Monasterio Santa María de Luján, Argentina TERESA DE JESUS Y LA IMPORTANCIA DE MIRAR
A CRISTO COMENTARIOS AL CAPITULO 26 DE CAMINO DE
PERFECCIÓN, CAPITULO 22 DEL LIBRO VIDA Charla del 2 de abril de 2016 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. MIENTRAS
PUDIEREIS, NO ESTÉIS SIN TAN BUEN AMIGO AL LADO
La Santa Madre Teresa de Jesús, en el
capítulo 26 del Libro Camino de Perfección, comienza a prepararnos para el
encuentro con el Maestro que nos va a enseñar a orar al Padre con la oración
del Padrenuestro. Teresa sugiere, en primer lugar, que el
orante procure no estar solo, sino que busque compañía, dice Teresa: “Procurad luego, hija, pues estáis sola,
tener compañía” (C 26,1) y ¿qué compañía mejor que la del mismo Maestro
que nos enseñó como orar al Padre? Y por cierto, como dice la santa: “y mientras pudiereis, no estéis sin
tan buen amigo al lado” (C 26,1) Para abrir el corazón es imprescindible
saberse mirado, como lo hace Jesús. Relata el Evangelio “Bordeando el mar de
Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el
mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Venid conmigo”… Caminando un poco
más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan…..al
instante los llamó para que sean sus amigos. (Mc 1, 16,19). Sólo desde la
gracia puede el orante paladear y saborear, la amistad. La oración es cosa de
dos, “amistad de dos amigos”. Es fundamental que el orante no se encuentre
solo consigo mismo. Teresa utiliza la imagen del Maestro amigo, gozoso de
acoger y comunicar: “¿Pensáis que es
poco un tal amigo al lado?” (C 26,1). La Santa Madre Teresa de Jesús se apasiona
por el verbo mirar, mirarle, poner los ojos en El, volver los ojos a mirarle,
hasta que: “miraros ha El con unos
ojos tan hermosos y piadosos..., solo porque volváis la cabeza a mirarle” (C
26,5). Se trata de volver hacia El los “ojos del alma” (C 26,3). Esto requerirá entrenamiento, hasta
poder instalarse uno en su presencia y entrar en comunión con sus
sentimientos, para desde el interior decir con verdad: “juntos andemos, Señor” (C 26,6) Educarse a la escucha y a la palabra. No
hay amistad sin comunicación. Si es necesario ayuda se puede hacer con una
imagen del Señor, Él nos dará inspiración sobre lo que le vamos a decir, dice
Teresa: “Él os dará qué decir” y
luego añade: “Como habláis con otras
personas, ¿por qué os han más de faltar las palabras para hablar con Dios? No
lo creáis; al menos yo no os creeré si lo usáis; porque si no, el no tratar
con una persona causa extrañeza y no saber cómo hablar con ella, que parece
no la conocemos, y aun aunque sea deudo; porque deudo y amistad se pierde con
la falta de comunicación” (C 26,9) Dice Teresa: “Él os dará qué decir” (C 26,9). Ahí mismo se pone ella a decirle
cosas al Padre, para enseñar al lector. “¡Oh
Señor del mundo!..., le podéis decir...” (C 26,6). “¡Acostumbraos, acostumbraos!” (C 26,2). No es cosa de un día.
Educar el sentido de Dios. ”Si en un
año no pudiéremos salir con ellos, sea en más” (C 26,2). ¿Qué es la oración sino abrir el corazón del
hombre al don de Dios? Esto lo aprendemos de Jesús, de su forma de asomarse a
la vida, que va más allá del juicio y se coloca en el terreno de la gracia. 2. CENTRAR
LA MIRADA EN CRISTO
Teresa de Jesús, enfrenta un tema profundo
tanto para ella, como los es tantas veces para nosotros, cómo recoger el
pensamiento para interiorizar, es decir hacer muy íntima en la conciencia la oración y además
hacerla más sencilla y contemplativa. Es así como ella nos da la receta y
dirá que lo principal para recoger el pensamiento en la oración es centrar la
mirada en Cristo. Recogerse en la oración, es acogerse a Él, a su presencia,
a su compañía. Y así insiste ella en el aspecto anímico, sosteniendo que
cuando El ama recoge las potencias (favorece el recogimiento) y se entra ella
misma dentro de sí. Como ya sabemos, la Santa Madre Teresa de
Jesús emplea muchas veces el verbo mirar, en especial en este capítulo 26.
