José de Ribera, santa Teresa de Jesús, 1640-45, óleo sobre lienzo, Real

Academia de Bellas Artes de San Carlos. Museo de Bellas Artes, Valencia

 

TERESA DE JESUS Y SU ENCANTO POR LA VOLUNTAD DE DIOS

“¡Oh gran deleite, padecer en hacer la voluntad de Dios!” (V Moradas 2, 14).

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    ES GRAN DESEO DE CUMPLIR LA VOLUNTAD

Vivimos en un tiempo donde, si tenemos ánimo de oír a Dios en su Palabra, no podemos excusarnos de que no tenemos como hacerlo. En efecto, la Biblia y los textos bíblicos están disponibles de muchas formas y la participación en la Misa, es una rica fuente de oír la Palabra de Dios durante la Liturgia. En tiempos de la Santa Madre Teresa de Jesús, era difícil, había que saber leer y no todos sabían, pero había oportunidad de oír a los eruditos predicar en los templos. Y respecto a Teresa, es importante destacar, que la primera fuente de información y aprendizaje que tiene la Santa, es humana. Me parece que ella nos revela en su Libro Vida que es una buena “oidora”, porque comprende al que escucha, no obstante con gran inteligencia razona, juzga y desentraña bien lo que ha oído. Y así fue como escucho a los mejores letrados (teólogos) de su tiempo. Ella se dejó animar e influenciar por diversos padres, en su mayor parte confesores, y de manera muy sutil, ella nos dice que a no todos los letrados (teólogos) les creía; “buen letrado nunca me engañó.” (Libro Vida 5,3). Con todo, cuando leemos a la Santa, nos damos cuenta que todo lo que ella escribe tiene una fuente de inspiración muy teológica, y no es difícil asociar sus ideas y conceptos a los Bíblicos, en especial al Nuevo Testamento. Es así, como podemos relacionar cada enseñanza que ella escribe, a una fuente divina.

Tratando de comprender de dónde le viene a Teresa es gran deseo de cumplir la voluntad de Dios, y en que podría estar ella deliberando, he encadenado sus enseñanzas y recomendaciones a textos bíblicos, por simple semejanza, ya que no siempre en sus escritos, menciona la referencia.

2.    ¿QUÉ PENSÁIS, HIJAS, QUE ES VOLUNTAD DE DIOS?

La Santa Madre Teresa de Jesús, está muy preocupada de catequizar a sus hijas las monjas sobre la necesidad de comprender porque se debe aceptar la voluntad de Dios. Si no se comprende porqué, es más difícil asumir esta necesidad.  Por eso ella utiliza la pedagogía de preguntar y luego enseñar; “¿Qué pensáis, hijas, que es voluntad de Dios?” y luego enseña; “Que seamos del todo perfectas; que para ser con Él y con el Padre como Su Majestad le pidió (Jn 17, 22), daos cuenta de lo que nos falta. Acá solas estas dos cosas nos pide el Señor: Amor a Su Majestad y al prójimo. Por esto debemos luchar. Guardando estas dos cosas con perfección hacemos su voluntad y así estaremos unidas con El” (V Moradas 3, 7). Cuando Teresa pregunta “¿Qué pensáis?”, y luego enseña, está de alguna forma corrigiendo una idea equivocada, como lo pide también el apóstol Pablo; “Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.” (Rom 12)

Expone Teresa; “Me preguntaréis o tendréis duda sobre dos cuestiones: la primera que, si está el alma tan anclada en la voluntad de Dios como queda dicho, cómo se puede engañar, pues ella no quiere hacer su voluntad en nada. Respondiendo a lo primero, digo, que si el alma está siempre asida (tomada) a la voluntad de Dios, está claro que no se perderá; más viene el demonio con sus sutilezas grandes, y debajo de color de bien la va desquiciando en cosas pequeñas y metiendo en algunas circunstancias que él le persuade de que no son malas, y poco a poco va oscureciendo el entendimiento y enfriando la voluntad y haciendo crecer en ella el amor propio, hasta que de una caída a otra, la va apartando de la voluntad de Dios y llevando a la suya” (V Moradas 4, 7-8). El Apóstol Pedro expone a los suyos; “De modo que, aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Creador fiel, haciendo el bien.” (1 Pedro 4.19)

