EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
CAPITULO XII El niño Jesús en el templo, Lc 2:41-52. 41
Sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de COMENTARIO Este episodio
histórico es una “historia de proclamación.” Los varones judíos tenían obligación
de “subir” a Jerusalén en las tres fiestas de “peregrinación”: Pascua,
Pentecostés y Tabernáculos (Ex 23:14-17; 24:23; Dt 16:16). Aunque en la
práctica, estando lejos sólo solían asistir a una. Las mujeres no estaban
obligadas a ello, ni los niños hasta los trece años, aunque a los doce se los
solía hacer cumplir las prácticas de José y María subían
“cada año” a Jerusalén en la fiesta de Cuando el Niño tenía doce años, subió con sus padres; probablemente era costumbre el llevarlo antes. Terminados los ritos pascuales — aunque no era obligatorio quedarse toda la se-mana pascual, era obligatoria la estancia allí los dos primeros días, se vuelven. Ya de vuelta con la caravana nazaretana, no se dieron cuenta de su ausencia hasta que transcurrió el primer día de viaje. Un niño de doce años en Oriente tiene gran libertad de movimientos. Era natural que fuese entre alguno de los grupos, un poco desordenados y distanciados de la caravana. La aglomeración en Jerusalén era grande. Josefo da una cifra fantástica, 2.700.000 personas, para hacer ver la aglomeración que se reunía y lo nutrido de las caravanas. “Pensaron que estaría en la caravana.” Al notar su ausencia “al cabo de un día,” retornan a buscarlo, preguntando, sin duda, por todas partes. Al cabo de tres días, probablemente contados a partir del comienzo de su retorno, le encontraron en el templo. Estaba en “medio” de los doctores, “sentado,” y estaba “oyéndoles y preguntándoles.” Los doctores solían enseñar en alguna cámara que daba a los atrios o en los atrios mismos. A veces había reunión de varios doctores, para discutir puntos de la ley, y se admitían a ellas discípulos u oyentes, y se permitía el interrogarles. Enseñaban sentados en un escabel, y los discípulos también estaban “sentados” en torno suyo (Act 22:3). El que estuviese en el “medio” indica sólo “entre ellos.” Conforme, a las costumbres, no sólo oía las explicaciones, sino que también podía preguntar. El evangelista destaca que los que le oían se maravillaban de “su inteligencia y de sus respuestas.” “Cuando sus padres le vieron, se maravillaron, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscándote. Y les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?” Cuando María y José le encontraron, se “maravillaron” del hecho de estarse entre los doctores, y acaso escucharon alguna de aquellas respuestas “maravillosas” que daba a las preguntas de un rabí. María, llevada por el impulso afectivo de madre, le manifestó la pena que tenían por ver su ausencia e ignorar su paradero. Pero su respuesta es de una dificultad clásica y de un gran contenido teológico. “¿Por qué me buscabais?” Se sobrentiende por las casas de los parientes y amigos en la ciudad. “¿No sabéis que debo ocuparme?” La interrogación negativa supone en ellos respuesta afirmativa. Ellos, pues, sabían que El, aunque niño, debía ocuparse. ¿En qué? ¿En la casa de mi Padre o “En las cosas de mi Padre? El primer sentido es el que pide el contexto, ya que Cristo está en el templo, donde lo encontraron. Aparte que el templo es un tema recurrente en Lc en todo su evangelio (Lc 2:22; 19:45). Allí es donde debían, sin más, haberle buscado. Pero, si está allí, este sentido se enlaza con el segundo: está ocupado en las cosas de su Padre, aunque en el contexto no se destaque esto. Pero, en cualquier caso, Cristo se presenta llamando a Dios “su Padre” — mi Padre — con una propiedad y una exclusividad únicas. María le dice que “tu padre y yo te buscábamos,” y El responde que ellos deben saber, saben, que su obligación es estar ocupado en las cosas y misión de “mi Padre.” Por eso estaba en el Templo, porque allí moraba Dios, su Padre. Es un pasaje sinóptico que entronca con las enseñanzas del evangelio de Jn, en donde Cristo se muestra como el Hijo de Dios. Por lo que los judíos querían matarle, porque “decía a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn 5:18). Lucas en su relato destaca que “ellos (sus padres) no entendieron lo que les decía.” Pero Cristo les dice, aunque en forma interrogativa, que sabían que tenía que ocuparse — era su misión — en las “cosas” — templo — de “su Padre.” Después del relato de la anunciación, de Lc, esto sería incomprensible. Esta ignorancia se refiere al desarrollo de la obra mesiánica: al plan concreto cómo Dios lo iba realizando, y que ellos ignoraban. Pero, sabiendo ellos, como se ve en Lc, que su hijo era el Hijo de Dios, esta respuesta de Cristo, llamando en forma tan excepcional a Dios “su Padre,” es la proclamación que Cristo hace a sus “padres,” con un motivo circunstancial y concreto, que El es el Hijo de Dios. Vueltos a Nazaret, el Niño, que había manifestado su conciencia divina, les estará “sujeto.” Era el plan de su Padre hasta su aparición pública. Otra vez Lucas hace saber que María “guardaba todo esto en su corazón,” confrontándolo, meditándolo, viviéndolo. A la luz de la teología mariana se comprende bien toda esta actitud de María (Lc 2:19). ¿Fue María la fuente directa de todos estos conocimientos? Probablemente no. María como amorosa madre enseño muchas cosas a su hijo, pero no las que el enseñaba a los doctores del templo. Del mismo modo, aunque los evangelios no lo dicen, no es difícil suponer que José como padre, le debe haber confeccionado las sandalias a su hijo para protegerlo de pisar piedras, o haberle enseñado a caminar, o a comer, o a jugar, todo lo que un padre hace con su niño, de hecho lo tuvo en sus brazos, gran privilegio de José, tuvo al Hijo de Dios, abrazado a su corazón. Lc termina con una frase que prepara la hora de la presentación de Cristo a Israel. “Crecía en
sabiduría” (ciencia “experimental” y en la manifestación de su misma
sabiduría sobrenatural proporcional a su edad), en “edad” o “estatura,” ya
que ambas cosas significa la palabra griega usada, ο mejor aún, todo lo
que implicaba su desarrollo físico (Lc 1:80), y “gracia,” todo favor divino,
“ante Dios y ante los hombres.” Todo esto se manifestaba externamente, y
proporcionalmente, para con Dios y para con los seres humanos. Esta descripción
evoca la niñez de Samuel (1 Sam 2:26), y el tema de Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |