TERESA
DE JESUS Y LA ORACION SANANTE Autores:
Fray Eugenio Gurruchaga Aramburu ocd Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant La oración teresiana como trato de amistad con
Jesucristo es sanante, y mejor dicho de otra manera es altamente sanante. En
efecto, cuando llegamos a capítulo de las quintas moradas, Libro del Castillo interior, la
Santa Madre Teresa de
Jesús, nos sorprende con un símbolo alegre y
sugestivo: el gusano de seda se transforma en hermosa mariposa voladora. Es
un símbolo de sanación, que se realiza a lo largo de todo el recorrido de la
oración, a través de las siete moradas. 1.
EL SÍMBOLO DEL GUSANO DE SEDA, UNA MARAVILLOSA SANACION Teresa recuerda una y otra vez su dificultad para poder
exponer adecuadamente la vida interior, sobre todo cuando se va haciendo más
depurada en los últimos grados de oración. Para sortear esta
dificultad, aunque sea en parte, recurre a las
comparaciones. Es así, como en las quintas moradas a ella
se le ocurre un parangón que lo encuentra no solo
conveniente, sino que además importante:
la del gusano de seda que se transforma en mariposa blanca que vuela. En las tres primeras moradas "nace el gusano de una simiente que es a
manera de granos de pimienta pequeños" bajo el influjo del calor de sol y al reclamo de
las hoja de morales recién brotados (V Moradas 2,2). Es la fase correspondiente a las primeras
moradas. En seguida, el gusano ya crecido, "grande y feo", se
desentraña para tejer su propio refugio: "con la boquilla van de sí mismos hilando la seda, y
hacen unos capuchillos muy
apretados en que se encierran'' (V Moradas 2,2). Es lo que sucede en las
cuartas moradas con la oración de recogimiento. En las quintas moradas muere el gusano-crisálida y nace la mariposa
dentro del capullo. En las últimas moradas la mariposa vive la nueva vida
volando libremente (cf. V Moradas
2,3ss). Para comprender el proceso interno del gusano que se
transforma en mariposa voladora, podríamos presentar otra comparación
complementaria. Por ejemplo, un día una pequeña abertura apareció en un capullo; un
hombre se sentó y observó la mariposa por algún tiempo mientras ella se
esforzaba por salir a través de aquel pequeño agujero. Parecía que no
conseguía agrandarlo. Entonces el hombre decidió ayudar a la mariposa: tomó
unas tijeras y abrió el capullo. La mariposa pudo salir fácilmente
pero no estaba preparada para volar.
Su cuerpo quedó marchito y sus alas encogidas. Nunca fue capaz de volar y luego paso el resto de su vida arrastrándose. El
argumento expuesto anteriormente, no es el caso de Teresa. La santa, encerrada en el capullo de la oración de recogimiento
con la mirada anhelante en Cristo, permaneció hasta que el gusano murió y nació la mariposa ya ·capacitada para volar. Esto es, murió Teresa de Ahumada y nació Teresa de
Jesús; “libro nuevo”, "vida
nueva" (V Morada 2,6; Vida 23,1) El cambio
ha resultado una maravillosa sanación. 2.
