JESUS, SU MARAVILLOSO OFRECIMIENTO Y SU GRAN PROPUESTA Comentarios al Evangelio de San Juan, Capitulo 6 Jesús nos hace un maravilloso ofrecimiento y gran propuesta, Jn 6,
1-15: “Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados”
Jn 6, 30-35: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre;
el que cree en mí jamás tendrá sed.”Jn 6, 44-5: "Yo soy el pan vivo
bajado del cielo” Jn 6,51-59: “El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día” Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Caminando-con-Jesús.org Pascua 2005 Prologo Jesús nos
hace un maravilloso ofrecimiento y gran propuesta, con lo que nos da la
posibilidad de alimentar nuestra alma con su espíritu, nuestro cuerpo con el
suyo, nos ofrece cumplir y realizar
algo nuevo, esto es a través de El, llegar a la vida eterna. La presentación de esta gran alternativa, la
hace con diversos anuncios en Galilea. Todo esto,
lo hace Jesús a través de los grandes discursos sobre el Pan de Vida y su
promesa del que come de carne y bebe de su sangre tendrá Vida Eterna,
expresado en el Evangelio según San Juan Capitulo 6. Jesús
atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud,
al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña
y se sentó allí con sus discípulos. La gentes, a causa de las curaciones que
realiza; están maravillados, alterados y dejan todo para poder ver y escuchar
al profeta. Jesús manda a la gente tranquilizarse diciendo: "háganlos
sentar". Al aquietarse la gente, Jesús colma sus expectativas:
"dándoles todo lo que quisieron". “Jesús tomó los panes, dio gracias y los
distribuyó a los que estaban sentados” Jn 6, 1-15 Luego, al
atardecer de ese mismo día, en que Jesús había multiplicado los panes, los
discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a
Cafarnaún, que está en la otra orilla. El mar estaba agitado y
soplaba un fuerte viento, mientras tanto Jesús camina sobre las aguas en
señal de dominio del mal, que habita bajo el mar. Los discípulos, a pesar de
ver que era Jesús que se les acercaba, tuvieron miedo, pero Jesus les infunde
confianza y paz. "Soy yo, no teman". Jn 6, 16-21 Después que
Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando
sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra
orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que
había allí, sino que ellos habían partido solos. El Evangelio nos hace ver
como hay gran interés en las gentes por buscar a Jesús. Las motivaciones son
distintas, Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las
obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en
aquel que él ha enviado". Jn 6,
22-29 La gente
preguntó a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti?
¿Qué obra realizas? Muchas veces las preguntas cuestionaban, exigían y
expresaban una actitud lejana de quien sigue al Dios de Israel. Sin embargo,
cada pregunta es aprovechada por Jesús para manifestar, revelar e interpelar
a sus oyentes. La conversión implica un acto de humildad frente a Dios,
descubrir aquello de lo que carezco y aceptar lo que Dios me ofrece: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí
jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.” Jn 6, 30-35 Jesús dijo a
la gente: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el
que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto
y, sin embargo, no creen. La voluntad de Dios no es un proyecto superficial.
Jesús nos expresa intenciones reales y concretas, él dice no hambre, no sed,
no rechazo, no pérdida, sino resurrección y Vida eterna. Jesús tiene un plan
para salvarnos y exige una respuesta
de fe. “El que
ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último
día” Jn 6, 35-40 Murmuraban
de El los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que bajó del cielo, y
decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros
conocemos? Pues
¿cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo?
Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Jn 41-43 Jesús dijo a
la gente: Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo
lo resucitaré en el último día. Toda persona busca satisfacer una necesidad
básica a través de su trabajo; saciar el hambre es una acción de cada día.
Jesús se identifica con la imagen del pan, muchas veces compartido en nuestra
mesa, pero es un pan muy especial, distinto al que degustaron algunas
generaciones de Israel en el desierto: que "comieron el maná y
murieron". El pan bajado del cielo nos ofrece Vida eterna; el que coma
de este pan, no morirá. "Yo soy el pan vivo bajado del cielo” Jn 6, 44-51 Jesús dijo a
los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este
pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para Después de
escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: "¡Es
duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?" Entonces Jesus les pregunta "¿Quieren
marcharse también ustedes?" Esta frase de Jesús evidencia, sin lugar a
dudas, que hubo una crisis entre numerosos de sus discípulos. La gran parte
que seguía a Jesús esperaba de él una actitud mesiánica más decidida y
enfrentada al poder de los romanos. A pesar de que todos aguardaban la
restauración nacional, cada grupo tenía expectativas diversas, dependiendo de
sus intereses. Sin embargo Simón Pedro responde: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo
Dios". Jn 6, 60-69 Temario Jn 6, 1-15: “Jesús tomó los panes, dio gracias y
los distribuyó a los que estaban sentados” Jn 6, 16-21: "Soy
yo, no teman". Jn 6, 22-29: "La
obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado" Jn 6, 30-35: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá
hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.” Jn 6, 35-40: “El que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que
yo lo resucite en el último día” Jn 41-43: Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del
cielo? Respondió Jesús y les dijo: No
murmuréis entre vosotros. Jn 41-43: Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del
cielo? Respondió Jesús y les dijo: No
murmuréis entre vosotros. Jn 6, 44-5: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo” Jn 6,51-59: “El que come mi carne y bebe
mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” Jn 6, 60-69: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo Dios". EVANGELIO Jn 6, 1-15 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una
gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús
subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba "Jesús
tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados” Jn 6, 1-15 "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados,
pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos
sentar". Jesús
atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Jesús va a la otra parte del mar de Galilea o
Tiberíades. San Juan precisa el lago con el nombre de Tiberíades para sus
lectores étnicos, ya que después que Antipas fundó en honor de Tiberio, en el
borde del lago, la ciudad de Tiberias, y puso en ella su capital, prevaleció
este nombre en el uso griego. San Juan no da el motivo de este retiro
de Jesús con sus apóstoles, lo que dan los Evangelios sinópticos: un descanso
a su pasada actuación apostólica - San Marcos 6:30 - y motivo de nuevas instrucciones. También
influyó la orden que por aquellos días Antipas dio de decapitar al Bautista -
San Mateo 14:12.13 - . Lo seguía una gran multitud, al ver los
signos que hacía sanando a los enfermos Le seguía una gran muchedumbre a causa de los
milagros que hacía y había hecho por aquella región ya antes. Pero los
Evangelios sinópticos precisaron que, cuando Jesús llegó a aquella región, ya
grupos de gentes se le habían adelantado - san Marcos -. El recorrido por el
lago era la mitad que por tierra. Esto hace suponer, o en un retraso en el
remar a causa del calor, o en un retraso por conversar con los apóstoles. San Juan destaca aquí, y no al
principio, que estaba cercana Jesús, desde el montículo al que había
subido, viendo la gran muchedumbre que había, va a realizar el milagro. Pero
san Juan presenta el diálogo con Felipe. Notamos que san Juan gusta del
diálogo, así nos muestra a Jesus hablando con Nicodemo, la samaritana,
vocación de los primeros discípulos, discursos del cenáculo. Y así presenta
aquí lo mismo que dicen los evangelios con una estructura histórico-literaria
de diálogo. A san Juan le interesa destacar aquí la presciencia de Jesús, ya
que lo decía para probarle, pues sabía lo que iba a hacer. San Juan omite la
escena de los evangelios sinópticos en la que los discípulos piden que
despida a la gente para que puedan lograr provisiones. Igualmente omite la
predicación de Jesús a la turba y los milagros hechos entonces. Basta el
esquema que mejor le permita destacar la tipología eucarística. Felipe, con su golpe de vista, calcula
que no bastarán para abastecer aquella turba 200 denarios para que cada uno
reciba un pedacito. El denario en la época de Jesús era el sueldo diario de
un trabajador - San Mateo 20:2 - . Así, 200 denarios, repartidos entre 5.000
