EL MAESTRO JESUS Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Comentarios, Estudios y Reflexiones del Evangelio Contemplado |
CAPITULO
XXXI Instrucción y poder
dados a los apóstoles, Mt 10:5-15 (Mc 6:8-11; Lc 9:2-5; 10:3-11). COMENTARIO Este Evangelio
comienza relatando que Jesús convocó a sus doce discípulos por su nombre, El
organizo su apostolado con un grupo de hombres, su amigos mas cercanos, a
ellos los forma y les da una misión, además le dota de poderes y cualidades
para destruir el mal. Todos nosotros fuimos elegidos también por nuestro
nombre desde el Bautismo para seguir a Jesús, a igual que los Doce amigos
seguidores del Maestro y para el mismo fin, es así, como el nos prepara con
sus enseñanzas, para que tengamos fuerza en nuestra misión en un mundo donde
la injusticia, la maldad, la corrupción esta presente cada día. Nuestra misión,
debe comprender que la voluntad de Dios, no tiene fronteras para realizar
nuestra tarea apostólica y no esta limitada a un lugar especifico, talvez
nuestro campo de acción esta en nuestro propio hogar, en nuestra parroquia,
en el trabajo, la comunidad donde vivimos o mas allá de la fronteras, basta
tener muchas veces capacidad para conmovernos frente al dolor de la humanidad
para darnos cuenta que A estos doce los
envió Jesús, después de haberles instruido en estos términos: “Por el camino,
proclamen que el Reino de los Cielos está cerca” Cuando dice el
Señor, el Reino de los Cielos esta cerca, no pensemos en dimensionarlo en
tiempo o en años, pensemos que somos nosotros los que debemos hacerlo
cercano, con nuestro estilo de vida seamos constructores del Reino de los
Cielos, lo hacemos y lo haremos con cada una de nuestras obras, dice Jesús:
“El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes” (Lc 16
9-15), por tanto todas son importantes en esta obra, por muy sencillas que
parecieran. Así fue como Jesús
envió a sus doce apóstoles, diciéndoles: Por el camino, proclamen que el
Reino de los Cielos está cerca. El tema de la predicación que han de llevar a
esas gentes es que se acerca el reino de los cielos. Es la misma frase
temática con la que el Bautista preparaba la venida del Mesías (3:2), y la
que se pone en boca del mismo Jesús (Mateo 4:17). Nuestro Maestro les
dice a los apóstoles: Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos,
purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Es decir, les da el poder
de expulsar a los espíritus impuros y de sanar cualquier enfermedad o
dolencia. Ello habla de la grandeza de Cristo y de la llegada del Reino (san
Mateo 12:28). Por otra parte, el
poder sobre los demonios, enemigos del reino de Dios y el poder sobre toda
enfermedad, acusa un mismo poder de origen y finalidad. Puesto que también
las enfermedades son una consecuencia del pecado y del reinado de Satán, como
san Mateo mismo enseña al ver en la obra de Jesús de expulsar demonios y
curar enfermedades. Al dotar Jesús así a los apóstoles de este poder en su
misión, predicando la llegada del reino, le entregaba credenciales infalibles
de lo que enseñaban, al ver que en ellos estaba la mano de Dios, y que, si
Dios no estuviese con ellos, no podían realizarlo. Pero también, al ver el
cumplimiento específico de tales milagros, que se recordase el vaticinio
profetice sobre los días mesiánicos, en diversos pasajes alusivos, y con
ello, que los recibiesen como embajadores del Mesías. Dice el Señor:
Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente, en efecto
hemos recibido gratuitamente, de gracia, la salvación del Señor, ¿y que
meritos hemos hecho de nuestra parte? ¿Qué estamos haciendo o qué nos
proponemos hacer para anunciar a los demás el mensaje de amor que hemos
recibido? Hemos sido elegidos
por Cristo, quien nos llamo a la fe, nos dio su mensaje evangélico, somos
depositarios de el, y somos apóstoles con la misión de transmitirlo al mundo. Y no lo hemos
recibido para guardarlo para nosotros, es para compartirlo con todos los
demás, porque todos estamos llamados a la salvación. Es así, hemos sido
destinados a difundir el Reino de los Cielos, esa es nuestra misión, somos
misioneros porque la misión es la forma concreta de manifestarle a Dios
nuestro reconocimiento por haber sido llamados a ser en el mundo testigos de
su amor. Pero no basta dar
gratuitamente lo que hemos recibido de igual forma, debemos darlo con cariño,
con generosidad, con entrega total, a manos llenas, sin regateos, con todo el
corazón, esta claro, con las cosas de Dios no podemos ser mezquinos. Los apóstoles,
somos todos los miembros de El Maestro les recomienda
a su dirigidos después la pobreza como el espíritu
de pobreza con que se deben conducir. No lleven encima oro ni plata, ni
monedas, No deben, pues, llevar monedas de ningún tipo. En aquellos tiempos,
se guardaba usualmente el dinero en los pliegues de su cinto o en un pequeño
bolsillo anejo al mismo. Y hasta lo hacían en un pequeño escondrijo de su
túnica o de su turbante. Dice que tampoco deben llevar un saco de viaje para
su camino, por eso les dice: ni provisiones para el camino, Tampoco debían llevar
duplicidad de vestidos: ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón. De los
escritos rabínicos se desprende que los judíos tenían la costumbre de vestir
dos túnicas (Lc 3:11), y de las mujeres se cita que usaban tres, cinco y
hasta siete. No deben llevar calzado (san Mateo), sandalias (san Marcos).
