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SANTA TERESA DE JESÚS Y SAN JOSÉ

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Santa Teresa de Jesús, se encomendó a San José, es así como ella habla mucho de él, y fue gran devota de este Santo. La teología de Teresa siempre asombra. Algunos letrados y eruditos, aún no caen en cuenta la enorme figura de San José, parece ser que hay otras preocupaciones que les resulta más interesante que preocuparse de un humilde carpintero de Nazaret.  Con todo, Teresa conoce mucho más de San José que estudiosos de la vida de Jesús y confió en este santo padre del Niño Jesús de una manera extraordinaria, así lo relata ella: “Una vez estaba en un apuro del que no sabía cómo salir, pues no tenía dinero para pagar a unos albañiles, y se me apareció san José, mi verdadero padre y señor, y me dijo que no faltaría dinero y que los contratara; y así lo hice, sin un céntimo. Y el Señor de modo maravilloso que asombraba a los que lo oían, me proveyó” (V 33, 12).

Recomienda Teresa a sus hijas las monjas: “Mas ¡ay, hijas!, encomiéndenme a Dios y sean devotas de san José, que puede mucho” (Cc 28ª).

“Ya entonces yo oraba mucho a nuestro Señor, suplicándole que  no me fuese sin dejarles casa (en Sevilla), y hacía que las hermanas se lo pidiesen y al glorioso san José, y hacíamos muchas procesiones” (F 25, 3).

“Las hermanas habían pedido mucho a san José que para su día tuviese casa (en Burgos), y sin pensar que la tendrían tan pronto, se lo cumplió” (F 31, 36).

San José es silencio,  es disponibilidad y entrega, es servicio al Padre que le pide su asistencia de paternidad, es servicio a la Madre que confía en su compañía. Paternidad de San José para custodiar al Hijo de Dios, para cuidarle, darle de comer, enseñarle a caminar, abrigarle, tenerle en sus brazos. La maravillosa responsabilidad de cuidar al Hijo de Dios, con la potestad paterna con amor paternal, ternura y atención constante. Encargado de circuncidarle, de ponerle como nombre Jesús, de presentarlo al Templo, de tomar al niño y llevarle al exilio para evitar los peligros, de buscarle para llevarle a casa.

Santa Teresa, como buena teóloga de su tiempo y hoy Doctora de la Iglesia, se dio cuenta de la figura de San José, es así como ella nos relata: “Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido” (V 6,6).

También nos dice que ; “Es cosa que espanta (asombra) las grandes mercedes (regalos) que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuánto le pide.”

También asegura Teresa; “Y esto lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen a él, también por experiencia; y aún hay muchas que han comenzado a tenerle devoción, habiendo experimentado esta verdad” (V 6, 6)

San Teresa dice que; “Procuraba yo celebrar su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo que se hiciese bien y con muchos detalles, aunque con buena intención” (V 6, 7).

 “Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido a nadie que le tenga verdadera devoción y le haga particulares servicios, que no lo vea más aprovechado en la virtud; pues ayuda mucho a las almas que a él se encomiendan” (V 6, 7).

“Creo que ya hace algunos años que el día de su fiesta le pido una cosa y siempre la veo cumplida; si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío” (V 6, 7).

“Quien no hallare maestro que le enseñe a orar, (En el silencio de José) tome a este glorioso Santo por maestro y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo errado atreviéndome a hablar de él; porque aunque público que soy devota suya, en servirle y en imitarle siempre he fallado. Pues él hizo, como quien es, que yo pudiera levantarme y no estar tullida (su periodo de grave enfermedad) y yo, como quien soy, usando mal de esta merced (obsequio) (V 6, 8).

Recuerda Teresa de San José:

“No me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso Padre mío san José, que me pareció que él lo había traído, porque fray Pedro era Comisario General de la Custodia de san José, a quien me encomendaba mucho, y a nuestra Señora” (V 3, 7).

“Un día, después de comulgar, Su Majestad (El Señor) me mandó con mucha insistencia que lo intentara con todas mis fuerzas, y me hizo grandes promesas de que se haría el monasterio, y que Dios se glorificaría mucho en él, y que su título fuese de san José, que él nos ampararía en una puerta y nuestra Señora en la otra (Primer Monasterio fundado por Santa Teresa en Ávila) (V 32, 11).

 “Al glorioso san José no vi con tanta claridad, aunque vi muy bien que estaba allí, como en las visiones que he dicho que no se ven” (V 33, 15).

 “Los días primeros de pascua, u otros días de solemnidad, podrán cantar Laudes, en especial el día del glorioso de san José” (Constituciones 1, 3).

“Aunque tenga muchos santos por abogados, tengan particularmente a san José, que alcanza mucho de Dios” (Av 65).

San José nos enseña que lo importante no es realizar grandes cosas, sino hacer bien la tarea que corresponde a cada uno. "Dios no necesita nuestras obras, sino nuestro amor" (Santa Teresa del Niño Jesús), la grandeza de San José reside en la sencillez de su vida.

No consta que San José hiciera nada extraordinario, pero sí sabemos que fue un eslabón fundamental en la historia de la salvación de la humanidad la realización del plan divino de salvación discurre por el cauce de la historia humana a través, a veces, de figuras ejemplares como Abraham, Moisés, David, Isaías, Pablo; o de hombres sencillos como el humilde carpintero de Nazaret.

Lo que importa ante Dios es la fe y el amor con que cada cual teje el tapiz de su vida en la urdimbre de sus ocupaciones normales y corrientes. Dios no nos preguntará si hicimos grandes obras, sino si hicimos bien y con amor la tarea que debíamos hacer.

San José no habla en las escritura, en efecto, no hay en la Biblia ninguna palabra de él, solo obras e importantes momentos de la vida de Jesús. El evangelio apenas nos dice algunas cosas de san José, poquísimo nos dice de su vida, y nada de su muerte, que debió de ocurrir en Nazaret poco antes de la vida pública de Jesús; sólo Mateo escribe de José una lacónica frase que resume su santidad: era un hombre justo. “Justo”, en lenguaje bíblico, designa al hombre bueno en quien Dios se complace. El salmo 91,13 dice que “el justo florece como la palmera” la esbelta y elegante palmera, tan común en oriente, es una bella imagen de la misión de san José así como la palmera ofrece al beduino su sombra protectora y sus dátiles, así se alza san José en la santa casa de Nazaret ofreciendo amparo y sustento a sus dos amores: Jesús y María.

San José, viva en sus corazones

Pedro Sergio A. Donoso Brant

19 de marzo de 2005

El lenguaje original de Teresa, tiene una actualización, para mejor compresión.

Publicado en mi web www.caminando-con-jesus.org sección teresa de jesus


Fuentes Bibliográficas y de referencias

V = Libro Vida

Av= Avisos

F = Fundaciones

Obras Completas, Edición Maximiliano Herráiz G.

Obras Completas, Editorial Monte Carmelo

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www.caminando-con-maria.org


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