hombres, venían a corresponder a denario por cada 25 hombres. A los que había
que añadir las mujeres y niños. Interviene Andrés, el hermano de Simón
Pedro. El que Jesús plantease el problema del abastecimiento a Felipe es que
éste era de Betsaida y podía indicar soluciones. El citarse a Andrés como
hermano de Simón Pedro, más que por ser un cliché literario, es por lo que
Pedro significaba a la hora de la composición de los evangelios. Andrés apunta la presencia de un
muchacho, seguramente uno de esos pequeños vendedores ambulantes que siguen a
las turbas, y que tenía ya solamente cinco panes de cebada y dos peces. Pero
esto no era solución. El pan de cebada, matiz propio de San Juan, era el
alimento de la gente pobre. Por peces pone el término diminutivo de, que significa,
originariamente, un alimento preparado sobre el fuego y que luego se toma con
pan, sobre todo de carne o pescado. De esta palabra vino por el uso a ser
sinónimo de pescado, sobre todo en el contexto de San Juan - 21:9.10.13 - . Estos pequeños peces acaso fuesen
pescado seco en salazón (salados) o
preparados ya para la venta. En esta época existía en Tariquea, al sur del
lago, una factoría de salazón de pescado. Todas estas preguntas y pesquisas
tendían a garantizar más ostensiblemente el milagro, al comprobar la
imposibilidad de alimentar a aquella multitud en el desierto. Y, una vez
garantizado esto, el milagro se va a realizar de una manera nada
espectacular, sino discretamente. Jesús le
respondió: Háganlos
sentar. Se da la orden de
que se acomoden, lo que era recostarse o sentarse en el suelo. San
Marcos-Lucas hacen ver que se acomodaron por grupos de 50 y de 100. Los
colores vivos de sus vestiduras, bajo el sol palestino, daban la impresión de
un jardín, al tiempo que facilitó luego el recuento y el servicio. La
multitud de sólo hombres se valuó en 5.000. Las mujeres y niños contaban poco
en la vida social de Oriente. Ni es inverosímil esta cifra. Bajo el
procurador de Roma en Judea Félix - 52-60 d. C. - , un seudo-Mesías congregó
en el desierto en torno suyo unas 30.000 personas y con ellas marchó al monte
de los Olivos. En la descripción del rito del milagro,
San Juan la hace con claros rasgos tipológicos orientados a San Juan omite un rasgo que los tres
Evangelios sinópticos recogen: que Jesús elevó sus ojos al cielo antes de la
bendición. Era gesto frecuente en Jesús en varias circunstancias de su vida.
El mismo Juan lo relata en otras ocasiones - San Juan 11:41; 17:1 - . Al
omitirlo aquí, se piensa que es omisión deliberada, ya que falta en los tres
relatos sinópticos de la institución de Tomó - en sus manos - los panes. Pudo haberse omitido este
detalle o haber Jesús dado orden de repartirlos sin tomarlos en sus manos.
Pero es gesto que está también en los relatos de la institución eucarística. Dio gracias. Los tres evangelios
sinópticos usaban el verbo bendecir. Los judíos, antes de la comida,
pronunciaban una berekah o bendición. De esta divergencia de fórmulas se dudó
si el rito de Jesús tuvo dos partes: una acción de gracias al Padre por la acción
que iba a realizar - San Juan 11:41.42; cf. v.23 - , y en la que su humanidad
imploraba el milagro, y luego una bendición ritual sobre el pan. Pero esta
divergencia no es probativa, pues los mismos sinópticos en la segunda
multiplicación de los panes usan indistintamente ambos términos como
sinónimos. Debe de apuntar también tipológicamente a La formulación conserva el relato de la
institución eucarística, lo mismo que el tiempo aoristo en que están ambos
puestos. A la hora de la composición de su evangelio era la evocación de la
fracción del pan. El milagro de la multiplicación se hacía en las manos de
los apóstoles. Lo contrario suponía un incesante ir y venir los discípulos a
Jesús. Además es el único de los cuatro evangelistas que dice, en forma
condensada, que El dio el pan a los que estaban recostados. Acaso sea valor
tipológico de El dando la comunión en la última cena. Omite la descripción de que El mismo
repartió los peces, cosa que dicen los evangelios sinópticos - San
Marcos-Lucas - . Es por razón del valor tipológico eucarístico. De ahí el no
pararse casi nada en la descripción de la multiplicación de los peces. Toda
su atención se centra en la multiplicación de los panes. En los sinópticos se
da un relieve casi paralelo a la doble multiplicación - San Marcos 6:41-43 -
. Los apóstoles no se cansaron de
recorrer, repartiendo pan y pescado, a aquella enorme multitud. Terminado el
reparto de aquella comida milagrosa, resaltan enfáticamente que comieron
todos, y todos cuanto quisieron. No fue un expediente para salir del paso.
Fue una perfección total, que causó una gran sorpresa. Recuerda la fórmula de
saciarse del maná - Sal 78:29; 105:40. Dijo Jesús, recojan los
pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Una vez saciados, Jesús mandó a los discípulos a
recoger los fragmentos que han sobrado, para que no se pierdan. Los
evangelios sinópticos también consignan el detalle de esta orden. Y cómo los
recogen en canastos, uso tan frecuente en los judíos. Era costumbre de los judíos recoger,
después de la comida, los pedazos caídos a tierra Había en esa costumbre un
respeto religioso a Dios, dador del pan de cada día. El hecho de recogerse
aquí las sobras del pan sobrante tiene una finalidad apologética, como se ve
por referir este detalle los tres sinópticos: constatar bien y garantizar el
milagro. Pero aquí, este recoger los restos podría responder a la tipología
eucarística, tal como se lee en las Constituciones Apostólicas - 1.8 c.3 - : Cuando
todos hayan comulgado, que los diáconos recojan lo que sobró y lo pongan en
el pastoforia. Se recogieron doce cestos de sobras,
que parecen corresponder a uno por cada apóstol. Pero San Juan destaca que
estos fragmentos de pan eran de los cinco panes de cebada que sobraron a los
que habían comido; es decir, la multiplicación prodigiosa era de la misma
naturaleza que el otro pan. Se piensa que pueda ser otro rasgo tipológico de Los evangelios sinópticos no recogen la
impresión causada por el milagro sobre la multitud. Es sólo San Juan quien la
relata. Es probablemente que, además del hecho histórico, San Juan destaca un
segundo tema tipológico entroncado con el viejo éxodo. La impresión de la turba fue tan
profunda, que, viendo el milagro que había hecho, decían: Éste es, verdaderamente,
el Profeta que debe venir al mundo. Y
querían, por ello, proclamarle rey. En el Deuteronomio se anuncia un profeta
para orientar en el curso de la vida de Israel, y al que han de oír como al
mismo Moisés - Dt 18:15 - . Literariamente se anuncia un profeta, pero es, en
realidad, como lo exige el mismo contexto, el profetismo, toda la serie de
profetas que habrá en Israel, pero incluido el Mesías 12. Los fariseos distinguían el Profeta del
Mesías - San Juan 1:24 - . En ninguno de los escritos rabínicos se los
identifica. Precisamente en los escritos de Qumrán se distingue
explícitamente el Profeta de los Mesías de Aarón e Israel. Pero en el pueblo
las ideas andaban confusas, y los evangelios reflejan esta creencia popular,
que en unas ocasiones lo distinguían - San Juan 7:40.41 - , y en otras lo
identificaban - San Juan 6:14.15 - 14. Existía la creencia de que el Mesías
saldría del desierto, que en El se repetirían las experiencias del Éxodo, y
que el Mesías provocaría una lluvia prodigiosa de maná. Esta multiplicación
de los panes, y en lugar desierto - cf. San Mateo 14:15 par. - les evoca todo esto, y quieren venir para
arrebatarle, forzarle y hacerle rey. Dice san
Juan, se
acercaba Pero todo aquel plan de precipitación y
anticipación mesiánica fue desbaratado por Jesús. Ni aquel mesianismo
material era el suyo, ni aquélla su hora. Se retiró El solo hacia el monte
para evitar todo aquello y pasar la noche en oración. Los Evangelios
sinópticos hacen ver que forzó a los apóstoles a subir a la barca y
precederle a la otra orilla, y cómo El mismo despidió al pueblo. Posiblemente
los apóstoles estaban en peligro de caer en aquella tentación, como las
turbas. Así abortó y acabó con todo aquel prematuro movimiento mesiánico al
margen de los planes del Padre. EVANGELIO
JN 6, 16-21 Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Juan. Al atardecer de ese mismo día, en que Jesús había multiplicado los
panes, los discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para
dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús
aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un
fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús
acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. Él les dijo:
"Soy yo, no teman". Ellos quisieron subirlo a la barca, pero ésta
tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban. Palabra del Señor. "Soy yo,
no teman". JN 6, 16-21 Cuando
leemos el Evangelio según San Mateo, la narración de este episodio es más
extensa y detallada, además nos relata como Pedro camina sobre el agua hacia
Jesús, ahora bien, si leemos a San Juan, es al contrario, más breve.