Escribe la Santa Madre Teresa de Jesús; “Mirarle,
poner los ojos en El, volver los ojos a mirarle...mirad con qué amor y
humildad os está enseñando….No os pido más de que le miréis. Pues ¿quién os
quita volver los ojos del alma, aunque sea de presto si no podéis más, a este
Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más
hermosa que se puede imaginar? ……El y no ha bastado para que os deje de
mirar, ¿y es mucho que, quitados los ojos de estas cosas exteriores, le
miréis algunas veces a Él? Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice
a la esposa, sino que le miremos. Como le quisiereis, le hallaréis. Tiene en
tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya. O miradle
cargado con la cruz, que aún no le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha El
con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores
por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis vos con El a consolar y
volváis la cabeza a mirarle…..Su Majestad andaba en el mundo, que lo
hicierais de buena gana y le mirarais siempre.” (Cfr. C 26,1-5). Teresa pide que nos instalemos en su presencia,
que le miremos y entremos en comunión con El, con sus sentimientos, que
dialoguemos mirándole a los ojos, que Él no nos quitará la vista, y que en su
mirada encontraremos la fortaleza para caminar en las dificultades, el
consuelo de nuestros dolores. 3. JESUS
SIEMPRE ESTA MIRANDO
Jesús, siempre está mirando. Observemos los
relatos del Evangelio: Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos:
“¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!” y
se decían unos a otros: “Y ¿quién se podrá salvar?” Jesús, mirándolos
fijamente, dice “Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo
es posible para Dios.” (Mt 10.23-26) La mirada de Jesús debía ser
extraordinaria, cautivante, en los relatos evangélicos encontramos algunas
luces de esta maravillosa mirada desde los ojos de Jesús. Marcos nos regala
con sus relatos. El pasaje del joven rico: “Jesús, fijando en él su mirada,
le amó” (Mc 10,21) “Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de
ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles
muchas cosas.” (Mc 6,34) En el relato del paralitico que pasan a través del
techo; “Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: “Hijo, tus pecados
te son perdonados.” (Mc 2,5) Fijémonos en la mirada de Jesús, lleno de
compasión por la mujer pecadora; y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón:
“¿Ves a esta mujer?” (Lc 7, 44), A Zaqueo lo mira con cordialidad y cariño,
como se mira a un gran amigo, “Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la
vista, le dijo: “Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en
tu casa.” (Lc 19, 5). A la pobre mujer
encorvada: “Al verla Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu
enfermedad.” (Lc 13, 12); En el evangelio de Mateo: “al pasar vio Jesús a un
hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice:
Sígueme.” (Mt 9,9) A la humilde hemorroísa: “Jesús se volvió, y al verla le
dijo: ¡Animo!, hija, tu fe te ha salvado.” (Mt 9, 22) La mirada tierna de Jesús a su madre; “con unos ojos tan hermosos y piadosos,
llenos de lágrimas” (C 26,5) su última mirada desde la cruz, mirada
generosa, entregada; “Jesús, viendo a
su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer,
ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre.” (Jn
19, 26-27). Dice Teresa; “Diréis, hermanas, que cómo se podrá hacer esto, que si le vierais
con los ojos del cuerpo el tiempo que su Majestad andaba en el mundo, que lo
hicierais de buena gana y le mirarais siempre. No lo creáis, que quien ahora
no se quiere hacer un poquito de fuerza a recoger siquiera la vista para
mirar dentro de sí a este Señor” (C 26,8) 4. CRUZAR
LA MIRADA CON CRISTO
“Mira que te Mira” (V 13,22) Preciosa
expresión de la Santa Madre Teresa de Jesús, que sigue siendo válida para
nosotros. Todos tenemos ojos para mirar y conocemos también la mirada
interior. En una lectura muy minuciosa del capítulo
26 de Camino de Perfección, subrayando las cosas que nos llaman la atención,
podemos apreciar la profundidad de la mirada de Cristo en Teresa, el
apasionamiento de ella en mirarle y, la invitación a fijar los ojos en El.
