EL MAESTRO JESUS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado

 

 

CAPITULO LVIII

 

La visita de las mujeres al sepulcro, Mt 28:1-7 (Mc 16:1-11; Lc 24:1-11; Jn 20:1-2)

1 Pasado el sábado, ya para alborear el día primero de la semana, vino María Magdalena, con la otra María, a ver el sepulcro. 2 Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. 3 Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. 4 De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos. 5 El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. 6 No está aquí, ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto. 7 Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí lo veréis. Es lo que tenía que deciros.

 

COMENTARIO

Comienza el Evangelio: Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana……. Jesús murió en la cruz un viernes y resucito al tercer día, sin embargo San Mateo dice, “Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana” Investigando el porque, encontramos que en su texto griego, el capítulo 28 de Mateo comienza con la palabra opsé. Dice “Opsé del sábado. El plural que pone “designa el día del sábado considerado en todas sus horas y ceremonias,” al alumbrarse el primer día de la semana.”

La Vulgata, los códices latinos y las versiones siríacas y coptas traducen el opsé por vespere, la víspera, el atardecer. De aquí resultaría que la visita de las mujeres al sepulcro sería en el “atardecer” del final de la semana del sábado.

Pero esta versión tiene serios inconvenientes:

1) Va contra lo que dicen los otros evangelistas, que ponen la ida de las mujeres “pasado” el sábado, cuando ya había salido el sol (Marcos 16:2; Juan 20:1; Lucas 24:1).

2) Va contra la profecía de Jesús de que estaría tres días en el sepulcro. Cuando las mujeres van, ya Jesús resucitó. Pero, si van en la “tarde” del sábado, es que resucitó entonces. Pero, enterrado el día antes, viernes, antes de la puesta del sol — cómputo judío del día —, sólo estaría Jesús en el sepulcro un poco del viernes y lo que iba del sábado.

3) El segundo miembro de la frase de Mateo estaría en oposición con la primera. Pues en aquél se dice que esto sucedía “en el lucir del primer día de la semana.” Este término, normalmente, significa la aurora. En Lucas (23:54), al sepultar a Jesús, se dice que “era el día de la Parasceve, y estaba para lucir el sábado.” En Lucas, el contexto exige “lucir,” y alude con ello, probablemente, a la costumbre judía de encender abundantes lámparas en la tarde comienzo del sábado.

Pero si “en la aurora del primer día de la semana” vienen las mujeres al sepulcro, la primera parte del versículo no puede ser traducida por la víspera (o en el atardecer) del sábado, puesto que ellas no van al sepulcro el sábado, último día de la semana que terminaba, sino en la aurora del primer día de la semana que comenzaba. La traducción, pues, ha de ser otra.

Opse”, no sólo significa “víspera” o “tarde,” sino que significa también “después”! Y no sólo significa “después,” sino que puede significar después de bastante o de mucho tiempo 2. San Gregorio Niseno, buen conocedor del griego, asegura que, en las fórmulas de este tipo, opsé no significa “tarde,” sino “después de un largo tiempo” 3. Y éste es el sentido que aquí le conviene. Por eso, su traducción es: “Después del sábado, al alborear del primer día de la semana.,” vienen las mujeres al sepulcro.

¿Cuál es la finalidad de la visita de estas mujeres al sepulcro? Según Mateo, vinieron “para verlo.” Esto mismo confirma la interpretación anterior, pues esto exigía que no viniesen de noche.

Pero esta imprecisión de Mateo es aclarada por Marcos (16:1) y Lucas (24:1): venían “trayendo aromas que habían preparado” (Lucas) para “ungirlo” (Marcos). La rapidez con que se había embalsamado el viernes el cuerpo del Señor debió de ser un poco precipitada y provisional. Precisamente aquella misma tarde, las mujeres “habían preparado aromas y mirra” (Lucas 23:56) para volver, pasado el reposo sabático pascual, a terminar aquella obra de amor a su Maestro.

