EL ADVIENTO EN LA FIESTA DOMINICAL 1. EL TIEMPO DE ADVIENTO El Adviento es tiempo de espera, de
conversión, de esperanza: -
espera-memoria de la primera y humilde venida del
Salvador en nuestra carne mortal; espera-súplica de la última y gloriosa
venida de Cristo, Señor de la historia y Juez universal; -
conversión, a la cual invita con frecuencia la Liturgia
de este tiempo, mediante la voz de los profetas y sobre todo de Juan
Bautista: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos"
(Mt 3,2); -
esperanza gozosa de que la salvación ya realizada por
Cristo (cfr. Rom 8,24-25) y las realidades de la gracia ya presentes en el
mundo lleguen a su madurez y plenitud, por lo que la promesa se convertirá en
posesión, la fe en visión y "nosotros seremos semejantes a Él porque le
veremos tal cual es" (1 Jn 3,2) La piedad popular es sensible al tiempo de
Adviento, sobre todo en cuanto memoria de la
preparación a la venida del Mesías. Está sólidamente enraizada en el pueblo
cristiano la conciencia de la larga espera que precedió a la venida del
Salvador. Los fieles saben que Dios mantenía, mediante las profecías, la
esperanza de Israel en la venida del Mesías. A la piedad popular no se le escapa, es
más, subraya llena de estupor, el acontecimiento extraordinario por el que el
Dios de la gloria se ha hecho niño en el seno de una mujer virgen, pobre y
humilde. Los fieles son especialmente sensibles a las dificultades que la
Virgen María tuvo que afrontar durante su embarazo y se conmueven al pensar
que en la posada no hubo un lugar para José ni para María, que estaba a punto
de dar a luz al Niño (cfr. Lc 2,7). Con referencia al Adviento han surgido
diversas expresiones de piedad popular, que alientan la fe del pueblo
cristiano y transmiten, de una generación a otra, la conciencia de algunos
valores de este tiempo litúrgico. 2. LA CORONA DE ADVIENTO La colocación de cuatro cirios sobre una
corona de ramos verdes, que es costumbre sobre todo en los países germánicos
y en América del Norte, se ha convertido en un símbolo del Adviento en los
hogares cristianos. La Corona de Adviento, cuyas cuatro luces
se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la solemnidad de
Navidad, es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación
antes de Cristo y símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de
la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cfr. Mal 3,20; Lc 1,78). 3. LAS PROCESIONES DE ADVIENTO En el tiempo de Adviento se celebran, en
algunas regiones, diversas procesiones, que son un anuncio por las calles de
la ciudad del próximo nacimiento del Salvador (la "clara estrella"
en algunos lugares de Italia), o bien representaciones del camino de José y
María hacia Belén, y su búsqueda de un lugar acogedor para el nacimiento de
Jesús (las "posadas" de la tradición española y latinoamericana). 4. LAS "TÉMPORAS DE INVIERNO" En el hemisferio norte, en el tiempo de
Adviento se celebran las "témporas de invierno". Indican el paso de
una estación a otra y son un momento de descanso en algunos campos de la
actividad humana. La piedad popular está muy atenta al desarrollo del ciclo
vital de la naturaleza: mientras se celebran las "témporas de
invierno", las semillas se encuentran enterradas, en espera de que la
luz y el calor del sol, que precisamente en el solsticio de invierno vuelve a
comenzar su ciclo, las haga germinar. Donde la piedad popular haya establecido
expresiones celebrativas del cambio de estación, consérvense y valórense como
tiempo de súplica al Señor y de meditación sobre el significado del trabajo
humano, que es colaboración con la obra creadora de Dios, realización de la
persona, servicio al bien común, actualización del plan de la Redención. 5. LA VIRGEN MARÍA EN EL ADVIENTO Durante el tiempo de Adviento, la Liturgia
celebra con frecuencia y de modo ejemplar a la Virgen María: recuerda algunas
mujeres de la Antigua Alianza, que eran figura y profecía de su misión;
exalta la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se adhirió,
total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios; subraya su presencia
en los acontecimientos de gracia que precedieron el nacimiento del Salvador.
También la piedad popular dedica, en el tiempo de Adviento, una atención
particular a Santa María; lo atestiguan de manera inequívoca diversos
ejercicios de piedad, y sobre todo las novenas de la Inmaculada y de la
Navidad. Sin embargo, la valoración del Adviento
"como tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del
Señor" no quiere decir que este tiempo se deba presentar como un
"mes de María". En los calendarios litúrgicos del Oriente
cristiano, el periodo de preparación al misterio de la manifestación
(Adviento) de la salvación divina (Teofanía) en los misterios de la
Navidad-Epifanía del Hijo Unigénito de Dios Padre, tiene un carácter marcadamente
mariano. Se centra la atención sobre la preparación a la venida del Señor en
el misterio de la Deípara. Para el Oriente, todos los misterios marianos son
misterios cristológicos, esto es, referidos al misterio de nuestra salvación
en Cristo. Así, en el rito copto durante este periodo se cantan las Laudes de
María en los Theotokia; en el Oriente sirio este
tiempo es denominado Subbara, esto es, Anunciación,
para subrayar de esta manera su fisonomía mariana. En el rito bizantino se
nos prepara a la Navidad mediante una serie creciente de fiestas y cantos
marianos. La solemnidad de la Inmaculada (8 de
Diciembre), profundamente sentida por los fieles, da lugar a muchas
manifestaciones de piedad popular, cuya expresión principal es la novena de
la Inmaculada. No hay duda de que el contenido de la fiesta de la Concepción
purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación fontal
al nacimiento de Jesús, se armoniza bien con algunos temas principales del
Adviento: nos remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y
símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la Liturgia del
Adviento. Donde se celebre la Novena de la Inmaculada
se deberían destacar los textos proféticos que partiendo del vaticinio de
Génesis 3,15, desembocan en el saludo de Gabriel a la "llena de
gracia" (Lc 1,28) y en el anuncio del nacimiento del Salvador (cfr. Lc
1,31-33). Acompañada por múltiples manifestaciones
populares, en el Continente Americano se celebra, al acercarse la Navidad, la
fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de Diciembre), que acrecienta en
buena medida la disposición para recibir al Salvador: María "unida
íntimamente al nacimiento de la Iglesia en América, fue la Estrella radiante
que iluminó el anunció de Cristo Salvador a los hijos de estos pueblos". Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |