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Peter Paul Rubens, Visión de santa Teresa del Espíritu Santo, 1614

óleo sobre tabla, Museo Boijmans Van Beuningen, Rotterdam

SANTA TERESA DE JESUS Y LA FORTALEZA

¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío!  Salmo 91,2

¡Oh, mi Dios y mi verdadera fortaleza! (Exclamaciones 12)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    LAS DIFICULTADES DE LA VIDA

Nos enseña la Santa Madre Teresa de Jesús, que la constancia, la fortaleza, la paciencia en la prueba, es parte del amor apasionado que le tenemos al Señor. Teresa, en el capítulo 26 del Libro Vida, declara algunas dificultades de le han sucedido y que la hacían perder el temor y afirmar que era buen espíritu el que la hablaba. Ella dice que no es conveniente “andar un alma acobardada y temerosa de nada sino de ofender a Dios”, (Libro Vida 26,1), y agrega “Pues tenemos Rey todopoderoso y tan gran Señor que todo lo puede y a todos sujeta, no hay que temer, andando, como he dicho, en verdad delante de su Majestad (El Señor) y con limpia conciencia.” (Libro Vida 26,1) Seguidamente comenta Teresa; “Me ha ocurrido verme con grandes tribulaciones y murmuraciones de casi toda la ciudad donde vivo y de mi Orden... y estando afligida por los muchos problemas que llevaba sobre mis espaldas y sólo con decirme el Señor: "¿De qué temes? ¿No sabes que soy todopoderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido". (Libro Vida 26,2). Canta el salmista; “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?... Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no teme; aunque una guerra estalle contra mí, estoy tranquilo" (Salmo 27, 1-3). Y continúa Teresa; “He quedado con tal fortaleza que me hubiera arriesgado a emprender otras obras aunque me costasen muchos sufrimientos y me expondría otra vez a padecer por servirle” (Libro Vida 26, 2).

Las dificultades de la vida, como también esas personas que buscan hacernos la vida difícil y que desearían incluso que mejor no existiéramos, siempre son motivo de angustias, temores y muchas lágrimas, pero ahí está Dios que puede liberarnos de todo peligro y podemos cantar junto al salmista: "Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza, mi roca, mi fortaleza, mi libertador, mi Dios; mi roca donde yo me refugio, mi escudo protector, mi salvación, mi asilo. ¡Alabado sea Dios! Yo le invoco y salgo victorioso de mis enemigos" (Salmo 18, 2-4), como lo expresa Teresa; “Parece que mi alma ganó grandes fuerzas de la divina Majestad y que debía de oír mis clamores y tener lástima de tantas lágrimas” (Libro Vida 9, 9). Nos enseña Teresa, no abandonar el grito de súplica, el que nos permite ponernos confiadamente en las manos de Dios.

2.    LA FORTALEZA DEL ALMA

Muchas veces parece que a nuestra alma no le quedan fuerzas, pero ahí está el Señor que siempre viene a regalarnos lo que necesitamos. San Pablo nos dice que; “Pues el Señor no nos ha dado espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de prudencia" (2Tm 1,6-7) Quisiera responder a esto con una frase de Teresa; “Me determiné a seguir aquel camino con todas mis fuerzas” (Libro Vida 4, 7). Y con esta confianza de que los planes de Dios se dirigen solamente hacia el amor, la prudencia y  la paz, o sea, hacia el bien, y no en dos direcciones (el bien y el mal), es como Teresa se confía en Dios para no sucumbir: “Porque bien sabe el Señor lo que conviene y que mi alma no tenía fuerzas para salvarse, si Su Majestad (El Señor) con tantas mercedes no lo hiciera” (Libro Vida 18, 5). Ella es como los salmistas que en su canto se fían de Dios; "Mi alma sólo descansa en Dios, mi salvación viene de él; sólo él es mi roca, mi salvación, mi fortaleza; no sucumbiré" (Salmo 62,2-3)

Nos enseña Teresa; “La fortaleza que deja Dios en el alma cuando la unión dura tiempo tan breve como el de abrir y cerrar los ojos..., es muy diferente de cuando dura más tiempo esta merced... El Señor poco a poco la va formando y le da decisión y fuerzas” (Cfr. Libro Vida 22,15)

Pide Teresa al Señor: “Fortaleced Vos mi alma... Bien de los bienes y Jesús mío” y luego se dispone ella para hacer lo que el Señor pida; “Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad. Todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra.” (Libro Vida 21, 5) Y enseña Teresa que llegada un alma aquí no sólo son deseos los que tiene de Dios; El Señor le da fuerzas para que los realice. “Cesaron mis males y me dio el Señor fortaleza para salir de ellos” Y entonces se lanza a cualquier empresa que juzgue de la gloria de Dios y esto sin ningún esfuerzo; “Su Majestad me había dado fortaleza para ello por su sola bondad.”

Dice Teresa; “Hasta ahora, desde que me comenzó el Señor a hacer esta merced de estos arrobamientos, siempre ha ido creciendo esta fortaleza, y por su bondad me ha tenido de su mano para no tornar atrás. Son ya almas fuertes que escoge el Señor para aprovechar a otras; aunque esta fortaleza no viene de sí.” Sigue Teresa; “De poco en poco, en llegando el Señor aquí un alma, le va comunicando muy grandes secretos. Aquí son las verdaderas revelaciones en este éxtasis y las grandes mercedes y visiones, y todo aprovecha para humillar y fortalecer el alma y que tenga en menos las cosas de esta vida y conozca más claro las grandezas del premio que el Señor tiene aparejado a los que les sirven. Cuando llegó para mi alma la hora de que Dios le hiciese esta merced, cesaron mis males y me dio el Señor fortaleza para salir de ellos”. “Desde que el Señor comenzó a darme arrobamientos hasta hoy siempre ha ido creciendo esta fortaleza y por su bondad me ha tenido cogida de su mano para que no volviese atrás “(Cfr. Libro Vida 21, 12-13). “Y todo sirve para humillar y fortalecer al alma” (Libro Vida 21, 14).

3.    VIRTUDES CARDINALES

Dice el sabio: "Si uno ama la justicia, las virtudes son el fruto de su trabajo, porque enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza, y nada hay más útil para los hombres en la vida" (Sabiduría 8,7). En la amistad con Dios, somos alumbrados de estas virtudes, parte de las de las "siete lámparas" de la vida cristiana, como las llamaba el Papa Juan XXIII. Y digo en amistad con Dios, porque si estas virtudes son débiles en nosotros, hay que pedirlas en oración. Teresa, sabe que necesita ser prudente, porque el que tiene esta virtud, se afana por todo lo que es verdaderamente bueno, se esfuerza por medirlo todo, cualquier situación y todo su obrar, sabe hasta dónde llegan sus fuerzas y sabe quién se las regala: “Porque ya sé hasta dónde llega mi fortaleza y poca virtud si no me la estáis dando Vos siempre y ayudando para que no os deje” (Libro Vida 6, 9) Confiesa Teresa que; “Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía.”, ciertamente, en ese ánimo, necesitamos encontrarnos con el Señor, para pedirle la fuerzas que nos faltan para enfrentar con sabiduría cualquier situación, y Teresa se encuentra con una imagen, “Era de Cristo muy llagado y tan devota (ella)que, en mirándola, toda se turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó (Cristo) por nosotros. Dice Teresa; “Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y me arrojé cabe él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”  (Libro Vida 9, 1). El Salmista reza; “Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre” (Salmo 46,2)  Y Teresa también enseña; “¡Siempre la humildad por delante para entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras!” (Libro Vida 13, 4).

Ciertamente, la justicia, si viene de Dios, es más grande que la que viene del hombre, más grande que las posibilidades de establecer en esta vida actitudes plenamente justas entre nosotros. Con todo, a nosotros nos parece que vivimos y vamos a morir con ese sentimiento de hambre de justicia, y así, a través de esta hambre de justicia, Teresa nos enseña como el hombre se abre a Dios, que "es la justicia misma". Recordemos a Jesús en el sermón de la montaña, lo ha dicho de modo claro y conciso con estas palabras: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán hartos" (Mt 5,6). Y a nosotros nos corresponde aplicarla, porque; “No está el amor de Dios en llorar ni sentir gustos y ternura, que casi siempre los deseamos y nos consolamos con ellos, sino en servir con justicia y fortaleza de alma y humildad” (Libro Vida 11, 14).

