando en nuestra capacidad de perdonar y no vivir pensando lo que ha nosotros nos hacen. No solo necesitamos pedir a Dios el perdón y darlo gratuitamente a los demás; también es muy importante perdonarnos a nosotros y no echarnos encima el peso de la culpabilidad permanente.

Cristo Jesús quiere que nosotros seamos misericordiosos como El Padre Celestial es Misericordioso. "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia". (Mateo 5:7)

El perdón de Jesús es liberador. Es muy importante que aceptemos el hecho de que somos aceptados y queridos por el Padre. La paz irá entrando en nuestro interior, el desprecio que sentíamos por nosotros mismos irá desapareciendo y nuestro yo se reconciliará consigo mismo. Entonces podremos decir de verdad que la gracia ha venido a nosotros.

"Si, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda" (Mateo 5,23-24)

San Pablo nos exhorta a lo que el Padre más desea: que nos reconciliemos con él por medio de Cristo y de la Iglesia, para que "seamos criatura nueva" 2 Cor 5,17.

    35.     LA MISERICORDIA DE DIOS, LLEGA A SER CASI  INCOMPRENSIBLE

Cristo Jesus dijo: "Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados dice entonces al paralítico: -- Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa --. El se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres." (Mateo 9, 6-7)

La Misericordia de Dios, llega a ser casi  incomprensible, ¿Por qué?, porque pecamos una y otra vez, nos arrepentimos y luego volvemos a cometer las mismas faltas, provocamos el enojo de Dios y sin embargo el no deja de ser misericordioso con nosotros. La Misericordia de Dios, es la perfección del Amor, tanto así, que El envió a su propio Hijo engendrado al mundo, permitiendo su muerte en la cruz y de este modo nuestros pecados fuesen perdonados. En Justicia Dios nos condena pero en Misericordia nos salva.

Es bueno preguntarse, ¿tenemos derecho a su Misericordia?, ¿tenemos derecho al perdón?,  eso es lo incomprensible, entre más pecamos y mas provocamos el enojo de Dios, más derecho tenemos.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.  (Sal 102)

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. (Lc 15, 1-3)

Dice Cristo Jesús: Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". (Lc 15-7)

    36.     PEDIMOS PERDON EN LA CONFESION

Para mucho de nosotros, no es fácil y en otras ocasiones, no nos parece agradable confesarnos, arrodillarnos frente al sacerdote pareciera doblegarnos. Sin embargo, después de la confesión tenemos una gran paz espiritual, esta nos  restituye nuestra amistad con Dios, nos aumenta la gracia santificante, nos refuerza la fe, nos aumenta la fuerza para evitar cometer mas falta, nos da vigor para no caer en la tentación y nos compromete a no ofender a Dios.

Sin embargo, después de confesarnos, muchas veces nos sucede que no nos sentimos seguros si hemos hecho una buena confesión, como también nos ocurre que cuando estamos frente al sacerdote nos cohibimos o nos contenemos de decir todas nuestras faltas.  Más de alguna vez, pensamos que ciertas cosas no son faltas y no las decimos o nos justificamos. ¿Entonces que hacer? ,

    37.     EXAMEN DE CONCIENCIA

Cada cual puede tener un método para prepararse para la confesión, muchos proponen un examen de conciencia previo a confesarse, ¿Cómo hacerlo?, creo que sin angustiarse y sin apesadumbrarse con las faltas, pero con mucha confianza en Dios sabiendo que seremos perdonados.

“Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder” Santiago 5, 16

Examinemos nuestra conciencia en oración ante Dios, escuchando su voz en nuestro corazón, Dios siempre perdona cuando hay arrepentimiento.

Contemplen al que traspasaron" Jn 19:37. Contemplemos a Cristo, su amor manifiesto en su Cruz, el nos ayudara a prepararnos.

Al preparar nuestro Examen de Conciencia, recordemos que tenemos Diez Mandamientos que cumplir y observemos en cuales hemos faltado. También podemos profundizar en los llamados Siete Pecados Capitales, sin olvidar que faltamos muchas veces al no admitir nuestros defectos de carácter y no aprovechamos los dones que Dios nos ha dado para servirle.

