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SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR

CAPITULO VIII :

“NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN, SINO LÍBRANOS DEL MAL”

“Y NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN."

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

EVANGELIO Mt, 6,9

MATEO 6, 9-13

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal

LUCAS 11, 1-4

Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,  danos cada día nuestro pan cotidiano,  y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación."

 

 

40.      ”Y NO NOS PONGAS EN TENTACIÓN” “MÁS LÍBRANOS DE MAL.”

Sexta y Séptima petición.- Estas son dos peticiones en forma positivo-negativa, una refuerza la otra. La primera parte es común en Mateo y Lucas, pero Lucas no trae la segunda. Podemos suponer que Lucas ya la considera incluida en el hemistiquio primero. Esta es la opinión de San Agustín. Pero también pudo haber sido añadida por Mateo, como ya hemos dicho de sus preferencias estructurales por el número siete.

Para algunos puede ser chocante entender no nos lleve a la tentación, ¿pero se puede pensar que Dios nos introduzca en la tentación? Para suavizar esto se buscaron traducciones que la suavizasen. San Agustín decía: “Muchos, cuando rezan, dicen: 'No permitas que seamos puestos en tentación.” Y San Hilario testifica que se leía en algunos códices: “No nos abandones a una tentación que no podamos soportar.” La razón de esta frase insólita es un semitismo. Todo lo que de alguna manera se puede aplicar a Dios, frecuentemente, se lo aplican sin más; no distinguen a este propósito querer permitir, no impedir, consecuencias a seguirse, etc. (Ex 4:31v).

Una situación que explica lo anterior, en el caso de la tentación, es la que aparece en la Escritura con un triple matiz:

a) Tentación mala o pecado. Un grupo de textos la presenta como pecado, o mejor, hacen ver el peligro fulminante a que conducen ciertas tentaciones (Eclo 26:41). Tal es el caso de Getsemaní. Jesús manda orar para “no entrar en tentación” (Mt 26:41). Esta no era que su prendimiento no sucediese, sino que ellos tuviesen la fortaleza necesaria para no escandalizarse al ver al Mesías prendido.

b) Tentación “experimento.” Otro grupo de textos presenta la tentación, no como algo malo o peligroso, sino como ocasión de méritos y experimentación de la virtud. Clásico el caso de Abraham: “Dios lo tentó” Y de la prueba salió victorioso y obtuvo la promesa de una descendencia numerosa (Gen 22:1.16v). De ella dice el Eclesiástico: “En la tentación fue hallado fiel” (Eclo 44:21). O como se dice a Tobías: “Porque eras acepto a Dios, fue necesario que la tentación te probara” (Tob 12:13.14). En este sentido llama Cristo “tentaciones” (Lc 22:28) a sus tribulaciones y a las que compartieron con El sus apóstoles.

c) Sentido “escatológico” de la tentación. También se propone un tercer aspecto posible en la tentación: su aspecto “escatológico.” Con la venida de Jesús al mundo se inaugura este gran período y con él la gran lucha entre Jesús y Satán (Véase: Jn 12:31; 16:15; 13:3; 6:70-71; 8:39-44; 1 Pe 5:8). La tentación, en este caso, sería la proveniente de Satanás, en esta hora “escatológica,” para boicotear o procurar destruir el reino del Mesías. Muchas veces, cuando Mateo habla de “tentación” (Véase Mt. 16:1; 19:3; 22:18.35; 26:41), habla de una prueba diabólica, que procede del exterior.

En los escritos talmúdicos aparece con el sentido amplio de prueba, preferentemente con este sentido.  Jesús, en esta petición, probablemente se ciñe a esta formulación en curso. Igualmente se limita a la formulación semita de atribuir a Dios como causa lo que sólo permite. “Nadie diga en la tentación: 'Soy tentado por Dios', porque Dios no tienta a nadie” (Sant 1:13.14).

 

¿POR QUÉ NOS ENSEÑA CRISTO JESUS ESTA PETICIÓN? ¿A QUE TENTACIÓN SE REFIERE?

