JESUS, SU MARAVILLOSO OFRECIMIENTO Y SU GRAN PROPUESTA

 

Comentarios al Evangelio de San Juan,

 Capitulo 6

 

 

Jesús nos hace un maravilloso ofrecimiento y gran propuesta, Jn 6, 1-15: “Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados” Jn 6, 30-35: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.”Jn 6, 44-5: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo” Jn 6,51-59: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”

 

 

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Caminando-con-Jesús.org

 

Pascua 2005

 


Prologo

 

Jesús nos hace un maravilloso ofrecimiento y gran propuesta, con lo que nos da la posibilidad de alimentar nuestra alma con su espíritu, nuestro cuerpo con el suyo, nos ofrece cumplir  y realizar algo nuevo, esto es a través de El, llegar a la vida eterna. La  presentación de esta gran alternativa, la hace con diversos anuncios en Galilea.

 

Todo esto, lo hace Jesús a través de los grandes discursos sobre el Pan de Vida y su promesa del que come de carne y bebe de su sangre tendrá Vida Eterna, expresado en el Evangelio según San Juan Capitulo 6.

 

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. La gentes, a causa de las curaciones que realiza; están maravillados, alterados y dejan todo para poder ver y escuchar al profeta. Jesús manda a la gente tranquilizarse diciendo: "háganlos sentar". Al aquietarse la gente, Jesús colma sus expectativas: "dándoles todo lo que quisieron". “Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados” Jn 6, 1-15

 

Luego, al atardecer de ese mismo día, en que Jesús había multiplicado los panes, los discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. El mar estaba agitado y soplaba un fuerte viento, mientras tanto Jesús camina sobre las aguas en señal de dominio del mal, que habita bajo el mar. Los discípulos, a pesar de ver que era Jesús que se les acercaba, tuvieron miedo, pero Jesus les infunde confianza y paz. "Soy yo, no teman". Jn 6, 16-21

 

Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. El Evangelio nos hace ver como hay gran interés en las gentes por buscar a Jesús. Las motivaciones son distintas, Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado". Jn 6, 22-29

 

La gente preguntó a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Muchas veces las preguntas cuestionaban, exigían y expresaban una actitud lejana de quien sigue al Dios de Israel. Sin embargo, cada pregunta es aprovechada por Jesús para manifestar, revelar e interpelar a sus oyentes. La conversión implica un acto de humildad frente a Dios, descubrir aquello de lo que carezco y aceptar lo que Dios me ofrece:  “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.” Jn 6, 30-35

 

Jesús dijo a la gente: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y, sin embargo, no creen. La voluntad de Dios no es un proyecto superficial. Jesús nos expresa intenciones reales y concretas, él dice no hambre, no sed, no rechazo, no pérdida, sino resurrección y Vida eterna. Jesús tiene un plan para salvarnos y  exige una respuesta de fe. “El que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último día” Jn 6, 35-40

 

Murmuraban de El los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que bajó del cielo, y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo?  Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Jn 41-43

 

Jesús dijo a la gente: Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Toda persona busca satisfacer una necesidad básica a través de su trabajo; saciar el hambre es una acción de cada día. Jesús se identifica con la imagen del pan, muchas veces compartido en nuestra mesa, pero es un pan muy especial, distinto al que degustaron algunas generaciones de Israel en el desierto: que "comieron el maná y murieron". El pan bajado del cielo nos ofrece Vida eterna; el que coma de este pan, no morirá. "Yo soy el pan vivo bajado del cielo” Jn 6, 44-51

 

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?" Los alimentos mitigan el hambre por un momento, luego volvemos a sentir esa necesidad. Jesús se nos revela como verdadera comida y verdadera bebida. Muchos no entienden esta manera de hablar del Señor, es casi un escándalo para los judíos que lo escuchan. A cada instante la vida de Jesús es una total donación por nosotros y nuestra salvación, estos alimentos que son su propio ser -carne y sangre- nos proporcionan lo necesario para vivir en Dios. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” Jn 6,51-59

 

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?"  Entonces Jesus les pregunta "¿Quieren marcharse también ustedes?" Esta frase de Jesús evidencia, sin lugar a dudas, que hubo una crisis entre numerosos de sus discípulos. La gran parte que seguía a Jesús esperaba de él una actitud mesiánica más decidida y enfrentada al poder de los romanos. A pesar de que todos aguardaban la restauración nacional, cada grupo tenía expectativas diversas, dependiendo de sus intereses. Sin embargo Simón Pedro responde: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo Dios".

Jn 6, 60-69

 


Temario

 

Jn 6, 1-15: “Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados”

 

Jn 6, 16-21: "Soy yo, no teman".

 

Jn 6, 22-29: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado"

 

Jn 6, 30-35: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.”

 

Jn 6, 35-40: “El que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último día”

 

Jn 41-43: Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo?  Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros.

 

Jn 41-43: Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo?  Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros.

 

Jn 6, 44-5: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo”

 

Jn 6,51-59: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”

 

Jn 6, 60-69: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo Dios".

 


EVANGELIO Jn 6, 1-15

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

 

"Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados”

 

Jn 6, 1-15

 

"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar".

 

 

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Jesús va a la otra parte del mar de Galilea o Tiberíades. San Juan precisa el lago con el nombre de Tiberíades para sus lectores étnicos, ya que después que Antipas fundó en honor de Tiberio, en el borde del lago, la ciudad de Tiberias, y puso en ella su capital, prevaleció este nombre en el uso griego.

        

San Juan no da el motivo de este retiro de Jesús con sus apóstoles, lo que dan los Evangelios sinópticos: un descanso a su pasada actuación apostólica - San Marcos 6:30 -  y motivo de nuevas instrucciones. También influyó la orden que por aquellos días Antipas dio de decapitar al Bautista - San Mateo 14:12.13 - .

 

Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos Le seguía una gran muchedumbre a causa de los milagros que hacía y había hecho por aquella región ya antes. Pero los Evangelios sinópticos precisaron que, cuando Jesús llegó a aquella región, ya grupos de gentes se le habían adelantado - san Marcos -. El recorrido por el lago era la mitad que por tierra. Esto hace suponer, o en un retraso en el remar a causa del calor, o en un retraso por conversar con los apóstoles.

        

San Juan destaca aquí, y no al principio, que estaba cercana la Pascua, la fiesta de los judíos. Esta dato, no lo dicen los otros Evangelios. Talvez san Juan, apunta a la Eucaristía - comunión, sacrificio -, que tendrá lugar en la Pascua siguiente.

 

Jesús, desde el montículo al que había subido, viendo la gran muchedumbre que había, va a realizar el milagro. Pero san Juan presenta el diálogo con Felipe. Notamos que san Juan gusta del diálogo, así nos muestra a Jesus hablando con Nicodemo, la samaritana, vocación de los primeros discípulos, discursos del cenáculo. Y así presenta aquí lo mismo que dicen los evangelios con una estructura histórico-literaria de diálogo. A san Juan le interesa destacar aquí la presciencia de Jesús, ya que lo decía para probarle, pues sabía lo que iba a hacer. San Juan omite la escena de los evangelios sinópticos en la que los discípulos piden que despida a la gente para que puedan lograr provisiones. Igualmente omite la predicación de Jesús a la turba y los milagros hechos entonces. Basta el esquema que mejor le permita destacar la tipología eucarística.

 

Felipe, con su golpe de vista, calcula que no bastarán para abastecer aquella turba 200 denarios para que cada uno reciba un pedacito. El denario en la época de Jesús era el sueldo diario de un trabajador - San Mateo 20:2 - . Así, 200 denarios, repartidos entre 5.000 hombres, venían a corresponder a denario por cada 25 hombres. A los que había que añadir las mujeres y niños.

 

Interviene Andrés, el hermano de Simón Pedro. El que Jesús plantease el problema del abastecimiento a Felipe es que éste era de Betsaida y podía indicar soluciones. El citarse a Andrés como hermano de Simón Pedro, más que por ser un cliché literario, es por lo que Pedro significaba a la hora de la composición de los evangelios.