Entendemos la omisión de Marcos, talvez se deba a la modestia de Pedro, a
quien Marcos acompañó. Según el
relato de san Marcos, Jesús, después de la multiplicación de los panes,
obligó a los apóstoles a embarcarse, y les ordena ir a la otra orilla, “hacia Betsaida.” Pero, según san
Juan, Jesús les da la orden de ir hacia Cafarnaúm. Cafarnaúm y Betsaida no se
encuentran en la misma ribera. Cafarnaúm se halla en la orilla occidental del
Lago; Betsaida, en la parte nordeste del mismo. Una primera solución sería
que fuesen más bien costeando, por lo cual, para ir a Cafarnaúm, tendrían que
pasar en la dirección de Betsaida, que
es marítima. Pero ellos van a la otra parte del mar. Y efectivamente llegaron
a donde se dirigían y desembarcan “en Genesaret” (Mateo y Marcos), sin duda a
la región que ocupa unos cinco kilómetros sobre el Lago. Esta doble
orientación — Cafarnaúm-Betsaida — ha hecho que algunos interpretan la
palabra hacia en sentido de enfrente de. Pero también
puede ser que san Marcos y san Juan citasen libremente, en el sentido que con
ello sólo buscan orientar a los lectores un punto de referencia en general,
quizás a san Marcos cita a Betsaida porque fuese mejor conocido para los
mismos, ya que era la patria de Pedro (Jn 1:44). Pero los que
nos interesa es destacar la impresión que causa a los apóstoles la escena de
Jesucristo caminando sobre el mar; los apóstoles quedaron en extremo
estupefactos. San Marcos añade la razón: porque no habían comprendido el
milagro de los panes y su mente estaba enceguecida. No es que no
se hubiesen dado cuenta de la multiplicación de los panes y peces, puesto que
ellos reconocieron primero que no había más que cinco panes, y luego
recogieron de sobras doce cestos, sino que no habían sacado la conclusión que
de allí se había de deducir el mesianismo de Jesús. Ellos mismos habían
recibido el poder de hacer milagros en su misión por Galilea, y así, siendo
ellos hombres, no acababan de ver lo que significaba el poder que en
propiedad tenía Jesús, por esos estaba su mente enceguecida. En este
fragmento del Evangelio, se nos muestra el poder que tiene Jesús sobre los
elementos de la naturaleza, revelando así que El es Dios, al que toda las
cosas están sujetas, es decir, este milagro de Jesús es otro signo de su
divinidad. Cuando
leemos este pasaje en san Marcos, Jesús despide a los apóstoles para
retirarse a la montaña a orar. Este es un buen ejemplo para nosotros, no
debemos descuidar la oración, ella esta por encima de todo tipo de
preocupaciones. En este ejemplo Jesús nos enseña que hay tiempo para el
trabajo y también para orar. Es decir, hagamos tiempo para nuestra tarea
apostólica, pero no descuidemos el tiempo para tratar a solas nuestras cosas
con Dios. Para todo,
siempre debemos poner en primer lugar la oración, ante cualquier cosa es
preciso hablar con el Padre, especialmente si hablaremos de Dios. Jesús no
deja nunca de orar, los Evangelios nos muestran muchas situaciones donde El
se retira a orar, y busca la soledad para hacerlo. Muchas veces hablamos
mucho, somos inquietos, queremos hacer muchas cosas, pero la actividad mas
importante es orar, es la mejor forma de utilizar el tiempo, y no se puede
considerar como algo secundario. Cuando
planifiquemos la actividad del día, incluyamos unos minutos para la oración,
y dejemos esos instantes para dedicarnos con constancia a comunicarnos con
nuestro Padre y que nada nos aparte de esta intención. Y cuando
estemos solos, o cuando nos veamos solo, aprendamos a sentir la presencia del
Señor, El siempre quiere estar con nosotros, lo hemos visto que no deja de
preocuparse por sus apóstoles y esta justamente ahí, donde el peligro asecha,
para animarnos y darnos confianza. Es lógico asustarse si no tenemos a Jesús
junto a nosotros, es normal que nos sintamos solos si no tenemos su compañía.
Pero ahí está Jesús dándonos tranquilidad y diciéndonos "Soy yo, no teman". En muchas
ocasiones perdemos la tranquilidad, y tenemos a nuestro alrededor una
tormenta de preocupaciones y nos sucede que no identificamos la voz de calma
que nos da el Señor o nos cuesta mucho reconocer su presencia, seguramente
esto es porque estamos algo alejados de Dios, y entonces no hundimos en la
inseguridad que esta bajo nuestros pies. Cuando esto suceda busquemos tomar
la mano salvadora de Jesús que se extiende hacia nosotros, y hagámoslo
poniendo mucho de nuestra parte. En efecto,
tenemos que poner mucho de nosotros y hacerlo en forma habitual cada día, ya
que Jesús nos pide esfuerzo, y si damos todo de si, podemos confiar en la
ayuda de Jesús. Frente al peligro, El nos extenderá cariñosamente las manos
para salvarnos, pero nos hará ver la poca fe, nos echará en cara que si
estuvimos en peligro y tuvimos miedo fue por no confiar en El o por que no
hemos distanciados de El. Todo volvió
a la calma en el momento que Jesús se reunió con ellos. Todo es distinto
cuando nosotros recibimos a Jesús, es cuestión de fe, esa fe que debe guiar
nuestra vida, nuestro propósitos, nuestros planes, fe que debemos mantenerse
viva, para que ilumine la fuente de energía que permite vivir en el amor del
Padre, y para que no se apague no descuidemos la oración. EVANGELIO
Jn 6, 22-29 Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Juan. Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo
vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había
quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en
la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. Mientras
tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían
comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la
multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar
donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a
Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le
preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió:
"Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque
han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino
por el que permanece hasta "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha
enviado" Jn 6, 22-29 Las gentes
están impresionadas, maravilladas con Jesús, el milagro que él ha hecho
multiplicando los panes es extraordinario, entonces no quieren separarse de
El. Después que
Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, despidió a la multitud después de la
multiplicación de los panes. Esto fue la misma tarde, al embarcarse los
discípulos. El Evangelio dice que: Al día
siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla, es decir
un pequeño grupo se habría quedado allí, a la espera de Jesús, que no había
embarcado, y que acaso ese a lo que alude san Juan, es decir, en la región de
et-Batiha, donde multiplicó los panes. Las gentes
que se habían retirado, lo mismo que la que se había quedado, habían
constatado esto: que Jesús no había embarcado con los discípulos, con eso
queda ratificado que Jesús hizo su caminata milagrosa sobre las aguas, y que
no había quedado allí más que una barca. Dice el
evangelio: Mientras tanto, unas barcas de
Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan
Pero al siguiente día de la multiplicación de los panes vinieron a este lugar
diversas barcas procedentes de Tiberíades, sin que se diga el motivo de
esta arribada. Acaso en busca de Jesús, avisados por algunos de los que
hubiesen retornado la víspera, o por el rumor de que se hallase allí.