41.     CRISTO JESUS ES TENTADO

Mateo 4, 1-11

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

Cuando Cristo Jesús estaba en el desierto, se acerca el tentador que tienta a Jesús. En este fragmento del Evangelio están las tres grandes tentaciones que nos pide nuestro Señor no ceder  y con razón, porque son fácil de caer en ellas, además son las que nos llevan a la peor perdición, esto es a manos del maligno.

Un gran ejemplo el de Cristo Jesús, el demonio no pudo hacer nada contra el y nos enseña a pedir para que el maligno, deseoso de hacer ceder a los hombres, no haga nada contra nosotros,

42.    PRIMERA TENTACION

Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Mas él respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Si comían esa fruta conocerían el bien y el mal, gula y vanagloria, así sucumbieron los primeros hombres, y así quiso el demonio hacer sucumbir a Cristo Jesús sin el más mínimo éxito.

En esta parte lo tienta por el hambre, cuando dice: "Di que estas piedras se conviertan en panes".

Cristo Jesús estuvo ayunando cuarenta días, no tuvo hambre y no la tuvo porque es Dios. Sin embargo el propósito de Jesucristo era vencer al demonio por la humildad. Así fue, como lo venció con testimonios de la ley, respondiendo: "Está escrito: No de sólo pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de Dios". Todo esto para honrar a los hombres, y así humillar al enemigo del género humano, así para el ejemplo nuestro venció al demonio como hombre, habiéndolo podido hacer como Dios.

Jesús advirtió la insidia que se escondía tras la propuesta, y así debemos estar atentos cuanto se nos plantea instrumentalizar a Dios, para que se ponga al servicio de nuestras necesidades materiales.

Dios es mucho más que el hambre, su Palabra es nuestro primer y más importante alimento, es absolutamente esencial. En efecto, la Palabra de Dios nutre como el pan, esencial para nuestro desarrollo y crecimiento, es el pan que nos hace crecer en nuestro corazón, es el alimento con el cual crecemos como hijos de Dios.

La Palabra de Dios también nos transforma, en ella nos refugiamos y esta la vida, ahí se encuentra el alimento del alma. La palabra necesaria de cada día esta en las Sagradas Escrituras, palabra del Señor que debemos amar, palabra que es vida y eternidad.

El demonio nos quiere tentar para nuestro favor personal, para una vida cómoda, una fe floja comúnmente llevada por los que nos están interesados ni en escuchar o leer la Palabra de Dios. También es una advertencia para los que no están preocupados en considerar el Plan de Dios y/o quieren modificarlo a su antojo para su provecho personal. Todo lo que hagamos, debiera llevar antes una meditación si es eso parte del deseo de Dios en los hombres.

Todo lo que el hombre planifique para beneficiar al hombre, no debe caer en tentaciones diabólicas y ningún hombre que goce de ciertos dones regalados por Dios, debe buscar aprovechar ese carisma o caer en la tentación de querer utilizarlo para su provecho personal.

Dios no tienta al hombre, nunca lo invita a pecar, pero misteriosamente nos somete a pruebas y pasamos por circunstancias difíciles, que nos descorazonan, pero estas mismas situaciones son las que luego utiliza Dios para que salgamos fortalecidos.

Hay muchas tentaciones que aún nos son desconocidas, por eso Cristo Jesus nos enseña que oremos para pedir protección de ellas, porque las que son conocidas si queremos, no cedemos a ellas. Bueno es distinguir el “no puedo ceder” a “no quiero ceder”.

43.    CAMINAR TRAS LOS PASOS DE JESUS, NO NOS GARANTIZA NO CAER EN LA TENTACIÓN

Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.  (Mateo 26, 41)

No siempre es sencillo no caer en la tentación. Caminar tras los pasos de Jesus, no nos garantiza no caer en la tentación. Pedro nos da un ejemplo de esto, el convivió mil días junto a Cristo. Pedro intervino y le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces. Dícele Pedro: Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré. Y lo mismo dijeron también todos los discípulos. Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.  (Mateo 26, 33-36) sin embargo luego regresa a donde los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.  (Mateo 26, 41).  Nuevamente Pedro se echo a dormir, y no continuó orando para no caer en la tentación.