Esto acentúa la nota de austeridad. Ni bastón, que era un vulgar palo cogido
para apoyarse o defenderse. El pensamiento de
Jesús no es que se prescinda de todo esto que se enumera, sino que con ello
se acusa el espíritu que ha de informar a los misioneros. No deben tener
apego a lo que no sea necesario. El mismo les dice en otra ocasión: Cuando
los envié sin bolsa, sin alforjas, sin calzado, ¿les faltó alguna cosa? Nada,
dijeron ellos. Y les añadió: Pues ahora el que tenga bolsa, tómela, e
igualmente la alforja, y el que no la tenga, venda su manto y compre una
espada (Lc 22:35-36). Es, pues, el espíritu de pobreza lo que arriba se
recomienda a los apóstoles y no precisamente la materialidad de su ejercicio,
lo que normalmente sería estar, por temeridad, al margen mismo de la
providencia de Dios. Y han de ir así,
porque el que trabaja merece su sustento. A su trabajo le es justo un salario
conveniente en justicia, dirá Lucas (1 Tim 5:17ss;
1 Cor 9:7-14). Así se pueden entregar de lleno al apostolado. Es la
recomendación que Jesús mismo hace a los setenta y dos discípulos en su
misión Palestina. Después de haber buscado alojamiento digno, les dice:
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable
y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Es decir, permanezcan en
esa casa y coman y beban los que les sirvan, porque el obrero es digno de su
salario (Lc 10:7). Dios sabe proveer por los medios de su Providencia,
incluidos los recursos humanos. Dice el Señor: Al
entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. El apóstol que no
trae la paz, no puede ser considerado como apóstol de Cristo, así es, el que
no predica la paz, el que no construye la paz, el que no ofrece la paz, no
puede presentarse como apóstol, en efecto no basta desear la paz, es preciso
procurarla, poniendo todo lo que sea necesario de nuestra parte. Jesús en Pero para poder
transmitir la paz, es necesario tenerla en nuestro corazón. Y para ello es
necesario estar cerca de Dios, porque la paz es un Don del Espíritu Santo. El Señor, nos
solicita que avivemos en nuestro corazón grandes deseos y motivaciones de
paz, especialmente hoy en este mundo que se aleja de la paz, el lugar
preferido para Dios es el corazón de los hombres, la paz hará que los hombres
no le impida habitar en el, es así como motivemos esta paz por todo lugar
donde vayamos. Dice el Señor: Si
esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que
esa paz vuelva a ustedes. Si la casa fuese digna de esta paz, o como dice
Lucas, si hubiese allí algún hijo de la paz, venga sobre ella vuestra paz; si
no lo fuese, vuestra paz vuelva a vosotros. Es interesante destacar la
concepción tan popular de una paz que, emanada de Dios, no puede quedar sin
efecto; por lo que necesariamente debe reposar sobre alguno. Si ella no
descansa sobre la casa hospitalaria, vuelve a los misioneros, que son los que
se benefician de ella. Dice Jesús: Y si no
los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa
ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Lo que quiere decir es que si no
los reciben, o no les escuchan sus palabras al pedir alojamiento como
apóstoles de Jesús, entonces, saliendo de aquella casa o ciudad o de
cualquier lugar, sacúdanse el polvo de sus pies en testimonio contra ellos. Estaba en las
concepciones judías que, si uno venía de viaje de regiones gentiles y no se
purificaba al entrar en Israel, la profanaba con el polvo que traía de esas
regiones. Por eso estaba obligado a sacudir sus vestidos y zapatos antes de
entrar en Israel. Gesto que materialmente usaron Pablo y Bernabé en Antioquía
de Pisidia cuando los judíos levantaron una
persecución contra ellos. Dice Jesús: Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad. Jesús aquí, más que legislar un gesto, enseña una doctrina. Y es la culpa de los que así se portan con los apóstoles del Evangelio. Pues los que así obran están en tierra gentil, porque se hallan en situación culpable de error fundamental. La catástrofe de Sodoma y Gomorra (Gen 18:23-33; 18:1-29) era en la historia de Israel la manifestación por excelencia del castigo divino e imagen clásica de la maldad (Is 1:9-10; 3:9; 13:19) 38. Una vez que los milagros les habían acreditado como legados de Dios, no se les podía rechazar. Era cerrar los ojos a la luz mesiánica. Y en este sentido la culpa de éstos era mayor que la aberración moral, pagana, de Sodoma y Gomorra. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Octubre de 2005 |