COMO RECOGERSE PARA INTERIORIZAR LA ORACIÓN, EN CLAVE DE ORACIÓN TERESIANA

Meditación desde el Capitulo 26 del Libro Camino de Perfección de Santa Teresa de Jesús.

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


 

1.    HAY QUE EDUCARSE A LA PRESENCIA DE EL,

Teresa de Jesús, Maestra de Oración, en el capitulo 26 de Camino de Perfección enseña a sus hijas las monjas, y aprendemos hoy de ella, como recogerse para interiorizar la oración, es decir apartarse de todo para meditar con Dios.

Para centrar la atención en Cristo, hay que educarse a la presencia de El, recordando que la oración cristiana es cosa de dos, “amistad de dos amigos”, sabiendo además “quien con quien”. Junto con lo anterior, hay que pasar por educar la mirada, “mirarle a EL”, “volver hacia El los ojos del alma”.

Otro aspecto importante que nos enseña Teresa de Jesús en este capitulo, es educarse a la escucha y a la palabra, a fin de que no tengamos miedo y podamos vencer ese silencio de oración que nos produce cuando queremos decirles cosas a Dios, garantizándonos “que Él nos dirá lo que quiere que le digamos”.

2.    ORAR EN COMPAÑÍA DEL MAESTRO”.

La Santa Madre Teresa de Jesús en este capitulo 26, prepara a sus hijas para el encuentro con el Maestro que nos va a enseñar la oración del Padrenuestro, y para ello nos plantea la necesidad de recogerse para interiorizar la oración, es decir apartarse de todo lo innecesario para poder de meditar con Dios, teniendo presente que la oración es cosa de dos, “amistad de dos amigos”. Enseña teresa de Jesús a sus hija, (las monjas) y hoy a nosotros, que si nos disponemos a rezar el Padrenuestro, no lo hagamos como una oración mas, recemos con conocimiento hacia quien nos dirigimos, y por tanto tengamos una disposición interior de paz consigo mismo y con Dios, por esa razón conviene primero santiguarse, examinar la conciencia y rezar la confesión general. Y luego, que si  estamos solos, procuremos tener compañía. Y ¿qué mejor compañía que la del mismo Maestro que enseñó la oración que vamos a rezar? (Cfr. Capitulo 26, 1). Es fundamental que el orante no se encuentre solo consigo mismo, es así como Teresa enseña: “Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía” (C 26,1).

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1-4) y les enseño como dirigirse en oración a Dios como Padre. Y así ellos se educaron a la presencia del El, su mejor amigo. Así es como también Teresa nos educa hoy, para que desembolsemos nuestra fe en presencia de nuestro amigo Jesús, (a ustedes les he llamado amigos Jn 15,15). Actuar la fe en su presencia. Que pase mi fe teologal al tejido psicológico de mi vida, pensamientos, sentimientos. Y que sea presencia amiga, “y mientras pudiereis, no estéis sin tan buen amigo al lado” (C 26,1

3.    CENTRAR LA MIRADA EN CRISTO

Teresa de Jesús, enfrenta un tema profundo tanto para ella, como los es tantas veces para nosotros: Cómo recoger el pensamiento para interiorizar, es decir hacer muy íntima en la conciencia la oración y además hacerla más sencilla y contemplativa. Es así como ella nos da la receta y dirá que lo principal para recoger el pensamiento en la oración es centrar la mirada en Cristo. Recogerse es acogerse a El, a su presencia, a su compañía. Y así insiste ella en el aspecto psicológico, sosteniendo que cuando El ama recoge las potencias y se entra ella misma dentro de sí.

Y por tanto, para abrir el corazón es imprescindible saberse mirado. Sólo desde la gracia puede el orante paladear y saborear, la amistad. Tenemos que educar la mirada: desde la mirada exterior educar la mirada interior.

Como ya sabemos, la Santa Madre Teresa de Jesús, emplea muchas veces el verbo mirar, mirarle, poner los ojos en El, volver los ojos a mirarle, y es así como nos dice: “Y os mirará Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores para consolar los vuestros, solamente porque vais a consolaros con Él y porque volvéis la cabeza para mirarle”. (C 26,5).