Relación de dos amigos. Ojos abiertos, sobre todo los del corazón, para un
encuentro. Jesús no está esperando otra cosa sino “que le miremos”. (C 26,2) Nosotros podemos hacer lo mismo que
Teresa, ayudados por los pasajes del Evangelio. Recordamos que este recurso
era muy utilizado por Teresa. Con gran facilidad entraba ella en las escenas
y compartía protagonismo con los diversos personajes del Evangelio. Observemos el texto de Marcos (Mc
12,41-44), Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la
gente monedas en el arca del Tesoro, está a cierta distancia, no mucha, se ha
puesto en un lugar estratégico. Podía haberse colocado en muchos lugares en
la plaza del templo, pero ha escogido ponerse ahí y mirar la pequeñez. Y
mientras mira se emociona. Se llena el corazón de gozo al observar las
huellas del Padre en el corazón de los más pequeños. Una pobre viuda está en la explanada del
templo. “la viuda sierva de Dios”
(V 30,3) Hay miles de personas. Pero ella es única en su pequeñez. Rebusca en
el bolsillo y encuentra unas monedas, casi nada. Es lo que tiene para vivir.
Allí está, insignificante, en medio de la multitud. Lo que lleva no merece si
siquiera la atención de su mirada. Es pobre. Ella no lo sabe, pero está
siendo mirada con cariño, con admiración. Hay unos ojos fijos en su gesto
pequeño de entrega, hay alguien que mira su corazón. Entonces, llamando a sus
discípulos, les dijo: “Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más
que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los
que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto
poseía, todo lo que tenía para vivir.” Podríamos imaginar (el texto no lo dice)
que sucede un cruce de miradas, que la pobre viuda mira a Jesús que la mira
con cariño. Le devuelve la mirada, y eso es orar. El momento se puede
prolongar hasta el infinito. Ahora nos corresponde a cada uno escoger
un momento del día, aunque sea pequeñito, insignificante a nuestros ojos y a
los ojos de los demás. Recordemos que el Señor nos mira, siempre nos mira con
cariño, con ternura, con misericordia. Devuélvele tú la mirada y estarás
orando. Si nos acostumbramos a hacer esto todos los días, nuestra vida irá
siendo una mirada bendecida, agraciada, por el Señor. Y brotará en nosotros un Magnificat. De la oración de mirada pasaremos a mirar la
vida de tal forma que seamos capaces de ver las transparencias de Dios
escondidas en el tejido de la vida. Para hacer un mundo mejor hay que empezar
a mirarlo con mejores ojos. 5. CENTRAR
LA MIRAD EN CRISTO, NOS DA ANIMO PARA IR DONDE EL
En el Evangelio de Mateo 14, 24-33, se nos
relata que Jesús había ido a orar al monte a solas, sus amigos estaban en una
barca, que se hallaba ya distante de la costa, agitada por las olas, pues el viento
era contrario. Luego en la noche, Jesús vino hacia ellos caminando sobre las
aguas. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían:
«Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. En un primer momento
pensaron en un fantasma. ¿Cómo pensar que una persona humana caminase sobre
el agua? Por lo visto, los apóstoles se muestran fáciles a estas creencias
fantasmales. Pero Cristo se da a conocer y los tranquiliza y al instante les
habló diciendo: « ¡Animo!, que soy yo; no temáis. » Animo les dice el Señor,
es decir, valor, sin miedo. Teresa de Jesús, utiliza mucho esta
palabra, ánimo, para darles valor a sus hijas las monjas y para que no tengan
miedo. Enseñándole las dificultades de la oración y cómo superarlas, les
dice: “Y aunque no parece es necesidad
más de la primera, para no andar el alma confusa y miedosa e ir con más ánimo
por el camino del Señor llevando debajo de los pies todas las cosas del
mundo” (V 17,5) y en el capítulo que trata de la fundación de la villa de
Caravaca, les dice; “Si tenéis
confianza en El y ánimos animosos -que es muy amigo
su Majestad (El Señor) de esto-, no hayáis miedo que os falte nada.”