 

Andrés apunta la presencia de un muchacho, seguramente uno de esos pequeños vendedores ambulantes que siguen a las turbas, y que tenía ya solamente cinco panes de cebada y dos peces. Pero esto no era solución. El pan de cebada, matiz propio de San Juan, era el alimento de la gente pobre. Por peces pone el término  diminutivo de, que significa, originariamente, un alimento preparado sobre el fuego y que luego se toma con pan, sobre todo de carne o pescado. De esta palabra vino por el uso a ser sinónimo de pescado, sobre todo en el contexto de San Juan - 21:9.10.13 - .

 

Estos pequeños peces acaso fuesen pescado seco en salazón (salados)  o preparados ya para la venta. En esta época existía en Tariquea, al sur del lago, una factoría de salazón de pescado.

 

Todas estas preguntas y pesquisas tendían a garantizar más ostensiblemente el milagro, al comprobar la imposibilidad de alimentar a aquella multitud en el desierto. Y, una vez garantizado esto, el milagro se va a realizar de una manera nada espectacular, sino discretamente.

 

Jesús le respondió: Háganlos sentar. Se da la orden de que se acomoden, lo que era recostarse o sentarse en el suelo. San Marcos-Lucas hacen ver que se acomodaron por grupos de 50 y de 100. Los colores vivos de sus vestiduras, bajo el sol palestino, daban la impresión de un jardín, al tiempo que facilitó luego el recuento y el servicio. La multitud de sólo hombres se valuó en 5.000. Las mujeres y niños contaban poco en la vida social de Oriente. Ni es inverosímil esta cifra. Bajo el procurador de Roma en Judea Félix - 52-60 d. C. - , un seudo-Mesías congregó en el desierto en torno suyo unas 30.000 personas y con ellas marchó al monte de los Olivos.

 

En la descripción del rito del milagro, San Juan la hace con claros rasgos tipológicos orientados a la Eucaristía.

 

San Juan omite un rasgo que los tres Evangelios sinópticos recogen: que Jesús elevó sus ojos al cielo antes de la bendición. Era gesto frecuente en Jesús en varias circunstancias de su vida. El mismo Juan lo relata en otras ocasiones - San Juan 11:41; 17:1 - . Al omitirlo aquí, se piensa que es omisión deliberada, ya que falta en los tres relatos sinópticos de la institución de la Eucaristía, lo mismo que en el relato de San Pablo en 1 Corintios, por influjo de la liturgia eucarística.

 

Tomó - en sus manos -  los panes. Pudo haberse omitido este detalle o haber Jesús dado orden de repartirlos sin tomarlos en sus manos. Pero es gesto que está también en los relatos de la institución eucarística.

 

Dio gracias. Los tres evangelios sinópticos usaban el verbo bendecir. Los judíos, antes de la comida, pronunciaban una berekah o bendición. De esta divergencia de fórmulas se dudó si el rito de Jesús tuvo dos partes: una acción de gracias al Padre por la acción que iba a realizar - San Juan 11:41.42; cf. v.23 - , y en la que su humanidad imploraba el milagro, y luego una bendición ritual sobre el pan. Pero esta divergencia no es probativa, pues los mismos sinópticos en la segunda multiplicación de los panes usan indistintamente ambos términos como sinónimos. Debe de apuntar también tipológicamente a la Eucaristía, como ponen Lucas-Pablo. En cambio, los sinópticos dicen que dio el pan. San Juan dice en forma condensada, seguramente intencionada, que Jesús mismo distribuyó  de los panes a los que estaban recostados, naturalmente sería a algunos; lo que suponía distribuir partiéndolos - cf. San Mateo 14:19; San Marcos 6:40 - . Rito usual que realizaba el paterfamilias en la cena pascual y que él mismo distribuía luego a los comensales. Los sinópticos dicen que Jesús entregó el pan los discípulos para que ellos lo distribuyesen a la gente. Este rasgo de San Juan, dentro de este amplio contexto tipológico, de la institución eucarística, debe de ser un rasgo más, deliberado y convergente, a la misma: en ella Jesús dio el pan eucarístico a los apóstoles.

 

La formulación conserva el relato de la institución eucarística, lo mismo que el tiempo aoristo en que están ambos puestos. A la hora de la composición de su evangelio era la evocación de la fracción del pan. El milagro de la multiplicación se hacía en las manos de los apóstoles. Lo contrario suponía un incesante ir y venir los discípulos a Jesús. Además es el único de los cuatro evangelistas que dice, en forma condensada, que El dio el pan a los que estaban recostados. Acaso sea valor tipológico de El dando la comunión en la última cena.

 

Omite la descripción de que El mismo repartió los peces, cosa que dicen los evangelios sinópticos - San Marcos-Lucas - . Es por razón del valor tipológico eucarístico. De ahí el no pararse casi nada en la descripción de la multiplicación de los peces. Toda su atención se centra en la multiplicación de los panes. En los sinópticos se da un relieve casi paralelo a la doble multiplicación - San Marcos 6:41-43 - .

 

Los apóstoles no se cansaron de recorrer, repartiendo pan y pescado, a aquella enorme multitud. Terminado el reparto de aquella comida milagrosa, resaltan enfáticamente que comieron todos, y todos cuanto quisieron. No fue un expediente para salir del paso. Fue una perfección total, que causó una gran sorpresa. Recuerda la fórmula de saciarse del maná - Sal 78:29; 105:40.

 

Dijo Jesús, recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Una vez saciados, Jesús mandó a los discípulos a recoger los fragmentos que han sobrado, para que no se pierdan. Los evangelios sinópticos también consignan el detalle de esta orden. Y cómo los recogen en canastos, uso tan frecuente en los judíos.

 

Era costumbre de los judíos recoger, después de la comida, los pedazos caídos a tierra Había en esa costumbre un respeto religioso a Dios, dador del pan de cada día. El hecho de recogerse aquí las sobras del pan sobrante tiene una finalidad apologética, como se ve por referir este detalle los tres sinópticos: constatar bien y garantizar el milagro. Pero aquí, este recoger los restos podría responder a la tipología eucarística, tal como se lee en las Constituciones Apostólicas - 1.8 c.3 - : Cuando todos hayan comulgado, que los diáconos recojan lo que sobró y lo pongan en el pastoforia. 

 

Se recogieron doce cestos de sobras, que parecen corresponder a uno por cada apóstol. Pero San Juan destaca que estos fragmentos de pan eran de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido; es decir, la multiplicación prodigiosa era de la misma naturaleza que el otro pan. Se piensa que pueda ser otro rasgo tipológico de la Eucaristía: todos comen de un mismo pan - 1 Cor 10:17 - .

 

Los evangelios sinópticos no recogen la impresión causada por el milagro sobre la multitud. Es sólo San Juan quien la relata. Es probablemente que, además del hecho histórico, San Juan destaca un segundo tema tipológico entroncado con el viejo éxodo.

 

La impresión de la turba fue tan profunda, que, viendo el milagro que había hecho, decían: Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo. Y querían, por ello, proclamarle rey. En el Deuteronomio se anuncia un profeta para orientar en el curso de la vida de Israel, y al que han de oír como al mismo Moisés - Dt 18:15 - . Literariamente se anuncia un profeta, pero es, en realidad, como lo exige el mismo contexto, el profetismo, toda la serie de profetas que habrá en Israel, pero incluido el Mesías 12.

 

Los fariseos distinguían el Profeta del Mesías - San Juan 1:24 - . En ninguno de los escritos rabínicos se los identifica. Precisamente en los escritos de Qumrán se distingue explícitamente el Profeta de los Mesías de Aarón e Israel. Pero en el pueblo las ideas andaban confusas, y los evangelios reflejan esta creencia popular, que en unas ocasiones lo distinguían - San Juan 7:40.41 - , y en otras lo identificaban - San Juan 6:14.15 -  14.