Se trata de volver hacia El los “ojos del alma” (C 26,3). Ciertamente esto requerirá entrenamiento, hasta poder instalarse uno en su presencia y entrar en comunión con sus sentimientos. Arraigo en las capas hondas de mi interior, para decir con verdad: “juntos andemos, Señor” (C 26,6)

4.    EDUCARSE A LA ESCUCHA Y A LA PALABRA.

No hay amistad sin comunicación. No dice Teresa: “habláis con las otras personas, ¿por qué os han de faltar palabras para hablar con Él? No lo creáis; al menos yo no os creeré que no tenéis palabras que decirle si lo practicáis; si no lo practicáis sí que lo creeré, porque la falta de trato con una persona la aleja hasta no saber cómo hablar con ella, pues parece que no la conocemos, aunque sea de la familia, porque pariente y amigo se pierden por falta de comunicación.” (C 26,9). Ya antes nos había dicho que “que Él os dirá lo que quiere que le digáis”. (C 26,9). Ahí mismo se pone ella a decirle cosas al Padre, para enseñar al lector. “¡Oh Señor del mundo!..., le podéis decir...” (C 26,6). Como también nos estimula: “¡Acostumbraos, acostumbraos!” (C 26,2). No es cosa de un día. Educar el sentido de Dios. ”Si en un año no pudiéremos salir con ellos, sea en más” (C 26,2).

Teresa utiliza varias imágenes para invitar al recogimiento: la imagen de la mujer casada y enamorada, que es toda atención, anticipo y premura para el esposo, que busca los sentimientos profundos del otro para entrar en sintonía con ellos. La imagen del Maestro amigo, gozoso de acoger y comunicar: “¿Pensáis que es poco un tal amigo al lado?” (C 26,1).

5.    CUATRO FORMAS DE ORAR EN CLAVE TERESIANA

¿Qué es la oración sino abrir el corazón del hombre al don de Dios? Esto lo aprendemos de Jesús, de su forma de asomarse a la vida, que va más allá del juicio y se coloca en el terreno de la gracia”:

I.- MIRA QUE TE MIRA (V 13,22)

Preciosa expresión de la Santa Madre Teresa de Jesús, que sigue siendo válida para nosotros. Todos tenemos ojos para mirar y conocemos también la mirada interior.

Tendríamos que leer aquí con atención el capítulo 26 de Camino de Perfección, subrayando las cosas que nos llamen la atención. Relación de dos amigos. Ojos abiertos, sobre todo los del corazón, para un encuentro. Jesús no está esperando otra cosa sino “que le miremos”. (C 26,2)

Lo vamos a hacer ayudados por un pasaje del Evangelio. Recordamos que este recurso era muy utilizado por Teresa. Con gran facilidad entraba ella en las escenas y compartía protagonismo con los diversos personajes del Evangelio.

Vamos a tener presente el texto de Marcos 12,41ss. Una pobre viuda está en la explanada del templo. Hay miles de personas. Pero ella es única en su pequeñez. Rebusca en el bolsillo y encuentra unas monedas, casi nada. Es lo que tiene para vivir. Allí está, insignificante, en medio de la multitud. Lo que lleva no merece si siquiera la atención de su mirada. Es pobre. Ella no lo sabe, pero está siendo mirada con cariño, con admiración. Hay unos ojos fijos en su gesto pequeño de entrega, hay alguien que mira su corazón.

A cierta distancia, no mucha, Jesús se ha puesto en un lugar estratégico.

Podía haberse colocado en muchos lugares en la plaza del templo, pero ha escogido ponerse ahí y mirar la pequeñez. Y mientras mira se emociona. Se llena el corazón de gozo al observar las huellas del Padre en el corazón de los más pequeños.

Podríamos imaginar (el texto no lo dice) que  sucede un cruce de miradas, que la pobre viuda mira a Jesús que la mira con cariño. Le devuelve la mirada, y eso es orar. El momento se puede prolongar hasta el infinito.

