EL MAESTRO JESUS

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado

 

 

CAPITULO XXV

Juicio de Herodes sobre Cristo y muerte del. Bautista. Mc 6:14-29 (Mt 14:1-12; Lc 9:7-9)

14 Llegó esto a oídos del rey Herodes, porque se había divulgado mucho su nombre, y decía: Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por esto obra en él el poder de hacer milagros; 15 pero otros decían: Es Elías; y otros decían que era un profeta, como uno de tantos profetas. 16 Pero Herodes, oyendo esto, decía: Es Juan, a quien yo degollé, que ha resucitado. 17 Porque, en efecto, Herodes se había apoderado de Juan y le había puesto en prisión a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. 18 Pues decía Juan a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. 19 Y Herodías estaba enojada contra él y quería matarle, pero no podía, 20 porque Herodes sen-tía respeto por Juan, conociendo ser hombre justo y santo, y le amparaba, y, oyéndole, vacilaba, pero le escuchaba con gusto. 21 Llegado un día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños ofrecía un banquete a sus magnates, y a los tribunos, y a los principales de Galilea, 22 entró la hija de Herodías y, danzando, gustó a Herodes y a los comensales. El rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré. 23 Y le juró: Cualquier cosa que me pidieras, te la daré, aun-que sea la mitad de mi reino. 24 Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué quieres que pida? Ella le contestó: La cabeza de Juan el Bautista. 25 Entrando luego con presteza, hizo su petición al rey, diciendo: Quiero que al instante me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. 26 El rey, entristecido por su juramento y por los convidados, no quiso desairarla. 27 Al instante envió el rey un verdugo, ordenándole traer la cabeza de Juan. Aquél se fue y le degolló en la cárcel, 28 trayendo su cabeza en una bandeja, y se la entregó a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. 29 Sus discípulos que lo supieron, vinieron y tomaron el cadáver y lo pusieron en un monumento.

 

COMENTARIO

El tetrarca Herodes o Herodes Antipas, era hijo de Herodes el Grande y de Maltace, esposa samaritana de Herodes. Entonces, este Herodes era medio samaritano y, casi seguramente, no corría por sus venas ni una gota de sangre judía. En una ocasión, Herodes Antipas viajó a Roma y allí conoció Herodías, que era mujer de Filipo, hijo de Herodes el Grande. Se unió apasionadamente a su cuñada Herodías, repudiando a su legítima esposa. Herodías vino a ser su genio maligno, fue la instigadora del asesinato de Juan el Bautista (Mt. 14:1-12; Ant. 18:5, 2). Entre Antipas y Herodías, se acordó una unión ilegal y llevar con ellos a la hija de Herodías, llamada Salomé.

La presencia de Antipas y Herodías, trajo el escándalo. El adulterio de Antipas iba abiertamente contra la Ley, que prohibía estas uniones incestuosas. La voz apostólica del Bautista sonó repetidas veces contra aquel adulterio. Antipas temía un levantamiento popular, pero también temía el gran prestigio del Bautista. En los manejos de primera hora contra el Bautista estaba ya Herodías, que le odiaba y quería matarle, pero no podía por temor al pueblo.

Este Antipas era un claro y agudo neurótico. Tenía la obsesión por el Bautista. Juan Bautista fue encarcelado, precisa san Lucas, por lo de Herodías y por todo lo malo que había hecho Antipas, y que el Bautista censuraba.

San Marcos, destaca que el tetrarca, cuando tenía prisionero Juan Bautista, temía a Juan, porque sabía que era hombre justo y santo, y lo guardaba. ¿De quién? Probablemente de las insidias de Herodías. También detalla san Marcos, que Herodes Antipas le oía con gusto, haciéndole traer, seguramente, de la prisión. Marcos también nos narra el juramento de Herodes Antipas a Salomé después del baile, que le daría lo que pidiese, aunque sea la mitad de mi reino. Esta frase tiene antecedentes bíblicos, y además Antipas no tenía reino, sino tetrarquía.

Sucede que Herodes Antipas buscó el ser rey, pero no obtuvo de Roma más que el título oficial de tetrarca. Entonces podemos pensar que si San Marcos le nombra rey, puede ser como un título genérico, o por reflejar el uso que popularmente, por halago, le diesen los súbditos, o acaso por estar un tanto condicionado por la segunda frase usada: la mitad de mi reino. Esta frase aparece en el libro de Ester (Est 5:3; cf. 1 Re 13:8).

Pero si esta frase, literariamente, pudiese provenir del pasaje semejante del libro de Ester, no habría ningún inconveniente en que el mismo Herodes Antipas hubiese añadido esta expresión genérica, como sinónima de su tetrarquía, en un momento de exaltación bajo el vino y el halago de los presentes.

Nuestro Señor Jesús, hablando de este marrullero, tramposo y astuto tetrarca, lo llamó «esta zorra» (Lc. 13:31, 32). Es evidente que Herodes Antipas debía tener una cierta influencia sobre sus seguidores, porque Jesús habla de «la levadura de Herodes» (Mc. 8:15).

Herodes como representante del poder es soberbio, altivo y exigente, quiere que todos se postren ante el y cedan a sus caprichos, incluso el mismo Jesús. Pero el bellaco tetrarca aún no sabía quien era el Señor. Por eso mismo había se excitado en el una gran curiosidad de verlo actuar, aun quizás poder presenciar algún milagro.

