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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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SANTA TERESA DE JESUS

 

 

 

 

TERESA DE JESUS Y DIOS ES LA VERDAD

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Camino al V centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús


La Santa Madre Teresa de Jesús, está completando ya su Libro de la Vida y se acaba el discurso de su vida que escribió. Sea para gloria del Señor, amén. Poco antes del epilogo, en el capítulo 40, prosigue con el mismo componente que la ha traído apasionada a través de este libro, hablar de los grandes regalos que el Señor le ha hecho. De su experiencia de amistad con Dios, de la verdad consciente que Dios es la verdad, se puede tomar de todo lo que ella ha escrito una muy buena doctrina, por lo demás, éste ha sido, según lo que ella misma ha expuesto, su principal intento, después de obedecer: “poner las reflexiones que son para provecho de las almas”.  

Relata Teresa en este capítulo, que estando ella en oración sentía tanto deleite que no comprendía como era posible esto, ya que se reconocía indigna de tal bien. Entonces comenzó a sentir que se la inflamaba su alma, y le vino un arrebatamiento de espíritu. Le pareció a ella estar metida y llena de aquella majestad que antes había experimentado. Siente Teresa que en ese estado, se le reveló una verdad, que es suma de todas las verdades, aunque no sabe ella decir cómo ocurrió porque no vio nada. Comenta la santa; “Oí que me decían, sin que yo viera quién, más supe que hablaba la misma Verdad: No es poco esto que hago por tí, pues es una cosa que me debes mucho; porque todo el daño del mundo procede por ignorancia de las verdades de la Escritura, conocida con clara verdad; no dejará de cumplirse ni una de ellas. (Cfr. Vida 40,1)

En efecto, según enseña el concilio Vaticano II en la constitución Dei Verbum, como palabra de Dios “puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo”, enseñan sólida y fielmente la verdad que Dios quiso consignar en ellos para nuestra salvación.

Continúa diciendo Teresa, que a ella le pareció que siempre había creído esto y que todos los fieles lo creían. Ella comenta que sintió que también se le dijo; “¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad, pues si me amaran, no les encubriría yo mis secretos! ¿Sabes qué es amar de verdad? Comprender que todo lo que no es agradable a Mí, es mentira. Con claridad verás esto que ahora no entiendes en el provecho que hace a tu alma”. (Cfr. Vida 40,1)

Y así exclama Teresa; “Y así lo he visto, sea el Señor alabado que, desde entonces, todo lo que veo que no conduce al reino de Dios, me parece vanidad y mentira, aunque no sabría decir cómo lo entiendo. Y me dan lástima todos los que veo que están en la oscuridad e ignorancia de esta verdad. Además de estos efectos he recibido otras ganancias que diré, y otras que no sabré decir.” (Cfr. Vida 40,2)

Confiesa Teresa que el Señor le regalo una palabra con gran ternura. Y no sabe cómo ocurrió esto, porque no vio nada. Entonces dentro de ella quedó esculpida una verdad, sin saber cómo ni porqué, de la divina Verdad que se le  reveló que la hace tener un nuevo respeto a Dios, porque da noticia de su majestad y poder de una manera que ella no puede expresarlo, pero que en todo caso está consiente de entender que es una gran cosa la que se le ha revelado.

Es así, como a Teresa le quedó muchas ganas de hablar solamente de cosas muy verdaderas, superiores a las que se hablan en el mundo, y entonces comenzó a tener pena de vivir en él (mundo). Dice Teresa que esto le dejó a ella una gran ternura, regalo y humildad y que casi sin entender cómo sucedió lo mucho que le dió el Señor en ese momento. No obstante, a ella no le quedó ninguna duda de que esto fuera una ilusión y prosigue; “No vi nada, más entendí el gran bien que hay en no hacer caso de ninguna cosa que no nos sirva para acercarnos más a Dios, y comprendí qué cosa es andar mi alma en verdad delante de la misma Verdad”. (Cfr. Vida 40,3)

Nos revela Teresa que todo lo que ha dicho, lo entendió de Él, (el Señor) algunas veces con palabras, y otras sin hablarle ella, y lo que se le decía sin palabras lo entendía con mayor claridad que lo que se le decía con palabras. Es así como ella explica que esta verdad que menciona, se le dio a entender que es Verdad en sí misma, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los amores de este amor y todas las demás grandezas de esta grandeza; y dice; “aunque esto lo digo muy oscuro, comparado con la claridad con que a mí me lo dio a entender el Señor. ¡Y cómo se nota el poder de esta Majestad, (El Señor) pues en tan poco tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma!” (Vida  40, 4).