3.    AMAR A DIOS, ES HACER SU VOLUNTAD.

Confiada absolutamente en Dios, Teresa expone su deseo de amar su voluntad; “Yo deseo servir a este Señor; no pretendo otra cosa sino agradarle; no quiero alegría, ni descanso, ni otro bien más que hacer la voluntad de Dios” (Libro Vida 25, 19).  Comentando Teresa del amor que tenía Jesús a su Padre y padecer tanto por El, exclama; “¡Oh gran deleite, padecer en hacer la voluntad de Dios! (V Moradas 2, 14). Canta el salmista: “Hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser” (Sal 40, 9)

Ciertamente, en el trato de amistad con Dios, vamos comprendiendo que amar a Dios, es hacer su Voluntad. En efecto, el mismo Señor nos lo dice;  “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn 14, 15) y cumplir sus mandamientos guardar su Palabra, es cumplir su voluntad.

Un escriba le hace la pregunta a Jesús; “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” y Jesús y le da una respuesta clara y terminante: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor” y más adelante añade; “y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas” El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.  (Mc 12,28-31).

Los Evangelios insisten que el amor total a Dios es el primer mandamiento. Amar a Dios es amarlo a Él primero que nadie y primero que todo, sobre todas las personas y sobre todas las cosas, con todo el corazón y con toda el alma y con toda la mente, y con todas las fuerzas.

Dice Teresa; “¿Qué pensáis, hijas, que es voluntad de Dios? Que seamos del todo perfectas; que para ser con Él y con el Padre como Su Majestad le pidió (Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno” (Jn 17, 22), daos cuenta de lo que nos falta. Acá solas estas dos cosas nos pide el Señor: Amor a Su Majestad y al prójimo. Por esto debemos luchar. Guardando estas dos cosas con perfección hacemos su voluntad y así estaremos unidas con El (V Moradas 3, 7). Este amor se demuestra concretamente con el cumplimiento de los mandamientos del Señor, como lo pide el evangelista que el Señor amaba; “Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos.” (1Jn 5,3). Y así Teresa le dice a sus monjas; “Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas.  (I Moradas 2)

4.    LA VOLUNTAD DEL HIJO, ES LA VOLUNTAD DEL PADRE

Efectivamente, amor significa comunión con Dios, y por tanto conformidad plena con su voluntad, el mismo Hijo de Dios nos lo pide: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” (Jn 15,10). El que ama conoce a Dios: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.”  (1 Jn 4,7); pero este conocimiento según el lenguaje bíblico indica vida de comunión profunda, como la que reina entre el Padre y el Hijo. Mediante el amor uno permanece profundamente unido a Dios y a su Hijo, es decir, vive en perfecta comunión con la santísima Trinidad, esto es, Palabra del Señor: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.” (Jn 14,21) Comenta Teresa de Jesús; “Aquí se le comunican todas Tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos. (VII Moradas 1,6)

La finalidad por la que el Hijo ha venido al mundo es la de comunicar a los hombres la enseñanza que ha recibido del Padre: "Esta doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. El que quiera hacer la voluntad de Dios conocerá si mi doctrina es de Dios o si hablo por mi cuenta" (Jn 7,16-17). Y Teresa exclama; “¡Oh Señor, cómo parecéis Padre de tal Hijo, y cómo parece vuestro Hijo de tal Padre!” (Camino de Perfección 44,1)

Tampoco aquí se trata de una enseñanza de tipo doctrinal, sino de la revelación de la relación única que une al Hijo con el Padre: "Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed en las obras, para que sepáis y reconozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre" (Jn 10,37-38). Teresa; “¡Oh buen Jesús! ¡Con cuánta claridad habéis manifestado que sois uno con el Padre, y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra!” (Camino de Perfección 27, 4). Esta revelación, por otra parte, no se hace con palabras, sino mediante el don que Cristo hace de su vida por sus ovejas (las ovejas le siguen, porque conocen su voz.  (Juan 10,15); en efecto, este don no es más que la expresión, en términos humanos, del conocimiento que el Hijo tiene del Padre. Por eso los cristianos están llamados a caminar hacia "el conocimiento pleno de todo y a descubrir el secreto de Dios, que es Cristo, en el que se encuentran ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col 2,2-3). Como sigue San Pablo, el conocimiento del misterio llega a coincidir prácticamente con el conocimiento de Dios (Col 1,10), de su gracia (Col 1,6) y de su voluntad (Col 1,9)