    38.     REFLEXION FINAL

Terminado el padrenuestro, San Mateo en los dos versículos siguientes nos da un resumen de la doctrina-sobre el perdón: "Pues si perdonáis sus culpas a los demás, también vuestro padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas" (Mt 6,12.14-15

Todos estamos muy necesitados de la paz interior, reconocer nuestras faltas, es un paso para lograrlo, la culpa se elimina reconociéndola. El pedir perdón, nos invita a hacer un examen profundo de nuestra conciencia, descubrir lo que llevamos adentro, por tanto nos ayuda a conocernos más. Pero hay algo de gran importancia, necesitamos saber si estamos en condiciones de ser perdonados, y necesitamos saber que hemos sido perdonados. No olvidemos que una cosa es pedir perdón y otra distinta ser perdonado.

El Padrenuestro es nuestra oración de hijos de Dios. Necesitamos diariamente el perdón de nuestros pecados. Necesitamos ser perdonado tanto como el pan para nuestro sustento. El Padrenuestro es la oración de los pecadores que, postrados ante el Padre, imploran: ¡Perdónanos!.

No dejamos de pecar, de separarnos de Dios. ¡Perdónanos! En esta petición, nos volvemos a Él, como el hijo pródigo (Lc 15 11-32) y nos reconocemos pecadores ante Él como el publicano (Lc 18, 13). Nuestra petición comienza con una confesión en la que afirmamos, al mismo tiempo, nuestra miseria y su misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo, "tenemos la redención, la remisión de nuestros pecados" (Col 1, 14; Ef 1 7)

El perdón de Dios no significa solamente la cancelación de la deuda o la remisión de la pena, sino el restablecimiento de las relaciones personales de Dios con el pecador perdonado.

Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.  (Lucas 15,10)

Bienaventurados aquellos cuyas maldades fueron perdonadas, y cubiertos sus pecados.  Dichoso el hombre a quien el Señor no imputa culpa alguna. (Romanos  4,7)

Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder…. Si alguno de vosotros, hermanos míos, se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados. (Santiago 5, 16-20)

 

ALGUNAS SANTAS OPINIONES

"Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES". (v. 12)

CATENA AUREA

 

San Cipriano.- Después de pedir el recurso del alimento se encuentra el perdón del pecado, para que el que es alimentado por Dios viva en Dios y ya no se ocupe sólo de la vida presente, sino de la eterna, a la que puede llegarse si se perdonan los pecados, que Dios llama nuestras deudas, así como dice en otro lugar: "Te he perdonado toda tu deuda porque me lo has pedido". "Perdónanos nuestras deudas". Por lo que se nos advierte necesaria y saludablemente que somos pecadores, puesto que se nos invita a que roguemos por los pecados. Y para que no haya quien se complazca como inocente y, ensalzándose más, perezca, se le advierte que peca todos los días cuando se manda orar por los pecados cotidianamente.

San Agustín.-, Con este dardo se traspasa a los herejes pelagianos, que se atreven a decir: "El hombre justo no tiene pecado alguno en esta vida, y en tales hombres ya existe en la vida presente la Iglesia, que no tiene mancha ni arruga".

San Juan Crisóstomo.-. Que conviene a los fieles esta oración nos lo enseñan las leyes de la Iglesia y el principio de la oración, que nos enseña a llamar Padre a Dios. Luego el que manda a los fieles pedir el perdón de sus pecados demuestra -contra los novacianos- que después del bautismo se perdonan los pecados.

San Cipriano.- El que nos enseñó a orar por nuestros pecados, nos prometió la misericordia del Padre, pero añadió claramente la ley, obligándonos con cierta condición a pedir que se nos perdonen nuestras deudas según nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y esto es lo que dice: "Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

San Gregorio.-  El bien que pedimos a Dios con contrición, concedámosle desde luego al prójimo desde el primer momento de nuestra conversión.

San Agustín.- Esto no se dice del dinero, sino de todas las ofensas que se nos hacen, y por esto también del dinero, pues nos ofende aquel deudor nuestro que pudiendo pagar el dinero que nos es en deber, no lo hace, y si no perdonamos esa ofensa, no podremos decir: "Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

Pseudo-Crisóstomo.- ¿Con qué esperanza ruega, pues, el que conserva enemistad contra otro, por quien acaso ha sido ofendido? Como muchas veces sucede que el que ora miente a la vez -dice que perdona y no perdona-, así pide perdón a Dios y no se le concede. Pero muchos no queriendo perdonar a los que les ofenden, evitan hacer esta oración. ¡Necios! Primeramente, porque el que no ora así como Jesucristo enseña, no es discípulo de Cristo. Segundo, porque el Padre no oye con gusto la oración que no es inspirada por el Hijo. Conoce el Padre el sentido y las palabras de su Hijo y no recibe las que inventa la usurpación humana, sino las que dictó la sabiduría de Jesucristo.