 

Existía la creencia de que el Mesías saldría del desierto, que en El se repetirían las experiencias del Éxodo, y que el Mesías provocaría una lluvia prodigiosa de maná. Esta multiplicación de los panes, y en lugar desierto - cf. San Mateo 14:15 par. -  les evoca todo esto, y quieren venir para arrebatarle, forzarle y hacerle rey.

 

Dice san Juan, se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Seguramente se habían congregado allí gentes de muchas partes de Galilea, como punto de cita para formar en las caravanas que iban a subir a Jerusalén para la inminente Pascua. Debían de pensar forzarle a ponerse al frente de sus caravanas y marchar en gran muchedumbre, triunfalmente a Jerusalén, para que allí, en el templo, recibiese la proclamación y consagración oficial mesiánica.

 

Pero todo aquel plan de precipitación y anticipación mesiánica fue desbaratado por Jesús. Ni aquel mesianismo material era el suyo, ni aquélla su hora. Se retiró El solo hacia el monte para evitar todo aquello y pasar la noche en oración. Los Evangelios sinópticos hacen ver que forzó a los apóstoles a subir a la barca y precederle a la otra orilla, y cómo El mismo despidió al pueblo. Posiblemente los apóstoles estaban en peligro de caer en aquella tentación, como las turbas. Así abortó y acabó con todo aquel prematuro movimiento mesiánico al margen de los planes del Padre.

 


EVANGELIO JN 6, 16-21

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

Al atardecer de ese mismo día, en que Jesús había multiplicado los panes, los discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. Él les dijo: "Soy yo, no teman". Ellos quisieron subirlo a la barca, pero ésta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban. Palabra del Señor.

 

"Soy yo, no teman".

JN 6, 16-21

 

 

 

Cuando leemos el Evangelio según San Mateo, la narración de este episodio es más extensa y detallada, además nos relata como Pedro camina sobre el agua hacia Jesús, ahora bien, si leemos a San Juan, es al contrario, más breve. Entendemos la omisión de Marcos, talvez se deba a la modestia de Pedro, a quien Marcos acompañó.

 

Según el relato de san Marcos, Jesús, después de la multiplicación de los panes, obligó a los apóstoles a embarcarse, y les ordena ir a la otra orilla, “hacia Betsaida.” Pero, según san Juan, Jesús les da la orden de ir hacia Cafarnaúm. Cafarnaúm y Betsaida no se encuentran en la misma ribera. Cafarnaúm se halla en la orilla occidental del Lago; Betsaida, en la parte nordeste del mismo. Una primera solución sería que fuesen más bien costeando, por lo cual, para ir a Cafarnaúm, tendrían que pasar en la dirección de Betsaida,  que es marítima. Pero ellos van a la otra parte del mar. Y efectivamente llegaron a donde se dirigían y desembarcan “en Genesaret” (Mateo y Marcos), sin duda a la región que ocupa unos cinco kilómetros sobre el Lago. Esta doble orientación — Cafarnaúm-Betsaida — ha hecho que algunos interpretan la palabra hacia en sentido de enfrente de.

 

Pero también puede ser que san Marcos y san Juan citasen libremente, en el sentido que con ello sólo buscan orientar a los lectores un punto de referencia en general, quizás a san Marcos cita a Betsaida porque fuese mejor conocido para los mismos, ya que era la patria de Pedro (Jn 1:44).

 

Pero los que nos interesa es destacar la impresión que causa a los apóstoles la escena de Jesucristo caminando sobre el mar; los apóstoles quedaron en extremo estupefactos. San Marcos añade la razón: porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.

 

No es que no se hubiesen dado cuenta de la multiplicación de los panes y peces, puesto que ellos reconocieron primero que no había más que cinco panes, y luego recogieron de sobras doce cestos, sino que no habían sacado la conclusión que de allí se había de deducir el mesianismo de Jesús. Ellos mismos habían recibido el poder de hacer milagros en su misión por Galilea, y así, siendo ellos hombres, no acababan de ver lo que significaba el poder que en propiedad tenía Jesús, por esos estaba su mente enceguecida.

 

En este fragmento del Evangelio, se nos muestra el poder que tiene Jesús sobre los elementos de la naturaleza, revelando así que El es Dios, al que toda las cosas están sujetas, es decir, este milagro de Jesús es otro signo de su divinidad.

 

Cuando leemos este pasaje en san Marcos, Jesús despide a los apóstoles para retirarse a la montaña a orar. Este es un buen ejemplo para nosotros, no debemos descuidar la oración, ella esta por encima de todo tipo de preocupaciones. En este ejemplo Jesús nos enseña que hay tiempo para el trabajo y también para orar. Es decir, hagamos tiempo para nuestra tarea apostólica, pero no descuidemos el tiempo para tratar a solas nuestras cosas con Dios.

 

Para todo, siempre debemos poner en primer lugar la oración, ante cualquier cosa es preciso hablar con el Padre, especialmente si hablaremos de Dios. Jesús no deja nunca de orar, los Evangelios nos muestran muchas situaciones donde El se retira a orar, y busca la soledad para hacerlo. Muchas veces hablamos mucho, somos inquietos, queremos hacer muchas cosas, pero la actividad mas importante es orar, es la mejor forma de utilizar el tiempo, y no se puede considerar como algo secundario.

 

Cuando planifiquemos la actividad del día, incluyamos unos minutos para la oración, y dejemos esos instantes para dedicarnos con constancia a comunicarnos con nuestro Padre y que nada nos aparte de esta intención.

 

Y cuando estemos solos, o cuando nos veamos solo, aprendamos a sentir la presencia del Señor, El siempre quiere estar con nosotros, lo hemos visto que no deja de preocuparse por sus apóstoles y esta justamente ahí, donde el peligro asecha, para animarnos y darnos confianza. Es lógico asustarse si no tenemos a Jesús junto a nosotros, es normal que nos sintamos solos si no tenemos su compañía. Pero ahí está Jesús dándonos tranquilidad y diciéndonos "Soy yo, no teman".

 

En muchas ocasiones perdemos la tranquilidad, y tenemos a nuestro alrededor una tormenta de preocupaciones y nos sucede que no identificamos la voz de calma que nos da el Señor o nos cuesta mucho reconocer su presencia, seguramente esto es porque estamos algo alejados de Dios, y entonces no hundimos en la inseguridad que esta bajo nuestros pies. Cuando esto suceda busquemos tomar la mano salvadora de Jesús que se extiende hacia nosotros, y hagámoslo poniendo mucho de nuestra parte.

 

En efecto, tenemos que poner mucho de nosotros y hacerlo en forma habitual cada día, ya que Jesús nos pide esfuerzo, y si damos todo de si, podemos confiar en la ayuda de Jesús. Frente al peligro, El nos extenderá cariñosamente las manos para salvarnos, pero nos hará ver la poca fe, nos echará en cara que si estuvimos en peligro y tuvimos miedo fue por no confiar en El o por que no hemos distanciados de El.

 

Todo volvió a la calma en el momento que Jesús se reunió con ellos. Todo es distinto cuando nosotros recibimos a Jesús, es cuestión de fe, esa fe que debe guiar nuestra vida, nuestro propósitos, nuestros planes, fe que debemos mantenerse viva, para que ilumine la fuente de energía que permite vivir en el amor del Padre, y para que no se apague no descuidemos la oración.

 


EVANGELIO Jn 6, 22-29

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello". Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".

 

"La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado"

Jn 6, 22-29

 

 

Las gentes están impresionadas, maravilladas con Jesús, el milagro que él ha hecho multiplicando los panes es extraordinario, entonces no quieren separarse de El.

 

Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, despidió a la multitud después de la multiplicación de los panes. Esto fue la misma tarde, al embarcarse los discípulos. El Evangelio dice que: Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla, es decir un pequeño grupo se habría quedado allí, a la espera de Jesús, que no había embarcado, y que acaso ese a lo que alude san Juan, es decir, en la región de et-Batiha, donde multiplicó los panes.