Tiberíades era capital y, situada en el lago, era el puerto principal de
Galilea. Josefo, historiador judío, hace ver el gran movimiento de naves que
en él había en ese lugar.
Como estas
gentes que había quedado allí se dieron cuenta que no podían encontrar a
Jesús, aunque no lo vieron embarcar; y como vieron que los discípulos se
dirigieron a Cafarnaúm, aprovecharon la oportunidad de estas barcas que
acababan de llegar de Tiberíades, se embarcaron en ellas, dice san Juan: subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de
Jesús. Aquí lo van a encontrar, y en esta villa tendrá lugar
el discurso sobre el “Pan de vida.”
Otro rasgo
de tipología eucarística de este relato de San Juan está en cómo alude a la
multiplicación de los panes: atracaron cerca del
lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de
gracias. Su confrontación con los relatos de la institución
eucarística lleva a esto (cf. Lc 22:20; 1 Cor 11:25). El sentido tipológico
vale aunque sea interpolación. Prestemos
atención a parte del hermoso discurso sobre la diferencia y necesidad de un
alimento espiritual, que Jesús hace al encuentro con las multitudes en la
región de Cafarnaúm. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: Maestro, -
cuándo llegaste - . La pregunta que le hacen con el título honorífico de Maestro, Rabí,
lleva un contenido sobre el modo extraordinario como vino. Sabían que no se
había embarcado ni venido a pie con ellos. Deben haber estado maravillados,
al pensar como había venido Jesús. Era un volver a admitir el prodigio en su
vida.
La respuesta
de Jesús pasa por alto aparentemente la cuestión para ir directamente al
fondo de su preocupación. No le buscan por el milagro como signo que habla de
su grandeza y que postula, en consecuencia, obediencia a sus disposiciones,
sino que sólo buscan el milagro como provecho, Jesús les respondió: Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos,
sino porque han comido pan hasta saciarse. Que busquen, pues, el
alimento no temporal, aun dado milagrosamente, sino el inmortal, el que
permanece para la vida eterna, y éste es el que dispensa el Hijo del hombre,
por eso le dice Trabajen, no por el alimento
perecedero, sino por el que permanece hasta En nuestra
realidad de hoy, con cierta pena vemos como sucede que hay personas que
buscan en la religión algo que les resulte conveniente, entonces buscan a
Dios no por Dios, sino por la ayuda que pudieran conseguir de El, y además
exigen rapidez, luego suceden que la respuesta les tarda en llegar, entonces,
pierden la fe y le dan la espalda Hasta aquí
las multitudes, y sobre todo los que los guiaban, no tienen dificultad
mayor en admitir lo que Jesús les dice, principalmente por la misma
incomprensión del hondo pensamiento de Jesús. Por eso, no tienen
inconveniente en admitir, como lo vieron en la multiplicación de los panes,
que Jesús esté sellado por Dios para que enseñe ese verdadero y misterioso
pan que les anuncia, y que es alimento que permanece hasta la vida eterna. De ahí el
preguntar qué - Qué debemos hacer para realizar
las obras de Dios - es decir, para que Dios les retribuya con ese
alimento maravilloso. Piensan, seguramente, que puedan ser determinadas
formas de sacrificios, oraciones, ayunos, limosnas, que eran las grandes
prácticas religiosas judías.
Pero la
respuesta de Jesús es de otro tipo y terminante. En esta hora mesiánica es
que - Jesús les respondió: - La obra de Dios es
que ustedes crean en aquel que él ha enviado - Fe que, en
San Juan, es con obras (San Juan 2:21; cf. San Juan 13:34). La multitud
comprendió muy bien que en estas palabras de Jesús no sólo se exigía
reconocerle por legado de Dios, sino la plena entrega al mismo. Esto es lo
que nos dice con mucha claridad Jesús, no está Dios para servir al hombre, al
contrario, el hombre esta para servir a Dios. Dios atiende nuestras plegarias
y necesidades, todo esto por el gran amor que les tiene a los hombres, pero
debemos estar siempre dispuestos a servirle, haciendo su voluntad, viviendo
una vida y una conducta agradable a Dios, y a El le dejamos su misericordioso
auxilio. Jesús, le
dijo a Catalina de Siena: Tu preocúpate de
Mi, Yo me preocupare de tí y de tus cosas EVANGELIO Jn 6, 30-35 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. La gente preguntó a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y
creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el
desierto, como dice "Yo soy el
pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás
tendrá sed". Jn 6, 30-35 La gente preguntó a Jesús: "¿Qué
signos haces para que veamos y creamos en ti?, Los que le preguntaban
esto a Jesús, aún no están convencidos, en el capitulo anterior de este
evangelio, había comentado que las gentes estaban impresionadas, maravilladas
con Jesús, el milagro que él hizo multiplicando los panes fue extraordinario,
entonces no querían separarse de El.
Sin embargo, estos que preguntan vienen,
por una lógica insolente, a pedirle un nuevo milagro, y preguntan casi
despectivamente: ¿Qué obra
realizas? En ellos, esta presente el hecho del
Éxodo. El desierto, la multiplicación de los panes en él, contra el que
evocará la multitud el maná y dicen a Jesús: Nuestros
padres comieron el maná en el desierto, como dice Los judíos exigían fácilmente el
milagro como garantía. La multiplicación de los panes les evocaba fácilmente,
máxime en aquel lugar desierto en el que habían querido proclamarle
Rey-Mesías, el milagro del maná. Y esto es a lo que aluden y alegan. Los
padres en el desierto comieron el maná (Ex 16:4ss). La cita, tal como está
aquí, evocaba, sobre todo, el relato del maná, pero magnificado en el
Salterio, en el que se le llama pan del cielo (Sal 105:40; Neh 9:15; Sal
16:20). La cita era insidiosa. Pues era decirle: Si Moisés dio el maná
cuarenta años, y que era pan del cielo, y a una multitud inmensamente mayor,
pues era todo el pueblo sacado de Egipto, y, a pesar de todo, no se presentó
con las exigencias de entrega a él, como tú te presentas, ¿cómo nos vamos a
entregar a ti? Por lo que le dicen que, si tiene tal presunción, lo pruebe
con un milagro proporcionado. Estaba en el ambiente que en los días
mesiánicos se renovarían los prodigios del Éxodo (Miq 7:15). El Apocalipsis
apócrifo de Baruc dice: “En aquel tiempo descenderá nuevamente de
arriba el tesoro del maná, y comerán de él aquellos años.” Y el rabino Berakhah decía, en
síntesis, “El primer redentor (Moisés) hizo descender el maná. E igualmente el
último redentor (el Mesías) hará descender el maná.” Si el Mesías había de renovar los
prodigios del Éxodo, no pasaría con ello de ser otro Moisés. ¿Por quién se
tenía a Jesús? ¿Qué señal tenía que hacer para probar su pretensión? Pero la
respuesta de Jesús desbarata esta argumentación, entonces respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del
cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo.