5.    ESTA VOLUNTAD DEBEMOS DE HACER SIEMPRE, CON ÁNIMOS ANIMOSOS

Se puede enunciar como la voluntad absoluta del Padre el deseo de salvar a todos los hombres a través de su Hijo Jesucristo en el don del Espíritu. “Y esta es la voluntad del que me ha enviado….Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.”  (Jn 6, 39-40) Esta voluntad tiene su comienzo en la alianza realizada según los libros del Antiguo Testamento y su cumplimiento en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo.

Así pues, los cristianos son invitados a unir a la fe la paciencia a ejemplo de Jesús, que soportó la cruz. Invita el autor de la carta de los Hebreos: “caminemos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, (sólo pongamos los ojos en contentarle, VI Moradas 3) el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios. Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo.” (Hb 12, 2-3) Lejos de ser ocasión para el desánimo, las pruebas de diversa índole que tenemos constantemente, deben reforzar en nosotros la esperanza, y no desanimarnos, porque Dios quiere servirse de ella "para comunicarnos su propia santidad" (Hb 12,10) Dice Teresa; “si siempre pedís a Dios lo lleve adelante, y no fiais nada de vosotras, no os negará su misericordia. Si tenéis confianza en él y ánimos animosos -que es muy amigo su Majestad (El Señor) de esto-, no hayáis (tengan) miedo que os falte nada.  (Fundaciones 27)

Así como Cristo en su pasión aprendió la obediencia (Hb 5,8) y cumplió la voluntad de Dios (Hb 10,5-10), también los cristianos en sus pruebas se someten a la acción divina santificante (Hb 12,5-11) y cumplen la voluntad del Señor (Hb 10, 36).  A esto Teresa nos dice; “Si hubiésemos de ir escogiendo los sufrimientos que queremos y dejando los otros, no imitaríamos a nuestro Esposo que, a pesar de sentir tanto en la oración del Huerto su Pasión, al final dijo: "Hágase tu Voluntad". Esta voluntad hemos menester (tener necesidad) hacer siempre, y haga Él lo que quisiere de nosotros (Cta 287, 3, a María de San José). 

6.    QUE EL SEÑOR DISPONGA DE TODO CONFORME A SU GLORIA Y A SU VOLUNTAD

En una ocasión el Señor le dice alguien que le avisaba “¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.”, extrañado él se pregunta;  “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.”  (Mt  12, 46-50) y también son nacidos de Dios (Jn 1,13) e hijos del Padre (Jn 1,12), de manera que toda la comunidad cristiana resulta ser una verdadera "comunidad de hermanos" (1P 5,9), de los que Jesús es el "primogénito" gracias a la resurrección (Rm 8,29). Teresa le dice a sus monjas: “si con todas nuestras fuerzas nos esforzamos a que sean con las palabras las obras, en fin, a parecer en algo ser hijos de tal Padre y hermanos de tal Hermano, sabiendo su Majestad que haciendo, como digo, lo que decimos, no dejará el Señor de cumplir lo que le pedimos y traer a nosotros su reino  (Camino de Perfección (“E”) 65,5)

Reflexiona la Santa; “Este es nuestro engaño, no abandonarnos del todo a lo que el Señor hace, que sabe mejor lo que nos conviene.” (Libro Vida 6, 5). Nos recuerda Teresa que Nuestro Padre sabe lo que necesitamos antes de pedírselo. (Cfr. Mt 6, 6) Entonces ella medita: “Aquí hay que dejarse del todo en los brazos de Dios: si quiere llevarla al cielo…… descuídese del todo” (Libro Vida 17, 2). Y afirma el Autor Sagrado; “El Dios de siempre es tu refugio, estás debajo de los brazos eternos.” (Dt 3,27) y otra mujer reza: “¡Señor, Señor, Rey Omnipotente! Todo está sometido a tu poder, y no hay quien pueda resistir tu voluntad.”  (Ester 4,17)

