SANTA TERESA DE JESUS Y LA HERMOSURA DEL
SEÑOR
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Camino al V centenario del Nacimiento de
Teresa de Jesús
Teresa de Jesús, escribe en el Libro Vida
cómo se le apareció a ella la primera vez el Señor, entonces relata que
quiso el Señor mostrarle solas sus manos con tan grandísima hermosura, que
ella no lo podría ponderar. Luego, pocos días después vió también su divino
rostro, que la dejó absorta y cuando lo vio todo entero, comprendió que el
Señor tenía en cuenta su debilidad y la iba preparando...; y, como quien
esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo (Vida 28, 1).
Un día de San Pablo, probablemente el 25
de enero de 1561, fiesta de la conversión de San Pablo, estando Teresa en
misa, se le representó la Sacratísima Humanidad Resucitada, con mucha
hermosura y majestad. (Vida 28, 3).
Se asombra Teresa porque el Señor se dio
tanta prisa a hacerle a ella este regalo y declarar esta verdad, que
rápidamente se le quitó la duda de si era un simple capricho, porque,
podría ella estar imaginando estas
cosas, cómo configurar algo muy hermoso, pero lo que ella vio en verdad, excede
a todo lo que una persona se puede imaginar, aun sola la blancura y
resplandor.
Esta blancura nos recuerda cuando el
Angel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra que
estaba en el sepulcro y se sentó encima de ella. Su aspecto era como el
relámpago y su vestido blanco como la nieve. (Mateo 28, 2-3) o lo que sucedió cuando
el Señor tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.
Entonces sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro (del Señor)
se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante (Lucas 9,28) Y se transfiguró delante de
ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, (Marcos 9,4)
Esta visión que le ocurrió a la santa,
precisa Teresa, no es un resplandor que deslumbra, sino una blancura suave
y un resplandor difuso que da mucho deleite a la vista, y que no se cansa
de claridad que se ve para poder ver esta hermosura divina. También
describe Teresa, que esa es una luz muy diferente a la de la luminosidad
del sol de la tierra, es decir esta última es más opaca en comparación de
aquella claridad y luz de la visión, de tal modo, que no sería placer abrir
los después ojos. Es como cuando se observa agua muy transparente que corre
sobre cristal en la que se refleja el sol, comparada con un agua turbia con
un cielo muy nublado corriendo por la superficie de la tierra. Y no es que
en la visión se represente el sol, ni tampoco que la luz sea como la del
sol; sino que la luz de la visión parece luz natural y la de la tierra artificial.
Es luz que no tiene noche porque siempre hay luz y, por gran intelecto que
tenga una persona, en toda su vida no podrá imaginar cómo es. (Vida 28, 5).
Hace notar más adelante la santa, que en
cada regalo que el Señor le hacía de visión o revelación quedaba su alma
muy beneficiada y con algunas visiones quedaba como muy si fueran
muchas. Y que la visión le dejó
estampada su grandísima hermosura, que aún le dura y la tiene muy presente,
de tal forma que después de haber visto tan gran hermosura del Señor, nada
ni nadie le gustaba en comparación a la del Señor ni nada ni nadie podía
llenarle (Vida 37, 4).
Es así como luego Teresa al no caber en
sí, exclama:
“¡Oh, Hermosura que excedéis todas las
hermosuras!” (Poemas VI). “No deje
yo, mi Dios, no deje de gozar de tanta hermosura en paz”. (Exclamaciones
14, 2).
El
Señor nos Bendiga
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
Más
sobre Teresa de Jesus en:
http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/TERESA/index.htm
|