Caminando con Jesus

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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SANTA TERESA DE JESUS

 

 

 

 

TeresA DE Jesus y CONOCER  LAS GRANDEZAS DE DIOS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Camino al V centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús


Teresa de Jesús, era una mujer muy amistosa de las buenas compañías y de los buenos libros, ella admiraba con sencillez a las personas y a los libros que edificaban en ella, no obstante también, y lo hacía con irónica elegancia, cuestionaba las malas compañías. En el capítulo 3 del libro Vida, trata cómo influyo en ella la buena compañía para volver a despertar sus deseos de conocer más al Señor, y de qué manera comenzó el Señor a darle alguna luz del engaño que había traído. Entonces, agradece la buena compañía de una monja que la ayudo a desterrar algunas mala costumbres que había tenido y así, volver a poner en sus pensamientos los deseos de las cosas eternas. Comenta Teresa; “Pues me ha comenzado a gustar la buena y santa conversación de esta monja”. (Se refiera Dª María de Briceño), y continua diciendo; “me hacía muy bien de oírla cuán bien hablaba de Dios, porque era muy discreta y santa. Según yo creo, nunca dejé de abrirme a oír hablar bien de Dios” (Cfr. Vida 3, 1).

Teresa, en las dificultades, como las que relata de su enfermedad en el libro Vida del capítulo 6, gustaba hablar mucho de Dios, de manera que edificaba a todas las personas que la oían y se asombraban de la paciencia que el Señor le daba  (Cfr. Vida 6, 2). Es así, como a ella le quedó también el deseo de soledad, por ser amiga de tratar con Dios y de hablar de Él si hallaba con quién hablar, ya que eso la ponía muy contenta y era sus mejores momentos, de mayor disfrute, más que toda la cortesía, o grosería por mejor decir, de la conversación del mundo. También ella ve en esto oportunidad para ser amiguísima de leer buenos libros, los cuales mucho la ayudaban. (Cfr. Vida 6, 4).

Escribe más adelante Teresa sobre cómo fue perdiendo los obsequios que el Señor le había hecho, y el camino equivocado que comenzó a tener, de vanidad en vanidad, y que ya tenía vergüenza de tener amistades que no le ayudaban regresar a la oración para llegar a Dios. Y así fue como crecieron sus faltas y entonces le comenzó a faltar el gusto y regalo en las cosas de virtud, a la sazón que expresa teresa; “Veía yo muy claro, Señor mío, que me faltaba esto a mí por faltarte yo a Ti. (Cfr Vida 7,1).

Teresa siempre hizo una fuerte autocrítica de sus primeros años de vida religiosa y escribe desde lo hondo de su experiencia mística. Dice ella luego, “El no tenerme por tan ruin se debía a que, como me veían tan joven y en tantos peligros, y a que buscaba muchas veces la soledad para rezar y leer; a que hablaba mucho de Dios y era amiga de hacer pintar su imagen en muchos lugares y de tener oratorio y procurar tener en él cosas que fomentasen la devoción; no hablar mal de nadie y otras cosas como éstas que tenían apariencia de virtud” (Vida 7, 2).

También escribe ella que era aficionadísima a los sermones, de tal manera que si veía a alguien predicar con espíritu y bien, le cobraba un amor particular sin procúralo ella y que nos sabía quién se lo ponía. Confiesa que casi nunca le parecía el sermón tan malo, como para no escucharlo de buena gana; aunque los oyentes juzgasen que no era bueno, para ella era un verdadero recreo muy particular. De hablar de Dios y de oír hablar de Él nunca se cansaba, y esto le permitió luego comenzar a vivir en oración (Cfr. Vida 8, 12).

Completando el Libro Vida, en el capítulo 40, sintetiza  los grandes obsequios que Señor la ha hecho. Con este capítulo se acaba el discurso de su vida que escribió. Sea para gloria del Señor.

Estando ella en oración, en íntima amistad con Dios, sentía gran deleite y se le inflamaba el alma. Así, comprendió grandísimas verdades sobre esta Verdad, mejor que si se lo hubieran enseñado muchos teólogos. Pues, dice ella; “en este caso no se me hubieran quedado tan impresas ni se me hubiera hecho comprender tan claramente la vanidad de este mundo” (Vida 40, 4).