(Fundaciones 27,12) Ciertamente, si centramos la mirada en
Cristo, y nos damos ánimo para ir hacia Él, se nos quita el miedo, por eso
Pedro, pasando del miedo al gozo, y pensando que si en verdad es El, le
respondió: “Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.” Es
notable esta transformación. Y ¿por qué no esperar a
ir con todos en la barca o hacer tiempo para que Él se subiese, ¿Por qué
aquel impulso suyo? ¡Pedro! Es el Pedro de siempre: el del impulso, el del
amor, el de la flaqueza. Con todo, Jesús mirando a Pedro, le dice,
“¡Ven!”, Y el bajó de la barca y se
puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia
del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!». ¿Qué le paso a Pedro?, ¿Por qué le
entra el miedo?, ¿porque comienza a hundirse en el mar ?.
El relato dice que viendo Pedro la violencia del viento, le entró miedo, es
decir, le quito los ojos a Cristo y todo cambió, y así ocurre siempre, le
quitamos los ojos al Señor, y parece que nos hundimos en nuestros problemas.
Es así como la Santa Madre Teresa tiene mucha conciencia de que debemos
siempre mirar a Cristo, ella nos dice: “no
os pido más de que le miréis. Pues ¿quién os quita volver los ojos del alma,
aunque sea de pronto si no podéis más, a este Señor? (C 26,2) Claro, a
Pedro, le preocupó mirar otras cosa, lo feo del movimiento del mar agitado,
pero si se hubiese concentrado en mirar la belleza del que viene a su
encuentro hubiese sido distinto. Teresa agrega luego: “Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más
hermosa que se puede imaginar?” (C 26,3) 6. EDUCAR
LA MIRADA, “MIRARLE A EL”, “VOLVER HACIA EL LOS OJOS DEL ALMA”
Enseñando como orar y las dificultades que
tenemos, Teresa de Jesús, nos regala una preciosa frase; “Mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale
con Él”. (V 13,22) Para centrar la atención en Cristo, hay que educarse a
la presencia de Él, recordando que la oración cristiana es cosa de dos, “amistad de dos amigos”, sabiendo
además “quien con quien”. Junto
con lo anterior, hay que pasar por educar la mirada, “mirarle a EL”, “volver hacia El los ojos del alma” (C 26,3).
Teresa de Jesús, nos dirá que es muy importante en la oración centrar la
mirada en Cristo, acogerse a Él, a su presencia, a su compañía. Dice Teresa: “Si estáis con trabajos o triste, miradle
camino del huerto…O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus
carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama......que el uno con el otro os
podéis consolar.” (C 26,5) Y para abrir el corazón a Cristo, es
imprescindible saberse mirado por El. Cuando reflexionamos el relato del
“Buen Ladrón”, (Lucas 23, 39-43) observamos que Jesús le mira, y se deja
mirar, entonces el “Buen Ladrón” vuelve su mirada hacia Cristo y, luego
pronuncia una oración, una plegaria en la que le declara su esperanza de ser
aceptado por Dios. Nótese que no le pide al Señor que lo salve de la muerte,
todo lo contrario, pide: “acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”, es
decir que lo admita, que piense en él y se dirige al mismo Jesús en una
contenida confesión de fe. ¿Pero qué fue lo que hace cambiar de actitud al
“Buen Ladrón”?. Para abrir el corazón es imprescindible saberse mirado. Sólo
desde la gracia puede el orante paladear y saborear, la amistad. Tenemos que
educar la mirada: desde la mirada exterior educar la mirada interior. Teresa
de Jesús, por experiencia, nos invita a mirarle, a percibir su misericordia
en su mirada poniendo los ojos en El, volver los ojos a mirarle, a no
quitarle la vista. El “Buen Ladrón”, vuelve su cabeza para mirar a Cristo, y
Teresa nos enseña hablando sobre mirar a Cristo cargado con la cruz; “Y os mirará Él con unos ojos tan
hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores para consolar
los vuestros, solamente porque vais a consolaros con Él y porque volvéis la
cabeza para mirarle”. (C 26,5). Entonces, creo que podemos suponer que la
conversión de este “Buen Ladrón”, nace desde la mirada de Cristo, y desde una
cara castigada, maltratada, escupida y demacrada. Es la misma mirada que
había puesto sus ojos en tanto hombres y mujeres necesitados de su
misericordia, que había realizado tantos prodigios, mirada de un corazón puro
que se adentraba en los corazones, mirada que invitaba a seguirlo y a ser su
discípulo. Relación de dos amigos. Ojos abiertos, sobre todo los del corazón,
para un encuentro. Jesús no está esperando otra cosa sino “que le miremos”. (C 26,2) 7. UNA
MIRADA DE AMIGOS
Dice el Señor: “Nadie tiene mayor amor que