Sumisa en la humilde verdad, Santa Teresa se dispone con generosidad a lo que Dios mande; “que el Señor disponga de todo conforme a su gloria y a su voluntad (Libro Vida 20, 23). Más adelante en el mismo libro escribe; “Yo deseo servir a este Señor; no pretendo otra cosa sino agradarle; no quiero alegría, ni descanso, ni otro bien más que hacer la voluntad de Dios” (Libro Vida 25, 19). Y lo dice como haciendo eco a las expresiones de Judas Macabeo, que animado con una gran fe en lo que él creía era el apoyo de Dios, por la bondad, pide a los suyos; “Que a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con corazón grande y ánimo generoso.”  (2 Macabeos 1,3) y sigue la Santa: “El Señor me deje atinar en cumplir su voluntad” (Libro Vida 26, 6). Ciertamente, hay que oír también a evangelista cuando nos dice; “El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2, 17)

7.    CÚMPLASE, SEÑOR, EN MI VUESTRA VOLUNTAD DE TODOS LOS MODOS Y MANERAS QUE VOS, SEÑOR MÍO, QUERÁIS

Recuperándose Santa Teresa de su prolongada enfermedad, ella nos relata qué: “sólo el Señor puede saber los incomportables tormentos que sentía” (Libro Vida 6.1), y luego cuenta qué: “Cuando comencé a andar a gatas, alababa a Dios. Pasé todos los dolores con gran conformidad, con gran alegría; pues todo me parecía nonada, comparado con los dolores y tormentos del principio. Estaba muy conforme con la Voluntad de Dios, aunque me dejase así siempre” (Libro Vida 6, 2). Más adelante ella comenta: “Podría decir lo que san Pablo, aunque no con la misma perfección, que "no vivo yo, sino que Vos, Creador mío, vivís en mí" (Gal 2, 20), pues creo que ya hace algunos años que me tenéis de vuestra mano y me veo con deseos y determinaciones, y he experimentado en estos años muchas cosas, que no hago ni una pequeña cosa contra vuestra voluntad, aunque debo de hacer hartas ofensas a Vuestra Majestad sin advertencia (Libro Vida 6, 9). Teresa nunca escatima palabras para reconocer sus faltas y debilidades, es lo mismo que encontramos en muchos personajes Bíblicos cuando llaman a reconocer nuestras culpas para llegar a ser santos, como es la misión de Esdras en Jerusalén y su lucha por purificar a los judíos el pide; "Reconoced vuestra culpa ante el Señor, Dios de nuestros padres, y cumplid su voluntad.” (Esd 10,11) Teresa escribe finalizando el relato de su vida; “Haga el Señor, pues es poderoso y si quiere puede, que acierte yo a hacer su voluntad en todo” (Libro Vida 40, 24).

Dios sabe bien lo que necesitamos, y hay que fiarse de Él, como lo dice el evangelista: “En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha.” (1 Jn 5,14). Teresa nos escribe; “Es mucho atrevimiento que yo quiera escoger el camino sin saber el que conviene más, sino dejar al Señor que me conoce, que me lleve por el que conviene, para que en todo haga su voluntad” (VI Moradas 9, 16). Ciertamente, que si nos fiamos del Señor, hay que dejarse guiar por Él y sus enseñanzas, así también lo canta el salmista; “enséñame a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu espíritu que es bueno me guíe por una tierra llana.”  (Salmos 143,10)  Y exclama Teresa; “¡Oh, alma mía!, deja hacer la voluntad de tu Dios; eso te conviene; sirve y espera en su misericordia, que remediará tu pena cuando la penitencia de tus culpas haya ganado algún perdón de ellas; no quieras gozar sin padecer” (Exclamaciones 6).