 

Las gentes que se habían retirado, lo mismo que la que se había quedado, habían constatado esto: que Jesús no había embarcado con los discípulos, con eso queda ratificado que Jesús hizo su caminata milagrosa sobre las aguas, y que no había quedado allí más que una barca.

 

Dice el evangelio: Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan Pero al siguiente día de la multiplicación de los panes vinieron a este lugar diversas barcas procedentes de Tiberíades,  sin que se diga el motivo de esta arribada. Acaso en busca de Jesús, avisados por algunos de los que hubiesen retornado la víspera, o por el rumor de que se hallase allí. Tiberíades era capital y, situada en el lago, era el puerto principal de Galilea. Josefo, historiador judío, hace ver el gran movimiento de naves que en él había en ese lugar.

       

Como estas gentes que había quedado allí se dieron cuenta que no podían encontrar a Jesús, aunque no lo vieron embarcar; y como vieron que los discípulos se dirigieron a Cafarnaúm, aprovecharon la oportunidad de estas barcas que acababan de llegar de Tiberíades, se embarcaron en ellas, dice san Juan: subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.  Aquí lo van a encontrar, y en esta villa tendrá lugar el discurso sobre el “Pan de vida.

       

Otro rasgo de tipología eucarística de este relato de San Juan está en cómo alude a la multiplicación de los panes: atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Su confrontación con los relatos de la institución eucarística lleva a esto (cf. Lc 22:20; 1 Cor 11:25). El sentido tipológico vale aunque sea interpolación.

 

Prestemos atención a parte del hermoso discurso sobre la diferencia y necesidad de un alimento espiritual, que Jesús hace al encuentro con las multitudes en la región de Cafarnaúm.

 

Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: Maestro, - cuándo llegaste - . La pregunta que le hacen con el título honorífico de Maestro, Rabí, lleva un contenido sobre el modo extraordinario como vino. Sabían que no se había embarcado ni venido a pie con ellos. Deben haber estado maravillados, al pensar como había venido Jesús. Era un volver a admitir el prodigio en su vida.

       

La respuesta de Jesús pasa por alto aparentemente la cuestión para ir directamente al fondo de su preocupación. No le buscan por el milagro como signo que habla de su grandeza y que postula, en consecuencia, obediencia a sus disposiciones, sino que sólo buscan el milagro como provecho, Jesús les respondió: Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Que busquen, pues, el alimento no temporal, aun dado milagrosamente, sino el inmortal, el que permanece para la vida eterna, y éste es el que dispensa el Hijo del hombre, por eso le dice Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; y cuya garantía es que el Padre, que es al que ellos llaman Dios, el Padre, marcó con su sello. La credencial del que lo envía, son los milagros, los signos.

 

En nuestra realidad de hoy, con cierta pena vemos como sucede que hay personas que buscan en la religión algo que les resulte conveniente, entonces buscan a Dios no por Dios, sino por la ayuda que pudieran conseguir de El, y además exigen rapidez, luego suceden que la respuesta les tarda en llegar, entonces, pierden la fe y le dan la espalda la Señor. No es el alimento material el que debemos buscar, sino el que permanece por siempre, hasta la Vida Eterna.

 

Hasta aquí las multitudes,  y sobre todo los que los guiaban, no tienen dificultad mayor en admitir lo que Jesús les dice, principalmente por la misma incomprensión del hondo pensamiento de Jesús. Por eso, no tienen inconveniente en admitir, como lo vieron en la multiplicación de los panes, que Jesús esté sellado por Dios para que enseñe ese verdadero y misterioso pan que les anuncia, y que es alimento que permanece hasta la vida eterna.

 

De ahí el preguntar qué - Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios - es decir, para que Dios les retribuya con ese alimento maravilloso. Piensan, seguramente, que puedan ser determinadas formas de sacrificios, oraciones, ayunos, limosnas, que eran las grandes prácticas religiosas judías.

       

Pero la respuesta de Jesús es de otro tipo y terminante. En esta hora mesiánica es que - Jesús les respondió: - La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado -  Fe que, en San Juan, es con obras (San Juan 2:21; cf. San Juan 13:34). La multitud comprendió muy bien que en estas palabras de Jesús no sólo se exigía reconocerle por legado de Dios, sino la plena entrega al mismo.

 

Esto es lo que nos dice con mucha claridad Jesús, no está Dios para servir al hombre, al contrario, el hombre esta para servir a Dios. Dios atiende nuestras plegarias y necesidades, todo esto por el gran amor que les tiene a los hombres, pero debemos estar siempre dispuestos a servirle, haciendo su voluntad, viviendo una vida y una conducta agradable a Dios, y a El le dejamos su misericordioso auxilio.

 

Jesús, le dijo a Catalina de Siena: Tu preocúpate de Mi, Yo me preocupare de tí  y de tus cosas

 


EVANGELIO Jn 6, 30-35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

La gente preguntó a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: 'Les dio de comer el pan bajado del cielo'". Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo". Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed".

 

"Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed".

 

Jn 6, 30-35

 

 

La gente preguntó a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti?, Los que le preguntaban esto a Jesús, aún no están convencidos, en el capitulo anterior de este evangelio, había comentado que las gentes estaban impresionadas, maravilladas con Jesús, el milagro que él hizo multiplicando los panes fue extraordinario, entonces no querían  separarse de El. Sin embargo, estos que preguntan vienen, por una lógica insolente, a pedirle un nuevo milagro, y preguntan casi despectivamente: ¿Qué obra realizas?

 

En ellos, esta presente el hecho del Éxodo. El desierto, la multiplicación de los panes en él, contra el que evocará la multitud el maná y dicen a Jesús: Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo. La murmuración de estos judíos contra Jesús, como Israel en el desierto, y, por último, la Pascua próxima, es un nuevo vínculo al Israel en el desierto. Ya el solo hecho de destacarse así a Jesucristo es un modo de superponer planos para indicar con ello, una vez más, la presentación de Jesús como nuevo Moisés: Mesías.

 

Los judíos exigían fácilmente el milagro como garantía. La multiplicación de los panes les evocaba fácilmente, máxime en aquel lugar desierto en el que habían querido proclamarle Rey-Mesías, el milagro del maná. Y esto es a lo que aluden y alegan. Los padres en el desierto comieron el maná (Ex 16:4ss). La cita, tal como está aquí, evocaba, sobre todo, el relato del maná, pero magnificado en el Salterio, en el que se le llama pan del cielo (Sal 105:40; Neh 9:15; Sal 16:20). La cita era insidiosa. Pues era decirle: Si Moisés dio el maná cuarenta años, y que era pan del cielo, y a una multitud inmensamente mayor, pues era todo el pueblo sacado de Egipto, y, a pesar de todo, no se presentó con las exigencias de entrega a él, como tú te presentas, ¿cómo nos vamos a entregar a ti? Por lo que le dicen que, si tiene tal presunción, lo pruebe con un milagro proporcionado.

 

Estaba en el ambiente que en los días mesiánicos se renovarían los prodigios del Éxodo (Miq 7:15). El Apocalipsis apócrifo de Baruc dice: “En aquel tiempo descenderá nuevamente de arriba el tesoro del maná, y comerán de él aquellos años.”  Y el rabino Berakhah decía, en síntesis, “El primer redentor (Moisés) hizo descender el maná. E igualmente el último redentor (el Mesías) hará descender el maná.” 

 

Si el Mesías había de renovar los prodigios del Éxodo, no pasaría con ello de ser otro Moisés. ¿Por quién se tenía a Jesús? ¿Qué señal tenía que hacer para probar su pretensión? Pero la respuesta de Jesús desbarata esta argumentación, entonces respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo. Jesús es muy claro con ellos, así se los hace ver. En primer lugar, no fue Moisés el que dio el maná, puesto que Moisés no era más que un instrumento de Dios, así Jesús les dice: mi Padre les da el verdadero pan del cielo porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo. Es decir, aquel pan venía de otra realidad y no era el pan verdadero, porque sólo alimentaba la vida temporal; pero el verdadero pan es el que da la vida eterna; ni el maná tenía universalidad: sólo alimentaba a aquel grupo de israelitas en el desierto, mientras que el pan verdadero es el que desciende del cielo y da la vida al mundo.