Después de haber sido arrestado Cristo Jesus y mientras comparecía en el Sanedrín Judíos, Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: También tú estabas con Jesús el Galileo y él lo negó delante de todos: --No sé qué dices -- y cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: - Este estaba con Jesús el Nazareno y de nuevo lo negó con juramento: -- ¡Yo no conozco a ese hombre! -- Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:-- ¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre!--Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: -- ¡Yo no conozco a ese hombre! Inmediatamente cantó un gallo. Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: -- Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces. -- Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente. (Mateo 26, 59-75).

De esto, Pedro salio luego muy fortalecido. Cristo conocía muy bien la debilidad de Pedro y conoce la nuestra, por eso nos enseña lo que debemos pedir, lo que debemos orar. Pedro apela a ese conocimiento aun más profundo que Jesús tiene de él: - Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. -(Juan 21,17)

44.   SEGUNDA TENTACION

“Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.  Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.”

Muchos podrían decir, esta tentación no va conmigo, porque si alguien me pide que me lance al vacío no lo hago. Los expertos llaman a esta segunda tentación, como la “tentación del providencialismo infantil”. ¿Por qué?, porque podemos actuar si pensar en las consecuencias, es decir nos metemos en grandes líos y luego decimos: Dios lo arreglará todo. La desidia es no ponerse a pensar lo que conviene hacer y luego buscar que Dios supla nuestros errores.

En esta segunda tentación, el demonio quiere tentarlo por la vanagloria, cuando dice: "Si eres hijo de Dios, tírate abajo”

Por todas partes vemos el deseo de la vanagloria y el mundo se deja dominar por la vanidad. Este fragmento del Evangelio nos enseña una gran tentación de vanidad, en la cual no son pocos los que caen en ella. El demonio invita al tentado a: lánzate, para que todos te vean, y cuando miren que tú caes del cielo tan glorioso, tomados de la mano por los ángeles, te van a reconocer y se maravillaran de ti. Como decía un maestro amigo, “gustan de ser pavos mostrando su plumaje”. Eso es buscar el prestigio de forma vanidosa. Es además la presunción o alabanzas excesivas de las propias cualidades o de las propias acciones, es decir la vanagloria, o el caer en deseo excesivo de mostrar las propias cualidades y de que sean reconocidas y alabadas, “vanidad, pura vanidad”.

Es muy común considerar nuestro trabajo, talento y habilidades como algo que hemos logrado única y exclusivamente solos, - esto esta hechos gracias a mí -…si no fuera por mí, nadie hubiera hecho algo… etc.- Entonces caer en la tentación de que muchas cosas las logramos sin la ayuda de Dios, es algo sencillo. El Señor no quiere que caigamos en esta fea falta.

Más, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. (1 Corintios 15,10)

45.   TERCERA TENTACION

“Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: Todo esto te daré si postrándote me adoras. Dícele entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto. Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.”

El demonio quiere ahora tentarlo por la avaricia de la grandeza, cuando le manifiesta todos los reinos del mundo: "Todo esto te daré".

Esta es la tentación de poder. “Todo esto te daré si postrándote me adoras”. Ahí el tentador no le dice, si eres Hijo de Dios, porque lo que busca es que cambie de Dios, y “le muestra todos los reinos del mundo y su gloria”. Es decir, el poder sobre la naciones, del dinero, el poder militar, el poder del lujo, “Todo esto te daré si postrándote me adoras”.