Ahora nos toca a cada uno. Escoge un momento del día, aunque sea pequeñito, insignificante a tus ojos y a los ojos de los demás. Recuérdalo y recuerda que el Señor te mira, siempre te mira con cariño, con ternura, con misericordia. Devuélvele tú la mirada y estarás orando. Si nos acostumbramos a hacer esto todos los días, nuestra vida irá siendo una vida mirada, bendecida, agraciada, por el Señor.

Y brotará en nosotros un Magnificat. De la oración de mirada pasaremos a mirar la vida de tal forma que seamos capaces de ver las transparencias de Dios escondidas en el tejido de la vida. Para hacer un mundo mejor hay que empezar a mirarlo con mejores ojos.

II.- ESCUCHA A QUIEN TE ESCUCHA (”cabe el Maestro”: C 24,5)

Seguimos en la rastro de la santa Madre Teresa de Jesús. Ahora nos toca poner en práctica otra actitud fundamental para el trato de amistad: la escucha mutua. Afirma categóricamente Teresa:”Bien habla (Jesús) al corazón cuando le pedimos de corazón”, y nos habla por las palabras del Evangelio.

Teresa, como mujer, se fija no sólo en lo que dice, sino en quien lo dice:”Mirad las palabras que dice aquella boca divina, que en la primera entenderéis luego el amor que os tiene”.

De nuevo, dos amigos que se relacionan, que están con el oído abierto para decirse, para abrir surcos al misterio en el corazón

Seguimos acudiendo al Evangelio. Tenemos presente otro texto de Marcos 10,46ss. Un ciego-mendigo, Bartimeo, está a la orilla del camino, como tantos.

Cuando no hay sitio en la mesa, tienen que emigrar a la orilla. Está cansado de gritar pasen o no pasen caminantes junto a él. Al percibir que pasa Jesús, comienza a gritar y a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo regañan. Los gritos molestan y más a algunas horas y en algunos momentos. Pero él grita por si alguien oye su voz.

Jesús va de camino. Va hacia Jerusalén. Sabe que allí le esperan momentos difíciles. Y Jesús, con todo eso dentro, oye el grito y se detiene, y pide que llamen al ciego-mendigo. Y éste da un salto y se coloca junto a Jesús. Y continúa el diálogo. Jesús le pide que manifieste todo lo que lleva dentro. En medio de la multitud que camina, un mendigo ciego y Jesús establecen una relación de escucha mutua. La escucha honda los va a dejar a los dos afectados. Bartimeo lo sigue por el camino lleno de alegría.

Podemos entrar en la escena. Meternos en la historia de orillamiento del ciego y gritar con él a Jesús. Podemos después escoger cualquiera de nuestras situaciones personales y gritar a Jesús desde ella: “me curas o soy un caso perdido”. Y de ahí podemos pasar a escuchar a Jesús y a entablar con él un diálogo de amor. El siempre escucha.

III.- OFRÉCETE A QUIEN SE TE ENTREGA (”darnos del todo”: C 28,12)

Teresa de Jesús, nos ha sugerido que nos ejercitemos en la vida en dar y a recibir. Las dos cosas son muy importantes. Las dos nos descentran, nos hacen salir de nosotros y estrenar la fraternidad. Ninguno es tan pobre que no tenga algo para dar y ninguno tan rico que no tenga algo que ofrecer. De nuevo aparece la relación, relación “de dos mendigos”.

Teresa dirá con mucha finura: “Mirad que el Señor no imposibilita a ninguno para comprar sus riquezas; con que dé cada uno lo que tuviere, se contenta”. (MORADAS V 1,3). Todos podemos compartir y recibir con los demás y con el Señor.

Seguimos entrando en el Evangelio. Nos servimos ahora de un texto de Marcos 6,33ss. Un muchachito tiene cinco panes y dos peces. ¿Qué es eso?  Nada. Da risa casi el nombrarlo. Pero el muchacho tiene ingenuidad y frescura en el alma. Eso es mucho más, muchísimo más. Oye que alguien busca ayuda y se da por aludido, y entrega lo que tiene. A los discípulos les da casi vergüenza decir lo que han encontrado. El muchacho, con su corazón asombrado dentro, va a asistir a un gran milagro: el de la multiplicación de lo pequeño para que coma la multitud.