el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que
yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su
amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre
os lo he dado a conocer.” (Jn 15, 13-15). El mismo Señor nos llama amigos, y
los amigos siempre son buena compañía, y Teresa les pide a sus hijas; “Procurad luego, hija, pues estáis sola,
tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mismo maestro que enseñó la
oración que vais a rezar? Representad al mismo Señor junto con vos y mirad
con qué amor y humildad os está enseñando. Y creedme, mientras pudiereis no
estéis sin tan buen amigo” (C 26,1) y más adelante la santa Madre Teresa
de Jesús pide; “No os pido ahora que
penséis en El ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y
delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le
miréis.” Y sigue; “Pues ¿quién os
quita volver los ojos del alma, aunque sea de pronto si no podéis más, a este
Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más
hermosa que se puede imaginar? Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los
ojos de vosotras. Ha sufrido mil cosas feas y abominaciones contra Él y no ha
bastado para que os deje de mirar, ¿y es mucho que, quitados los ojos de
estas cosas exteriores, le miréis algunas veces a Él? Mirad que no está
aguardando otra cosa, como dice a la esposa, sino que le miremos). Como le
quisiereis, le hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no
quedará por diligencia suya.” (C 26, 1-3) Los evangelios nos hablan de la amistad
sólida de Jesús y de sus discípulos con expresiones muy elocuentes. En
efecto, Juan presenta a Jesús tratando de este tema en sus discursos de la
última cena, y piensa en el maestro como modelo de la amistad profunda y
concreta que llega hasta el don de la vida: "Vosotros sois mis amigos si
hacéis lo que os mando.” Y como dice Teresa; “¿Pensáis que es poco un tal amigo al lado?” (C 26, 1) Y no sólo
ellos, sino que también los demás discípulos fueron considerados como amigos
por Jesús; “Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis” (Lc 12,4) En
realidad, “el amigo verdadero ama en todas las circunstancias, en la
prosperidad y en la desdicha” (Pr 17,17): "Un amigo fiel es escudo
poderoso; el que lo encuentra halla un tesoro. Un amigo fiel no se paga con
nada, no hay precio para él. Un amigo fiel es bálsamo de vida, los que temen
al Señor lo encontrarán" (Sabiduría 6,14-16). Es así como Teresa, nos
enseña; “Con tan buen amigo presente,
con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede
sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero. Y veo yo
claro, y he visto después, que para contentar a Dios” (V 22,6), Y sobre la tierna mirada amistosa de
Cristo, Teresa exclama con gozo; "Considero
yo muchas veces, Cristo mío, cuán sabrosos y cuán deleitosos se muestran vuestros
ojos a quien os ama y Vos, bien mío, queréis mirar con amor. Paréceme que
sola una vez de este mirar tan suave a las almas que tenéis por vuestras,
basta por premio de muchos años de servicio. ¡OH válgame Dios, qué mal se
puede dar esto a entender, sino a los que ya han entendido cuán suave es el
Señor!" (Exclamaciones 14, 1). 8. UNA
MIRADA HUMANA HACIA EL CRISTO
Teresa, nos propone una mirada humana
hacia el Cristo que se conmueve frente al dolor, aquel que llora por amor,
como lo hizo en Betania; así lo relata el Evangelio: “Cuando María llegó
donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: Señor, si hubieras
estado aquí, mi hermano no habría muerto. Viéndola llorar Jesús y que también
lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y
dijo: ¿Dónde lo habéis puesto?, Le responden: Señor, ven y lo verás. Jesús se
echó a llorar.” (Jn 11, 32-35). Cristo, derrama lágrimas de amor a María,
hermana de Lázaro, como escribe Teresa; “El
con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus
dolores por consolar los vuestros” (C 26,5) Teresa observa que cuando en
medio de nuestras ocupaciones o cuando sentimos ciertas persecuciones,
sufrimientos y desolaciones donde no se puede tener tanto descanso, Cristo es
muy buen amigo, porque le miramos hombre, y le vemos con flaquezas y
padecimientos, y esto nos hace compañía. Y Así es como ella escribe: “esto no es tan ordinario, que en
negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud,
y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre
y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía”
(V 22,10) Luego añade Teresa, que si uno se
acostumbra, siempre y con mucha facilidad se lo encuentra al lado (a Cristo).