 

¿A quién se refiere este pan que baja del cielo y da la vida al mundo? Si directamente alude a la naturaleza del verdadero pan del cielo, no está al margen de él su identificación con Jesús. Si la naturaleza del verdadero pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo, entonces es Jesucristo el que se identificará luego, explícitamente, con este pan. Los judíos, impresionados o sorprendidos por esta respuesta, tan categórica y precisa, pero interpretada por ellos en sentido de su provecho material, le piden que él les de siempre de ese pan, como la Samaritana (Jn 4:15).

 

Es así como ellos le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les respondió: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed".

 

Probablemente vuelve a ellos el pensamiento de que Cristo es el Mesías, y esperan de El nuevos prodigios. Pero ignoran en qué consistan, y no rebasan la esperanza de un provecho material. Pero ese pan, que aún no habían discernido lo que fuese, se les revela de pronto: Yo soy el pan de vida

 

Nosotros estamos con hambre de verdad, sed de felicidad. Jesús, hace que estas aspiraciones sean verdaderas. En efecto, solo en Jesucristo podremos saciar esta hambre, solo con El podremos calmar nuestra sed. Jesús no solo nos entrega la verdad, el mismo es la Verdad del Padre. Entonces si nuestro corazón busca con desesperación la verdad y la felicidad, no la busquemos en otro lugar más que en Jesús.

 

San Agustín, escribió: “Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón esta inquieto y sin sosiego, mientras no descasa en TI”

 


EVANGELIO Jn 6, 35-40

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

Jesús dijo a la gente: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y, sin embargo, no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último día.

Palabra del Señor.

 

“El que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último día”

 

Jn 6, 35-40

 

 

Jesús dijo a la gente: Yo soy el pan de Vida. Jesús comienza proclamándose Pan de vida. Y lo es, conforme a otros pasajes de San Juan, porque es el pan que confiere y nutre esa vida. Así nos dice luego: El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

 

Es un pensamiento que expresa una misma realidad: la necesidad de creer en Jesús, pero fe con entrega a El. La Sabiduría invita a los hombres a venir a ella, a incorporarse a su vida. Así Jesús se presenta aquí evocando la Sabiduría. Es Jesús la eterna Sabiduría a la que hay que venir, incorporarse y vivir de El (San Juan 15:5; 7:37.38).

 

Por eso, el que está creyendo en El en un presente actual y habitual, éste está unido a Jesús, Sabiduría y Vida, por lo que, nutriéndose de El, no tendrá ni más hambre ni sed, de lo que es verdadera hambre y sed del espíritu.

 

Esto no exige ni supone que no pueda haber progreso y desarrollo en esta vida que da al alma Jesús-Sabiduría. El mismo San Juan lo enseña en varios pasajes de su evangelio. Pues el agua de la gracia es fuente de buenas obras (San Juan 4:14), y Jesús exige el que se dé mucho fruto (San Juan 15:8).

 

Es el mismo pensamiento que, vinculando allí esta fe a la voluntad del Padre, como dice Jesús, mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree, tenga la vida eterna; por lo que es evocado con ella el que será resucitado en el último día por Jesús. Ésta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y que yo lo resucite en el último día.

 

El pensamiento está expuesto con dos formas del presente: el que ve al Hijo y cree tiene la vida eterna. No basta ver al Hijo con el hecho de sus milagros y rúbrica divina es necesario creer en El, en que es el Hijo de Dios, y entregársele como a tal. El que, así viendo a Jesús, está creyendo en El, tiene la vida eterna. No dice que no pueda perderla. Habla en el supuesto de una fe actual y operante. Así posee la vida eterna. Lo que le evoca la plenitud escatológica de vida: ser resucitado en la resurrección final.

 

Más Jesús, al llegar aquí, dice a los judíos, en un paréntesis de amargura y reproche, que ustedes me han visto  — con el halo de sus milagros —  y sin embargo, no creen.

 

Si ellos se resisten en venir a Jesús, aparte de su culpa, han de saber que hay, en el fondo de ello, un misterio profundo. No les basta ser hijos de Abraham ni pertenecer al Israel carnal para pensar en salvarse, como se estimaba en ciertos medios judíos, de los que el mismo evangelio se hace eco (Mt 3:8-10; Lc 3:8). Es el plan del Padre. Es un misterio de predestinación: Todo lo que me da el Padre viene a mí.  Teológicamente no se trata de una “predestinación” definitiva, sino del hecho de venir o no venir a Jesús de los judíos, y esto según la naturaleza de las cosas.  

 

El  que está creyendo en Jesús, supone la hipótesis de mantenerse en esa fe actuante. Pero no quiere decir que no se pueda perder (San Juan 6:66), o que otros no la puedan adquirir, del mismo modo que San Juan se expresa en otros casos (San Juan 15:1-7). El pensamiento que aquí se destaca es que la gracia de la fe, por la que se llega a Jesús, Vía y Vida, aparece como la ejecución misericordiosa y gratuita de un designio providencial, de una gracia preveniente y gratuita.

 

Pero también se acusa la libertad y culpabilidad de los que, viendo a Jesús como al Hijo de Dios, no creen en El. Si así no fuese, no sería este el reproche que Jesús dirige por esto a los judíos ustedes me han visto y sin embargo, no creen ni podría ser reproche, sino excusa de ellos por una imposibilidad sobrenatural debida a que el Padre, sin culpa de ellos, no les concedía esta gracia. La gracia del Padre no falta — ven a Jesús —, Pero el plan del Padre es, pues, éste: que todo lo que ha de salvarse pase por Jesús. Todo lo que el Padre le dio a Jesús, con esta voluntad consiguiente, viene a Jesús para que se salve.

 

Pero ¿cuál es la actitud de Jesús ante estos que el Padre le envía? Esta es su enseñanza: al que venga a mí yo no lo rechazaré. Jesús da la razón profunda de su conducta frente a estos que el Padre le dio. La razón de su vida es obedecer al Padre y cumplir su obra (San Juan 4:34). Por eso El bajó del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y la voluntad del Padre, dice él mismo, es que no pierda nada de lo que me ha dado, sino que lo resucite en el último día.

 

Si la voluntad del Padre es que todo pase por Jesús, es también su voluntad que se pase por El para salvar a los que pone en sus manos. Y como esta fe en Jesús da la vida eterna, se evoca aquí, como complemento definitivo y plenario de la misma, la misión igualmente complementaria y plenaria de Jesús en esta obra de vida eterna: el que El mismo resucite a estos creyentes en El, y así lo dice la final de este hermoso y esperanzador evangelio que yo lo resucite en el último día.

 

Jesús dijo en una ocasión; -  Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra – (San Juan 4,34).  Dejemos que el Padre celestial lleve a cabo su tarea en nosotros, porque es seguro y cierto que el tiene un plan y un proyecto de realizar en nosotros, esa es la obra de nuestra santificación, porque quiere posesionarnos por su Espíritu, y seguro que todo lo bueno que El quiere surgirá en nosotros.

 

Santa Teresita del Niños Jesús escribió: Que cosas tan hermosas haría Dios en las almas, si la almas se dejaran hacer.

 


EVANGELIO Jn  41-43

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

 

Murmuraban de El los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que bajó del cielo, y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? Pues ¿cómo dice ahora: Yo he bajado del cielo?  Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros.