Por otra parte, todos estos atributos o, más bien, actitudes del hombre, provienen de cada una de las virtudes cardinales y están relacionadas mutuamente. Por tanto, no se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte, si no se posee asimismo la virtud de la templanza, que es moderación, formalidad y decoro, dice Teresa; “¡Ojalá hubiera tenido fortaleza para no ir contra la honra de Dios, como la tenía por mi natural pundonoroso para no perder la honra del mundo, en lo que a mí me parecía que estaba!” (Libro Vida 2, 3).

4.    LA FORTALEZA QUE NECESITAMOS PARA NUESTRA VIDA EN DIOS

La virtud de la fortaleza requiere siempre una cierta superación de la debilidad humana y, sobre todo, del miedo, y frente a los aprensiones. Pero el hombre, por naturaleza, teme espontáneamente los disgustos, al sufrimiento y por sobre todo al peligro, como a los apóstoles navegando en su barca creen ver un fantasma, y de miedo se pusieron a gritar. Aquí conviene acordarse de la palabra del Señor; “¡Animo!, que soy yo; no temáis.” (Mt 12,47). Y si confiamos en el Señor, sin quitarle la vista, y escuchando con fe su “¡Ven!”, no temamos ir hasta él, pero sin quitarle la vista a sus ojos, porque si el Señor nos dice que no tengamos miedo, confiémonos en el que nunca nos fallará en ninguna empresa que sea para el bien de todos. Comenta Teresa de Jesús en el Libro Fundaciones; “Me dijo nuestro Señor como reprendiéndome: "¿Qué temes? ¿Cuándo te he faltado yo? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer esas dos fundaciones, (Palencia y Burgos)..." Quedé tan decidida y animada que ni todo el mundo hubiera podido detenerme, y comencé enseguida a tratar de ello (Fundaciones 29, 6). Canta el Salmo; “eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y diriges.” (Salmo 31, 4)

Para alcanzar la virtud de la fortaleza para nuestra vida en Dios, debemos estar sostenidos por un gran amor a la verdad y al bien a que se entrega. La virtud de la fortaleza camina al mismo paso que la capacidad de sacrificarse. Dice Teresa; “Pelead como fuertes hasta morir en la empresa pues no habéis venido a otra cosa que a pelear” (Camino de Perfección 20, 2). Y también expresa; “Y al que ve que tiene fuerza no se detiene en cumplir en él su voluntad” (Camino de Perfección  32, 5). “Quedé con grandísima fortaleza y muy dispuesta a cumplir con todas mis fuerzas las más pequeña palabra de la Escritura divina. Creo que me vi capaz de vencer cualquier obstáculo que intentara impedírmelo” (Libro Vida 40, 2).

También esta virtud exige de cada uno de nosotros una actitud humilde en relación con los dones que Dios ha puesto en nuestra naturaleza humana. Esta humildad es condición imprescindible para la belleza interior. Sin esta belleza todos los esfuerzos no nos harán una persona verdaderamente hermosa ni podremos gozar de los deleites que Dios nos regala, como dice Teresa; “Pues si la mía, con ser tan ruin, hacía esto, las que son buenas y humildes le alabarán mucho más; y por sola una que le alabe una vez es muy bien que se diga, a mi parecer, y que entendamos el contento y deleites que perdemos por nuestra culpa; cuánto más que si son de Dios (los deleites) vienen cargados de amor y fortaleza con que se puede caminar (avanzar) más sin trabajo e ir creciendo en las obras y virtudes.” (III Moradas 2,11)

5.    FUERZA PARA EMPRENDER UN BUENA TAREA

“Comencé a acordarme de mis grandes deseos de servir al Señor y de padecer por él y pensé... que por qué me había de faltar ánimo para servir a quien tanto debía.  (Libro Vida 36, 9). “Puede ser que al principio cuando el Señor hace estas mercedes no vea el alma en sí esta fortaleza; pero si el Señor continúa regalándola, pronto se hace fuerte” (Camino de Perfección 36, 12).

