“Y
VENDREMOS A ÉL, Y HAREMOS MORADA EN ÉL” (JN 14,23) Comentario desde Camino de Perfección (C
28, 9-11), donde Teresa de Jesús le dice a sus hijas las monjas: “No nos imaginemos
huecas en lo interior” Autor: Pedro Sergio Donoso Brant El propósito de
esta reflexión, es meditar sobre ese recogimiento activo que ejerce el alma
mediante el entendimiento y la voluntad. Este recogimiento activo, tiene por
objeto atender la presencia de la inmensidad de Dios en el alma, que viene a
ella para que la conozcamos, guardemos allí su palabra y le amemos. Dice el
Señor; “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él.” (Jn 14,23). También vendrá el Padre. Porque el amor a Cristo Jesús, garantizado
con obras, trae como premio el ser amado por el Padre. Lo que tiene como
efecto el que “vendremos a él y haremos en el nuestra morada.” Esta venida, pues, del Padre y del Hijo no
es transitoria, sino permanente, pues en el que le ama establece su morada; y
es presencia distinta de la que tiene Dios como Creador, pues es solo para
los que le aman en este orden sobrenatural: de amor al Padre y al Hijo; ni es
presencia carismática, pues es condición normal para todo el que así los ame.
Esta venida del Padre es también espiritual e íntima. Va entrañando en su
mismo concepto de morar Dios en el alma. Aunque aquí explícitamente no se
dice que también venga con ellos el Espíritu Santo, es lo que está suponiendo
el capítulo, ya que se dice que en el que ama a Cristo el Espíritu Santo esta
y permanece en el (Jn 14, 17). Es lo que la teología llamó inhabitación de la
Trinidad en el alma. En el esfuerzo por conseguir situar la presencia de Dios
en el alma, es bueno reflexionar o imaginar que todos los moradores del cielo
están misteriosamente con Él, sin que se pierda nuestra privacidad
comunicativa y nuestra soledad que demanda el amor. Lo que cada persona
reciba de Dios, será parte de esa experiencia de Dios en nosotros. Una pregunta
que nos hemos hecho siempre, ¿Y dónde está Dios? Y miramos hacia el cielo.
Luego meditamos y lo colocamos allí arriba. Pero Dios no está en las nubes, lejos de nuestro
alcance, Él está ahí, en medio de nuestra vida. La interioridad del hombre es
morada, es templo del Espíritu. ¿Ahí está Dios? Si, Él tiene sus complacencias
y sus gustos por estar con nosotros. Teresa de Jesús nos dice que es
importante “no solo creerlo, sino procurar entenderlo por experiencia” (C 28,1). Con todo, esto
de experimentar que somos morada de Dios no es cosa fácil. ¿Cuándo y cómo se nos da a conocer? En el
dialogo de amistad, pero hay que considerar lo que enseña Teresa de Jesús; “Él no se da a conocer hasta que va
ensanchándola (el alma) poco a poco, conforme a lo que es menester (necesario)
para lo que ha de poner en ella” (C 28,11). Y este dialogo de amistad que es
oración, se hace en la profundidad de nuestra vida diaria, no hay que buscar
lugares especiales para hacerla, Teresa expone a sus monjas: “Recia (rígida,
dura) cosa sería que solo en los rincones se pudiese hacer oración”
(Fundaciones 5,16). Dios tiene su morada en la vida. Dios
está en el corazón de la vida. Él nos acompaña siempre, está tanto en nuestros
ratos alegres, como en nuestros dolores y labores del día. Además, él quiere
estar allí y llama a nuestra puerta para que le abramos; “Mira que estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa
y cenaré con él y él conmigo.” (Ap 3,20) Dios es un misterio. Aquí se nos
presenta como un mendigo que llama a la puerta de nuestra interioridad. Podemos
pensar que nos ama y no puede estar sin nosotros. Un misterio saber que Dios
viene mendigando para entrar, para hacer vida con nosotros, para como lo que es, vida y amor, para que
vivamos en plenitud. Canta el santo Padre San Juan de la Cruz; “Yo soy tuyo y
para ti y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti” (Llama
3,6). Y aquí recibimos
la ayuda de la santa Madre Teresa de Jesús. Ella nos describe un palacio
interior, y les dice a sus monjas; “no estamos huecas por dentro”. Como si
descubriera por primera vez esa morada pequeñita donde vive Dios. Ciertamente
esta expresión nos contagia de emoción porque nos invita a descubrir algo
también nuevo para nosotros. Por otra parte, entendiendo ella lo que nos
sucede a este descubrimiento, se lamenta de no haber sido más solícita de su
limpieza, y lo hubiera sido, de haber conocido esa misteriosa realidad de un
Dios que se achica tanto para encerrarse en una cosa tan pequeña como es el
alma. Con todo, Dios la ensancha. “Él no se da a conocer hasta que va
ensanchándola (el alma) poco a poco” (C 28,11). No nos imaginemos huecas en lo interior. Leemos
ahora a Teresa de Jesús, entre paréntesis, he puesto algunas palabras para
ayudarnos a comprender mejor el texto. En el párrafo
9 del Libro Camino de Perfección capítulo 28, Teresa nos pide que acudamos a nuestra
imaginación; “y que hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de
grandísima riqueza, construido todo su edificio de oro y piedras preciosas,
en fin, como para tal Señor (El Señor no se merece menos) ; y que sois vos
parte para que este edificio sea tal, (dependerá de nosotros que este
edificio sea tan rico) como a la verdad es así, que no hay edificio de tanta
hermosura (pues no puede haber un palacio tan hermoso) como un alma limpia y
llena de virtudes, y mientras mayores (son), más resplandecen las piedras; y
que (imaginemos también que) en este palacio está (vive) este gran Rey que ha
tenido por bien ser vuestro Padre, y que está en un trono de grandísimo
precio (preciosismo), que es vuestro corazón. Sigue luego
