Caminando con Jesus

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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SANTA TERESA DE JESUS

 

 

 

TERESA DE JESUS Y LA OMNIPOTENCIA DE DIOS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Camino al V centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús


La Santa Madre Teresa de Jesús, hablando sobre el primer grado de oración en el Libro Vida, capítulo 13, pone avisos para algunas tentaciones que el demonio  suele poner algunas veces. Con todo, ella nos anima a tener gran confianza, porque conviene mucho no limitar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco, podremos llegar a lo que muchos santos con su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Y nos dice que el Señor es amigo de “ánimas animosas”, es decir a Dios le gustan las personas decididas. Hay que acercarse a Dios, con humildad, pero a la vez con confianza. Dice Teresa que no ha visto a ninguna alma cobarde, con auxilio de humildad, que camine muchos años lo que con humildad pero a la vez con confianza en muy pocos años.

Es así como luego Teresa dice; “Espántame (me llama la atención) lo mucho que hace en este camino animarse a grandes cosas, aunque luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo y llega a mucho aunque, como avecita que tiene mala sus plumas, se cansa y se detiene. (Vida 13,2).

Luego sigue diciendo; “En otro tiempo pensaba yo muchas veces lo que dice San Pablo, que todo se puede en Dios (“Todo lo puedo en Aquel que me conforta, Filipenses 4,13). Y reconoce Teresa; “De mí sabía que no podía nada. Esto me aprovechó mucho y lo que dice san Agustín: "Dame, Señor, lo que me mandas, y manda lo que quieras" (Confesiones 10, 29). Entonces ella pensaba muchas veces que no habría perdido nada San Pedro en arrojarse al mar, aunque después temió. (Vida 13,3). (“Pedro, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: ¡Señor, sálvame! Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”, Mateo 14, 29-31. Ante le había dicho Jesús a sus discípulos; “¡Animo!, que soy yo; no temáis”, Mateo  14, 27)

Comenta Teresa, que una ocasión rezaba la Liturgia de la Horas, y llego a los versos que dice; ¡Justo eres tú, Señor, y rectos son tus juicios!  (Salmos 119,137) y entonces comenzó a pensar la gran verdad que era esto, y por eso el demonio no tenía fuerza para tentarle de manera que ella dudase de su Señor, es así como ella dice; “Creo que me ocurría que, cuanto menos iban por camino natural los misterios, más firme era mi fe y me causaba gran devoción: en ser todopoderoso hallaban explicación para mí todas las grandezas que podáis hacer, y de esto jamás tenía duda” (Vida 19, 9).

Tratando de explicar la diferencia que hay de unión a arrobamiento (éxtasis), expone Santa Teresa que cosa es y del bien que tiene el alma que a la que el Señor por su bondad llega. Los efectos del éxtasis son grandes, ya que en primer lugar, se manifiesta el gran poder del Señor y que no podemos, cuando Su Majestad (El Señor) quiere, detener ni el cuerpo ni el alma, ni somos dueños de ellos: mal que nos pese, vemos que tenemos superior y que estos obsequios las da El y que nosotros no podemos en nada nada. Con esto se infunde mucha humildad. Con todo, Teresa confiesa que sintió gran temor, al principio fue un temor muy grande al ver cómo se elevaba su cuerpo de la tierra que, aunque el espíritu lo lleva consigo y es con mucha suavidad si no se resiste, y nos revela que no se pierde el sentido; al menos ella era consciente y se daba cuenta de que se era llevada. Y concluye; “Se manifiesta una majestad de quien puede hacer aquello, que espeluzna los cabellos, y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios” (Vida 20, 7).

Y así es como santa Teresa de Jesus hablando luego sobre el modo y manera cómo se entienden estas conversaciones que hace Dios al alma sin  oírse, y de algunos engaños que puede haber en ello, y en qué se conocerá cuándo lo es, exclama:

“¡Oh Señor mío, cómo eres Tú el amigo verdadero; y, como poderoso, cuando quieres  puedes, y nunca dejas de querer si a Ti te quieren! ¡Qué te alaben todas las cosas, Señor del mundo!” (Vida 25, 17). (Por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!”, Salmo 45, 18)

“¡Oh Dios mío! ¡Quién tuviera entendimiento y estudios y palabras brillantes para enaltecer vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío; más, si Tú no me desamparas, no te faltaré yo a Tí. (Hacia ti, Señor, miran mis ojos,  ¡en ti me cobijo, no desampares mi alma!”, Salmos 141, 8). Levántense contra mí todos los letrados, persíganme todas las cosas criadas, atorméntenme todos los demonios; no me faltes Tú, Señor, que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacan a quien sólo en Tú confía.

Pues estando en esta gran tribulación, me la quitaron del todo y me pacificaron estas pocas palabras: "No tengas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé; no temas". (¡Animo!, que soy yo, no temáis.”, Marcos 6,5). Según el estado de turbación de mi alma parece que eran necesarias muchas horas para persuadirme a sosegarme y que nadie lo podría conseguir. (Vida 25, 17)     

“Sin embargo, he aquí que con solas estas palabras quedé sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una paz y luz, que en un instante vi mi alma transformada en otra, y creo que con todo el mundo discutiría que el espíritu que recibía era de Dios. “¡Oh, qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras. ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!” (Vida 25, 18).  (“Todo lo puedo en Aquel que me conforta.” Filipenses 4,13)

“Esto es tan gran verdad, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó que se calmasen los vientos en el mar, cuando se levantó la tempestad (El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza”, Marcos 4, 39), y así decía yo: ¿Quién es éste que así le obedecen todas mis fortalezas, y en un instante hace brillar la luz en tan gran oscuridad y ablanda un corazón que parecía de piedra y da agua de lágrimas suaves donde parece que durante mucho tiempo había sequedad? ¿Quién pone estos deseos? ¿Quién este ánimo?; y me sobrevino pensar: ¿De qué tengo miedo?, ¿Qué es esto?” (Vida 25, 19).

Más adelante, Teresa de Jesús va declarando y diciendo las cosas que le han sucedido, que la hacían  perder el temor y afirmar que era buen espíritu el que la hablaba. Entonces se da cuenta Teresa que de los grandes obsequios que le ha hecho el Señor y es buen ánimo que le dio contra los demonios. Por eso dice que no es bueno que un alma se acobarde y este temerosa de nada sino de ofender a Dios. Y así declara; “Pues tenemos Rey (Dios) poderoso y tan gran Señor que todo lo puede y a todos manda, no hay que temer, andando, como he dicho, en verdad delante de Su Majestad (El Señor) y con limpia conciencia. Para esto, como he dicho, querría yo todos los temores: para no ofender en un punto a quien en el mismo punto nos puede deshacer; que, contento Su Majestad (El Señor), no hay quien se oponga contra nosotros, que no se vaya con las manos en la cabeza (Vida 26, 1).

Luego sigue; “Estando afligida por los muchos problemas que llevaba sobre mis espaldas, con decirme el Señor: -¿De qué temes? ¿No sabes que soy Todopoderoso? Yo cumpliré lo que te he prometido-, (“Pero él (Jesus) les dijo: Soy yo. No teman”, Juan 6, 20) y así se ha cumplido puntualmente, y he quedado con fortaleza” (Vida 26, 2).

En el último capítulo de sus Libro Vida, comentado Teresa sobre las grandes mercedes que el Señor la ha hecho, dice; “Dentro de mí quedó esculpida una verdad de la Divina Verdad que se me reveló, que da noticia de su majestad y Poder de una manera que no se puede decir” (Vida 40, 3).

Todo lo dispone, todo lo puede; su querer es obrar. Pues justo será que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo y que sepamos con quién estamos desposadas y qué vida debemos de vivir (Camino de Perfección 22, 7).

Tratando en su último comentario del Padrenuestro, (líbranos del mal) dice Teresa; “Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos al poderoso? Más, por más que acertemos, dejemos a su voluntad el dar, pues ya le tenemos dada la nuestra. Y sea para siempre santificado su nombre en los cielos y en la tierra, y en mí sea siempre hecha su voluntad. Amén (Caminos de Perfección 42,4)