En el comienzo del Libro Camino de Perfección, nos encontramos esta plegaria; “El Señor ponga en todo lo que hiciere sus manos (en todo lo que diga) para que vaya conforme a su santa voluntad, pues son éstos mis deseos siempre, aunque las obras (sean imperfectas) tan faltas como yo soy.” (Camino de Perfección, prologo 2) El salmista canta: “hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser.” (Sal 40,9) Y agrego a Teresa; “cúmplase, Señor, en mi vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, queráis; si queréis con trabajos, dadme fuerza y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y pobrezas, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es justo que vuelva las espaldas” (Camino de Perfección 32,10).

8.    EJERCITAR LAS VIRTUDES Y RENDIR NUESTRA VOLUNTAD A LA DE DIOS EN TODO

Comentando Santa Teresa, sobre la gran necesidad que tenemos de que el Señor nos dé lo que pedimos en estas palabras del Padrenuestro, “danos cada día nuestro pan cotidiano” (Lc 11, 3) considera ella que el Señor vio que era difícil cumplir lo ofrecido, porqué; “si se le dice a un rico sibarita, que es voluntad de Dios que tenga cuenta de moderar su plato para que otros que mueren de hambre puedan al menos comer pan, dará mil razones para demostrar que no lo entiende y poder seguir haciendo su capricho.” Y sigue luego; “Y si se le dice a un murmurador que es voluntad de Dios que quiera para su prójimo lo mismo que para sí,  “y amarás a tu prójimo como a ti mismo”  (Mt 19,19) no tiene paciencia para soportarlo, ni habrá razones suficientes que se lo hagan entender. Y finalmente agrega; “Y si se le dice a un religioso, que está acostumbrado a vivir libremente y a su gusto, que ha de dar ejemplo y que ha de vivir lo que ha jurado y prometido, y que es voluntad de Dios que cumpla sus votos y que, si da escándalo, aunque no los quebrante del todo, peca contra ellos y ya que ha prometido pobreza que la guarde sin rodeos, que eso es lo que el Señor quiere, no lo entenderá” (Camino de Perfección 33,1). Santiago advierte al que se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra; “Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana.  La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo.” (Sant 1, 26-27)

Teresa; “Y creedme, que no está el problema en llevar hábito religioso o no, sino en procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo y que el orden de nuestra vida sea el que Su Majestad ordenare en ella, y no queramos nosotros que se haga nuestra voluntad sino la suya” (III Moradas 2, 6). A imitación de Cristo, que le dice a su Padre; “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lc 22, 42)

Exclama apasionadamente Teresa; “¡Oh, qué dicha tan grande será alcanzar esta merced! pues es unirse con la voluntad de Dios, de manera que no haya división entre Él y ella, sino que sean una misma voluntad; no por palabras, no por solos deseos, sino puesto por obra, de manera que, entendiendo que sirve más a su Esposo en una cosa, tenga tanto amor y deseo de contentarle, que no escuche las razones que le dará el entendimiento, ni los temores que le pondrá, sino que deje obrar a la fe de manera que no mire su provecho ni descanso, sino que acabe ya de entender que en esto está todo su provecho.” (Mdt Cantares 3, 1).

Comentando Santa Teresa, sobre las últimas palabras del Padrenuestro, “Mas líbranos del mal. Amén”, exclama; “¡Qué diferente es la vida que el Rey (Dios) le ha revelado, de la que tiene que vivir en este mundo! ¡Cómo no ha de desear la muerte! ¡Cuán diferente es la inclinación de nuestra voluntad a lo que es la voluntad de Dios! Ella quiere que queramos la verdad, y nosotros queremos la mentira; quiere que queramos lo eterno, y en el mundo nos inclinamos a lo que se acaba; quiere que queramos cosas grandes y elevadas, y aquí queremos las caducas y las de la tierra; querría que quisiéramos lo seguro y aquí amamos lo engañoso." (Camino de Perfección 42, 4).