en el párrafo 10; “Parecerá esto al principio cosa impertinente digo, (Parecerá ridículo que emplee esta
imagen para hacer entender la inhabitación de Dios en el alma) hacer esta
ficción para darlo a entender, y podrá ser aproveche mucho, a vosotras en
especial; porque como no tenemos letras (estudios) las mujeres, todo esto es
menester (necesario) para que entendamos con verdad que hay (dentro de nosotras) otra cosa más preciosa,
sin ninguna comparación, dentro de nosotras que lo que vemos por de fuera. No
nos imaginemos huecas en lo interior (huecas por dentro) Y plega (quiera) a Dios sean solas mujeres
las que andan con este descuido; que tengo por imposible, si trajésemos
cuidado (pues si estuviéramos atentos) de acordarnos tenemos tal huésped (que
nos inhabita) dentro de nosotras, nos diésemos tanto a las cosas del mundo, (sería
imposible que viviéramos tan disipados y entregados a las cosas del mundo), porque
veríamos cuán bajas son para las que dentro poseemos en comparación de lo que
poseemos dentro). Pues ¿qué más hace una alimaña (animal), que en viendo lo
que le contenta a la vista, harta su hambre en la presa? Sí, que diferencia
ha de haber de ellas a nosotras. (Tiene que haber diferencia entre los
animales y nosotros.) Continua en
el párrafo 11: “Reiránse de mí, (Tal vez se reirán de mí) por ventura, y
dirán que bien claro se está esto, y tendrán razón, porque para mí fue oscuro
algún tiempo. Bien entendía (Yo sabía muy bien) que tenía alma; más lo que
merecía esta alma y quién estaba dentro de ella, si yo no me tapara los ojos
con las vanidades de la vida para verlo, no
lo entendía. (Como yo me tapaba los ojos con las vanidades de la vida,
que me impedían ver el respeto que esta alma merecía y quién vivía dentro de
ella, no lo entendía.) Que, a mi parecer, (Si yo hubiera sabido que en este
palacio pequeñito) si como ahora entiendo (como ahora lo sé) que en este
palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas veces
solo, alguna me estuviera con él, y más procurara que no estuviera tan sucia.
Mas, ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchera mil mundos y muy muchos
más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! (Mas ¡qué cosa tan
admirable que quiera estar encerrado en un sitio tan pequeño el que puede
llenar mil mundos y muchísimos más, con su grandeza!) A la verdad, como es
Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida. (Así
es como quiso caber en el vientre de su sacratísima madre). Cuando un
alma comienza, por no la alborotar de verse tan pequeña para tener en sí cosa
tan grande, (El Señor no se da a conocer al alma que comienza este camino,
para no acobardarla al verse tan pequeña para tener dentro cosa tan grande) no
se da a conocer hasta que va ensanchándola poco a poco (todo lo que sea
necesario), conforme a lo que más ha menester para lo que ha de poner (depositar)
en ella. Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene el poder de
hacer grande este palacio todo.” “Búscate en Mi”. Entrar dentro sí. Ser sensibles a la acción de Él.
Luego de la lectura de estos tres párrafos, volvamos a meditar alguna frases:
“Hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima riqueza”
(C 28,9). Pero el palacio no es fin para sí mismo, es morada para alguien.
”No nos imaginemos huecas por dentro” (C 28,10). ”En este palacio está un
gran rey” (C 28,9). Mi interioridad tiene una especie de dimensión religiosa
y sacra: está hecha para ser capacidad de Dios, morada para él. Entrar dentro
de sí. Ser sensibles a la acción de Él. Dios no nos habita como el ídolo que está
en su templo. Está en el palacio interior para la comunión de las personas. Si nos
conectamos con la presencia de Dios en el alma, comenzamos una comunicación
afectiva en la cual podemos llevar la iniciativa, la cual no se nos perderá en
el vacío, incluso si no percibimos una respuesta sensible. Teresa
ha escrito un bello poema; “Búscate en Mi” Ella las había entendido en
oración. “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme has en ti” Descubrimiento
de la presencia de Dios en la vida. Nos enseña la santa madre Teresa de
Jesús, que Dios no es para ponerlo delante de nosotros y razonar porque está
allí, sino para buscarlo y encontrarlo en la propia vida. Dios es nuestra
intimidad. Dios es la fortaleza de la humanidad, la lleva de la mano. Somos
hijos de Dios. Es Padre Nuestro. “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo
seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en
ellos y yo en ellos.” (Jn 17, 26) Canta el salmista; “Voy a escuchar de qué habla Dios.” (Sal 84,9) Voy a oír lo que habla Dios en mí. La oración no es tratar con un Dios imaginado o pensado, sino con un Dios experimentado, amado, encontrado. Dice Teresa de Jesús: “un sentimiento de la presencia de Dios, que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí o yo toda engolfada (ensimismada) en Él” (Vida 10,1). Dios está en cada uno, descubrirlo es la tarea; ayudar a que otros lo descubran es una hermosa misión para el mundo de hoy. “Si el alma busca a Dios, mucho más la busca Dios a ella” (San Juan de la Cruz). Él es nuestra vida, nuestro suelo, nuestra profundidad, nuestro todo. Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Marzo
de 2017 Publicado
en mi web www.caminando-con-jesus.org
sección teresa de jesus Fuentes Bibliográficas y de
referencias Obras Completas, Edición
Maximiliano Herráiz G. OCD Obras Completas, Editorial
Monte Carmelo Mi libro, Teresa de Jesús nos
habla de Dios, Editorial Monte Carmelo Textos Bíblicos, Biblia de
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