EL MAESTRO JESUS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado

 

 

CAPITULO XIX

Visita y conversación con Nicodemo, Jn 3:1-10

1 Había un fariseo de nombre Nicodemo, principal entre los judíos, 2 que vino de noche a Jesús y le dijo: Rabí, sabemos que has venido como maestro de parte de Dios, pues nadie puede hacer esos signos que tú haces si Dios no está con él. 3 Respondió Jesús y le dijo: En verdad te digo que quien no naciere de arriba no podrá entrar en el reino de Dios. 4 Díjole Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer? 5 Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cíelos. 6 Lo que nace de la carne, carne es, pero lo que nace del Espíritu, es espíritu. 7 No te maravilles porque te he dicho: Es preciso nacer de arriba. 8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adonde va; así es todo nacido del Espíritu. 9 Respondió Nicodemo y dijo: ¿Cómo puede ser eso? 10 Jesús respondió y dijo: ¿Eres maestro en Israel y no sabes esto?

COMENTARIO

"Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar” 

Impresionado por las obras de Jesús, Nicodemo acude a El como a un Maestro, que enseña algo nuevo para esos tiempo y le pide que le enseñe con ese título de Maestro.

"Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios"

Así es, renacer de lo alto, nacer a la vida del Espíritu, nacer de nuevo razonando con el Espíritu, no con la mente cerebral, como lo hacia hasta ese minuto Nicodemo.

Jesús no habla de esa vida nueva que El nos trae, la de la gracia, que se expresa en las virtudes de la fe, de la esperanza y la de la caridad.

Entre el grupo de personas jerosolimitanas vivamente impresionadas por los milagros de Cristo, con que termina el capítulo segundo (2:23), pero con fe imperfecta, se hallaba un tal Nicodemo.

Nicodemo (vencedor del pueblo), con nombre sugestivamente simbólico, era un hombre muy importante en Israel. El evangelista dice de él que era magistrado o “príncipe” de los judíos (v.1) y, además, “maestro” o rabí (ν. 10); también formaba parte del Sanedrín (Jn 7:50). De él se hablará dos veces más en el evangelio: una defendiendo a Cristo, como miembro del Sanedrín (Jn 7:50), y luego prestando su concurso personal para el embalsamamiento y sepultura de Cristo (Jn 19:39.40).

Su nombre vine del griego, estaba en uso en la época, como  Andrés y Felipe.

Nicodemo era “fariseo.” Aunque en el Sanedrín predominaban los “saduceos,” también se componía de algunos “fariseos.” Esto da un interés especial a esta visita que hace Nicodemo. El fariseo tenía un sentido excesivo y falso de “su” ortodoxia. Era un idólatra de la “letra” del texto sagrado, y daba excepcional importancia a las “tradiciones” de los mayores. Cristo mismo tuvo que decirles: “¿Por qué traspasáis vosotros el precepto de Dios por vuestras tradiciones?” (Mt 15:3) 1.

Vivamente impresionado por los milagros que Cristo hace, y que eran rúbrica divina (v.2), pero que chocaba fuertemente con el tradicionalismo farisaico, Nicodemo quiere escuchar la doctrina de aquel cautivante profeta.

Para ello viene a visitarlo por la “noche.” Se sabe que no eran infrecuentes los diálogos con los rabinos por la noche. Me inclino por pensar que Nicodemo desease una larga conversación con Cristo, y ésta fuese la hora más oportuna (Jn 1:38.39), aparte que Cristo dedicaba el día al ministerio. Pero también podemos pensar que por todo el conjunto de ser fariseo, doctor y miembro del Sanedrín, parece que hubiese elegido esta hora furtivamente por precaución y timidez (Jn 19:38; cf. Jn 12:42). Lo que no debe estar al margen del intento simbolista del evangelista es destacar esta hora de la “noche” (Jn 13:30) desde la que Nicodemo viene a la enseñanza de Cristo-Luz.

Llama la atención, que el dialogo es introducido de improviso, sin los cortesía o saludo inicial, algo que es típico en lo preludios orientales. Pero, si se tiene en cuenta que Nicodemo era rabí, maestro, y la estima en que se tenían a sí mismos los doctores, se puede comprender la actitud respetuosa con que Nicodemo venía a esta visita. No venía sólo a conocer por erudición una doctrina; el estaba impresionado por los milagros de Cristo, y que les hacía saber que “venía como maestro de parte de Dios” (v.2), quería conocer aquella doctrina así rubricada por Dios. Esto mismo se acusa en el título que da a Cristo: “Rabí” (v.2).