El V Moradas, Teresa de Jesús comienza a tratar cómo en la oración se une el alma con Dios. Dice en qué se conocerá no ser engaño. Esto porque si los letrados (eruditos) no son desperdiciados, sino hombres de Dios, nunca se asustan de sus grandezas, pues saben muy bien que puede mucho más y más. Y, en fin, aunque no conozcan algunas cosas tan detalladamente, deben de haber leído otras, por las que deducen que éstas pueden pasar. Y agrega que; “De esto tengo grandísima experiencia y también la de unos medio-letrados (poco conocedores)  asustadizos, porque me cuestan muy caro. (Ya en el Libro Vida se lamentaba: "Gran daño hicieron a mi alma confesores medio-letrados", Vida 5, 3). Y sigue; Por tanto estoy segura de que quien no cree que Dios puede mucho más y que ha querido y quiere comunicarse a sus criaturas, tiene bien cerrada la puerta para recibir los carismas. Por eso, hermanas, nunca se les ocurra esto, sino crean de Dios mucho más y más, y no se fijen en si los que los reciben son buenos o malos que Su Majestad (El Señor) lo sabe, como se los he dicho” (V Moradas 1, 8). (Jesús nos dice que no hagamos las cosas por los hombres, sino por su Padre que está allí, en lo secreto; y el Padre, que ve en lo secreto, nos recompensará. Cfr. Mateo 6, 18)

Y sigue en el mismo capítulo; “¡Oh grandeza de Dios, y cómo sale un alma de aquí después de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan unida a El que, a mi parecer, nunca llega a media hora. Yo les digo en verdad que la misma alma no se conoce; porque miren la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica blanca, que la misma hay acá. No sabe de dónde pudo merecer tanto bien (de dónde le pudo venir, quise decir, que bien sabe que no lo merece). Se ve con un deseo de alabar al Señor que se quisiera deshacer y morir por El mil muertes” (V Moradas 2, 7).

“Poderoso es el Señor para enriquecer a las almas por muchos caminos y llevarlas a estas moradas, y no por el atajo que queda dicho” (V Moradas 3, 4).

Trata San Teresa de Jesús, sobre cuando está comenzando el Señor a hacer mayores obsequios hay más grandes trabajos, dice; “En fin, que ningún remedio hay en esta tempestad, sino aguardar a la misericordia de Dios. A deshora, (Intempestivamente) con una palabra suya, o con una circunstancia que acaso sucedió, lo quita todo tan de pronto que parece que no hubo nublado en el alma, según queda llena de sol y de mucho más consuelo. Y como quien se ha librado de una batalla peligrosa habiendo ganado la victoria, queda alabando a nuestro Señor, que fue el que peleó para vencer; porque ve muy claro que ella no peleó, que todas las armas con que se podía defender le parece que las ve en las manos de su enemigo, y así experimenta claramente su miseria y lo poquísimo que podemos nosotros si nos desampara el Señor (VI Moradas 1, 10). (“Hacia ti, Señor miran mis ojos,  ¡en ti me refugio, no desampares mi alma!”, (Salmos 141, 8)

Maravillada Santa Teresa de Jesus de la omnipotencia de Dios, exclama;

“¿Y por qué hay que maravillarse de lo que hace el Todopoderoso? Bien sabéis Tú, mi Dios, que entre todas mis miserias nunca dejé de conocer Tu gran poder y misericordia. Válgame, Señor, esto en que no te he ofendido. Recupera, Dios mío, el tiempo perdido, con darme gracia en el presente y porvenir, para que aparezca delante de Tí con vestiduras de bodas, pues, si quieres, puedes” (Exclamaciones 4). (“Señor, si quieres puedes limpiarme”, Mateo 8,2)

“Y si todo esto no basta, te basta conocer que no puedes nada contra su poder, y que tarde o temprano haz de pagar con fuego eterno tan gran desacato y atrevimiento” (Exclamaciones 12).

“¡Oh, grandeza de Dios, y cómo manifiestas tu poder dando audacia a una hormiga! ¡Y cómo, señor mío, no queda por Tí el no hacer grandes obras los que te aman, sino por nuestra cobardía y pusilanimidad! (apocamiento) Como nunca nos decidimos, sino llenos de temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no obras Tu maravillas y grandezas. ¿Quién más amigo de dar, si tuviese a quien, ni de recibir servicios a su costa? Haga su Majestad que te haya servido yo en algo, y no tenga más cuenta que dar de lo mucho que he recibido, amén (Fundaciones 2, 7).

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Editado en este link; VOCES DE SANTA TERESA DE JESUS

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