Son variadas las formas de ambición de grandeza y poder. Uno de ellos es el poder autoritario de las naciones.- Casi siempre acompañado del poder militar que fuera de los principios institucionales avergüenzan a todo principio cristiano. A través de la historia del mundo, nada ha hecho tanto daño como la ambición del poder. Por estar en una posición superior y tener todo el control posible, se ha fomentado el odio, la guerra y los más grandes genocidios, este poder siempre es enemigo de la paz entre los hombres. Dijo el Señor: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.” (Bienaventuranzas)

Otra forma es el poder del dinero y el poder del lujo. Este poder ha rendido homenaje a la avaricia y ha hecho irreverente a hombres que hacen cualquier cosa por tenerlo fuera de los márgenes de la decencia. El poder por el lujo es un insulto a los favoritos de Dios, los que nada tienen. “Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. (Bienaventuranzas)

La ambición y el poder del dinero, la avaricia, la usura y el egoísmo, entre otros, ha dejado a muchos sin apoyo ni influencia social. Este es el poder que provoca la existencia de gentes explotadas, humilladas y las formas de vida mas miserables que uno se pueda imaginar. No se trata que el que tiene bienes económicos sea un pecador, en especial si ha sido por el buen uso de los dones recibidos, solo hay que tener conciencia de que a cada cual se le exigirá según los talentos que se le ha otorgado. 

Dios siempre ha visto con mucho afecto y agrado al que ha vivido en la pobreza material, aceptada libremente y no considerada como un castigo. Se equivocan los que creen que el mundo ya les pertenece, más aún, se equivocan los que piensan que es patrimonio exclusivo del rico, del que se auto considera sabio, poderoso e influyente.

En efecto, la ambición por los distintos poderes es muy tentadora y esta nunca es ofrecida por Dios pero si es ofrecida por el demonio y no falta quien se postre ante el con tal de ser emperador del mundo en determinados conceptos.

46.     LIBRANOS DEL MAL

Esta es la última petición del Padrenuestro. El mal no viene solamente por la tentación del demonio. En efecto, el maligno necesita algún grado de cooperación en los tentados. Y por eso Cristo nos pide que oremos, para que no nazca en nosotros ni la complicidad ni el deseo de ser tentados. Ese es un buen camino, “Velad y orad, para que no caigáis en tentación”. Porque para nosotros mismos, solos, la salvación no es posible. Necesitamos la salvación venida desde fuera, la ayuda de Dios, el que afortunadamente está junto a nosotros.

Con esta última parte, nos podemos dar cuenta del gran sentido de salvación de la última petición del padrenuestro. “que nos libre del mal” y nos librará mientras estemos orando, porque la misma oración es antídoto contra el veneno de la tentación y el mal.

El Padrenuestro, nos acerca a Dios, nos une como hermanos, le proclamamos santo, le rogamos su reino de justicia y amor, su voluntad aquí y el cielo, pedimos su misericordia, nos hace compasivos y nos ayuda a vencer la tentación y luchar contra el maligno.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

ALGUNAS SANTA OPINIONES

"Y NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN. MAS LÍBRANOS DE MAL. AMÉN".

(V. 13)

CATENA AUREA

 

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 14. Como el Señor había mandado antes a los hombres que dijesen cosas magníficas, como son el llamar a Dios su Padre y pedir el que su reino venga a ellos, ahora se añade la enseñanza de la humildad, cuando se dice: "Y no nos dejes caer en la tentación".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 9. Algunos códices tienen escrito: "Y no nos lleves a la tentación", lo cual creo que equivale, porque una y otra cosa han sido tomadas del griego, y muchos, interpretándolo, dicen así: "No permitas que seamos llevados a la tentación", explicando cómo debe entenderse la palabra dejes. Dios no induce por sí mismo a la tentación, pero permite que sea llevado aquel a quien niega su auxilio.

San Cipriano, de oratione Domini. En lo cual se manifiesta que nuestro enemigo nada podrá contra nosotros, si Dios no se lo permite antes, con el objeto de que todo temor y devoción de nuestra parte se convierta a Dios.