Jesús está un poco lejos del muchacho físicamente, pero está muy cerca de su corazón. Conecta con él. Jesús sabe lo que es dar lo que tiene, sabe lo que es darse y ponerse en medio de la mesa como quien sirve (Cf. Lc 22,27). Acoge con emoción lo poquito que el muchacho entrega. Y bendice lo poquito y se entrega por entero. Y sobran doce cestos, después de haberse saciado la multitud.

Ahora le toca a cada uno continuar esta historia de ida y vuelta, del dar y recibir. Nos toca entregar al Señor nuestra pobreza con la ingenuidad del niño, sin que nos lo impida la reflexión paralizante de los mayores. Orar es una historia de amistad, de dar y recibir. Dar y recibir en los momentos de oración y en la vida. Porque los que somos en la oración, eso mismos somos en la vida, o al revés.

Recordemos una vez más a la santa Madre Teresa de Jesús: “Todo lo que os he avisado va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador”. (C 32, 9). Darnos del todo, para que como en casa propia, Dios pueda actuar para bien de todos. “A esto apunta, sin más, con toda seguridad la pedagogía teresiana de la oración”. “Si no nos damos del todo no se nos dará el tesoro de la oración” (V 11, 1-4).

IV.- ACOMPAÑA A QUIEN NUNCA TE ABANDONA, (Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía. C 26,1)

Teresa no sabe estar sola. Se esfuerza por buscar compañía. Se descubre en su interior habitada por una presencia. Esta presencia la embellece y la hace ser. “Lo que embellece el desierto es que en algún lugar esconde un pozo”. Principito).

Se trata de salir de la ausencia para entrar en la presencia. De nuevo se establece la relación de los amigos gracias a una sensibilidad de fe y de amor para detectar una presencia escondida, pero real. ”Qué bien sé yo la fonte que mana y corre aunque es de noche” (Juan de la Cruz).

Siguiendo el estilo de Teresa de Jesús, nos servimos una vez más del Evangelio. Utilizamos un texto de Lucas 24,13ss. Dos discípulos de Jesús están de vuelta. Desanimados por la lectura que hacen de los hechos acaecidos en Jerusalén. Van juntos, pero sin presencia interior que les embellezca y les anime. Caminan, pero no van de comienzo en comienzo. Ni siquiera esperan una presencia. Jesús ha aprendido a acompañar a lo largo de su vida. Ahora se hace el encontradizo. Se mete discretamente en sus vidas, para hablar desde dentro. Y ahí, en el corazón de sus vidas, la palabra de Jesús quema. ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? Y vuelven sobre sus pasos. Empiezan a caminar con una presencia dentro, con un brillo que los hace testigos.

Ahora le toca a cada uno entrar en la experiencia de los discípulos de Emaús, para ser como ellos protagonistas de un encuentro, de una presencia. Nosotros somos los pobres discípulos del Evangelio. ”Nuestra fe humilde basta para acoger su presencia”. Orar es vivir con la presencia de Jesús dentro. Teresa de Jesús, desde el asombro de la presencia de Jesús en su vida, nos repite: “Mientras pudiereis no estéis sin tan buen amigo”. (C 26,1). Nosotros, en todos los atardeceres de nuestra vida, podemos orar y decir: “Quédate con nosotros, Señor”.

Pedro S.A. Donoso Brant ocds.


Fuentes y Bibliografías

Libro Camino de Perfección de Santa Teresa de Jesús, ver este link: CAMINO DE PERFECCIÓN  

Paso a paso, P. Tomas Álvarez, Editorial Monte Carmelo

Texto del Evangelio de la Biblia de Jerusalén

CIPECAR: www.cipecar.org

www.caminando-con-jesus.org

Publicada en este link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

Junio 2011


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