Jesús es muy claro con
ellos, así se los hace ver. En primer lugar, no fue Moisés el que dio el
maná, puesto que Moisés no era más que un instrumento de Dios, así Jesús les
dice: mi Padre les da el verdadero pan
del cielo porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al
mundo. Es
decir, aquel pan venía de otra realidad
y no era el pan verdadero, porque sólo alimentaba la vida temporal; pero el
verdadero pan es el que da la vida eterna; ni el maná tenía universalidad:
sólo alimentaba a aquel grupo de israelitas en el desierto, mientras que el
pan verdadero es el que desciende del cielo y da la vida al mundo. ¿A quién se refiere este pan que baja
del cielo y da la vida al mundo? Si directamente alude a la naturaleza del
verdadero pan del cielo, no está al margen de él su identificación con Jesús.
Si la naturaleza del verdadero pan de Dios es el que baja del cielo y da la
vida al mundo, entonces es Jesucristo el que se identificará luego,
explícitamente, con este pan. Los judíos, impresionados o sorprendidos por
esta respuesta, tan categórica y precisa, pero interpretada por ellos en
sentido de su provecho material, le piden que él les de siempre de ese pan,
como Es así como
ellos le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les
respondió: Yo
soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed". Probablemente vuelve a ellos el
pensamiento de que Cristo es el Mesías, y esperan de El nuevos prodigios.
Pero ignoran en qué consistan, y no rebasan la esperanza de un provecho
material. Pero ese pan, que aún no habían discernido lo que fuese, se les
revela de pronto: Yo soy el pan de vida Nosotros
estamos con hambre de verdad, sed de felicidad. Jesús, hace que estas
aspiraciones sean verdaderas. En efecto, solo en Jesucristo podremos saciar
esta hambre, solo con El podremos calmar nuestra sed. Jesús no solo nos
entrega la verdad, el mismo es San Agustín,
escribió: “Señor, nos hiciste para ti y nuestro
corazón esta inquieto y sin sosiego, mientras no descasa en TI” EVANGELIO Jn 6, 35-40 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jesús dijo a la gente: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás
tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho:
ustedes me han visto y, sin embargo, no creen. Todo lo que me da el Padre
viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió. La voluntad
del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que
lo resucite en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que el que ve
al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último día. Palabra del Señor. “El que ve al
Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último día” Jn 6, 35-40 Jesús dijo a
la gente: Yo
soy el pan de Vida. Jesús
comienza proclamándose Pan de vida. Y lo es, conforme a otros pasajes de San
Juan, porque es el pan que confiere y nutre esa vida. Así nos dice luego: El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed. Es un pensamiento que expresa una misma
realidad: la necesidad de creer en Jesús, pero fe con entrega a El. Por eso, el que está creyendo en El en
un presente actual y habitual, éste está unido a Jesús, Sabiduría y Vida, por
lo que, nutriéndose de El, no tendrá ni más hambre ni sed, de lo que es
verdadera hambre y sed del espíritu. Esto no exige ni supone que no pueda
haber progreso y desarrollo en esta vida que da al alma Jesús-Sabiduría. El
mismo San Juan lo enseña en varios pasajes de su evangelio. Pues el agua de
la gracia es fuente de buenas obras (San Juan 4:14), y Jesús exige el que se
dé mucho fruto (San Juan 15:8). Es el mismo pensamiento que, vinculando
allí esta fe a la voluntad del Padre, como dice Jesús, mi Padre, que todo el que ve al
Hijo y cree, tenga la vida eterna; por lo que es evocado con ella el que será
resucitado en el último día por Jesús. Ésta
es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él tenga vida
eterna y que yo lo resucite en el último día. El pensamiento está expuesto con dos
formas del presente: el que ve al
Hijo y cree tiene la vida eterna.
No basta ver al Hijo con el hecho de sus milagros y rúbrica divina es necesario creer en El, en que es
el Hijo de Dios, y entregársele como a tal. El que, así viendo a Jesús, está
creyendo en El, tiene la vida eterna. No dice que no pueda perderla. Habla en
el supuesto de una fe actual y operante. Así posee la vida eterna. Lo que le
evoca la plenitud escatológica de vida: ser resucitado en la resurrección
final. Más Jesús, al llegar aquí, dice a los
judíos, en un paréntesis de amargura y reproche, que ustedes me han visto — con el halo de sus milagros — y sin embargo, no
creen. Si ellos se resisten en venir a Jesús,
aparte de su culpa, han de saber que hay, en el fondo de ello, un misterio
profundo. No les basta ser hijos de Abraham ni pertenecer al Israel carnal
para pensar en salvarse, como se estimaba en ciertos medios judíos, de los
que el mismo evangelio se hace eco (Mt 3:8-10; Lc 3:8). Es el plan del Padre.
Es un misterio de predestinación: Todo lo que me
da el Padre viene a mí. Teológicamente no se trata de una
“predestinación” definitiva, sino del hecho de venir o no venir a Jesús de
los judíos, y esto según la naturaleza de las cosas. El que está creyendo en Jesús, supone la hipótesis de mantenerse en esa fe
actuante. Pero no quiere decir que no se pueda perder (San Juan 6:66), o que
otros no la puedan adquirir, del mismo modo que San Juan se expresa en otros
casos (San Juan 15:1-7). El pensamiento que aquí se destaca es que la gracia
de la fe, por la que se llega a Jesús, Vía y Vida, aparece como la ejecución
misericordiosa y gratuita de un designio providencial, de una gracia
preveniente y gratuita. Pero también se acusa la libertad y
culpabilidad de los que, viendo a Jesús como al Hijo de Dios, no creen en El.
Si así no fuese, no sería este el reproche que Jesús dirige por esto a los
judíos ustedes me han visto y sin embargo, no
creen ni podría ser reproche, sino
excusa de ellos por una imposibilidad sobrenatural debida a que el Padre, sin
culpa de ellos, no les concedía esta gracia. La gracia del Padre no falta —
ven a Jesús —, Pero el plan del Padre es, pues, éste: que todo lo que ha de salvarse pase por Jesús. Todo lo que el Padre
le dio a Jesús, con esta voluntad consiguiente, viene a Jesús para que se
salve. Pero ¿cuál es la actitud de Jesús ante
estos que el Padre le envía? Esta es su enseñanza: al que venga a mí yo no lo rechazaré. Jesús da la razón profunda de su conducta frente a
estos que el Padre le dio. La razón de su vida es obedecer al Padre y cumplir
su obra (San Juan 4:34). Por eso El bajó del cielo, no para hacer mi
voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y la voluntad del Padre, dice él
mismo, es que
no pierda nada de lo que me ha dado, sino que lo resucite en el último día. Si la voluntad del Padre es que todo
pase por Jesús, es también su voluntad que se pase por El para salvar a los
que pone en sus manos. Y como esta fe en Jesús da la vida eterna, se evoca
aquí, como complemento definitivo y plenario de la misma, la misión
igualmente complementaria y plenaria de Jesús en esta obra de vida eterna: el
que El mismo resucite a estos creyentes en El, y así lo dice la final de este
hermoso y esperanzador evangelio que yo lo
resucite en el último día. Jesús dijo
en una ocasión; - Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a
cabo su obra – (San Juan 4,34). Dejemos
que el Padre celestial lleve a cabo su tarea en nosotros, porque es seguro y
cierto que el tiene un plan y un proyecto de realizar en nosotros, esa es la
obra de nuestra santificación, porque quiere posesionarnos por su Espíritu, y
seguro que todo lo bueno que El quiere surgirá en nosotros. Santa Teresita del Niños Jesús escribió: Que
cosas tan hermosas haría Dios en las almas, si la almas se dejaran hacer. EVANGELIO Jn 41-43 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Murmuraban de El los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que
bajó del cielo, y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y
madre nosotros conocemos? Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo? Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis
entre vosotros. Los galileos
murmuraban contra Jesús porque había dicho de sí mismo que bajó del cielo.