Por la forma como se expresa Nicodemo, nos damos cuenta que viene a Cristo reflejando, además, la inquietud de otras personas, es decir que representa a algunos más, pues le dice que “sabemos que has venido como maestro de parte de Dios”  y que es causa de sus milagros. Me pregunto, ¿Quiénes son éstos? Acaso fariseos de las “muchas” personas que creyeron en El o un grupo de doctores o sanedritas o grupos de gentes, que, ¿vivamente impresionados por los milagros que hacía Jesús? (Jn 2:23), y entonces deseaban conocer su doctrina, pero que tenían reparos en venir al mismo.

Dice Nicodemo “pues nadie puede hacer esos signos que tú haces si Dios no está con él” La exposición que hace Nicodemo es ésta: confiesa que él y otros están impresionados a causa de los milagros que hace. Por ello reconocen que viene “como maestro de parte de Dios.” Esa puede ser la razón de que quieren escucharle. ¡Que hable! ¡Que enseñe su doctrina!

Respondió Jesús y le dijo: En verdad te digo que quien no naciere de arriba no podrá entrar en el reino de Dios. Y la enseñanza de Cristo es ésta: para “ver,” es decir, para experimentar, para “ingresar” (v.5) en el reino, es necesario “nacer” de “arriba.”

El “reino de Dios” o “reino de los cielos” (Mt) es la frase usual en los evangelios sinópticos. Jn sólo la usa aquí (v.35), y en forma de sólo “reino” en otros dos pasajes (Jn 18:36.37). Para “ver” este reino hace falta un nuevo “nacimiento.” La expresión “ver” tiene aquí el valor de visión experimental, disfrute del mismo, posesión de él (Lc 2:26; Act 2:27; 1 Pe 3:10); es decir, “ingreso” en el reino, como dice aquí el mismo Jn (v.5).

Este “nacimiento” que hace falta tener para el ingreso y vida en este reino ha de ser de “arriba” nacer de “arriba,” nacer de nuevo.       Ante esta afirmación de Cristo, Nicodemo, más que sorprenderse, parece que con su pregunta busca saber más precisiones en este punto. La frase “¿Acaso puede el hombre entrar de nuevo en el seno de su madre y volver a nacer?” no tiene un sentido irónico. Es más sutil de lo que parecería. Nicodemo, por lo que ya sabemos no puede pensar en el absurdo de un renacimiento humano.

Dice Jesus:  Quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos.”, La razón es que “lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu.” Y la vida nueva es vida “espiritual.” Y “la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios” (1 Cor 15:50). La “carne,” el hombre de abajo, está limitado a sus solas fuerzas naturales; pero este “nacimiento” es de tipo superior a la “carne y sangre,” es nacimiento del Espíritu, que constituye a los hombres en “hijos de Dios” (Jn 1:12), por lo que “nacen de Dios” (Jn 1:13). De aquí la necesidad y la enseñanza terminante de nacer del Espíritu.

También Jesús se anticipa y dice: No te maravilles porque te he dicho: Es preciso nacer de arriba  ¿En qué podía estar esta extrañeza de Nicodemo al saber que era preciso “nacer de arriba”?

Nicodemo, como doctor, conocedor de las Escrituras, sabía que las almas, como estaba anunciado por los profetas, deberían experimentar un cambio moral, que era una “regeneración” (Ez 11:20). Entre los rabinos se decía que el que salía de un vicio o había purgado ya sus pecados era creado de nuevo, o nacido de nuevo, o regenerado, lo mismo que se admitía este cambio en los “prosélitos.” Si estas expresiones no estaban ya totalmente en uso, al menos salieron de la enseñanza rabínica tradicional. Y, de hecho, en el Ν. Τ. aparecen expresiones equivalentes al llamar al bautizado “nueva criatura” (Gal 6:15; 2 Cor 5:17).

