NAVIDAD 1. BENDICIÓN DE Comienza la cena, cuando están todos reunidos de pie en
torno a la mesa, encendiendo las velas. No olvidemos que en la noche de la
historia se hizo una gran luz con el nacimiento de Cristo. Pero se puede
cantar al comienzo la siguiente aclamación:
¡Oh luz gozosa de la santa gloria, del Padre celeste,
inmortal, santo y feliz Jesucristo! o bien
decir: Luz de Cristo. Te damos gracias, Señor. o también se puede leer como introducción la siguiente
poesía hímnica: No la debemos dormir la noche santa, no la debemos dormir. No la debemos dormir la noche santa, no la debemos dormir. Después se lee el trozo siguiente de los sermones de San
León Magno sobre Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador;
alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza cuando, acaba de nacer la
vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad y nos infunde la
alegría de la eternidad prometida. Nadie tiene por qué sentirse alejado de la participación de
semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo: porque nuestro
Señor, destructor del pecado y de la muerte, como no ha encontrado a nadie
libre de culpa, ha venido para liberarnos a todos. Que se alegre el santo,
puesto que se acerca a la victoria. Alégrese el pecador, puesto que se le
invita al perdón. Anímese el gentil, ya que se le llama a la vida. Demos, pues, queridos hermanos, gracias a Dios Padre, por
medio de su Hijo, en el Espíritu Santo, puesto que se apiadó de nosotros a
causa de la mucha misericordia con que nos amó. Todos responden: Te damos gracias, Señor, te bendecimos, te
alabamos. A continuación se
hacen las siguientes preces: Por los que en esta noche se duermen y no tienen fe,
roguemos al Señor. Te rogamos, óyenos. Por los que ignoran o desprecian el nacimiento de Cristo,
roguemos al Señor. Por los que en esta noche pasan hambre, roguemos al Señor. Por los que desesperan en su vela y son incapa¬ces
de levantar los ojos para ver la estrella, roguemos al Señor. Por los que en esta noche tienen que hacer un servicio a la
sociedad y no pueden celebrar la nochebuena en casa, roguemos al Señor. Padre nuestro, etc. Y se termina con la siguiente oración del Papa Juan XXIII
al Niño de Belén: Dulce Niño de Belén, haz que penetremos con toda el alma en
este profundo misterio de Navidad. Pon en el corazón de los hombres esa paz
que buscan, a veces con tanta violencia, y que tú solo puedes dar. Ayúdales a
conocerse mejor y a vivir fraternalmente como hijos del mismo Padre. Descúbreles también tu hermosura, tu santidad y tu pureza.
Despierta en su corazón el amor y la gratitud a tu infinita bondad. Únelos en
tu caridad. Y danos a todos tu celeste paz. Amén. 2. BENDICIÓN DEL BELÉN FAMILIAR Se comienza leyendo o cantando la siguiente ANTÍFONA Hoy ha nacido Jesucristo. Hoy ha aparecido el Salvador. Hoy
cantan los ángeles en la tierra, se alegran los arcángeles. Hoy saltan de
gozo los justos, diciendo: Gloria a Dios en el cielo. Aleluya. Seguidamente se dice: Te bendecimos, Señor, por este belén que hemos preparado
para recordar el nacimiento de tu Hijo, nuestro Salvador. EVANGELIO, se lee el
capítulo segundo del evangelio de San Lucas, que dice: Lectura del santo
evangelio según San Lucas. En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto,
ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse,
cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió
desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama
Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras
estaban allí le llegó el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito,
lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en
la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche
al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor
los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para
todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el
Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del
ejército celestial que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que Dios ama». Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos
a otros: Vamos derechos a
Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor. Fueron corriendo y encontraron a María, y a José y al niño
acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de
aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los
pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían
visto Y oído; todo como les habían dicho.
Se termina haciendo las siguientes PRECES Adoremos a Cristo, que se despojó de su rango y tomó la
condición de esclavo, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el
pecado, y supliquémosle con fe ardiente diciendo: Por tu nacimiento, socorre, Señor, a quienes has redimido. Tú, que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo
nuevo anunciado por los profetas,
haz que tu Iglesia se
rejuvenezca siempre. Tú, que asumiste las debilidades de los hombres,
dígnate ser luz para
los ciegos, fuerza para los débiles, consuelo para los tristes. Tú, que naciste pobre y humilde,
mira con amor a los
pobres y dígnate consolarlos. Tú, que por tu nacimiento terreno anuncias a todos la
alegría de una vida sin fin,
alegra a los
agonizantes con la esperanza de un nacimiento eterno. Tú, que descendiste al mundo para que los hombres puedan
ascender al cielo,
admite en tu gloria a
todos los difuntos Padre nuestro, etc. ORACIÓN Señor y Dios nuestro, que cada año nos alegras con la
fiesta esperanzadora de nuestra redención; así como ahora acogemos gozosos a
tu Hijo como redentor, concédenos recibirlo también confiados cuando venga
como juez. Por nuestro Señor. 3. BENDICIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD En primer lugar se lee el texto de Isaías (44,23): Aclamad cielos, porque el Señor ha actuado; vitoread, simas de la tierra, romped en aclamaciones,
montañas y tú, bosque, con todos tus árboles; porque el Señor ha redimido a Jacob y se gloría de Israel. Seguidamente se dice: En esta nochebuena te bendecimos, Señor, Dios nuestro, y te
damos gracias por tu salvación. Hemos adornado este árbol en honor de la
venida de tu Hijo, que ha quitado las tinieblas de la tierra y ha derramado
en todos nosotros la alegría y la luz de la nueva creación. Y se encienden las luces del árbol. Se pueden leer los siguientes versículos del capítulo 35 de
Isaías. El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el
páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y
alegría. Tiene la gloria del Líbano, y la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de, nuestro
Dios. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en
persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se
abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Se acaba haciendo las siguientes PRECES Aclamemos alegres a Cristo, ante cuyo nacimiento los
ángeles anunciaron la paz a la tierra, y supliquémosle diciendo: Que tu nacimiento, Señor, traiga la paz a todos los
hombres. Tú, que con el misterio de Navidad consuelas a
cólmala también de
todos tus bienes. Tú, que has venido como Pastor supremo y guardián de
nuestras vidas,
haz que el Papa y todos
los obispos sean buenos administradores de la múltiple gracia de Dios. Rey de la eternidad, que al nacer quisiste experimentar las
limitaciones humanas sometiéndote a la brevedad de una vida como la nuestra,
haznos partícipes de tu
vida eterna a nosotros, que somos caducos y mortales. Tú, que, esperado durante largos siglos, viniste en la
etapa final de la historia
manifiesta tu presencia
a los que aún te están esperando. Tú, que, hecho
carne, restauraste la naturaleza humana, corrompida por la muerte,
concede la plena
salvación a los difuntos. Padre nuestro, etc. ORACIÓN ¡Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu
imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía elevaste su condición
por Jesucristo!; concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha
dignado compartir con el hombre la condición humana. Que vive y reina
contigo. |