9.    TERESA EN SUS CARTAS, INVITA SIEMPRE A QUE SE CUMPLA LA VOLUNTAD DEL SEÑOR.

Teresa de Jesús, no se olvida al escribir sus cartas, hacer referencia al cumplimiento de la voluntad del Señor y en cualquier circunstancia. Escribe a don Lorenzo de Cepeda sobre la oración y las mortificaciones; “Harta merced (muchos regalos) le hace Dios en soportar tan bien la falta de oración, que es señal de que está rendido a su Voluntad, que éste creo que es el mayor bien que trae consigo la oración” (Cta 182, 13). Teresa sabe por las palabras del Señor, lo bueno que trae consigo la oración. Nos enseña Jesús; “Porque todo el que pide recibe” (Mateo 7, 8), “¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!” (Mt 7,11) y para evitar que vayamos por el camino equivocado nos enseña: “orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, y la carne es débil”  (Mt 26, 41) Y más Teresa; “déjense en las manos de Dios para que cumpla su Voluntad en ellas, que ésta es la perfección, y lo demás podría ser tentación” (Cta 60, 3 a unas aspirantes).

Escribe Teresa al mismo padre Jerónimo Gracian de la madre de Dios; “Nunca nos venga bien contra la Voluntad de nuestro Bien” (Cta 27). Y más adelante concluyendo la carta escribe: “Plegue al Señor, entienda que yo siempre haré su voluntad.” Y el apóstol Pedro escribe; “De modo que, aun los que sufren según la voluntad de Dios, confíen sus almas al Creador fiel, haciendo el bien.” (1 Pedro 4,19)

En otra carta escribe Teresa a María de San José, su hija predilecta y discípula: “Si hubiésemos de ir escogiendo los sufrimientos que queremos y dejando los otros, no imitaríamos a nuestro Esposo que, a pesar de sentir tanto en la oración del Huerto su Pasión, al final dijo: "Hágase tu Voluntad". Relata el Evangelio que el Jesús, alejándose de nuevo, por segunda vez oró así en Getsemaní: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad.”(Mt 26,42) Y Teresa termina su carta; “Esta voluntad hemos menester (necesario) hacer siempre, y haga Él lo que quisiere de nosotros” (Cta 287, 3). 

10.  LA VERDADERA ESPOSA QUE YA ESTÁ DETERMINADA A HACER EN TODO SU VOLUNTAD

No nos cabe duda, que la Santa Madre Teresa de Jesús, tiene una determinada decisión de acoger de verdad lo que venga de la voluntad de Dios,  así lo afirma ella; “De estas mercedes hace el Señor al alma, porque como la verdadera esposa que ya está determinada a hacer en todo su voluntad, le quiere dar alguna noticia de en qué la ha de cumplir y de sus grandezas” (VI Moradas 10, 9). El salmista canta; “hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser.” (Sal 40,9) Al respecto Teresa exclama; “¡Oh gran deleite, padecer en hacer la voluntad de Dios!” (V Moradas 2, 14).

Enseña la Santa que; “La suma perfección está en tener nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad, y tan alegremente tomemos lo sabroso como lo amargo, entendiendo que lo quiere Su Majestad. Esto es dificilísimo, no el hacerlo, sino el contentarnos con lo que contradice nuestra voluntad según el instinto, y difícil de conocer. Mas esta fuerza tiene el amor si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que aunque sean grandísimos los trabajos, entendiendo que contentamos a Dios con ellos, se nos hacen dulces. Y de esta manera aman los que han soportado las persecuciones y deshonras y agravios” (Fundaciones 5, 10). Parece que Teresa a oído a Pedro y su recomendación; “Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal. (1 Pedro  3, 17) Y la recomendación del autor de la carta a los hebreos es: “No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa. Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido.  (Hb 10,36)

Recita Teresa de Jesús:

“Vuestra soy, para Vos nací,

¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,

Eterna Sabiduría,

        Bondad buena al alma mía” (P 2).  

“El Señor tu Dios te manda hoy practicar estos preceptos y estas normas; las guardarás y las practicarás con todo tu corazón y con toda tu alma. Has hecho decir al Señor que él será tu Dios - tú seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus normas, y escucharás su voz”  (Dt 26,16)

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Noviembre de 2015


Fuentes Bibliográficas y de referencias

Obras Completas, Editorial Monte Carmelo

Mi libro, Teresa de Jesús nos habla de Dios, Editorial Monte Carmelo

Textos Bíblicos, Biblia de Jerusalén

www.caminando-con-jesus.org

www.caminando-con-maria.org


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net