Es interesante destacar esto, que tendrá valor argumentativo al hablar de
Cristo “pan” eucarístico. Es la
afirmación terminante de su origen celestial. El origen celestial del Mesías
era compartido incluso por algunas corrientes judías, aunque no debían de
afectar a estos artesanos galileos. Por eso, esta afirmación de Cristo les
parecía a ellos una enormidad, puesto que alegaban conocer a su padre legal,
José, y a su madre. Ignorantes de la unión hipostática y de la concepción
virginal, hablan al modo humano, como lo conceptuaban en su vida nazarena. EVANGELIO Jn 6, 44-41 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jesús dijo a la gente: Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre
que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro
de los Profetas: "Todos serán instruidos por Dios". Todo el que oyó
al Padre y recibe su enseñanza viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que
cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo para
que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que
coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la
vida del mundo. "Yo soy el
pan vivo bajado del cielo” Jn 6, 44-51 La gente preguntó a Jesús: "¿Qué
signos haces para que veamos y creamos en ti?, Los que le preguntaban
esto a Jesús, aún no están convencidos, en el capitulo anterior de este
evangelio, había comentado que las gentes estaban impresionadas, maravilladas
con Jesús, el milagro que él hizo multiplicando los panes fue extraordinario,
entonces no querían separarse de El.
Sin embargo, estos que preguntan vienen,
por una lógica insolente, a pedirle un nuevo milagro, y preguntan casi
despectivamente: ¿Qué obra
realizas? En ellos, esta presente el hecho del
Éxodo. El desierto, la multiplicación de los panes en él, contra el que
evocará la multitud el maná y dicen a Jesús: Nuestros
padres comieron el maná en el desierto, como dice Los judíos exigían fácilmente el
milagro como garantía. La multiplicación de los panes les evocaba fácilmente,
máxime en aquel lugar desierto en el que habían querido proclamarle
Rey-Mesías, el milagro del maná. Y esto es a lo que aluden y alegan. Los
padres en el desierto comieron el maná (Ex 16:4ss). La cita, tal como está
aquí, evocaba, sobre todo, el relato del maná, pero magnificado en el
Salterio, en el que se le llama pan del cielo (Sal 105:40; Neh 9:15; Sal
16:20). La cita era insidiosa. Pues era decirle: Si Moisés dio el maná
cuarenta años, y que era pan del cielo, y a una multitud inmensamente mayor,
pues era todo el pueblo sacado de Egipto, y, a pesar de todo, no se presentó
con las exigencias de entrega a él, como tú te presentas, ¿cómo nos vamos a
entregar a ti? Por lo que le dicen que, si tiene tal presunción, lo pruebe
con un milagro proporcionado. Estaba en el ambiente que en los días
mesiánicos se renovarían los prodigios del Éxodo (Miq 7:15). El Apocalipsis
apócrifo de Baruc dice: “En aquel tiempo descenderá nuevamente de
arriba el tesoro del maná, y comerán de él aquellos años.” Y el rabino Berakhah decía, en
síntesis, “El primer redentor (Moisés) hizo descender el maná. E igualmente el
último redentor (el Mesías) hará descender el maná.” Si el Mesías había de renovar los
prodigios del Éxodo, no pasaría con ello de ser otro Moisés. ¿Por quién se
tenía a Jesús? ¿Qué señal tenía que hacer para probar su pretensión? Pero la
respuesta de Jesús desbarata esta argumentación, entonces respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del
cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo.
Jesús es muy claro con
ellos, así se los hace ver. En primer lugar, no fue Moisés el que dio el
maná, puesto que Moisés no era más que un instrumento de Dios, así Jesús les
dice: mi Padre les da el verdadero pan
del cielo porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al
mundo. Es
decir, aquel pan venía de otra realidad
y no era el pan verdadero, porque sólo alimentaba la vida temporal; pero el
verdadero pan es el que da la vida eterna; ni el maná tenía universalidad:
sólo alimentaba a aquel grupo de israelitas en el desierto, mientras que el
pan verdadero es el que desciende del cielo y da la vida al mundo. ¿A quién se refiere este pan que baja
del cielo y da la vida al mundo? Si directamente alude a la naturaleza del
verdadero pan del cielo, no está al margen de él su identificación con Jesús.
Si la naturaleza del verdadero pan de Dios es el que baja del cielo y da la
vida al mundo, entonces es Jesucristo el que se identificará luego,
explícitamente, con este pan. Los judíos, impresionados o sorprendidos por
esta respuesta, tan categórica y precisa, pero interpretada por ellos en
sentido de su provecho material, le piden que él les de siempre de ese pan,
como Es así como
ellos le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les
respondió: Yo
soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed". Probablemente vuelve a ellos el
pensamiento de que Cristo es el Mesías, y esperan de El nuevos prodigios.
Pero ignoran en qué consistan, y no rebasan la esperanza de un provecho
material. Pero ese pan, que aún no habían discernido lo que fuese, se les
revela de pronto: Yo soy el pan de vida Nosotros
estamos con hambre de verdad, sed de felicidad. Jesús, hace que estas
aspiraciones sean verdaderas. En efecto, solo en Jesucristo podremos saciar
esta hambre, solo con El podremos calmar nuestra sed. Jesús no solo nos
entrega la verdad, el mismo es San Agustín,
escribió: “Señor, nos hiciste para ti y nuestro
corazón esta inquieto y sin sosiego, mientras no descasa en TI” EVANGELIO Jn 6,51-59 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El
que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne
para “El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último
día” Jn 6,51-59 Jesús, continúa el gran discurso
pronunciado en Cafarnaúm, en el, nos explica cuidadosamente, en forma muy
explicita, con una claridad admirable la eucaristía, se repiten algunos
conceptos ya antes dicho, pero con un nuevo matiz, con un cambio notable, ya
no dice el que cree, sino que El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna. En el fragmento anterior de este
Evangelio, (v48), Jesús se proclama a sí mismo: Yo soy el pan de vida. Es pan de
vida, en el sentido que El causa y dispensa esta vida (San Juan
6:35.50.51.53-58). En este mismo Evangelio, fragmento
anterior, (V30.31) los judíos le habían hecho ver o argüir el
prodigio del maná, que Dios hizo en favor de los padres en el desierto. Y
Jesús recoge ahora aquella alusión para decirles, una vez más, que aquel pan
no era el pan verdadero. Era sólo un alimento temporal. Por eso, los padres
comieron de él, pero murieron. Hay, en cambio, un pan verdadero. Y
éste es el que está bajando del cielo, precisamente para que el que coma de
él no muera. No morirá en el espíritu, ni eternamente en el cuerpo. Porque
este pan postula la misma resurrección corporal. Es interesante notar la formulación de
este versículo. Jesús no dice: “Yo soy
el pan vivo,” sino “Este es el pan.,” con lo
que se roza muy de cerca la fórmula de la consagración eucarística: “Este es mi cuerpo.” Y este pan hasta aquí aludido encuentra
de pronto su concreción: Yo soy el pan
vivo bajado del cielo. Antes (v.48)
se definió como el Pan de vida,
acusando el efecto que causaría ser comido y masticado en el alma; ahora se
define por la naturaleza misma viviente: tiene en sí mismo la vida (San Juan
5:26). Y la tiene, porque ese pan es el mismo
Jesús, que bajó del cielo en la
encarnación, cuyo momento histórico en que se realizó esa bajada se acusa por
la forma como los dice. Es el verbo que tomó carne. Y al tomarla, es pan vivo.
