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“Hombre rico y hombre pobre” (Lc 16, 19-31)

Autor: Pedro Sergio Donoso Brant


1.    La imposibilidad de servir a Dios, a su reino, y al dinero

La parábola de; “el rico epulón y el pobre Lázaro” y que he denominado “hombre rico y hombre pobre” es un relato que solo aparece en el Evangelio de Lucas (16, 19-31). Aquí, el evangelista, pone esta enseñanza en labios de Jesús; “Jesús dijo a los fariseos.”

A través de esta parábola, Lucas presenta la imposibilidad de servir a Dios, a su reino, y al dinero. La consecuencia más inmediata es el olvido de las más mínimas relaciones de justicia y de la finalidad de la vida misma.

Este relato, nos habla del caso de dos hombres y el destino de cada uno de ellos después de su muerte. Muchas veces reflexionamos en vida, que les sucede a las personas que han abusado de su riqueza y su poder con desprecio a los pobres. Entonces recordamos el Magníficat desde los labios de María, madre de Jesús, que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor. “(El Señor) Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada” (Lc 1:51-53)

El pobre, llamado Lázaro, lleno de llagas, lamiado por los perros y sin ayuda del rico, fue llevado por los ángeles al seno de Abraham luego de su muerte, en tanto que el rico, que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes, también murió, fue sepultado y sufre tormento en la morada de los muertos. Lucas, habla del rico, no lo menciona con el nombre de epulón, pero se le conoce así, por la denominación del hombre que come y se regala mucho así mimo.

2.    Evangelio según San Lucas 16, 19-31:

Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan». «Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí». El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento». Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen». «No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán». Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán». Palabra del Señor.

3.    “Las parábolas”

Jesús nos enseña a través de narraciones de sucesos sencillos, “La Parábolas”, con ellas aprendemos enseñanzas de alguna verdad importante, especialmente en el aspecto moral, estos relatos fáciles de comprender generalmente llegan al corazón de los hombres, como es el caso de este relato evangélico, que nos presenta una parábola muy emotiva.

Los ejemplos que nos pone Jesús están siempre vivos en nosotros, especialmente porque nos exige a nosotros mismos tomar conciencia de lo que es ser cristiano, es así, como no solo debemos tener oídos atentos a las parábolas, además debemos tener preparado el corazón para comprender la sensibilidad de la enseñanza y alejar toda soberbia en nosotros para aceptarla.

4.    Sepamos descubrir en ella el llamado de salvación y conversión a Dios.

La sutileza de la parábola, y me refiero a la delicada, suave e interesante forma que utiliza Jesús para penetrar en nuestro corazón, nos invita a rechazar los estilos de vida conducentes al pecado, especialmente a aquellos que son productos de la soberbia, la envidia, la ira, la vanidad, el egoísmo, sentimientos que nutren la forma más desvergonzada de vida del hombre.

Es entonces en consecuencia, la parábola, una perfecta enseñanza de moral cristiana, sepamos descubrir en ella el llamado de salvación y conversión a Dios.

No obstante lo anterior, esta parábola necesita un análisis distinto a otras para lograr comprender los que nos quiere decir, en este caso, nos narra una historia, en la cual no hay que entender que existieron los personajes, el rico y el pobre, Lázaro, sino que en ellos se personifican dos posturas ante la vida, que luego se cambian en el juicio de Dios.

5.    Una parábola conmovedora y dramática

La parábola de este Evangelio es muy conmovedora, pero también por algunos momentos es intensamente dramática. De los dos personajes principales, aparece uno de ellos, el rico, disfrutando de espléndidos banquetes, es decir que se complacía de gozar de su fortuna y por otra parte, aparece un pobre a su puerta, cubierto de llagas.

Lucas destaca dramáticamente el modo de vida entre ambos, por una parte la vida despreocupada del rico y la miseria del pobre que “ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas”. El contraste, es muy grande, y parece que aquí nos resuena con fuerza palabras de Jesús: “Ay de vosotros, los ricos” (6,20-24). Es así, el verdadero pobre es el rico, como muchos de los que existen hoy, que aun recibiendo el Evangelio, no llegan a comprender el misterio profundo del corazón de Jesús.

Y la vida de este rico, “que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes”, no puede acabar más que en la profunda oscuridad del sepulcro, o sea, en el infierno del fracaso y de la impotencia total.

6.    El contraste de dos personas, por una parte, un pobre y por otra un rico.

Esta parábola, donde se habla del tema de la “riqueza”, es una versión libre de un cuento egipcio, traído a Palestina por judíos de Alejandría, donde era muy apreciado. Jesús lo utiliza para hacer un análisis comparativo.

La descripción es minuciosa, con algunos elementos que están creados para mejorar la finalidad del tema. El relato, toma dos temas que se unen en un solo punto. La finalidad está expresada por el contraste de dos personas, por una parte, un pobre y por otra un rico con dos suertes distintas, así observamos cómo el rico aquí goza y después sufre y, en cambio, el pobre, aquí sufre y después tiene su felicidad. El otro tema, es el rechazo de la súplica del rico y urgencia de la conversión oyendo a los profetas.

7.    Una condena y una salvación

Hasta este punto, la parábola nos deja dos posibilidades de interpretación, primero podemos pensar que se trata de expresar sólo la posibilidad de que el rico, aunque tenga riquezas como premio a su buena conducta, puede condenarse, puesto que las riquezas no garantizan su salvación, mientras que los pobres, que viven como si no fueran bendecidos por Dios, pueden salvarse. La segunda interpretación, puede ser, que se trata del hecho de un mal uso de las riquezas, y es por lo que se condenan, mientras que el pobre, por ser pobre, religioso y sometido en todo a la voluntad de Dios, se salva.