Tenemos necesidad de fortaleza y no podemos olvidarnos de pedir  este "don de lo alto" cuando nos falten fuerza para emprender un buena tarea, dice Teresa; “Que esto sirva para procurar caminar mejor el camino para contentar mejor a nuestro esposo y hallarle más pronto; y para animarnos a andar con fortaleza camino de puertos tan ásperos, como es el de esta vida; pues yendo con humildad mediante la misericordia de Dios, hemos de llegar a aquella ciudad de Jerusalén donde todo lo que hemos padecido nos parecerá poco en comparación de lo que se goza” (Fundaciones 4, 4).

“No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves, que a veces no cesaba de nevar todo el camino; otras veces nos perdíamos, otras con muchas enfermedades y calenturas; porque gloria a Dios, yo siempre he tenido poca salud, pero veía claro que nuestro Señor me daba fortaleza; porque me acaecía algunas veces que se trataba de fundación, hallarme con tantos males y dolores, que yo me acongojaba mucho porque me parecía que aún no estaba ni para estar en la celda sin acostarme, y me volvía a nuestro Señor quejándome y diciéndole que cómo quería que hiciese lo que no podía, y después aunque con trabajo, Su Majestad me daba fuerza y con el fervor que me ponía y la preocupación parece que me olvidaba de mí” (Fundaciones 18, 4).

6.    FORTALEZA PARA DEFENDERSE DEL MALIGNO

Comenta el Apóstol San Pablo; "Si hay que presumir, presumiré de mi debilidad" (“Cor 11,30) Y luego paradojalmente dice; "Cuando me siento débil, es cuando soy más fuerte" (2Co 12,10). Y se fortalece con esta palabras: "Todo lo puedo en aquel que me conforta" (Flp  4,13).

Un cómplice del poder nefasto del pecado personificado es el maligno. La debilidad del espíritu, cuando están impedidos de abrir los ojos a la luz del evangelio, cae en la trampa del demonio, el enemigo de la causa de Dios (1Tes 2,18). El tentador por excelencia (1Tes 2,18) “sabe transformarse en ángel de luz; los falsos apóstoles y los doctores de mentira son sus auxiliares” (2Tes 2,9). Teresa de Jesús lo sabe muy bien, por eso enseña con su propia experiencia y ruega fortaleza para defenderse de este mal. “Por esta fuerza que se hacen de querer estar con tan buena compañía, miráis que al principio no pueden más y algunas veces ni después, forzáis Vos, Señor, los demonios para que no los acometan y para que cada día tengan menos fuerza contra ellos y se las dais a ellos para vencer” (Libro Vida 8, 6).

Lo mismo que Satanás no fue extraño a la introducción del pecado en el mundo, así también ahora actúa oscureciendo la inteligencia, manteniendo la idolatría y moviéndolos a cometer las peores faltas. Dice Teresa; “Era tan insoportable la fuerza que el demonio me hacía, o mi ruin costumbre para que no fuese a la oración y la tristeza que me daba cuando entraba en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo (que dicen no lo tengo pequeño, y se ha visto que me lo dio harto más que de mujer...), para forzarme, y al fin me ayudaba el Señor. Y después que me había hecho esta fuerza me hallaba con más quietud y regalo, que algunas veces que tenía deseo de rezar” (Libro Vida 8, 7).

También enseña Teresa; “Creamos que quien nos da los bienes nos dará gracia para conocer la tentación cuando el demonio nos tiente y fortaleza para rechazarla” (Libro Vida 10, 4). “Lo que advierto mucho es que no deje la oración, que allí se dará cuenta de lo que hace y ganará del Señor arrepentimiento y fortaleza para levantarse” (Libro Vida 15, 3). “Ve claro que los mártires no hacían nada de su parte sufriendo tormentos, porque conoce bien el alma que la fortaleza viene de otra parte” (Libro Vida 16, 4). “Sentía en mí una certeza de que era Dios sobre todo cuando estaba en la misma oración y veía que quedaba muy mejorada y con más fortaleza” (Libro Vida 23, 2).

“Nunca temen a los enemigos descubiertos; ya los conocen y saben que con la fuerza que les da el Señor, no tienen fuerza, y que siempre salen vencedores y con gran ganancia; nunca huyen” (Camino de Perfección 38, 2).