Porque es la carne del Verbo, en quien, en el principio, ya estaba la vida (San Juan 1:4) que va a comunicar a
los seres humanos. Si ese pan es viviente, no puede menos de conferir esa vida y vivificar así al
que lo recibe. Y como la vida que tiene y dispensa es eterna, se sigue que el
que coma de este pan vivirá para siempre, porque tendrá Vida eterna El tema, una vez más, se presenta, según la
naturaleza de las cosas, sapiencialmente, sin considerarse posibles
deserciones o abandonos que impidan o destruyan en el sujeto esta vida eterna
(San Juan 15:1-7). Y aún se matiza más la naturaleza de
este pan: el pan que yo
daré es mi carne para Al hablarles antes del Pan de vida, que era asimilación de
Jesús por la fe, se exigía el venir y
el creer en El, ambos verbos en
participio de presente, como una necesidad siempre actual (v.35); pero ahora
este Pan de
vida se anuncia que él lo dará en el futuro. Es, se verá, la santa
Eucaristía, que aún no fue instituida. Un año más tarde de esta promesa, este
pan será manjar que ya estará en la tierra para alimento de los seres
humanos. Con ello se acusa la perspectiva eclesial eucarística. Éste pan es, dice Jesús, mi carne,
pero dada en favor y en provecho de la vida del mundo. Este pasaje es,
doctrinalmente, muy importante. Se trata, manifiestamente, de destacar
la relación de Si la proposición vida del mundo concordase
directamente con el pan, se tendría, hasta por exigencia
gramatical, la enseñanza del valor sacrifical de Pero ya, sin más, se ve que esta carne
de Jesús, que se contiene en este pan que Jesús dará, es la carne
de Jesús; pero no de cualquier manera, , la carne de Jesús como estaba en su
nacimiento, sino en cuanto entregada a la muerte para provecho del
mundo, mi
carne para Aquí Jesús no habla de la entrega de su
vida sino de la entrega de su carne. Podría ser porque se piensa en la
participación del cuerpo y sangre en el banquete eucarístico, o porque se
piensa en la unidad del sacrificio eucarístico/Calvario. El pan que Jesús dará es Si por una lógica filosófica no se
podría concluir que por el solo hecho de contener Ante la afirmación de Jesús de dar a
comer un pan que era precisamente
su carne, los judíos no sólo
susurraban o murmuraban como antes, al decir que bajó del cielo (v.41), sino que, ante esta afirmación, hay una
protesta y disputa abierta, acalorada
y prolongada entre ellos, como lo indica la forma imperfecta en que se
expresa: ¿Cómo este
hombre puede darnos a comer su carne?
Esto sugiere acaso, más que un bloque cerrado de censura, el que unos
rechazasen la proposición de comer ese pan, que era su carne, como absurda y ofensiva contra las prescripciones de la
misma Ley, por considerársela con sabor de antropofagia, mientras que otros
pudiesen opinar (San Juan 6:68), llenos de admiración y del prestigio de
Jesús, el que no se hubiesen entendido bien sus palabras, o que hubiese que
entenderlas en un sentido figurado y nuevo, como lo tienen en el otro
discurso (San Juan 7:42.43; 10:19-21). Preguntaban despectivamente el cómo
podía darles a comer su carne. ¡El eterno cómo del racionalismo! Ante este
alboroto, Jesús no sólo no corrige su afirmación, la atenúa o explica, sino
que la reafirma, exponiéndola aún más clara y fuertemente, con un realismo
máximo. La expresión se hace con la fórmula introductoria solemne de "Les aseguro que, y liego les agrega; si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su
sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. La doctrina que aquí se expone es por
una parte la necesidad de comer y
beber la carne y sangre de Jesús; por otra, porque sin ello no se tiene la vida eterna como una realidad que ya
está en el alma (San Juan 4:14.23), y que sitúa ya al alma en la vida eterna, y finalmente y como consecuencia de la posesión
de la vida eterna, que esta comida
y bebida confieren, se enseña el valor escatológico de este alimento, pues
exigido por él, por la vida eterna
por él conferida, Jesús, a los que así hayan sido nutridos, los resucitará en
el cuerpo en el último día. La enseñanza trascendental que aquí se
hace es la de la realidad eucarística del cuerpo y sangre de Jesús como medio
de participar en el sacrificio de Jesús: necesidad absoluta para el
cristiano. Sacrificio que está y se renueva en esta ingesta sacrificial
eucarística. Como verdadera comida y bebida que son
la carne y la sangre eucarísticas de Jesús, producen en el alma los efectos
espirituales del alimento. El que come mi
carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Es una forma
que aquí se usa para expresar esta presencia de Jesús en el alma, la unión de
ambos, tiene en los escritos de San Juan el valor, no de una simple presencia
física, aunque eucarística, sino el de una unión y sociedad muy estrecha, muy
íntima (San Juan 14:10.20; 15:4.5; 17:21; 1 San Juan 3:24; 4:15.16). Este es
el efecto eucarístico en el alma: así como el alimento se hace uno con la
persona, así aquí la asimilación es a la inversa: el alma es poseída por la
fuerza vital del alimento eucarístico. Luego Jesús nos dice; Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene
vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Así como Jesús vive por el Padre, del
que recibe la vida (San Juan 5:26), así también el que recibe
eucarísticamente a Jesús vive por Jesús, pues El es el que le comunica, por
necesidad, esa vida (San Juan 1.16; 15:4-7). El Padre es la fuente de la vida
que el Hijo goza; esta vida, difundiéndose luego a su humanidad, constituye
aquella plenitud de que todos hemos de recibir (San Juan 1:16) 46. Así el
discípulo que se nutre del Pan de vida eucarístico se consagrará
enteramente, por ello, a promover los intereses de Jesús. Con esta interpretación
estaríamos en presencia de una noción nueva. Unido a Jesús en Finalmente, san Juan ha querido
precisar donde se dijo este discurso con exactitud, Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm. Jesús
enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm. Talvez los hace, para
certificar que estas cosas se decían en reuniones públicas, no de una forma
clandestina. Los
sacramentos nos comunican la gracia, San
Agustín, en una ocasión nos advierte: Al comer la carne de Cristo y beber su sangre, nos
transformamos en su sustancia EVANGELIO Jn 6, 60-69 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos
decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?" Jesús,
sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los
escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir
donde estaba antes? El Espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve.
Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos
que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes
eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó:
"Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo
concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él
y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También
ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos
que eres el Santo Dios". "Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y
sabemos que eres el Santo Dios". Jn 6, 60-69 Con el fragmento del Evangelio de Hoy,
completamos el Capitulo 6 de san Juan, el que no ha acompañado durante ocho
días. Las enseñanzas de Jesús, del mismo modo como a nosotros nos causa un
efecto impactante, en aquel tiempo a los discípulos y los apóstoles, también
les causo un efecto especial. San Juan siempre nos dice el efecto que le
causaba el discurso de Jesús a la muchedumbre, pero ahora lo hace con estos
casos concretos. Después de escuchar la enseñanza de
Jesús, muchos de sus discípulos decían: ¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo? Esta doble enseñanza de Jesús
produce escándalo en los discípulos. Estos están contrapuestos a los
apóstoles, y por este pasaje se sabe que eran muchos. En diversas ocasiones,
los evangelios hablan de discípulos de Jesús. Para ellos era esta enseñanza
dura, no de comprender, sino de admitir; pues por comprenderla es por lo que
no quisieron admitirla. Era doble: que él bajó del cielo — su preexistencia
divina — y que daba a comer su carne. Jesús les responde con algo que es
diversamente interpretado. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba
antes? Si esto es escándalo
para ellos, ¿qué sería si lo vieran subir a donde estaba antes? Por la forma
como lo dice, hace ver su origen divino: donde estaba antes era en el cielo
(San Juan 17:5.24), de donde bajó por la encarnación. Esta respuesta de
Jesús, para unos vendría a aumentarles el escándalo, al ver subir al cielo al
que, por lo que decía y exigía, venían a considerar por blasfemo. Para otros,
estas palabras que se refieren a la. ascensión serían un principio de
solución: verían un cuerpo no sometido a ley de la gravedad; por lo que a un
tiempo demostraba, subiendo a donde estaba antes, que era Dios, y que podía
dar a comer su carne de modo prodigioso — eucarístico — sin tener que ser
carne partida y sangrante. Jesus dice: El
Espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve. En la perspectiva literaria de San Juan,
probablemente se refiere a ambas cosas. Para precisar más el pensamiento, les
dice que el espíritu es el que da vida, mientras que la carne no aprovecha
para nada. De esta frase se pueden dar dos interpretaciones: Pudiera, a primera vista, parecer esta
frase un proverbio, ya que Jesús no dice mi carne. Sin embargo, en la
psicología judía, el principio vivificador de la carne, de la vida
sensitivo-vegetativa — aunque no muy precisa —, no era el espíritu sino el alma. Por eso, si la expresión
procediese de un proverbio, éste estaría modificado aquí por Jesús, con objeto
de que sobre él se aplicase esta sentencia. Así como la carne sin vida no
aprovecha, de
nada sirve dice Jesus, pues el alma, el espíritu vital, es el que
la vitaliza, así aquí, en esta recepción de la carne eucarística de Jesús,
que no es carne sangrante ni partida, ella sola nada aprovecharía; pero es
carne vitalizada por una realidad espiritual, divina, que es el principio
vitalizador de esa carne eucarística, y, en consecuencia, de la nutrición
espiritual que causa en los que la reciben. Sería una interpretación en
función de lo que se lee en el mismo San Juan: Lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu, es
espíritu (San Juan 3:6). Jesús, contrapone el espíritu a la
carne, que es materia, por eso dice que la carne no sirve para nada, mientras
que es el espíritu el que da la vida, y las palabras que dice el espíritu
también son palabras de vida. Otra interpretación está basada en que
sólo se afirma con ello la imposibilidad humana de penetrar el misterio
encerrado en estas palabras de Jesús. Carne o carne y sangre son expresiones
usuales para expresar el hombre en su sentido de debilidad e impotencia (San
Juan 1:14; Mt 16:17, etc.). Aquí la carne, el hombre que entiende esto al
modo carnal, no logra alcanzar el misterio que encierra; sólo se lo da la
revelación del Espíritu. En función de la interpretación que se
adopte está igualmente la valoración del versículo siguiente: Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
En el segundo caso, el sentido de éstas
es: aunque el hombre por sus solas fuerzas no puede penetrar el misterio de
esta enseñanza de Jesús si no es por revelación del Espíritu, éste, por
Jesús, dice que estas palabras son espíritu y vida, porque son portadoras o
causadoras para el ser humano de una vida espiritual y divina. En el primer caso, el sentido es que
las enseñanzas eucarísticas de Jesús — Las
palabras que les dije — son vida
espiritual, porque esa carne está vitalizada por una realidad espiritual y
divina, que es el Verbo hecho carne (San Juan 1:14). Pero estas enseñanzas de Jesús no
encontraron en muchos de sus discípulos la actitud de fe y sumisión que
requerían. Y las palabras que ellos llamaron duras, les endurecieron la vida, y
no creyeron en El; Desde ese
momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
En un momento rompieron con El,
retrocedieron, y ya no le seguían en sus misiones giradas por Galilea. Pero
san Juan, conforme a su costumbre, destaca que esto no fue sorpresa para
Jesús, pues El sabía desde el principio quiénes eran los no creyentes, lo
mismo que quién le había de entregar. Es, pues, la ciencia sobrenatural de
Jesús la que aquí destaca de una manera terminante. Este desde ese momento,
hace ver que se trata del momento en que cada uno de ellos fue llamado por
Jesús al apostolado. Desde ese
momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le respondió:
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos
creído y sabemos que eres el Santo Dios. San Juan, nos pone ahora la cuestión de
fidelidad que Jesús plantea a los apóstoles. Jesús plantea abiertamente el
problema de su fidelidad ante El, a causa de esto, a sus apóstoles. La
partícula interrogativa con que se lo pregunta supone una respuesta negativa.
No dudaba Jesús de ellos, pero habían de hacer esta confesión en uno de esos
momentos trascendentales de la vida. Y le confiesa que no pueden ir a otro,
pues sólo El
tiene palabras de vida eterna, porque la enseñan y la confieren,
como relatan los evangelios. Y le
confiesa por el Santo de Dios, que es equivalente al Mesías (Jn
10:36; Mc 1:24). No deja de ser un buen índice de fidelidad histórica, y del
entronque de san Juan con los sinópticos, el que aquí, en este evangelio del Hijo de Dios (Jn 20:31), se conserve
esta expresión. Y ante el Santo de Dios, el Mesías, no cabe más que oírle
y obedecerle. Ya no bastan Moisés ni los profetas. Aquí se contrapone acusadamente su fe
en El por los apóstoles —Nosotros hemos
creído y sabemos —,
frente a la incredulidad ligera de los discípulos que le abandonaron (Jn
17:8). La confesión de Pedro en nombre de
todos era maravillosa, es modelo para cualquier creyente. Esta confesión,
nace de una discusión entre Jesús y sus oyentes. Jesús expone sus enseñanzas
sobre le Pan de Vida y sobre la necesidad de comer su carne y beber su sangre
para tener vida, los oyentes se mostraron escépticos, entonces Jesús les
repitió el mensaje con más fuerza y ellos encontraron duro el mensaje y se
alejaron de El. Hoy sucede lo mismo, hay quienes se apartan del seguimiento
de Jesús por lo exigente del mensaje, porque les compromete toda la vida y en
todos los ámbitos. Entonces Jesús, sin ceder nos interroga ¿También ustedes quieren irse?, respondámosle igual que
Pedro, resueltos a seguirle siempre, pues El, y solo El tiene palabras de
Vida Eterna; Apartarse de Jesús, es ir a la muerte. Juan
Pablo II, escribió en Oh
Jesús, todo los que haces, nos maravilla. La paz del Señor Sea con Ustedes Por
comprender esto, Gracias Señor Buenos
Días Amigos y Hermanos Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Caminando-con-Jesus.org Los Evangelios de san Juan Capitulo 6, fueron
extraídos de las Lecturas Bíblicas de Editorial San Pablo de Chile, que se
publican con autorización en la página Caminando
con Jesús, todos los días. Los comentarios iniciales del prologo, corresponden
a las moniciones de los Evangelios. Los comentarios a los Evangelios, corresponden a los
efectuados por Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant, (Laico), durante la semana 2 y 3 del Tiempo de Pascua,
Ciclo A 2005, en |