San Agustín.-Sin embargo, este bien tan grande -a saber, el perdonar las deudas y el amar a los enemigos-, no es propio de tantos como creemos al escuchar que se dice: "Perdónanos nuestras deudas, como perdonamos a nuestros deudores". Sin duda se cumplen las palabras de esta promesa en aquel hombre que, no adelantando tanto que ame a su enemigo, sin embargo, cuando se le ruega por el hombre que le ha ofendido para que lo perdone, lo perdona de corazón, queriendo a su vez que se le perdone cuando él lo pida. Pero aquel que ruega a un hombre a quien ha ofendido -si se mueve a rogarle por su propia culpa-, no puede considerarse todavía como su enemigo, para que le sea difícil el amarlo, como lo era cuando la enemistad se encontraba en su periodo álgido.

 

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2838 AL 2845)

 

V PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIEN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

Esta petición es sorprendente. Si sólo comprendiera la primera parte de la frase, –"perdona nuestras ofensas"– podría estar incluida, implícitamente, en las tres primeras peticiones de la Oración del Señor, ya que el Sacrificio de Cristo es "para la remisión de los pecados". Pero, según el segundo miembro de la frase, nuestra petición no será escuchada si no hemos respondido antes a una exigencia. Nuestra petición se dirige al futuro, nuestra respuesta debe haberla precedido; una palabra las une: "como".

Perdona nuestras ofensas

Con una audaz confianza hemos empezado a orar a nuestro Padre. Suplicándole que su Nombre sea santificado, le hemos pedido que seamos cada vez más santificados. Pero, aun revestidos de la vestidura bautismal, no dejamos de pecar, de separarnos de Dios. Ahora, en esta nueva petición, nos volvemos a él, como el hijo pródigo (cf Lc 15, 11-32) y nos reconocemos pecadores ante él como el publicano (cf Lc 18, 13). Nuestra petición empieza con una "confesión" en la que afirmamos al mismo tiempo nuestra miseria y su Misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo, "tenemos la redención, la remisión de nuestros pecados" (Col 1, 14; Ef 1, 7). El signo eficaz e indudable de su perdón lo encontramos en los sacramentos de su Iglesia (cf Mt 26, 28; Jn 20, 23).

Ahora bien, este desbordamiento de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano, a la hermana a quien vemos (cf 1 Jn 4, 20). Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se abre a su gracia.

Esta petición es tan importante que es la única sobre la cual el Señor vuelve y explicita en el Sermón de la Montaña (cf Mt 6, 14-15; 5, 23-24; Mc 11, 25). Esta exigencia crucial del misterio de la Alianza es imposible para el hombre. Pero "todo es posible para Dios".

... como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

Este "como" no es el único en la enseñanza de Jesús: "Sed perfectos 'como' es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5, 48); "Sed misericordiosos, 'como' vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 36); "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que 'como' yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn 13, 34). Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida "del fondo del corazón", en la santidad, en la misericordia, y en el amor de nuestro Dios. Sólo el Espíritu que es "nuestra Vida" (Ga 5, 25) puede hacer nuestros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús (cf Flp 2, 1. 5). Así, la unidad del perdón se hace posible, "perdonándonos mutuamente 'como' nos perdonó Dios en Cristo" (Ef 4, 32).

Así, adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor (cf Jn 13, 1). La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial (cf. Mt 18, 23-35), acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.

La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (cf Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación (cf 2 Co 5, 18-21) de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí (cf Juan Pablo II, DM 14).

No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino (cf Mt 18, 21-22; Lc 17, 3-4). Si se trata de ofensas (de "pecados" según Lc 11, 4, o de "deudas" según Mt 6, 12), de hecho nosotros somos siempre deudores: "Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor" (Rm 13, 8). La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación (cf 1 Jn 3, 19-24). Se vive en la oración y sobre todo en la Eucaristía (cf Mt 5, 23-24):

Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos: Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más bella para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel (San Cipriano, Dom. orat. 23: PL 4, 535C-536A).

RESUMEN

La quinta petición implora para nuestras ofensas la misericordia de Dios, la cual no puede penetrar en nuestro corazón si no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y con la ayuda de Cristo.

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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