San Agustín, de sermone Domini, 2,9. Una cosa es ser llevado a la tentación, y otra cosa es ser tentado, porque ninguno puede ser probado sin tentación -ya sea tentado por sí mismo o por otro-. Cada uno es perfectamente conocido por Dios antes de sufrir ninguna tentación. No se pide, pues, aquí, que no seamos tentados, sino que no seamos llevados a la tentación, como si cualquiera a quien le fuere necesario probarse por medio del fuego, no ruega el que no sea mortificado por el fuego, sino el no ser quemado. Pero somos inducidos si caemos en tentaciones tales que nosotros no podemos resistir.

San Agustín, ad Probam, epístola 130,11Cuando decimos, pues: "No nos dejes caer en tentación", nos aconseja que pidamos esto, no sea que, abandonados de su ayuda, consintamos en alguna tentación, o, engañados, accedamos afligidos.

San Cipriano, de oratione Domini. En lo cual se advierte nuestra debilidad y nuestra ignorancia, para que alguno no se ensalce indebidamente, para que, cuando precede una confesión humilde y sumisa, se conceda todo a Dios, quien nos dispensa entonces por su piedad lo que le pedimos humildemente.

San Agustín, de dono perseverantiae 5. Cuando los santos piden: "No nos lleves a la tentación", ¿qué otra cosa piden, sino la perseverancia en la santidad? Con esta gracia concedida por Dios -como se demuestra en realidad que es un don de Dios cuando se obtiene de El-, no hay ninguno de los santos que no obtenga la perseverancia en la santidad hasta el fin, así como ninguno deja de perseverar en su propósito de ser buen cristiano, si antes no es llevado a la tentación. Por lo tanto, pedimos no ser llevados a la tentación, para que esto no se haga. Y si no se hace, es porque Dios no permite que se haga. Nada se hace sino lo que El mismo hace o permite que suceda. Puede muy bien hacer que las voluntades se separen de lo malo y se inclinen a lo bueno, y que el caído se convierta y se dirija a encaminarse hacia El, a quien no en vano se dice: "No nos dejes caer en la tentación". Porque el que no es llevado a la tentación por su mala voluntad, a ninguna otra tentación puede ser llevado. "Cada uno es tentado por su concupiscencia", según dice Santiago (Jc 1,14) Dios quiso, pues, que le pidiésemos el no ser llevados a la tentación -lo cual podía concedernos aunque no se lo pidiésemos-, porque quiso que nosotros conociésemos de quién recibíamos los beneficios. Y el mismo santo añade: "Atienda la Iglesia a sus oraciones cotidianas ruega para que los incrédulos crean: luego Dios convierte a la fe; ora para que los que creen perseveren; Dios, pues, concede la perseverancia final".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 9. Debemos pedir, no sólo el no caer en el mal cuando no hemos caído, sino también el librarnos de él cuando hayamos caído, y por ello sigue: "Mas líbranos de mal".

San Juan Crisóstomo, homiliae in Mattheum, hom. 19,6. Aquí se llama mal al demonio por su excesiva malicia, que no proviene de su naturaleza sino de su elección y por la guerra implacable que nos tiene declarada. Por esto se dice: "Líbranos de mal".

San Cipriano, de oratione Domini. Después de todas las cosas ya dichas, al final de la oración viene la cláusula que concluye todas nuestras preces, recopilada con una brevedad admirable. Nada queda ya que deba pedirse al Señor, cuando ya hemos pedido la protección de Dios contra todo lo malo, la cual una vez obtenida, ya podemos considerarnos seguros contra todas las cosas que el diablo y el mundo puedan hacer. ¿Qué miedo puede darnos el mundo si en él tenemos a Dios por defensor?

San Agustín, ad Probam, epístola 130,11.- Y esto último que está puesto en la oración dominical, se conoce tan claramente, que el hombre cristiano en cualquier tribulación en que se encuentre, puede dar gemidos por medio de ella, y en ella derramar sus lágrimas. De aquí el que se exhorte a que termine la oración con esta palabra: Amén, en la que se demuestra el deseo del que ora.

San Jerónimo. Amén, pues -lo cual consta escrito al final-, es un signo de la oración dominical, el cual Aquila ha interpretado: fielmente, y nosotros podemos interpretar: verdaderamente.