 

 

 

 

Los galileos murmuraban contra Jesús porque había dicho de sí mismo que bajó del cielo. Es interesante destacar esto, que tendrá valor argumentativo al hablar de Cristo “pan” eucarístico. Es la afirmación terminante de su origen celestial. El origen celestial del Mesías era compartido incluso por algunas corrientes judías, aunque no debían de afectar a estos artesanos galileos. Por eso, esta afirmación de Cristo les parecía a ellos una enormidad, puesto que alegaban conocer a su padre legal, José, y a su madre. Ignorantes de la unión hipostática y de la concepción virginal, hablan al modo humano, como lo conceptuaban en su vida nazarena.

 


 EVANGELIO Jn 6, 44-41

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

Jesús dijo a la gente: Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: "Todos serán instruidos por Dios". Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

 

 

"Yo soy el pan vivo bajado del cielo”

Jn 6, 44-51

 

 

La gente preguntó a Jesús: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti?, Los que le preguntaban esto a Jesús, aún no están convencidos, en el capitulo anterior de este evangelio, había comentado que las gentes estaban impresionadas, maravilladas con Jesús, el milagro que él hizo multiplicando los panes fue extraordinario, entonces no querían  separarse de El. Sin embargo, estos que preguntan vienen, por una lógica insolente, a pedirle un nuevo milagro, y preguntan casi despectivamente: ¿Qué obra realizas?

 

En ellos, esta presente el hecho del Éxodo. El desierto, la multiplicación de los panes en él, contra el que evocará la multitud el maná y dicen a Jesús: Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo. La murmuración de estos judíos contra Jesús, como Israel en el desierto, y, por último, la Pascua próxima, es un nuevo vínculo al Israel en el desierto. Ya el solo hecho de destacarse así a Jesucristo es un modo de superponer planos para indicar con ello, una vez más, la presentación de Jesús como nuevo Moisés: Mesías.

 

Los judíos exigían fácilmente el milagro como garantía. La multiplicación de los panes les evocaba fácilmente, máxime en aquel lugar desierto en el que habían querido proclamarle Rey-Mesías, el milagro del maná. Y esto es a lo que aluden y alegan. Los padres en el desierto comieron el maná (Ex 16:4ss). La cita, tal como está aquí, evocaba, sobre todo, el relato del maná, pero magnificado en el Salterio, en el que se le llama pan del cielo (Sal 105:40; Neh 9:15; Sal 16:20). La cita era insidiosa. Pues era decirle: Si Moisés dio el maná cuarenta años, y que era pan del cielo, y a una multitud inmensamente mayor, pues era todo el pueblo sacado de Egipto, y, a pesar de todo, no se presentó con las exigencias de entrega a él, como tú te presentas, ¿cómo nos vamos a entregar a ti? Por lo que le dicen que, si tiene tal presunción, lo pruebe con un milagro proporcionado.

 

Estaba en el ambiente que en los días mesiánicos se renovarían los prodigios del Éxodo (Miq 7:15). El Apocalipsis apócrifo de Baruc dice: “En aquel tiempo descenderá nuevamente de arriba el tesoro del maná, y comerán de él aquellos años.”  Y el rabino Berakhah decía, en síntesis, “El primer redentor (Moisés) hizo descender el maná. E igualmente el último redentor (el Mesías) hará descender el maná.” 

 

Si el Mesías había de renovar los prodigios del Éxodo, no pasaría con ello de ser otro Moisés. ¿Por quién se tenía a Jesús? ¿Qué señal tenía que hacer para probar su pretensión? Pero la respuesta de Jesús desbarata esta argumentación, entonces respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo. Jesús es muy claro con ellos, así se los hace ver. En primer lugar, no fue Moisés el que dio el maná, puesto que Moisés no era más que un instrumento de Dios, así Jesús les dice: mi Padre les da el verdadero pan del cielo porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo. Es decir, aquel pan venía de otra realidad y no era el pan verdadero, porque sólo alimentaba la vida temporal; pero el verdadero pan es el que da la vida eterna; ni el maná tenía universalidad: sólo alimentaba a aquel grupo de israelitas en el desierto, mientras que el pan verdadero es el que desciende del cielo y da la vida al mundo.

 

¿A quién se refiere este pan que baja del cielo y da la vida al mundo? Si directamente alude a la naturaleza del verdadero pan del cielo, no está al margen de él su identificación con Jesús. Si la naturaleza del verdadero pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo, entonces es Jesucristo el que se identificará luego, explícitamente, con este pan. Los judíos, impresionados o sorprendidos por esta respuesta, tan categórica y precisa, pero interpretada por ellos en sentido de su provecho material, le piden que él les de siempre de ese pan, como la Samaritana (Jn 4:15).

 

Es así como ellos le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les respondió: Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed".

 

Probablemente vuelve a ellos el pensamiento de que Cristo es el Mesías, y esperan de El nuevos prodigios. Pero ignoran en qué consistan, y no rebasan la esperanza de un provecho material. Pero ese pan, que aún no habían discernido lo que fuese, se les revela de pronto: Yo soy el pan de vida

 

Nosotros estamos con hambre de verdad, sed de felicidad. Jesús, hace que estas aspiraciones sean verdaderas. En efecto, solo en Jesucristo podremos saciar esta hambre, solo con El podremos calmar nuestra sed. Jesús no solo nos entrega la verdad, el mismo es la Verdad del Padre. Entonces si nuestro corazón busca con desesperación la verdad y la felicidad, no la busquemos en otro lugar más que en Jesús.

 

San Agustín, escribió: “Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón esta inquieto y sin sosiego, mientras no descasa en TI”


 

 

EVANGELIO Jn 6,51-59

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan

 

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?" Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.

 

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”

 

Jn 6,51-59

 

Jesús, continúa el gran discurso pronunciado en Cafarnaúm, en el, nos explica cuidadosamente, en forma muy explicita, con una claridad admirable la eucaristía, se repiten algunos conceptos ya antes dicho, pero con un nuevo matiz, con un cambio notable, ya no dice el que cree, sino que El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna.

 

En el fragmento anterior de este Evangelio, (v48), Jesús se proclama a sí mismo: Yo soy el pan de vida. Es pan de vida, en el sentido que El causa y dispensa esta vida (San Juan 6:35.50.51.53-58).

 

En este mismo Evangelio, fragmento anterior,  (V30.31) los judíos le habían hecho ver o argüir el prodigio del maná, que Dios hizo en favor de los padres en el desierto. Y Jesús recoge ahora aquella alusión para decirles, una vez más, que aquel pan no era el pan verdadero. Era sólo un alimento temporal. Por eso, los padres comieron de él, pero murieron.

 

Hay, en cambio, un pan verdadero. Y éste es el que está bajando del cielo, precisamente para que el que coma de él no muera. No morirá en el espíritu, ni eternamente en el cuerpo. Porque este pan postula la misma resurrección corporal.

        

Es interesante notar la formulación de este versículo. Jesús no dice: “Yo soy el pan vivo,” sino “Este es el pan.,” con lo que se roza muy de cerca la fórmula de la consagración eucarística: “Este es mi cuerpo.”

 

Y este pan hasta aquí aludido encuentra de pronto su concreción: Yo soy el pan vivo bajado del cielo.   Antes (v.48) se definió como el Pan de vida, acusando el efecto que causaría ser comido y masticado en el alma; ahora se define por la naturaleza misma viviente: tiene en sí mismo la vida (San Juan 5:26).

 

Y la tiene, porque ese pan es el mismo Jesús, que bajó del cielo en la encarnación, cuyo momento histórico en que se realizó esa bajada se acusa por la forma como los dice. Es el verbo que tomó carne. Y al tomarla, es pan vivo. Porque es la carne del Verbo, en quien, en el principio, ya estaba la vida (San Juan 1:4) que va a comunicar a los seres humanos.

 

Si ese pan es viviente, no puede menos de conferir esa vida y vivificar así al que lo recibe. Y como la vida que tiene y dispensa es eterna, se sigue que el que coma de este pan vivirá para siempre, porque tendrá Vida eterna El tema, una vez más, se presenta, según la naturaleza de las cosas, sapiencialmente, sin considerarse posibles deserciones o abandonos que impidan o destruyan en el sujeto esta vida eterna (San Juan 15:1-7).

