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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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SANTA TERESA DE JESUS

 

 

 

 

SANTA TERESA DE JESUS Y LA JUSTICIA DE DIOS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Camino al V centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús


La Santa Madre Teresa de Jesús, escribe en el capítulo 19 de Libro Vida, sobre los efectos que hace en el alma lo que ella define como el cuarto grado de oración, y catequiza a sus hijas (las monjas) para que no vuelvan atrás, aunque después de este obsequio piensen retroceder, no dejen la oración. Comienza este capítulo, para que todos nos animemos; “Queda el alma de esta oración y unión con grandísima ternura, de manera que se querría deshacer, no de pena, sino de unas lágrimas gozosas” (Vida 19,1). Estando Teresa rezando las Liturgia de las Horas llegó al verso de un salmo que dice: "Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos" (Sal 119, 137) y comenzó a pensar qué gran verdad era eso. (Cfr. Vida 19, 9). En la Sagrada Biblia de Jerusalén se lee; “¡Justo eres tú, Señor, y rectitud tus juicios!  (Salmos 119, 137)

En el capítulo siguiente, explica Teresa la diferencia que hay de unión a arrobamiento y expone además qué cosa es arrobamiento, y nos habla sobre el bien que tiene el alma cuando el Señor por su bondad llega a ella. Dice también los efectos que hace. Al final de este capítulo, presenta Teresa una reflexión sobre cómo se ven las faltas del alma con la claridad de la luz, donde se puede ver hasta lo más pequeñito de suciedad (polvo) y expresa; “Más cuando ha llegado el éxtasis en el que le da el sol de justicia que le hace abrir los ojos, ve tantas motas en sí que quisiera volverlos a cerrar; porque aún no es tan hija de esta águila caudalosa para poder mirar este sol de límite a límite; más por poco abiertos que los tenga, se ve toda turbia. Recuerdo el salmo que dice ¿Quién será justo delante de Tí?" (Vida  20,29). Se refiere al salmo 143,2 donde en la Sagrada Biblia de Jerusalén se lee; “no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente”. 

San Pablo, escribe en la primera carta a los Corintios, (1 Cor 10,13), enseñándoles a ellos a estar en vela para no caer, y el secreto es que no den lugar a la tentación, y les promete que Dios acudirá en su socorro. (Aquino: Primera Corintios). Dice el apóstol; “Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito”. Teresa recuerda haber leído este fragmento comentando; “Estando en un oratorio muy afligida sin saber lo que me iba a ocurrir, leí un libro, que parece que el Señor lo puso en mis manos, en que decía san Pablo: "Que Dios era muy fiel y no permitía que los que le amaban fueran engañados por el demonio" Esto me consoló mucho (Vida 23, 15).

Declarando Teresa  cómo es este hablar que hace Dios al alma y lo que ella siente, (Vida 25,1) en un momento ella dice que ningún consuelo le bastaba, cuando pensaba que era posible que muchas veces le pudiera hablar el demonio, debido a que no dejaba horas de soledad para la oración. (Vida 25,16) Luego comenta; “Pues estando yo sola, sin tener una persona con quien descansar, ni podía rezar ni leer, sino como persona espantada de tanta tribulación y temor de si me había de engañar el demonio, toda perturbada y fatigada, sin saber qué hacer de mí”. (Vida 25,17). Con todo, confiando en la justicia de un Dios fiel, aun algunas veces temiendo mil peligros exclama; “¡Oh Señor mío, cómo eres Tú el amigo verdadero; y como poderoso, cuando quieres, puedes, (“Señor, si quieres, puedes limpiarme”.  Lucas 5, 12) y nunca dejas de querer si a Ti te quieren! ¡Alaben a Dios todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién pudiera gritar Tú nombre, para decir lo mucho que eres fiel a tus amigos! Todas las cosas fallan: Tú, Señor de todas ellas, nunca fallas” (Cfr. Vida  25, 17). Y agrega Teresa más adelante, tratando los grandes regalos que la hizo el Señor: “Aquí el alma se ve inundada de verdadera humildad al ver su miseria, pues no la puede ignorar. Aquí la confusión y el verdadero arrepentimiento de los pecados pues, aun viéndole manifestando amor, no sabe uno dónde meterse, y así se deshace toda” (Vida 28, 9).

Tratando Teresa lo mucho que importa no volver atrás quien ha comenzado camino de oración, (Camino de Perfección), nos enseña cuan justo es Dios con nosotros, que Él no es nada de delicado y que no se fija en pequeñeces. Entonces nos dice que así es como El tendrá algo que agradecernos; eso es dar algo. Y agrega que “Lo demás, bueno es para quien no es generoso, sino tan mezquino, que no tiene corazón para dar. No es nada minucioso para tomarnos cuentas, sino generoso; por grande que sea la deuda, no le cuesta perdonarla” y concluye a continuación, “Para pagarnos es tan mirado, que no tengan miedo de que un alzar de ojos acordándonos de Él, nos deje sin premio” (Cfr. Camino de Perfección 23, 3). Y así meditando los cantares, les dice a sus monjas; “¡Oh, hijas mías, que es Dios muy pagador, y tenéis un Señor y un Esposo a quien no se le pasa nada sin que lo entienda y lo vea! Y así, aunque sean cosas muy pequeñas, no dejen de hacer por su amor lo que pudieran hacer. Su Majestad (el Señor) las pagará; lo que mira es el amor con que ustedes lo hacen” (Meditación de los Cantares 1, 6).

Al respecto sobe lo justo que es el Señor con todos, en la Terceras Moradas, enseña Teresa; “En estas moradas no deja el Señor de pagar como justo, y aun como misericordioso -que siempre da mucho más de lo que merecemos-, dándonos contentos harto mayores que los que nos pueden dar los regalos y vanidades del mundo” (III Moradas 2, 8). Y más adelante agrega; “No piensen ustedes que importa poco que no quede por nosotros, que cuando no es nuestra la falta, justo es el Señor (¡Justo eres tú, Señor, y rectitud tus juicios!  (Salmos 19, 137), y Su Majestad (el Señor) les dará por otros camino lo que nos quita por éste, por lo que Su Majestad sabe, que son muy ocultos sus secretos, al menos será lo que más nos conviene sin duda ninguna” (III Moradas 2, 11).

Íntimamente conocedora de la fidelidad y justicia de Dios, Teresa exclama: 

“¡Oh, poderoso Dios mío!, pues aunque no queramos, nos has de juzgar, ¿por qué no miramos lo que nos importa tenerte contento para aquella hora? (Exclamaciones 3).

¡Oh, Dios mío!, ¿cómo padeces por quien tan poco se duele de Tus penas? Tiempo vendrá, Señor, en el que se manifieste Tú justicia y si es igual que la misericordia. Miren, cristianos, considerémoslo bien y jamás podremos acabar de entender lo que debemos a nuestro Señor Dios y las magnificencias de sus misericordias. Pues si es tan grande su Justicia, ¡ay dolor!, ¡ay dolor!, ¿qué será de los que hayan merecido que se ejecute y resplandezca en ellos? (Exclamaciones 12). 

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Editado en este link; VOCES DE SANTA TERESA DE JESUS

Más sobre Teresa de Jesus en:

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