Por eso, esta extrañeza de Nicodemo no se refiere a este anuncio de “regeneración” moral, sino o al modo del mismo (v.9), al ver que este “renacimiento” trascendía al efecto de los bautismos de él conocidos, o al escepticismo que este anuncio causaba en aquel rabí (v.12). ¿En qué consistiría aquel nuevo renacimiento moral? O ¿cómo controlar la realidad regeneradora de aquella enseñanza? ¿Podría un rabí aceptar aquel anuncio tan vago? Nicodemo entonces debió de quedar escéptico (v.12).

Pero la enseñanza que aquí se hace es de una cara indiscutible excepcional: la necesidad del bautismo cristiano.

El rito de las purificaciones bautismales en el agua era algo que estaba en el medio ambiente; era cosa usual. Tal el bautismo de Juan; las purificaciones en agua de los esenios/Qumrán, y el mismo bautismo que, en vida de Cristo y en su misma presencia, administraban los discípulos de Cristo (Jn 4:1.2). Era, pues, éste un rito que estaba en uso. El bautismo de Cristo “en agua,” por no poder interpretarse metafóricamente a causa de la contraposición al del Bautista, que era superficial y no purificaba el alma, y por ser además un rito usual, el contexto lleva a hacer ver que en esta enseñanza se trata de un verdadero rito “en agua,” pero que, al mismo tiempo, hay una acción inmersiva “en el Espíritu Santo.”

Precisamente la fuerza de la construcción de la frase lleva a esto mismo. Pues hay que “nacer del agua y del Espíritu.” El “del” indica el origen de esta generación. Y puesto en principio de la frase afecta por igual a los dos elementos, que además están unidos por la letra  “y”

A esto se añade que a la hora de la composición del evangelio de Jn no se podía interpretar por lectores cristianos sino del bautismo cristiano. Esto lo sabía bien el evangelista, y, sin embargo, no lo corrige ni lo matiza, para evitar que se lo entiendan así. Precisamente se lee en San Pablo que Cristo nos salvó “mediante el baño de la regeneración y renovación en el Espíritu Santo” (Tit 3:5; Ef 5:26; cf. Mt 28:19). Además, este relato parece, aparte de lo histórico, que es reflejo de una catequesis bautismal. Acaso proceda de alguna haggadah bautismal.

Sobre esto dice un texto del concilio de Trento que interpretó auténticamente este pasaje del evangelio de Jn, definiendo de fe lo siguiente: “Si alguno dijese que el agua verdadera y natural no es de necesidad para el bautismo, y, por tanto, que aquellas palabras de nuestro Señor Jesucristo: “Quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo” (Jn 3:5), las interpretase como metáfora, sea excomulgado.”

Cristo se presenta aquí como el revelador y legislador del reino de los cielos (v.3.5), Para esto pone por condición necesaria una “regeneración” por obra del Espíritu. Esta renovación ha de ser para todos los que quieran ingresar en él. Supone una abundancia y universalidad nuevas, excepcionales. Nicodemo, como “doctor” de la Ley, no podía ignorar esto. Cristo, pues, al anunciar el cumplimiento de esta efusión del Espíritu, está anunciando la presencia de los días mesiánicos. Y él, al presentarse como el administrador de esta obra del reino, se está presentando como Mesías. Todo esto no podía ser ajeno al conocimiento de Nicodemo. Por eso, en estas enseñanzas de Cristo tenía que estar viendo a Cristo presentarse como el Mesías.

La impresión que me queda, es que la conversación de Nicodemo es profundamente sincera, el esta realmente impresionado, por las obras que realiza Jesús, por ese motivo el siente la necesidad de ir a donde Jesús, e ir como a un Maestro, que le puede enseñar cosa nuevas, por eso le pide que le enseñe, por esa razón le da el titulo de Maestro.

Jesús como verdadero Maestro, comparte sus enseñanzas, que por medio de nuestro nacimiento natural, pertenecemos a este mundo, y para pertenecer al otro mundo, el del Espíritu, es decir para ser hijos de Dios y herederos de su Reino, necesitamos poseer otra vida, sobre natural y de la gracia.

Pero también hay algo más, Jesús acogió con amabilidad a Nicodemo, hablo largo rato con el, le dijo las cosa tal cual son, Nicodemo creyó en El, pero no se entrego a Jesús, ¿Por el que dirán los demás?. Que a nadie le suceda esto, Jesús a sano a muchos tan solo por creer en El, así reza muchos evangelios, “Tu fe te ha salvado”

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Octubre de 2005

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