 

Y aún se matiza más la naturaleza de este pan: el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo.  

 

Al hablarles antes del Pan de vida, que era asimilación de Jesús por la fe, se exigía el venir y el creer en El, ambos verbos en participio de presente, como una necesidad siempre actual (v.35); pero ahora este Pan de vida se anuncia que él lo dará en el futuro. Es, se verá, la santa Eucaristía, que aún no fue instituida. Un año más tarde de esta promesa, este pan será manjar que ya estará en la tierra para alimento de los seres humanos. Con ello se acusa la perspectiva eclesial eucarística.

        

Éste pan es, dice Jesús, mi carne, pero dada en favor y en provecho de la vida del mundo. Este pasaje es, doctrinalmente, muy importante.

        

Se trata, manifiestamente, de destacar la relación de la Eucaristía con la muerte de Jesús, como lo hacen los sinópticos y Pablo. San Juan utilizará el término más primitivo y original de carne.

 

Si la proposición vida del mundo concordase directamente con el pan, se tendría, hasta por exigencia gramatical, la enseñanza del valor sacrifical de la Eucaristía. Pero vida del mundo ha de concordar lógicamente con mi carne, y esto tanto gramatical como conceptualmente.

 

Pero ya, sin más, se ve que esta carne de Jesús, que se contiene en este pan que Jesús dará, es la carne de Jesús; pero no de cualquier manera, , la carne de Jesús como estaba en su nacimiento, sino en cuanto entregada a la muerte para provecho del mundo,  mi carne para la Vida del mundo  es la equivalente, y está muy próxima de la de Lucas-Pablo: Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros (a la muerte)” (Lc 22:19; 1 Cor 11:24).

        

Aquí Jesús no habla de la entrega de su vida sino de la entrega de su carne. Podría ser porque se piensa en la participación del cuerpo y sangre en el banquete eucarístico, o porque se piensa en la unidad del sacrificio eucarístico/Calvario.

        

El pan que Jesús dará es la Eucaristía. Y ésta, para San Juan, es el pan que contiene la carne de Jesús. En el uso semita, carne, o carne y sangre, designa el hombre entero, el ser humano completo. Aquí la Eucaristía es la carne de Jesús, pero en cuanto está sacrificada e inmolada por la vida del mundo Precisamente el uso aquí de la palabra carne, que es la palabra aramea que, seguramente, Jesús usó en la consagración del pan, unida también al el pan que yo daré,  es un buen índice de la evocación litúrgica de la Eucaristía que San Juan hace con estas palabras.

        

Si por una lógica filosófica no se podría concluir que por el solo hecho de contener la Eucaristía la carne de Jesús inmolada no fuese ella actualmente verdadero sacrificio, esto se concluye de esta enseñanza de San Juan al valorar esta expresión tanto en el medio ambiente cultual judío como grecorromano.

 

Ante la afirmación de Jesús de dar a comer un pan que era precisamente su carne, los judíos no sólo susurraban o murmuraban como antes, al decir que bajó del cielo (v.41), sino que, ante esta afirmación, hay una protesta y disputa abierta,  acalorada y prolongada entre ellos, como lo indica la forma imperfecta en que se expresa: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne? Esto sugiere acaso, más que un bloque cerrado de censura, el que unos rechazasen la proposición de comer ese pan, que era su carne, como absurda y ofensiva contra las prescripciones de la misma Ley, por considerársela con sabor de antropofagia, mientras que otros pudiesen opinar (San Juan 6:68), llenos de admiración y del prestigio de Jesús, el que no se hubiesen entendido bien sus palabras, o que hubiese que entenderlas en un sentido figurado y nuevo, como lo tienen en el otro discurso (San Juan 7:42.43; 10:19-21).

 

Preguntaban despectivamente el cómo podía darles a comer su carne. ¡El eterno cómo del racionalismo! Ante este alboroto, Jesús no sólo no corrige su afirmación, la atenúa o explica, sino que la reafirma, exponiéndola aún más clara y fuertemente, con un realismo máximo. La expresión se hace con la fórmula introductoria solemne de "Les aseguro que,  y liego les agrega; si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

 

La doctrina que aquí se expone es por una parte  la necesidad de comer y beber la carne y sangre de Jesús; por otra, porque sin ello no se tiene la vida eterna como una realidad que ya está en el alma (San Juan 4:14.23), y que sitúa ya al alma en la vida eterna, y finalmente y como consecuencia de la posesión de la vida eterna, que esta comida y bebida confieren, se enseña el valor escatológico de este alimento, pues exigido por él, por la vida eterna por él conferida, Jesús, a los que así hayan sido nutridos, los resucitará en el cuerpo en el último día.

 

La enseñanza trascendental que aquí se hace es la de la realidad eucarística del cuerpo y sangre de Jesús como medio de participar en el sacrificio de Jesús: necesidad absoluta para el cristiano. Sacrificio que está y se renueva en esta ingesta sacrificial eucarística.

 

Como verdadera comida y bebida que son la carne y la sangre eucarísticas de Jesús, producen en el alma los efectos espirituales del alimento. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.  Es una forma que aquí se usa para expresar esta presencia de Jesús en el alma, la unión de ambos, tiene en los escritos de San Juan el valor, no de una simple presencia física, aunque eucarística, sino el de una unión y sociedad muy estrecha, muy íntima (San Juan 14:10.20; 15:4.5; 17:21; 1 San Juan 3:24; 4:15.16). Este es el efecto eucarístico en el alma: así como el alimento se hace uno con la persona, así aquí la asimilación es a la inversa: el alma es poseída por la fuerza vital del alimento eucarístico.

 

Luego Jesús nos dice; Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

 

Así como Jesús vive por el Padre, del que recibe la vida (San Juan 5:26), así también el que recibe eucarísticamente a Jesús vive por Jesús, pues El es el que le comunica, por necesidad, esa vida (San Juan 1.16; 15:4-7). El Padre es la fuente de la vida que el Hijo goza; esta vida, difundiéndose luego a su humanidad, constituye aquella plenitud de que todos hemos de recibir (San Juan 1:16) 46. Así el discípulo que se nutre del Pan de vida eucarístico se consagrará enteramente, por ello, a promover los intereses de Jesús. Con esta interpretación estaríamos en presencia de una noción nueva. Unido a Jesús en la Eucaristía, el fiel se consagraría enteramente a promover los intereses de aquel que se le da a él.

 

Finalmente, san Juan ha querido precisar donde se dijo este discurso con exactitud, Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm. Talvez los hace, para certificar que estas cosas se decían en reuniones públicas, no de una forma clandestina.

 

Los sacramentos nos comunican la gracia, la Eucaristía nos da a Jesucristo, el mismo autor de la gracia, es así como la Eucaristía nos produce un efecto admirable.

 

San Agustín, en una ocasión nos advierte: Al comer la carne de Cristo y beber su sangre, nos transformamos en su sustancia


 

EVANGELIO Jn 6, 60-69

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

 

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?" Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo Dios".

 

"Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo Dios".

 

Jn 6, 60-69

 

 

 

Con el fragmento del Evangelio de Hoy, completamos el Capitulo 6 de san Juan, el que no ha acompañado durante ocho días. Las enseñanzas de Jesús, del mismo modo como a nosotros nos causa un efecto impactante, en aquel tiempo a los discípulos y los apóstoles, también les causo un efecto especial. San Juan siempre nos dice el efecto que le causaba el discurso de Jesús a la muchedumbre, pero ahora lo hace con estos casos concretos.

 

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: ¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo? Esta doble enseñanza de Jesús produce escándalo en los discípulos. Estos están contrapuestos a los apóstoles, y por este pasaje se sabe que eran muchos. En diversas ocasiones, los evangelios hablan de discípulos de Jesús. Para ellos era esta enseñanza dura, no de comprender, sino de admitir; pues por comprenderla es por lo que no quisieron admitirla. Era doble: que él bajó del cielo — su preexistencia divina — y que daba a comer su carne.