TERESA DE AHUMADA ENFERMA DE PARÁLISIS Teresa conoce bien que es una enfermedad de parálisis, como sabemos, ella la vivió en su juventud. Es así como la santa distingue claramente dos clases de
parálisis, la del cuerpo y la del alma. La primera la padeció por tres años
siendo joven Carmelita en el monasterio de la Encamación. La del alma hasta
que a sus cuarenta años tuvo la gran conversión, la decisiva para ubicarse permanentemente en la órbita
de Jesucristo. La parálisis corporal la describe ella misma con
admirable lucidez y realismo (cf. Libro Vida 6, 1-2). Poco le pudieron ayudar los médicos que
la atendieron. Para soportar los extremados dolores, le valió sobre todo la
oración de recogimiento: recogerse en sí misma para encontrarse con Jesús
paciente, particularmente en la oración del huerto. El diagnóstico de esta extraña enfermedad no resulta
fácil ni siquiera a los
especialistas de nuestros días, que no acaban de ponerse de acuerdo sobre cuál era su padecimiento. Por tanto, nos parece que es conviene
atender ante todo a los datos que ella misma nos aporta. Además de la parálisis del cuerpo, Teresa nos enseña una parálisis diferente, se trata de la parálisis del alma. ¿Y quienes la padecen? Los que no practican la oración,
concebida como trato de amistad con quien sabemos nos ama, la padecen. Es así como "los que no tienen oración son como un cuerpo con
perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede mandar, así
hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay
remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí... Y si estas almas no
procuran entender y remediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de
sal... cómo quedó la
mujer de Lot" (I Moradas
1,6). ¿Pero de qué se trata? ¿Cómo pudo caer
paralítica la joven Teresa? A la vista de lo que nos dice ella misma y de los
avances de la medicina y psiquiatría actuales, parece que se podría tratarse
de un profundo reajuste vocacional. En las personas que más han influido en
la historia de la sociedad, puede ser tan fuerte el principio unificador de
su destino, que conmueve toda la estructura psicosomática para reintegrarla.
En el caso concreto
de Teresa, su vocación era la de revalorizar la oración contemplativa, que
había caído en desuso en la vida de la Iglesia. Se trataría de un reajuste en vista de la misión
que iba a cumplir. Esta dirección apuntan los psiquiatras Victor
E. Frankl, C.G. Jung, etc. aunque
no hagan referencia explícita a nuestra Santa. 3.
TERESA DESEABA LA SANACIÓN. Recordemos que en el corazón de Teresa bullían tendencias
contrastantes muy fuertes. En la medida
en que avanzaba en el camino de la oración, el contraste se hacía más
consciente e insoportable. Escribe ella misma: "Pasaba una vida trabajosísima, porque en la oración entendía más mis
faltas, Por una parte me llamaba Dios, por otra yo seguía al mundo, dábanme
gran contento las cosas de Dios, tenían me atada las del mundo… Sé decir que es una de las vidas
más penosas, que me parece se puede imaginar... " (Libro Vida 7, 17; Vida 8,2). En medio de esta situación ella deseaba la sanación.
Con referencia a la salud corporal, ella escribe: "Pensaba que, si
estando buena, me había de condenar, que mejor estaba así; más todavía pensaba que serviría mucho
más a Dios con salud " (Libro Vida 6,5). Refiriéndose tanto a la salud del cuerpo como del alma,
puntualiza que,
después de padecer su dramática división interna, "Dios la había
resucitado alma y cuerpo"
(Libro Vida 7,9). Primero
le sanó el cuerpo. La salud del alma la recibió cuando llegó a perder toda
confianza en sí misma y se confió plenamente a Jesucristo: "Estaba ya
muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios" (Libro Vida 9,2). En su proceso de
sanación, le valió mucho la devoción a San José (cf Libro Vida 6,6ss). Recuérdese que ya en los evangelios aparece la conexión
entre la parálisis corporal y el estado espiritual de pecado (cf. Mt 9,1-8;
Me 2,1-12; Jn 5, 1-14). 4.