En la parábola no se habla de una sola posibilidad; se trata de un hecho: una condena y una salvación. Pero esto supone un uso malo de las riquezas, ya que éstas, de suyo, ni son buenas ni malas; todo depende del uso que se haga de ellas. Igualmente, la pobreza ni es buena ni es mala; depende de la actitud religiosa que se tenga ante ella. Por eso, en esta parábola no se habla sólo de la posibilidad de que en la otra vida, se cambie la suerte de ricos y pobres, como es valorado esto en la mentalidad del Antiguo Testamento, sino que esta posibilidad se ve, porque se expone como un hecho este mal uso de las riquezas y la resignación religiosa ante la pobreza.

8.    “El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”

“El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”. Esto expresa en la literatura extrabíblica, más que el lugar donde estaban las almas de los justos, el estado de aprecio en que estarán con el padre de los creyentes. El relato dice que: “fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”. En la literatura rabínica se dice en diversos pasajes que al paraíso no se va si no es llevado por los ángeles. En la Liturgia de difunto, repetimos: “Al paraíso te conduzcan los ángeles.”

Dice también el Evangelio; “El rico también murió y fue sepultado”, luego agrega: “En la morada de los muertos, en medio de los tormentos”, es decir en el infierno. “En el infierno” levanta él los ojos y ve a Abraham. Se habla de estos lugares como estados próximos, por lo que pueden verse; lo que aumenta más el sufrir de los condenados. Así es, como lo que reflejan los elementos descriptivos de esta parábola. Estas regiones son infranqueables. Hay entre ellas un “gran abismo.” No pueden ir de un lugar a otro. Es la eternidad de destinos, en el caso de ricos como el de este relato, donde la vida puede acabar en la profunda oscuridad del sepulcro, o sea, en el infierno del fracaso y de la impotencia total.

El mendigo también muere. Pero, a través de la muerte, su persona queda liberada de los sufrimientos y privaciones y es “llevado por los ángeles al seno de Abrahán” cumplimiento y realización de todas las promesas de Dios.

9.    El quiebre obrado por nuestro egoísmo entre la pobreza y la riqueza subsiste también en el más allá.

El “rico” condenado — la parábola desea extender su doctrina — pide a Abraham, que preside la mansión de los justos, judíos, que envíe a Lázaro a sus hermanos para que se corrijan y no vayan al infierno. Pero la respuesta es negativa: “tienen a Moisés y a los profetas,” que oyen en las sinagogas; con ellos saben lo que han de hacer para no venir al infierno. Un texto de Isaías (Is 58:7) le decía concretamente lo que debía hacer en este caso; como, en general, los profetas. Tampoco harían caso a un muerto que les fuese a avisar. ¿No pensarían en un fantasma? ¿Qué pensaron tantos ante la resurrección de Cristo? Es que, en el fondo, no es cuestión de avisos extraordinarios, sino de la recta actitud moral para ello. Si ésta existe, basta, pues entonces ellos creen en lo que Dios dice para salvarse, en este caso por “Moisés y los profetas.”

El quiebre obrado por nuestro egoísmo entre la pobreza y la riqueza subsiste también en el más allá. Aún más, pasa a ser un abismo insuperable. Quien ha elegido un tipo de vida contrario al amor se queda privado para siempre de la gracia del amor y, en consecuencia, imposibilitado para el encuentro de amor con los hermanos.

10.  La pobreza nos acerca más a Dios

Cuando leemos el Antiguo Testamento, vemos como la riqueza era considerada como una bendición de Dios, sin embargo en el Nuevo Testamento, la pobreza nos acerca más a Dios, porque la súplica del pobre llega más al corazón del Señor. Así es, como la enseñanza que nos deja este fragmento de Evangelio, nos dice que no debemos poner la confianza en las riquezas, las que muchas veces son causa de vicios que nos condenaran a no ir al Reino de los Cielos, sin embargo, los pobres, tal como lo expresaba el Papa Juan Pablo II, “son los predilecto de Dios”.

Así es, como es mejor reconocer que la riqueza y la pobreza son cosas pasajeras, pero la vida eterna permanece por siempre. De este modo, parece más lógico y prudente, hacer en esta vida, una vida que nos asegure la eternidad en los cielos.

11.  “¡Bienaventurados los pobres!”

Los pobres, siempre fueron mirados por el Señor con mucho cariño, lo dicen con mucha claridad los Evangelios: “él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios” (Lc 6:20) .Pero también se destaca que en esta parábola del rico, epulón, y del pobre, Lázaro, no se habla de las virtudes de Lázaro, esto es, no dice si él es bueno o caritativo, simplemente se dice que va al cielo porque durante su vida “recibió males”. Entiendo “males”, por enfermedades y dolencias por sus llagas. Esto puede dejarnos una duda, en el sentido que por ser pobre, ya tenemos el premio del Cielo, sin embargo creo que eso no es mérito suficiente. No obstante, si es premio frente a la iniquidad, ya que la pobreza, es muchas veces consecuencia de la injustica.

Con todo, para esta parábola, el más bello comentario son las mismas palabras del Señor en las bienaventuranzas; “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” (Mt 5:3), “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados” (Mt 5:6)

Dios nos bendiga

Pedro Sergio A. Donoso Brant

Textos bíblicos, Sagrada Biblia de Jerusalén.

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