Aunque llegarán momentos o temporadas, en que el alma ni gozará de
contemplación ni podrá ponerse junto a él, entonces en estos casos lo que
vale, es no buscar consuelos espirituales, sino abrazarse con la cruz, venga
lo que viniere. Esto es una gran cosa. En palabras de Teresa, ella lo escribe
así; “habiendo costumbre, es muy fácil
hallarle cabe sí, aunque veces vendrán que lo uno ni lo otro se pueda. Para
esto es bien lo que ya he dicho: no nos mostrar a procurar consolaciones de
espíritu; venga lo que viniere, abrazado con la cruz, es gran cosa.” Y
más adelante Teresa nos invita a no le dejarle solo; “Desierto quedó este Señor de toda consolación; solo le dejaron en
los trabajos; no le dejemos nosotros, que, para más sufrir, Él nos dará mejor
la mano que nuestra diligencia, y se ausentará cuando viere que conviene y
que quiere el Señor sacar el alma de sí, como he dicho”. (V 22,10) “Mirad las palabras que dice aquella boca divina, que en la primera
entenderéis luego el amor que os tiene, que no es pequeño bien y regalo del
discípulo ver que su maestro le ama.” (C 26,11) 9. "NO
OS PIDO MÁS QUE LE MIRÉIS".
Pregunta Teresa: “¿Es mucho que a quien tanto nos da volvamos una vez los ojos a
mirarle?” (C 26, 4) Teresa nos invita hacer nuestras oraciones mirándole
a Él, con una mirada de fe, con una mirada contemplativa, que sea una mirada
llena de amor.... una mirada cargada de admiración por su belleza y su
bondad... por todo lo que el significa para nosotros por la historia de amor
que juntos vamos tejiendo; una mirada agradecida; "No os pido más que le miréis". (C 26,3) En el amor de Cristo resucitado, Teresa se
anima a mirar con una apertura gozosa y constructiva todo el horizonte de su
realidad, sabiendo descubrir y valorar en ella los elementos positivos que
nos puede aportar, por eso estoy convencido que todo cuanto hay de verdad, de
belleza, distinguido, puro, afectuoso, todo cuanto sea virtud y
recomendaciones para amar y acercarnos a Cristo, como una simple mirada, es
bueno tenerlo en cuenta. Dice Teresa: "Bienaventurado quien de verdad le
amare y siempre le trajere cabe (cerca de) sí" (V 22, 7). Hago finalmente en Teresa, las palabras
del apóstol san Pablo: “Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y
visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros.”(Filp 4,9) El Señor nos Bendiga con su mirada. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Lujan, 2 de abril de 2016 Fuentes Bibliográficas y
de referencias Obras Completas, Edición Maximiliano Herráiz G. OCD Obras Completas, Editorial Monte Carmelo Mi libro, Teresa de Jesús nos habla de Dios, Editorial Monte Carmelo Mis apuntes de Clase en el Cites, Universidad de la Mística, Ávila,
mis maestros: Maximiliano Herráiz G, OCD, Francisco Javier Sancho F. OCD,
Rómulo Cuartas L. OCD, Jerzy Nawojwski
OCD, P. Antonio Mas A. Textos Bíblicos, Biblia de Jerusalén Camino de Perfección = C Libro Vida = V |