TERESA DE JESÚS SANADA Nos
parece muy interesante tratar de conocer
en qué consistió la sanación. Más que en la desaparición de la enfermedad,
consistió en haber aprendido a sobrellevarla con un nuevo espíritu. Ella
misma lo revela: "Como soy tan enferma, hasta que me determiné en no
hacer caso del cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada, sin valer nada ... Mas como quiso Dios entendiese este ardid del
demonio, y cómo me ponía delante perder la salud, decía yo 'poco va en que me
muera'; si el descanso, 'no he menester descanso, sino cruz'; así otras
cosas. Vi claro que en muchas cosas, aunque yo de hecho soy harto enferma,
que era tentación de! demonio o flojedad; que
después que no estoy tan mirada y regalada, tengo mucha más salud" (Libro Vida 13, 7). Efectivamente, Teresa, la andariega, la fundadora, la madre de tantas hijas, siempre
tuvo una salud frágil. Su sanación no fue la desaparición de la enfermedad, sino el
haber aprendido a sobrellevarla. ¿Cómo no recordar aquí escenas evangélicas relevantes
de sanación de paralíticos? Los cuatro evangelios resaltan el hecho y los
cuatro indican con precisión las palabras con que Jesús realiza la sanación:
"Levántate, toma tu camilla... " (Mt 9,6;
Mc 2,11; Lc 5,24; Jn 5,8). Cabe preguntar: ¿por qué se les dice que tomen su
camilla si ya están curados? ¿No será que su sanación fue la misma que
experimentó Teresa, es decir, el poder sobrellevar airosamente la misma
camilla de su enfermedad que antes era signo de su postración y ahora va a
ser de su sanación? Pero los efectos de la sanación no se reducen a
sobrellevar airosamente la enfermedad. Teresa no se limitó a caminar
airosamente con su "camilla" a cuestas. Sus enfermedades crónicas
la hicieron más vigilante, más realista, más comprensiva, más pendiente de
Dios, más entregada al bien espiritual y material del prójimo. Y sobre todo,
Teresa llega a experimentar una más profunda unión con su Médico divino,
fuente de grandes bienes. Se trata de una gran transformación. Ella la compara con la del gusano feo
a una mariposa blanca que vuela: "Mirad la diferencia de un gusano feo a una
mariposa blanca, que la misma hay acá. No sabe de dónde pudo merecer tanto
bien, de dónde le pudo venir quise decir, que bien sabe que no le merece; vese con un deseo de alabar al Señor... Si después que
llega a un alma aquí se esfuerza a ir adelante, verá grandes cosas" (V Moradas 2, 7). Consciente del impacto que la enfermedad tiene en el
enfermo, Teresa procura encararla en modo directo y positivo. Lejos de
limitarse a padecerla en actitud pasiva, despliega su libertad ante ella y
sus efectos con fe y amor. La misma enfermedad asumida con espíritu de fe es
oración que une al Redentor de los hombres, colaborando
con El. (cf. Camino de
Perfección1,5) 5.
SENTIDO DE LAS SANACIONES EVANGÉLICAS Es claro que Jesucristo acreditó su misión mesiánica
con signos y prodigios, y particularmente con innumerables sanaciones de
enfermos, tal como los relatan los Evangelios, (cf. Lc 7,18-23; Mt.8,8-13; etc.). Es así entonces que vamos a reflexionar
un poco sobre el sentido de las sanaciones que Jesús realizó tal como
aparecen en los evangelios, con el fin de circunscribir el caso particular de la santa Madre Teresa de Jesús. La eliminación del dolor no es la salvación que nos
ofrece el Evangelio. Más bien enseña que
las tribulaciones y pruebas de la vida son el catalizador que acrisola y
madura nuestra fe cristiana, como lo dice en una de las carta de Pedro; “Por
lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo
seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de
vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego,
se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de
Jesucristo.” (1 Pedro 1,6-7) o en Pablo; En efecto, la leve tribulación de un
momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria
eterna, (2 Corintios 4,17). Lo que nos
ofrece el Evangelio es una salud profunda y permanente. La acción salvífica
de Jesús no se reduce a darnos unas cuantas pastillas que momentáneamente nos hagan sentir mejor. Jesús, quiere curar no sólo los síntomas
de nuestros males sino ir hasta la raíz del
problema que lo ocasiona. Por
tanto, es bueno comprender que Jesús
no vino a curar enfermedades sino enfermos, personas completas. Jesús no quiere
curar únicamente úlceras sino la causa que las está originando: ansiedades,
exceso de preocupaciones, desorden o falta de cuidado en la alimentación. Al
contrario de la aspirina y los calmantes, Jesús no sólo apacigua los dolores.