Esta divergencia es debida a elementos redaccionales. Acaso Mateo pensó en la inutilidad, por lo antes dicho, de volver al sepulcro para un re-embalsamamiento, y lo redactó de otra manera: vienen a “ver” el sepulcro por afecto o para orar y llorar ante él. Sin embargo, esto crea un problema. Cf. Comentario a Juan 19:39.

¿Quiénes son las mujeres que vienen al sepulcro? Mateo cita a “María Magdalena y la otra María,” la misma fórmula con que las describió y dejó “sentadas frente al sepulcro” (27:61), precisamente preparando introducirlas nuevamente en escena aquí. Pero esta “otra María” es, sin duda, la que él describe poco antes, en compañía de Magdalena, llamándola “María, la madre de Santiago y José” (Mateo 27:56).

Marcos deja junto al sepulcro de Jesús a “María Magdalena y María la de José,” mirando dónde se ponía el cuerpo del Señor, para venir luego a ungirlo. Y así, pasado el sábado, pone en escena a “María Magdalena, y María la de Santiago, y Salomé,” que es la madre de los hijos del Zebedeo.

Juan sólo considera en esta venida, explícitamente, a “María Magdalena” (Juan 20:1). Pero, implícitamente, reconoce que con ella misma venían más. Ya que, después que ve la piedra descorrida, vuelve corriendo a Pedro y le dice: “Han tomado al Señor del monumento y no sabemos dónde le han puesto” (Juan 20:2). Este pronombre personal “nosotras no sabemos,” no tiene manifiestamente aquí el carácter de un plural, pero es la confirmación implícita de que con la Magdalena habían ido a visitar el sepulcro otras mujeres.

Es Lucas el que completa la relación. Las nombra al hablar de la vuelta de la visita al sepulcro: “Eran María la Magdalena, Juana y María la de Santiago, y las demás que estaban con ellas” (Lucas 24:10). Versículo que hay que poner en función de otro del mismo Lucas, cuando, describiendo los conocidos que asistían al Calvario, cita a “todos sus conocidos y a las mujeres que lo habían seguido de Galilea” (Lucas 23:49).

Aún en otro pasaje Lucas da nuevos datos sobre este grupo. Juana, aquí citada, es “Juana mujer de Juza, administrador de Herodes (Antipas)” (Lucas 8:3; cf. Lucas 8:l.3). Era un grupo de piadosas mujeres que “habían sido curadas” y que lo “servían con sus bienes” (Lucas 8:l.3).

¿A qué hora hacen su venida? La forma de expresarlo los evangelistas aparece como una cita usual, aproximativa.

Mateo dice que era al “alborear el día.” Marcos-Lucas, que “muy de mañana”; pero Marcos añade que ya “salido el sol”. Juan, en cambio, parece precisarlo más. Magdalena viene a visitar el sepulcro “de mañana,” pero “cuando había tinieblas.”

No hay en todo ello más que un modo usual y, por tanto, un poco amplio de citar estos momentos.

Si Marcos añade “salido ya el sol,” no hay que forzar la frase suponiendo una elipsis, como algún autor propuso, distinguiendo que “muy de mañana” salieron de casa y llegaron “salido el sol,” dado que la aurora es muy corta en Jerusalén. “Salido el sol” no exige ser interpretado en una frase usual, popular, que el sol está sobre el horizonte; puede ser sinónimo del comienzo de la aparición de la aurora.

“Al comienzo de abril el sol se levanta (en Jerusalén) antes de las seis de la mañana”. Es el momento aproximadamente indicado. Marcos añadirá que era “muy de mañana.”

Las mujeres ignoran la guardia puesta en el sepulcro, pues, de lo contrario, no tendrían la pretensión de ir con aromas para el cadáver. De ahí su preocupación en “rodar” la gran piedra circular — golel — con que había sido cerrado el sepulcro. Se necesitaban hierros, o un grupo de hombres para removerla.

El mensaje del ángel a las mujeres. — Marcos y Lucas ponen el efecto que causó en las mujeres cuando vieron que la piedra “había sido rodada del sepulcro” (Lucas-Mateo).