7.    FORTALECER LA VIDA INTERIOR

Hay que fortalecer la vida interior, y esta se fortalece con la oración, el mismo Jesús necesito de orar para tener fortaleza, pero mientras que Jesús encuentra en la oración insistente y perseverante la fuerza necesaria para cumplir la voluntad del Padre, Pedro y los otros discípulos se muestran incapaces de velar junto a Jesús. Entonces Jesús se dirige una vez más a Pedro para decirle: "¡Simón!, ¿duermes?¿No has podido velar una hora? Velad y orad, para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mc 14,37-38). “Supliquemos siempre a Dios que no sea tan recia la tentación que nos haga ofenderle; sino que la permita conforme a la fortaleza que nos ha de dar para vencerla” (Camino de Perfección 41, 1).

La debilidad de la condición humana no robustecida por la fuerza de Dios la experimentó Pedro primero en el momento del arresto de Jesús y luego en la noche del proceso y de la condenación. Por eso, como dice Teresa; “Y si no están fortalecidos en su vida interior y convencidos de la importancia que tiene tenerlo todo debajo de los pies y estar desasidos (desprendidos)  de las cosas que se acaban y bien asidos a las eternas, por mucho que lo quieran disimular se les notará” (Camino de Perfección 3, 4).

Canta el salmo; “¡Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve, pues mi roca eres tú y mi fortaleza.” (Salmo 71,3), es decir, bien fundada, Teresa en las séptimas moradas, nos dice que “si la fortaleza no está fundada en tierra firme, se conocen las tempestades del mundo”, (Cfr, III Moradas, 2,12), y más adelante agrega; “En la séptima morada ya nada se teme. Allí se lanza radicalmente el alma a pasarlo por Dios. Y la causa es que está casi siempre tan unida a Su Majestad, que de allí le viene la fortaleza” (VI Moradas 1, 2). “No le tengáis lástima que ayudada con vuestra fortaleza puede pasar muchos trabajos” (VI Moradas 6, 4). “El verdadero Consolador la consuela y fortalece para que quiera vivir todo lo que sea su voluntad” (VI Moradas 11, 9). “Tengo por cierto que estas mercedes son para fortalecer nuestra flaqueza para poderle imitar en el mucho padecer” (VII Moradas 4, 4). “Estando el alma hecha una cosa con el fuerte por la unión tan soberana de espíritu con espíritu se le ha de pegar fortaleza y así veremos lo que han tenido los santos para padecer y morir” (VII Moradas 4, 11).

8.    EL SEÑOR NOS HAGA FUERTES

¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío!  (Salmo 91,2) Es un llamado a la confianza en el Señor y que de él recibimos la fuerza. Teresa a sus hijas; “el Señor nos ha hecho más fuertes, sino considerémonos en el tiempo que hemos estado más flacas. (débiles) (Camino de Perfección 7,6) “tener una santa osadía, que Dios ayuda a los fuertes” (Camino de Perfección 16,8) También enseña la santa que; “es poderoso de hacer de los flacos fuertes” (Fundaciones 28, 18)

También Teresa avisa; “miren no escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos” (Libro Vida 15,5)

Escribe Teresa de Jesús; “Una cosa me asombra, que estando de esta suerte, con una sola palabra de las que suelo entender o una visión o un poco de recogimiento que dure un Avemaría o después de comulgar, queda el alma y el cuerpo tan quieto, tan sano y el entendimiento tan claro y con toda fortaleza y deseos que suelo tener “ (Cc 1ª, 31).Canta el salmista; “Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia” (Salmo 46,2)

Declara Teresa; “Yo confieso que mi ruindad y flaqueza muchas veces me han hecho temer y dudar; mas no me acuerdo de ninguna vez que no me hiciese merced, por su sola misericordia, de vencer estas tentaciones y lanzarme a lo que entendía era mayor servicio suyo, por difícil que fuera. Su Majestad nos haga fuertes para morir por El que, cierto, ha sido misericordia suya esta refriega (Cta. 269, 6)

¡Oh, mi Dios y mi verdadera fortaleza! (E 12).

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Enero de 2015

Publicado en mi web www.caminando-con-jesus.org sección teresa de jesus


Fuentes Bibliográficas y de referencias

Obras Completas, Editorial Monte Carmelo

Mi libro, Teresa de Jesús nos habla de Dios, Editorial Monte Carmelo

Textos Bíblicos, Biblia de Jerusalén

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