Lo que herodes nos sabía, que es el que tenía que venir, el que bautiza no con agua, sino con el fuego del Espíritu-Amor (Lc 3,16); el hijo amado de Dios, sobre el que desciende en el bautismo el Espíritu, como paloma que se refugia en su nido; el que, lleno de Espíritu santo, es tentado por el diablo en el desierto, como lo fue en su día el pueblo en el éxodo hacia la tierra prometida, pero superando las tres tentaciones que asaltan a cada mortal por el desierto de la vida; el que anuncia una amnistía de perdón universal para todos sin excepción y, a cambio, recibe amenazas de muerte por parte de sus paisanos en Nazaret; el que habla con autoridad, y no como los escribas, dando órdenes a los espíritus inmundos que salen; el que invita a Pedro y a los suyos a pescar obteniendo resultados sorprendentes; el que cura al leproso y no queda impuro; el que hace levantarse del lecho al paralítico, imagen de la humanidad postrada por el pecado; el que llama a Leví, escandalizando a los fariseos; el que se autoproclama el esposo e invita a sus seguidores a entender la vida como una fiesta de bodas, de amor fecundo alegría; el vino nuevo que requiere odres nuevos; el señor del sábado que pone en el centro de atención de su vida el bien del hombre por encima de la observancia del precepto de descanso y el que proclama un orden nuevo basado en la pobreza o austeridad solidaria para poder ejercer con libertad el amor sin límites, el perdón, la generosidad e invitar a todos a construir la casa sobre roca. No es de extrañar, ante tanta novedad y capacidad, que todos, hasta Herodes, se pregunten quién es ése que rompe los moldes del pasado y coloca a sus seguidores en la puerta del futuro, sin saber que no es otro entrega y enseña a entregar el amor sin medida.

Salome Baila a Herodes

Pero la oportunidad para la muerte del Bautista fue bien calculada por Herodías. Llegó el día del cumpleaños de Herodes y se preparo un suntuoso banquete. En él bailó la hija de Herodías, Salomé. En la antigüedad semita no eran bailes de sociedad, sino representaciones coreográficas de situaciones, que, en principio, podían ser muy dignas Pero en este ambiente es muy fácil suponer la licencia. La escena agradó a todos, máxime en aquel ambiente, y Antipas, en la euforia del mismo, juró dar a Salomé lo que le pidiese. Ella, salió a consultar con su madre, y ésta le manda pedir la cabeza del Bautista.

Porque Juan le decía No te es lícito tenerla, Herodes había encarcelado a Juan Bautista, con este encierro, Herodes hijo de aquel homicida mando a matar a los niños en Belén, quería acallar una verdad.

Quizás sea bueno preguntarse, ¿si sabemos una verdad, debemos callarla?, ¿si callamos, lo hacemos por temor, por vergüenza o por desidia?, Juan vio que la única forma de terminar con los malos hábitos y así seguir el camino de la verdad era decirla.

Herodes le temía a Juan porque su voz estaba siendo escuchada por la gente y a su vez el pueblo le tenía temor a Herodes, por ser un hombre de represalias, en este ambiente aparece fuerte la voz apostólica y profética de Juan para denunciar y convertirse en la voz de los sin voz, pero quien sigue el camino de la verdad, siempre ha de estar dispuesto como lo hizo Juan a morir por ella.

Hemos visto, y seguimos observando como hasta el día de hoy se repiten situaciones como la de Juan. El que se atreve contra un poderoso, el que sale en defensa de la injusticia o la opresión es encarcelado, o criticado por este. La eterna lucha del bien contra el mal, enfurece a los malignos.

Juan le puso en cara a Herodes su pecado y lo hace con energía y con entereza de espíritu, es así, como la palabra de Juan producía grandes remordimientos que incordiaban y molestaban su conciencia. De este modo para enmudecer a Juan, lo encarceló, pero nada pudo acallar su voz profética.

Muchos por el amor a la verdad y por expresarlas libremente, dejaron a un lado los miedos al dolor físico, al hambre, a las injurias y calumnias e incluso a la muerte.

Juan, como hombre fiel, no se fijo en categorías para decir la verdad y empezó por la autoridad, nada acalló la denuncia de la inmoralidad y la injusticia.

Todo aquel que sigue verdaderamente al Señor, como muchos ya lo han hecho, no deben acallar frente al mal, Juan denuncio el escándalo y la inmoralidad, mucha veces nos corresponderá a nosotros hacer lo mismo, pero consideremos que no tiene porque ser con agresividad, sino por nuestro ejemplo de vida, con nuestra conducta, al modo como Jesús espera de nosotros.

Herodes sintió un gran remordimiento por el crimen que cometió ordenando decapitar a Juan, por eso cuando conoció la fama de Jesús, le hizo pensar Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos, porque el pecado lleva consigo el remordimiento que golpea fuerte la conciencia del que comete la falta, no le hace vivir tranquilo ni conocer la paz. La mentira destruye el alma, la verdad la fortalece.

Jesús decía a los judíos que habían creído en El: Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos, y conoceréis la verdad, y la verdad os librará. (Jn 8, 31-33)

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Octubre de 2005

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