San Cipriano, de oratione Domini. ¿Qué de extraño tiene, si tal oración es la que Dios enseñó, que con una maestría sin igual recopile todas nuestras preces en tan saludables palabras? De aquí el que se dijo por medio de Isaías: "Dios hizo sobre la tierra una brevedad por medio de su palabra" (Is 10,23) Y habiendo venido nuestro Señor Jesucristo para todos, a fin de abarcar igualmente a los sabios y a los ignorantes, con el objeto de dar preceptos para bien de todos los sexos y todas las edades, hizo un gran compendio de todos sus preceptos, para que los que se instruyen en la doctrina del cielo, no cansen su memoria, sino que aprendan prontamente lo que es necesario para creer con fe sencilla.

San Agustín, ad Probam, epístola 130,12 Cualesquiera otras palabras que digamos, que forman los afectos del que ora, o precediendo para que resplandezcan, o siguiendo para que crezcan, nada podemos añadir que no esté comprendido en esta oración dominical, si la decimos recta y convenientemente. El que dice, pues, como el Eclesiástico: "Date a conocer a todas las gentes, como te has dado a conocer a nosotros" (Si 36,4), ¿qué otra cosa dice, sino el que sea santificado tu nombre? El que dice: "Dirige mis pasos según tu palabra" (Ps 118,133), como David, ¿qué otra cosa dice más que "hágase tu voluntad"? El que dice: "Manifiéstanos tu faz y seremos salvos" (Ps 79,4), ¿qué otra cosa dice sino que "venga a nos tu reino"? El que dice: "No me des pobreza y riqueza" (Pr 30,8), como el autor de los proverbios, ¿qué otra cosa dice sino "el pan nuestro de cada día dánosle hoy"? El que dice: "Señor, acuérdate de David y de toda su mansedumbre" (Ps 131,1) y: "Si pagué con mal a los que me lo hacían" (Ps 7,5), ¿qué otra cosa dice más que "perdónanos nuestras deudas, como perdonamos a nuestros deudores"? El que dice: "Retira de mí las concupiscencias de la carne" (Qo 23), como el Eclesiástico, ¿qué otra cosa dice más que "no nos dejes caer en la tentación"? El que dice: "Líbrame de mis enemigos, Dios mío" (Ps 58,2), como David, ¿qué otra cosa dice más que "líbranos de todo mal"? Y si recorres todas las palabras de todas las preces santas, ninguna cosa encontrarás que ya no esté comprendida en la oración dominical. Cualquiera que dice una cosa que no pertenezca a esta oración, ora por afectos carnales, lo cual no sé cómo no se diga ilícitamente, cuando a los regenerados no se les enseña a orar sino espiritualmente. El que dice en su oración: "Señor, multiplica mis riquezas, y aumenta mis honores", y esto lo dice teniendo deseos de ellos, no fijándose en que pueda aprovechar a los hombres según desea Dios, creo que no podrá encontrar en la oración dominical algo que pueda adaptarse a esta clase de oración. Por ello, se avergüenza de pedir, acaso, lo que no puede desear. Y si de esto se avergüenza y la codicia vence, pedirá mejor que esto, que también le libre de este mal de la codicia, a Aquel a quien decimos: "Líbranos de mal".