Pero al ver así removida la piedra, Magdalena, que está entre ellas, no investiga más. Supone que hubo un robo. ¿Ignoraban el anuncio de la resurrección, al menos para el tercer día? ¿Qué forma tuvo el anuncio profético de Jesús? Pero de esta incredulidad participan todavía los apóstoles (Lucas 21:10.11; Juan 20,8.9). Y Magdalena, más ardorosa, se da a correr para ver a “Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba” y decirles que “han tomado al Señor del monumento y no sabemos dónde lo han puesto” (Juan 20:2).

La tradición del cuarto evangelio no recoge la aparición del ángel a las mujeres. Magdalena, al ver desde cierta distancia la piedra removida, se dio a correr para comunicarlo a los apóstoles. Pero las otras mujeres se acercaron. Mateo deja esta escena de una manera imprecisa; quita matices. Pero son Lucas y Marcos los que van a precisar este detalle.

Las mujeres, en una primera fase, “entraron” (Lucas-Marcos). Y, al no hallar el cuerpo del Señor, “quedaron perplejas” (Lucas). Y “es tanto ellas perplejas solo esto, se presentaron dos hombres vestidos con vestiduras resplandecientes” (Lucas). Si Lucas pone dos ángeles en lugar de uno, es que así está en la fuente de su tradición. Así también habla de un solo endemoniado (8:27) y de un solo ciego (18:35), en lugar de dos, como hace Mateo en estos mismos lugares paralelos.

Es lo que Marcos presenta en una perspectiva más desdibujada, esto por lo siguiente:

a) Sólo presenta a “un joven”;

b) Que “está sentado a la derecha,” sobre el sepulcro que estaba excavado a la derecha de la cámara funeraria. No es el de Mateo, que está a la entrada y sentado sobre el ”golel”;

c) Vestido con una “túnica blanca”;

d) En conformidad con Lucas, lo “vieron” después que entraron.” ¿Por qué no lo vieron si estaba “sentado” sobre la piedra rodada de entrada? (Mateo).

Mateo presenta un solo ángel, pero con dos características muy bíblicas:

a) Es “un ángel del Señor”

b) El aspecto del ángel era “como de relámpago,” y su “ropaje, blanco como la nieve.”

Al describir Mateo a este ángel como un “ángel del Señor,” está conectando y evocando la misión del “ángel de Yahvé” en el A. Τ.

Pero, al describir la figura del ángel, Mateo, frente a la descripción sobria que del mismo hacen los otros evangelistas, lo describe aquí con rasgos apocalípticos, que le van a prestar a él plastificar más acusadamente, en su forma literaria, el terror que su vista va a producir en la guardia de la custodia. Dice de él que “su aspecto era como el relámpago, y su vestidura, blanca como la nieve.” Ambas expresiones se encuentran en el libro de Daniel para describir apocalípticamente un ángel que se le apareció como “un varón vestido de lino” (Dan 10:117), o el apocalíptico anciano de días. Así, del ángel que se aparece en forma de “varón” dice que “su rostro era como la visión (fulgor) del relámpago” (Dan 10:6). Y del anciano de días dice que “sus vestiduras eran blancas como la nieve” (Dan 7:9).

La tradición está muy oscilante sobre su número, situación, aspecto y vestido. Es tema que se estudiará en ”excursus” después del c. 20 de Juan.

Mateo pone, para dejar preparada la escena, que, cuando las mujeres vienen al sepulcro, un ángel bajó del cielo y removió la piedra del sepulcro, dejando éste abierto. No se trata en el texto de un terremoto ordinario, que puede abrir sepulcros, pues lo presenta como un hecho sobrenatural. El ángel, luego, se “sentó” sobre la piedra volcada, en señal de triunfo y en espera de las mujeres. La apertura del sepulcro no es para que salga el cuerpo glorioso de Jesús resucitado, sino para que entren las mujeres, y se pueda ver y comprobar que el cuerpo del Señor no está allí. Con la vista de este ángel aterrador y con el sepulcro abierto, el piquete de guardia huye y va a justificarse. Ante este cuadro quedaron “aterrados.” ¿Quién, sino una acción sobrenatural, habría abierto un sepulcro, y aquel sepulcro?

No habiendo sido presenciado por nadie el ángel que remueve la piedra, esta afirmación — el hecho de una acción sobrenatural para ello — es una deducción y redacción teológica.

¿Cuándo fue la resurrección del Señor? Su hora no se sabe. No se puede estrechar la vinculación de la acción del ángel con la ida de las mujeres al sepulcro. En todo caso, debió de ser en la noche, a juzgar por las descripciones horarias evangélicas de la ida de las mujeres al sepulcro, y ésta ya había sido antes de su llegada.

Enterrado Jesús el viernes, permaneció en el sepulcro todo el sábado y resucitó el domingo. Los tres días de su anuncio se cumplieron. No había que tomarlos por días de veinticuatro horas. Tres días y tres noches era una expresión ya hecha para designar tres días, sin que requiriese esto el que fuesen días completos. Era un principio corriente que un día comenzado, o parte de un día, contaba para ciertas cosas como un día entero. Así se lee en la literatura rabínica que rabí Eleazar (sobre el año 100 d.C.) decía: “Un día y una noche hacen una kona (aquí veinticuatro horas); pero una Ona comenzada vale como una kona entera.” Y también decían: “Una fracción de día vale por un día entero.” Y estos aforismos se aplican también al mes y al año.

El “ángel,” (o los ángeles), tiene un discurso a las mujeres. Las invita a deponer el “terror,” reacción natural ante lo sobrenatural y descripción frecuente en las angelofanías bíblicas (Lucas 1:13.30; 2:10, etc.). En Lucas las mujeres están “con la vista en el suelo, sea en señal de reverencia, sea por el fulgor de la luz de sus vestidos. Puede que haya en la descripción algunos elementos tradicionales. Algunos lo enfocan como un signo erróneo en ellas: deben de mirar al cielo, donde Jesús resucitado está, no ya a la tierra. En la ascensión es a la inversa: están mirando al cielo, y el ángel les dice que no miren más al cielo; Jesús partió y no volverá hasta la parusía.

El ángel les anuncia abiertamente la resurrección y les hace ver que es el cumplimiento de lo que les había dicho en varias ocasiones. El ángel entona el gran Kerygma de la resurrección del Crucificado.

Luego las invita a la confirmación de ello, con la fórmula en uso, “Venid y ved” el sepulcro vacío. Pero había un mensaje para los discípulos: ellas deben transmitirlo. Jesús les “precede” ο “conduce.” Allí lo verán. Marcos añade, en un tono de deferencia y perdón, “a los discípulos y a Pedro,” o a éste como a jefe del grupo. Esta predicción de “precederles a Galilea” la hizo en el Cenáculo cuando les anunció que aquella noche se escandalizarían todos de El, pero “después de resucitado os precederé a Galilea” (Mateo 26:32; Marcos 14:28). Y a continuación Pedro protestó su lealtad y recibió la profecía de su negación.

En Lucas, el ángel les recuerda lo que Jesús les dijo “estando en Galilea.” Se refiere a la triple predicción que les hizo sobre su muerte y resurrección (Mateo 16:21; 17:22.23; 20:17ss y par.). Acaso se deba esto a que Lucas orienta su evangelio hacia Jerusalén, lo mismo que cuenta todas las apariciones en Judea.

La ida a Galilea tenía por fin separarlos de aquel ambiente hostil y prepararlos más sobre el reino de Dios (Act 1:3).

Si en el mensaje del ángel, lo mismo que luego Jesús en su aparición a las mujeres, no les habla ni alude a sus próximas apariciones en Jerusalén a los apóstoles, en lo literario se debe a que a la catequesis primitiva le interesó desde el principio destacar el cumplimiento de la promesa de Jesús, camino de Getsemaní, sobre la cita que les hizo, precediendo El, en Galilea. ¿Por qué?

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Octubre de 2005

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