        

Jesús les responde con algo que es diversamente interpretado. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: ¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? Si esto es escándalo para ellos, ¿qué sería si lo vieran subir a donde estaba antes? Por la forma como lo dice, hace ver su origen divino: donde estaba antes era en el cielo (San Juan 17:5.24), de donde bajó por la encarnación. Esta respuesta de Jesús, para unos vendría a aumentarles el escándalo, al ver subir al cielo al que, por lo que decía y exigía, venían a considerar por blasfemo. Para otros, estas palabras que se refieren a la. ascensión serían un principio de solución: verían un cuerpo no sometido a ley de la gravedad; por lo que a un tiempo demostraba, subiendo a donde estaba antes, que era Dios, y que podía dar a comer su carne de modo prodigioso — eucarístico — sin tener que ser carne partida y sangrante.

        

Jesus dice: El Espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve. En la perspectiva literaria de San Juan, probablemente se refiere a ambas cosas. Para precisar más el pensamiento, les dice que el espíritu es el que da vida, mientras que la carne no aprovecha para nada. De esta frase se pueden dar dos interpretaciones:

 

Pudiera, a primera vista, parecer esta frase un proverbio, ya que Jesús no dice mi carne. Sin embargo, en la psicología judía, el principio vivificador de la carne, de la vida sensitivo-vegetativa — aunque no muy precisa —, no era el espíritu  sino el alma. Por eso, si la expresión procediese de un proverbio, éste estaría modificado aquí por Jesús, con objeto de que sobre él se aplicase esta sentencia.

        

Así como la carne sin vida no aprovecha, de nada sirve dice Jesus, pues el alma, el espíritu vital, es el que la vitaliza, así aquí, en esta recepción de la carne eucarística de Jesús, que no es carne sangrante ni partida, ella sola nada aprovecharía; pero es carne vitalizada por una realidad espiritual, divina, que es el principio vitalizador de esa carne eucarística, y, en consecuencia, de la nutrición espiritual que causa en los que la reciben. Sería una interpretación en función de lo que se lee en el mismo San Juan: Lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu (San Juan 3:6).

 

Jesús, contrapone el espíritu a la carne, que es materia, por eso dice que la carne no sirve para nada, mientras que es el espíritu el que da la vida, y las palabras que dice el espíritu también son palabras de vida.

 

La Eucaristía es la carne de Dios, que, por lo mismo, vivifica. Por eso, el concilio de Efeso condenó al que negase que la carne del Señor no sea vivificadora, pues fue hecha propia del Verbo poderoso para vivificar todas las cosas.

 

Otra interpretación está basada en que sólo se afirma con ello la imposibilidad humana de penetrar el misterio encerrado en estas palabras de Jesús. Carne o carne y sangre son expresiones usuales para expresar el hombre en su sentido de debilidad e impotencia (San Juan 1:14; Mt 16:17, etc.). Aquí la carne, el hombre que entiende esto al modo carnal, no logra alcanzar el misterio que encierra; sólo se lo da la revelación del Espíritu.

 

En función de la interpretación que se adopte está igualmente la valoración del versículo siguiente: Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

 

En el segundo caso, el sentido de éstas es: aunque el hombre por sus solas fuerzas no puede penetrar el misterio de esta enseñanza de Jesús si no es por revelación del Espíritu, éste, por Jesús, dice que estas palabras son espíritu y vida, porque son portadoras o causadoras para el ser humano de una vida espiritual y divina.

 

En el primer caso, el sentido es que las enseñanzas eucarísticas de Jesús — Las palabras que les dije — son vida espiritual, porque esa carne está vitalizada por una realidad espiritual y divina, que es el Verbo hecho carne (San Juan 1:14).

 

Pero estas enseñanzas de Jesús no encontraron en muchos de sus discípulos la actitud de fe y sumisión que requerían. Y las palabras que ellos llamaron duras, les endurecieron la vida, y no creyeron en El; Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. En un momento rompieron con El, retrocedieron, y ya no le seguían en sus misiones giradas por Galilea. Pero san Juan, conforme a su costumbre, destaca que esto no fue sorpresa para Jesús, pues El sabía desde el principio quiénes eran los no creyentes, lo mismo que quién le había de entregar. Es, pues, la ciencia sobrenatural de Jesús la que aquí destaca de una manera terminante. Este desde ese momento, hace ver que se trata del momento en que cada uno de ellos fue llamado por Jesús al apostolado.

 

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo Dios.

 

San Juan, nos pone ahora la cuestión de fidelidad que Jesús plantea a los apóstoles. Jesús plantea abiertamente el problema de su fidelidad ante El, a causa de esto, a sus apóstoles. La partícula interrogativa con que se lo pregunta supone una respuesta negativa. No dudaba Jesús de ellos, pero habían de hacer esta confesión en uno de esos momentos trascendentales de la vida.

        

Y le confiesa que no pueden ir a otro, pues sólo El tiene palabras de vida eterna, porque la enseñan y la confieren, como relatan los evangelios. Y le confiesa por el Santo de Dios, que es equivalente al Mesías (Jn 10:36; Mc 1:24). No deja de ser un buen índice de fidelidad histórica, y del entronque de san Juan con los sinópticos, el que aquí, en este evangelio del Hijo de Dios (Jn 20:31), se conserve esta expresión. Y ante el Santo de Dios, el Mesías, no cabe más que oírle y obedecerle. Ya no bastan Moisés ni los profetas.

        

Aquí se contrapone acusadamente su fe en El por los apóstoles —Nosotros hemos creído y sabemos —, frente a la incredulidad ligera de los discípulos que le abandonaron (Jn 17:8).

 

La confesión de Pedro en nombre de todos era maravillosa, es modelo para cualquier creyente. Esta confesión, nace de una discusión entre Jesús y sus oyentes. Jesús expone sus enseñanzas sobre le Pan de Vida y sobre la necesidad de comer su carne y beber su sangre para tener vida, los oyentes se mostraron escépticos, entonces Jesús les repitió el mensaje con más fuerza y ellos encontraron duro el mensaje y se alejaron de El. Hoy sucede lo mismo, hay quienes se apartan del seguimiento de Jesús por lo exigente del mensaje, porque les compromete toda la vida y en todos los ámbitos. Entonces Jesús, sin ceder nos interroga ¿También ustedes quieren irse?, respondámosle igual que Pedro, resueltos a seguirle siempre, pues El, y solo El tiene palabras de Vida Eterna; Apartarse de Jesús, es ir a la muerte.

 

Juan Pablo II, escribió en la  CARTA APOSTÓLICA MANE NOBISCUM DOMINE : La «fracción del pan» —como al principio se llamaba a la Eucaristía— ha estado siempre en el centro de la vida de la Iglesia. Por ella, Cristo hace presente a lo largo de los siglos el misterio de su muerte y resurrección. En ella se le recibe a Él en persona, como «pan vivo que ha bajado del cielo» (Jn 6,51), y con Él se nos da la prenda de la vida eterna, merced a la cual se pregusta el banquete eterno en la Jerusalén celeste.

 

Oh Jesús, todo los que haces, nos maravilla.

 

La paz del Señor Sea con Ustedes

 

Por comprender esto, Gracias Señor

Buenos Días Amigos y Hermanos

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Caminando-con-Jesus.org

 

Los Evangelios de san Juan Capitulo 6, fueron extraídos de las Lecturas Bíblicas de Editorial San Pablo de Chile, que se publican con autorización en la página Caminando con Jesús, todos los días.

 

Los comentarios iniciales del prologo, corresponden a las moniciones de los Evangelios.

 

Los comentarios a los Evangelios, corresponden a los efectuados por Pedro Sergio Antonio Donoso Brant, (Laico), durante la semana 2 y 3 del Tiempo de Pascua, Ciclo A 2005, en la Pagina Caminando con Jesús.