Escribe Teresa en el libro Camino de Perfección, el modo de cómo debemos dirigirnos a Dios, como debemos tomar conciencia de pensar y entender a quién vamos a hablar y con quién estamos hablando, no obstante nos invita a reconocer; “Ni en mil vidas de las nuestras llegaríamos a entender cómo merece ser tratado este Señor, ante quien tiemblan los ángeles” (Camino de Perfección 22, 7). Así mismo luego lo escribe en el Libro de las Moradas; “Jamás nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios” (II Moradas 2, 9).

Recordando a Jacob cuando vio la escala, (Génesis 28,12) que con ella debía de entender otros secretos, que no los supo decir; que por sólo ver una escala que bajaban y subían ángeles, si no hubiera más luz interior, el no entendiera tan grandes misterios y también a Moisés que tampoco supo decir todo lo que vio en la zarza, (Éxodo 3,1) sino lo que quiso Dios que dijese; más si no mostrara Dios a su alma secretos con certidumbre para que viese y creyese que era Dios, nos aconseja Teresa que; “No hemos de buscar razones para comprender las cosas ocultas de Dios, sino que como creemos que es poderoso, está claro que hemos de creer que un gusano de tan limitado poder como nosotros no puede comprender sus grandezas. Alabémosle mucho porque quiere que comprendamos algunas” (VI Moradas 4,7). Añade más adelante la santa; “Nada ni nadie, podría representar todas estas cosas que tantos efectos interiores y paz y sosiego y aprovechamiento dejan en el alma, de forma especial, el conocimiento de la grandeza de Dios, porque con cuanta mayor experiencia tuviéremos de ella mejor se manifiesta el Señor” (VI Moradas 5, 10).

Siguiendo con las VI Moradas, (7, 2), más adelante expone Teresa la pena que sienten de sus pecados las almas a quien Dios hace regalos porque el dolor de los pecados crece más, mientras más se conoce y se recibe de nuestro Dios. Le pesa a ella, la ingratitud a quien tanto debe y a quien tanto merece ser servido.

Lo mismo ocurre con otras cosas espirituales, que no se saben decir, más se comprende por ellas cuán importante es nuestra naturaleza que puede entender las grandezas de Dios y de las tantas maneras que la ayuda Dios.  (Cfr. VI Moradas 8, 6).

Se pregunta Teresa si son suficientes los regalos que ha hecho el Señor al alma y se responde; “No por cierto, sino que está mucho peor; aunque haga muchos años que recibe estos favores, siempre gime y anda llorosa, porque de cada uno de ellos le queda mayor dolor. La causa está en que, como va conociendo más y más las grandezas de su Dios y se ve que está tan ausente y privada de gozarle, crece mucho más el deseo; porque también crece el amor cuanto más se le descubre lo que merece ser amado este gran Bien y Señor”.(Cfr. VI Moradas 11, 1). Ella está teniendo en cuenta lo que le ha ocurrido en su alma, pues sabe muy bien que a Dios no hay que ponerle límites, pues en un momento puede hacer llegar a un alma a lo más subido que se ha dicho aquí. “Poderoso es Su Majestad para todo lo que quisiere hacer y ganoso de hacer mucho por nosotros” (Cfr. VI Moradas 11, 1).

Reconoce Teresa; “Son tantas las cosas que veo y lo que entiendo de las grandezas de Dios y cómo las ha conducido, que casi ninguna vez comienzo a pensar en ello que no me falle el entendimiento, como quien ve cosas que sobrepasan en mucho lo que puedo entender y quedo en recogimiento (Cuentas de conciencias 3ª 11).

Tan extremamente necesitada de alcanzar el conocer más las grandezas de Dios, que ella apasionadamente exclama: 

¡Oh Dios mío, misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las grandezas que Tú haces conmigo? Tus obras son santas, son justas, son de inestimable valor y con gran sabiduría, pues la misma eres Tú, Señor. Si en ella se ocupa el entendimiento, se queja la voluntad, porque quiere que nadie le impida amarte - pues no puede el entendimiento (el intelecto) en tan grandes grandezas alcanzar quién es su Dios-, y desea gozarle y no ve cómo, metida en la cárcel tan penosa de este cuerpo mortal, todo le estorba, aunque primero fue ayudada en la consideración de Tus grandezas, donde se hallan mejor las innumerables bajezas mías (Exclamaciones 1).

¡Oh Sabiduría que no se puede comprender! (Exclamaciones 12).

¡Oh Dios mío y mi Sabiduría infinita, sin medida y sin tasa y sobre todos los entendimientos angélicos y humanos! (Exclamaciones 17).

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Editado en este link; VOCES DE SANTA TERESA DE JESUS

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