EL MAESTRO JESUS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado

 

 

 

 

CAPITULO L

 

Las negaciones de Pedro, Mt 26:69-75 (Mc. 14:66-72; Lc 22:55-62; Jn 18:15-25).

69 Entre tanto, Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una sierva, diciendo: Tú también estabas con Jesús de Galilea. 70 El negó ante todos, diciendo: No sé lo que dices. 71 Pero, cuando salía hacia la puerta, le vio otra sierva y dijo a los circunstantes: Este estaba con Jesús el Nazareno. 72 Y de nuevo negó con juramento: No conozco a ese hombre. 73 Poco después se llegaron a él los que allí estaban y le dijeron: Cierto que tú eres de los suyos, pues tu mismo hablar te descubre. 74 Entonces comenzó él a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a ese hombre! Y al instante cantó el gallo. 75 Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces; y saliendo fuera, lloró amargamente.

COMENTARIO-ESTUDIO

Los cuatro evangelistas narran las tres negaciones de Pedro. Fue algo que caló muy hondo en la primera generación cristiana, Pero también destacan su arrepentimiento.

Pero la narración de estas negaciones de Pedro ha creado un problema ya clásico. La confrontación de ellas da una múltiple e irreductible divergencia en cuanto al lugar, a la actitud de Pedro, la persona que le “escandaliza,” sobre la cuestión que le plantean y sobre su respuesta.

De este análisis comparativo salen ocho negaciones de Pedro: dos distintas en la primera negación, cuatro en la segunda y dos en la tercera.

La solución de esto es que los evangelistas se proponían destacar el cumplimiento de las tres negaciones profetizadas por Jesús. Pero lo que Jesús no le había dicho no era que no le negase más de tres. Y cada evangelista recogió de la tradición unas u otras para lograr expresar el cumplimiento triple de la negación profetizada. Era ya la solución de San Agustín, y luego se en 1742, renovó con éxito.

La primera vez negó “sentado en el atrio,” ante “una criada” (Mateo-Marcos-Lucas) y de “todos” (Mateo). La razón que se alega es que estaba en el huerto con Jesús.

La segunda vez fue al “salir al pórtico,” ante otra “criada” (Mateo), la misma “criada” (Marcos), un “hombre” (Lucas).

La tercera negación debe de hacerla Pedro junto al fuego, y la hace ante los “asistentes” (Mateo-Marcos), ante “otro individuo” (Lucas), ante un criado “pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja” (Juan); para Mateo-Marcos, el motivo es que es galileo, pues “tu habla te descubre” (Mateo-Marcos). En efecto, los galileos tenían un acento dialectal muy característico, muy conocido, y que se había hecho popular, despectivamente, en ciertos medios rabínicos.

Otra solución ha sido propuesta. En Marcos, Pedro “salió afuera,” pero de hecho queda dentro. Y comparada esta frase con otras de Marcos, significa una verdadera salida. Al canto del gallo en Mateo-Lucas no se dice que Pedro caiga en la cuenta. La solución que se propone por algunos estudiosos es la siguiente: En Marcos hay una doble combinación de textos. En un relato, la negación de Pedro terminaba aquí; en otro relato, la negación se transmitía en dos tiempos. Estos relatos se unirían y saldrían las tres negaciones. Se lo cree ver confirmado con Mateo y Lucas, que tratarían de eliminar las incoherencias de Marcos: suprimen un canto del gallo y no indican que Pedro se dirija “hacia la puerta.” Juan pone la primera negación separada de las otras dos por el “juicio” en casa de Anas. En esto se quiere ver un índice de dos documentos distintos.

Si se admitiese una forma redaccional más libre, podría pensarse en que los evangelios o sus “fuentes,” salvando el cumplimiento de la profecía de Jesús y su realización ternaria, recogieron unas históricas de la tradición, y en otras pudieron obrar más libremente, creando la dramatización de algunas.

El pecado de Pedro no fue en él una falta de fe. La oración de Jesús por él era su prometida garantía (Lucas 22:32). Fue una negación por fuera, pero siendo internamente fiel. Fue el amor el que le llevó al palacio, y fue la imprudencia de no haberse alejado del peligro en que estaba la que le hizo negar.

Pero aquel mismo día, al oír el canto del gallo y acordarse de las palabras de Jesús, marchándose de allí, “lloró amargamente.”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Octubre de 2005

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