Santa Teresa, luego de explicar qué cosa es oración mental, alegremente comenta; “¡Oh saber sobre todos los saberes, la misma Sabiduría; eres, Señor, la misma Verdad!” (Camino de Perfección (E) 37, 6).

En el capítulo 3 de las VI Moradas, dice Teresa de la manera que habla Dios al alma cuando es servido. Pone también algunas señales para que se conozca cuándo no es engaño y cuándo lo es. Dice que es muy provechoso.

Hay una verdad inapeable, Teresa lo sabe bien, de cualquier forma se cumple la Palabra del Señor, y queda el alma tan contenta y alegre, que solo quiere alabar siempre a su Señor, y mucho más por ver cumplido lo que se le había dicho. Y es así como luego dice que no sabe qué explicación tiene para el alma tanta importancia a que estas palabras resulten verdaderas. Pues si a la misma persona la pillaran en algunas mentiras no cree que lo sentiría tanto; como si ella, que no dice sino lo que le dicen, en esto pudiese más. Infinitas veces se acordaba Teresa de Jonás, profeta, sobre todo cuando temía que no se perdería Nínive. (Libro de Jonás, 3 y 4)

En fin, como es espíritu de Dios, es de razón que se le tenga esta fidelidad de desear que no se le tenga por falso, pues es la Suma Verdad, y así es de grande la alegría cuando, después de mil rodeos y en cosas dificilísimas, lo ve cumplido. Aunque a la misma persona se le hayan de seguir grandes trabajos por ello, los quiere pasar mejor, que no que deje de cumplirse lo que tiene por cierto que le dijo el Señor (Cfr. VI Moradas 3, 9).

Más adelante, (VI Moradas, capitulo 10), nos habla Teresa de otros obsequios que hace Dios al alma por diferente manera y del gran provecho que queda de ellas. Pide la santa a sus hijas (las monjas), tratar de imitar en algo a Dios, en especial, cuando se sufre por injurias, pasando de muy buena manera a amar a quien nos las hace, del mismo modo como Dios no nos ha dejado de amar, aunque le hemos ofendido mucho y así con esta verdad, perdonar los agravios que nos hagan. Recordemos que Pedro, íntimo amigo del Señor le pregunta; “¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Y le responde Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.”  (Mateo 18, 21), es decir siempre.

Escribe Teresa que también sucede y muy rápido, y de manera que ella no puede decir, revelar Dios en sí mismo una verdad que parece que deja oscurecidas todas las verdades que hay en las criaturas, dando a entender con mucha claridad que El (Dios) solo es la Verdad y que no puede mentir, y entonces dice que se entiende muy bien lo que canta David en un salmo, “que todo hombre es mentiroso” (Sal 115, 11); lo que no se entendería jamás así, aunque se oyeran muchas veces. Por otra parte se acuerda Teresa de Pilatos, lo mucho que preguntaba a Nuestro Señor en su pasión, qué era la verdad; “Entonces Pilato le dijo (a Jesús): ¿Luego tú eres Rey?, -Respondió Jesús- Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz” (Juan 18,38), e interioriza luego la santa, sobre lo poco que entendemos en nuestra vida de esta suma Verdad (Cfr. VI Moradas 10, 6).

Relata más adelante Teresa que cierta vez estaba ella considerando por qué razón Nuestro Señor era tan amigo de esta virtud de la humildad, y le vino a su mente y a su parecer sin reflexionar, sino instantáneamente, esto: “que Dios es Suma Verdad, y la humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener nada bueno de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. Quien más lo entiende agrada más a la Suma Verdad, porque anda en ella” (VI Moradas 10, 8).

Y completando la reflexión de porque Dios es la verdad, exclama apasionadamente la Santa Madre Teresa de Jesús; “¡Oh, cuándo será aquel dichoso día, en que te has de ver sumergido en aquel mar infinito de la Suma Verdad, donde ya no serás libre para pecar, ni lo querrás ser, porque estarás seguro de tu miseria, naturalizado con la vida  de Dios!” (Exclamaciones 17). 

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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