San Agustín, de sermone Domini, 2, 11. Parece también que este número de siete conviene con el número de las bienaventuranzas. Si es con el temor de Dios con el que se hacen bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos, pidamos que sea santificado el nombre de Dios entre los hombres, y que permanezca su santo temor por los siglos de los siglos. Si la piedad es por medio de la cual los bienaventurados se hacen humildes, pidamos que venga su reino, para que seamos humildes y no nos opongamos a su voluntad. Si la ciencia es con la que son bienaventurados los que lloran, oremos para que se cumpla su voluntad así en la tierra como en el cielo, porque cuando el cuerpo consiente en las inspiraciones del espíritu, como la tierra se somete al cielo, no lloraremos. Si la fortaleza es con la que son bienaventurados los que tienen hambre, oremos para que nuestro pan cotidiano se nos conceda hoy, y podamos llegar por medio de él a la plenísima saciedad. Si es con un consejo saludable, con el cual los bienaventurados son misericordiosos para que Dios se apiade de ellos, perdonemos las deudas, para que se nos perdonen las nuestras. Si el entendimiento es con el cual son bienaventurados los de limpio corazón, oremos para no caer en la tentación, para que no tengamos un corazón con doblez, apeteciendo las cosas temporales y terrenas, acerca de las que versan todas nuestras tentaciones. Si es sabiduría aquélla con la cual son bienaventurados los pacíficos, puesto que se llamarán hijos de Dios, roguemos para que se nos libre de todo mal y esta misma libertad nos hará hijos libres de Dios.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 19,6. Como nos había hecho solícitos el recuerdo de nuestro enemigo el demonio, cuando el Señor nos enseñó a decir: "Líbranos de mal", otra vez nos da a conocer su atrevimiento en estas palabras que se encuentran en algunos libros griegos: "Puesto que suyo es el reino, y la virtud, y la gloria". Si el reino es suyo, nada tenemos que temer, porque quien pelea contra nosotros también le está subordinado. Siendo, pues, suya la virtud y la gloria infinita, no solamente puede librarnos de todo mal, sino también concedernos su gloria.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 14. Todo esto pertenece a las cosas que preceden. Cuando dice: "Tuyo es el reino", corresponde a aquello que había dicho: "Venga tu reino", para que no haya alguno que diga: "Luego Dios no tiene reino en la tierra"; y en cuanto dice: "Y la virtud", corresponde a aquello que había dicho: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo", para que no haya quien diga que Dios no puede hacer todo lo que quiere; y en cuanto dice: "Y la gloria", responde a todo lo que sigue en lo que aparece la gloria de Dios.

 

 

LO QUE NOS ENSEÑA EL CATECISMO CATOLICO

SOBRE EL PADRE NUESTRO

(CIC 2846 AL 2854)

 

VI NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION

Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos "deje caer" en ella. Traducir en una sola palabra el texto griego es difícil: significa "no permitas entrar en" (cf Mt 26, 41), "no nos dejes sucumbir a la tentación". "Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie" (St 1, 13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate "entre la carne y el Espíritu". Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza.

El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una "virtud probada" (Rm 5, 3-5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1, 14-15). También debemos distinguir entre "ser tentado" y "consentir" en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es "bueno, seductor a la vista, deseable" (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.

Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres ... En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado (Orígenes, or. 29).

"No entrar en la tentación" implica una decisión del corazón: "Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón ... Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6, 21-24). "Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu" (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este "dejarnos conducir" por el Espíritu Santo. "No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito" (1 Co 10, 13).

Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía (cf Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf Mc 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su Nombre" (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Co 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15).

VII Y LIBRANOS DEL MAL

La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en "comunión con los santos" (cf RP 16).

En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.

"Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será "liberada del pecado y de la muerte" (MR, Plegaria Eucarística IV). "Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5, 18-19):

El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del Diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al Demonio. "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31) (S. Ambrosio, sacr. 5, 30).

La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está "echado abajo" (Jn 12, 31; Ap 12, 11). "El se lanza en persecución de la Mujer" (cf Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es preservada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos librará del Maligno.

Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquél que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap 1,18), "el Dueño de todo, Aquél que es, que era y que ha de venir" (Ap 1,8; cf Ap 1, 4):

Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo (MR, Embolismo).

RESUMEN

Al decir: "No nos dejes caer en la tentación", pedimos a Dios que no nos permita tomar el camino que conduce al pecado. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza; solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia final.

En la última petición, "y líbranos del mal", el cristiano pide a Dios con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el "Príncipe de este mundo", sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a Su plan de salvación.

Con el "Amén" final expresamos nuestro "fiat" respecto a las siete peticiones: "Así sea".