Su misión no se reduce a remendar partes de nuestro cuerpo, sino darnos vida en abundancia: corazones
nuevos, mentes renovadas, renacer como hijos de Dios. Nos quiere
completamente sanos por dentro y por fuera. Lo que Jesús hizo en Palestina hace dos mil años y la
Iglesia sigue realizando en nuestros días, se condensa en una frase
profundamente luminosa de San Juan Pablo II: "La misión de la Iglesia consiste
en ir hasta las raíces del desgarramiento primordial del pecado para obrar
allí la sanación y restablecer, por así decirlo, una reconciliación
primordial". Esta idea de que, alejados de Dios, vivimos enajenados,
fuera nuestra propia casa, desarraigados, la tiene bien presente Teresa de
Ávila: la evoca al mencionar al hijo pródigo del Evangelio y también cuando
exhorta a practicar la oración de recogimiento (cf. Camino de Perfección 26,10; II Moradas
4). Es por
eso que aparece claramente en los Evangelios la intención de Jesús al realizar
sanaciones de los enfermos. Es decir, Jesús quiere suscitar fe, adhesión confiada en
Él como Mesías, como Hijo de Dios. Mientras los enfermos sanados no llegan a
esa adhesión de fe en Él, no han obtenido la sanación total, la que Jesús les
ofrece (cf. Mt 11,20-24; Lc 5,20; Mt 17,20ss; Jn 6,26-27; etc.). 6.
LA COLABORACION QUE NOS PIDE JESUS Jesús sana para suscitar fe en Él, y esta fe no debe
ser pasiva. Podemos decir entonces que Jesús es un
médico exigente, él pide
colaboración. Y cuanto más profunda y radical sea la sanación, mayor
colaboración requiere. Puede suceder que la sanación sea instantánea; pero
aún en este caso hará falta un largo camino para que llegue a ser completa y
permanente. En realidad, la sanación completa y permanente está
reservada para los que viven el Evangelio en su integridad. Las recetas de
Jesús son extrañas y hasta opuestas a las del mundo y su propaganda. Cuando
el mundo propone "dinero", Él propone "sé pobre". Cuando
el mundo ofrece "fama", Él presenta la humildad como camino de
felicidad. Claro que el camino difícil que propone, es para recorrerlo juntamente con Él,
contando con su ayuda. Y su promesa para los que le siguen no falla:
"Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga
ligera" (Mt 11,29-30). En el Evangelio de Juan se exponen dos milagros de
sanación con cierta detención, como la del paralitico en Jerusalén, junto a
la Probática, en una piscina que se llama en hebreo Betesda, (Juan 5,1ss) y la del ciego de nacimiento
(cf. Jn 9,1 ss). En ambos casos Jesús primero
realiza la sanación física; pero a continuación les hace recorrer todo un camino
hasta que llegan a reconocerlo como el Mesías, creyendo en Él, haciéndose
discípulos suyos. La narración evangélica puede dar la impresión de que el proceso duró poco tiempo; pero no hay
que excluir que
pudiera durar más. En el caso concreto de Teresa duró bastantes años, como
hemos dicho, hasta que llegó a depositar en Cristo toda su confianza. Lo
mismo nos puede suceder a nosotros. No nos resulta tan fácil aceptar a Jesús
como nuestro Señor, conformándonos en todo con su voluntad. 7.
EL CAMINO DE LA SANACIÓN EVANGÉLICA A
continuación un pequeño
esquema que puede orientamos en el camino de la sanación evangélica y que Jesús nos puede hacer recorrer
juntamente con Él, con su ayuda: ·
Pedimos a Jesús fuerza... y Él nos
da dificultades para hacemos fuertes. ·
Pedimos sabiduría... y Él nos da
problemas para resolver. ·
Pedimos prosperidad... y Él nos da
medios para trabajar. ·
Pedimos valor y Él nos da obstáculos
para superar. ·
Pedimos amar y Él nos da personas
necesitadas a las cuales ayudar. ·
Pedimos favores... Él nos da
oportunidades. Parece que no nos ha concedido nada de lo que
queríamos; pero tenemos que reconocer que hemos recibido lo que necesitábamos,
lo que más nos convenía. Fray Eugenio Gurruchaga Aramburu
ocd
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Camino al V Centenario de su nacimiento Agosto 2013 Fuentes Bibliográficas y de referencias Teresa de Avila, maestra de oración
contemplativa, taller de oración de Fr. Eugenio Gurruchaga A.
Obras Completas, Libro Vida, Editorial Monte
Carmelo |
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